Congeniando con extraños.
Goku, día 1.
El abandono es algo espantoso, escapar de casa a tan temprana a edad me ha dejado en discordia con muchas personas, por lo cual decidí reinventarme y empezar desde cero, rompiendo prejuicios y ayudándome a mí mismo en caminos bondadosos, caminos puros.
Se necesita de la perfección para llegar a ser un alma pura, chillé recurriendo a un límite entre la pureza y yo mismo. En mi camino hacia dicho límite tuve la oportunidad de sobrevivir gracias a mi pequeña obsesión con encontrar esa sonrisa linda de la que tanto se presume.
Al hablar sobre algo perfecto no me refiero a la anorexia, a un cuerpo delgado y pequeño que día a día va encontrándose con un tono de piel más pálido.
Trata sobre un pensamiento hacia las conspiraciones entre dos polos opuestos.
Como una combinación que surge en el inframundo y revienta así en la tierra como en el cielo para convertirse en una flor, de ese tipo de flores que nunca marchitan por ser tan diferentes a las demás. Estás incluyen una fórmula de contrastes.
Los años de la perfección traspasaron las fronteras que hace mucho tiempo fueron colocadas en mi corazón.
He sufrido tanto, los colores grises son naranjas, y el desorden acumulado se desvanece.
Me gustaría empezar con las partes perfectas y felices de esta historia, es solo que no encontrare un momento más adecuado para empezar a relatar lo que alguna vez fue sufrimiento; lo que muchos conocen como sufrimiento.
Busco un hogar acogedor en el cual se me pueda recibir con aprecio después de todo lo que ha pasado estos 15 años, mi cumpleaños número dieciséis llego y es tiempo de dejar todo atrás.
Justo ahora es por donde me gustaría que todo empezara, pues ando sin ruta alguna en un pequeño pueblo de Japón, solitario, los arboles de sakura me acompañan mientras la lluvia se hace presente en una tranquila tarde de otoño. Estoy muy cansado y algo mareado, pero estoy bien, creo que lo mejor sería encontrar algún punto de hospedaje.
Mi entorno se basa en una ciudad iluminada, las personas pasan tranquilamente, personas rotas, niños con globos tarareando canciones, también se encuentran algunas parejas abrazadas y otras totalmente indiferentes.
Llego a un semáforo apuntando el marcaje de tránsito en tonalidad amarilla y empiezo a revolver mi pelo tratando de acomodarlo un poco, este tiene una apariencia realmente imperfecta. Totalmente desordenado.
No me fije, pero hace ya tiempo que llevo esperando a que el aparato cambie a rojo para poder pasar, mientras tanto, un chico de apariencia malvada y gótica se posiciona a la par mía imitando mi espera. Su pelo largo y anaranjado vivo me atrae mucho, disimuladamente lo veo de reojo, el muchacho es alto.
Por fin, un pito resuena por las vías, el color verde se hace presente en la luz emitente del semáforo, señal de que se puede avanzar. Al hacerlo, alguien me agarra del brazo.
– Hey bonito – exclama mi compañero de espera automovilística – ¿Necesitas ayuda? Se te ve perdido.
– N-no gracias señor.
– Ya sé que parezco un viejo amargado, pero solo tengo 17 años primor.
– Lo siento, era solo cortesía – le confieso al pelirrojo mientras un tono rosado se cola por mis mejillas – y pues, respondiendo mejor a tu pregunta, si estoy algo perdido y necesito alguna ubicación de hospedaje.
– ¿Tienes carnet de turista?
– La verdad no.
– Mala suerte pequeño, los únicos hoteles que te pueden recibir son de tarifas altas, para bajar el precio se necesitaría un carnet como ese.
– Mierda.
– Esa lengua – dijo riéndose mientras fruncía el ceño – ¿Cuál es tu nombre?
– Eso no te importa cariño.
– Tenemos a un provocador por el pueblo, te ofrecería un lugar en…
– Oye – interrumpí – era una pequeña broma nada más.
Se hacía tarde y mi curiosa charla con el extraño finalizo, terminando en varias opciones y un solo acuerdo: dormiría en la casa de esta persona que se hacía llamar Tora por una noche.
– ¿Por qué haces esto? Digo, no simplemente se conoce a alguien y de repente le das una cama a cambio de nada – refunfuñe.
– Jaja, se llama solidaridad niño lindo. No me has dicho tu nombre.
– Kakaroto, tu puedes llamarme Goku.
– Me gusta el favoritismo hacia tu mote, eres excesivamente tierno Goku , me caes bien ya que tienes cierta inocencia y transparencia en tu corazón – comento con una sonrisa plasmada en su rostro – espera a que Vegeta te conozca le vas a pareces precioso.
– Ah, ¿Quién? – pregunte prestando atención a la respuesta, debo admitir que odiaba sonrojarme puesto a que se notaba mucho, pero el momento lo exigía, los halagos eran excesivamente influyentes en mí.
– Vegeta es mi mejor amigo, vive conmigo, espero que no te incomode.
– No, no, es más, agradezco el hecho de poder dormir en una cama. Tu casa debe ser muy grande.
– Lo es.
Conversábamos sobre cosas triviales y he de admitir que Tora me ha caído de maravilla, puede parecer alguien oscuro y abusivo por su apariencia bloqueada con excesivas prendas negras, pero es un encanto de persona. El recorrido se nos hizo bastante largo, lo cual de cierta manera me dejo completamente agotado. Al llegar mi vista se ilumino al presenciar tan hermosa residencia.
– Vas a dormir en el balcón del tercer piso.
– G-g-gracias tienes una casa herm-m-osa – musite.
– Debes estar hambriento, anda, ¿Quieres cenar ángel?
– De por si soy una molestia, es demasiado, no creo poder aceptarlo.
– Te lo pido como un favor.
– No – le respondí – sería abusar de las comodidades.
– Bueno, te pierdes de la fabulosa comida cocinada por mi amigo – dijo abriendo la puerta para darnos paso a ambos – entra, mi casa es tu casa.
Disfrutaba de la decoración, era un inventario muy moderno pero a la vez clásico. Al adentrarme más conocía un estilo de vivienda del cual nunca he tenido oportunidad de convivir.
– ¡¿TOR ERES – grito un hombre bajando las escaleras de madera quitándole la “a” al nombre del que me invito – … Tu?
Ambos intercambiamos miradas y nos registramos a ambos. Investigábamos sobre nuestro físico por medio de pensamientos.
El dueño de esa voz era simplemente hermoso.