Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Milagro de última hora por HaruhiKitamura

[Reviews - 8]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

¿Recuerdan que hace poco acababa de subir un fic en donde Yamaguchi está muerto? Pues me ha entrado algo que me hace escribir cosas malas (?) Disfrutad de este fic! -se va montada en un caballo blanco al que llamo Cornelius (?)-

 

 

 

Me olvidaba aclarar. Este fic empieza en el cumpleaños de Kageyama, pero los días pasan hasta el día de Navidad.

Milagro de última hora

 

Ahí estaba, tu pareja estaba sonriendo en aquella cama y si no tuvieras que observar todos esos cables y agujas que estaban conectadas a su cuerpo; sentirías que todo estaba bien.

Por lo que se notaba en la calle oscura y el calendario de tu celular, ese día era 22 de diciembre.

—Kageyama… Lo siento.

—¿Eh? – Esas palabras te dejaron congelado y tiritando por un frio que recorrió tu espalda, haciéndote esperar preocupado las siguientes palabras que iba a decir. Soltaste un suspiro aliviado al escuchar “—No te he podido comprar algo.” Y para ti, aunque tuvieras una mala actitud a veces, no te importaba en lo más mínimo en aquellas circunstancias. Con una sonrisa tímida le hiciste entender que no era lo que importaba en los momentos que estaban pasando.

—N-No sonrías así, me haces poner mal… – Agarraste una silla (aunque no lo tenías permitido) y lo pusiste en un costado de su cama, haciendo que este te mirara de costado con los ojos brillosos. Sentiste que el mundo se te vino abajo ante esa escena, y no era por la cara que ponía tu pareja; sino porque la máquina que tomaba los latidos de su corazón se iba acelerando.

Con un beso torpe gracias a todo lo que lo rodeaba en esa cama, le intentaste expresar palabras como: “Deja de gimotear idiota, despertaras al niño.”; lo cual hizo que la otra persona en la sala se sintiera querida y protegida. Dedicándote una sonrisa, agarro tu mano y la coloco sobre aquella panza que parecía estar en su límite.

—¿Cómo quieres llamarlo?

—No lo sé… – Haciendo muecas de un lado a otro intentaba a pensar en algún nombre para su futuro hijo.

—¿En… serio…? – Lo miraste con cierta “dulzura” y al mismo tiempo con un poco de nostalgia. De declararse la guerra en el deporte que amaban, llegaron hasta el punto en el que ya estaba por nacer su bebé. ¿Habías notado que el tiempo había pasado rápido? La verdad tu mente supone que no te habías dado cuenta, mientras que tu corazón parecía tener grabados todos los momentos que vivieron juntos; grabados como si hubieran durado una eternidad.

—¡Pero mientras lleve mi apellido supongo que estará bien! –Decía sonriendo como podía, realmente no era nada lindo tener todas esas cosas puestas; se sentía realmente doloroso estar internado.

—¿Por qué?

—Porque sabré que tuvimos nuestro pequeño regalo, juntos… –Lentamente sus ojos se fueron cerrando mientras que en tu cara se notaba un leve sonrojo. El pequeño pelinaranja solo pude hacer una pequeña risita antes de juntar por completo sus parpados. —Kageyama… Te amo.

—Ja, lo se idiota– Y ahí ibas, haciéndote el genial; mientras sonreías feliz (casi como un estúpido) por la confesión que habías recibido. Te levantaste de la silla y pasaste tu mano por el cabello de tu novio; para luego levantar un poco su almohada y dejar un pequeño regalo. —¿Le gustara? –Te preguntabas mientras habrías la puerta de la habitación del hospital, para luego mirarlo con sus largas pestañas y rostro ruborizado… y finalmente salir.

 

 

Al llegar a su departamento no podías casi obtener el sueño, no dejabas de pensar en lo solitario que se sentía la casa sin él. Tú compartías departamento con él durante un largo tiempo, tanto que te hubiera parecido que habías vivido toda tu vida con el más bajo.

El reloj ya marcaba el comienzo del 23 de Diciembre y tú ya te preparabas para lo peor. No es que no fueras una persona de fe, pero dada las circunstancias un milagro era casi imposible. Tu cuerpo sobre la cama reacciono a darse vuelta al lado que siempre dormía tu novio; donde la ventana siempre lo iluminaba a la noche y a la madrugada al momento de despertarte. Antes de darte cuenta, tú ya estabas comenzando a dormirte y aunque no quisieras la vida seguía; con él o sin él.

 

 

Al despertarte sentiste un nudo en la garganta y un sabor amargo, como si estuvieras apunto de derramar tu llanto azul; sabiendo lo que iba a pasar. Te preparaste como todos los días desde hace un mes, con una bufanda, un chaleco y un gorro de tela que fue un regalo de San Valentín de ese mismo año; saliste sin decir y sin pensar nada desde que te despertaste.

Al cabo de un rato de tambaleo en el tren, llegaste al hospital en el que estaba internado tu único amor. Tu mente comenzó a imaginarse las peores cosas que podían pasar. No querías. No querías subir hasta su piso y entrar a su cuarto, no deseabas escuchar aquel sonido que hace la máquina del latido cuando el corazón ya no hace lo que debe.

—¿Quién sabe… –Dudar te hacía sentir curioso pero con un toque de miedo a descubrir que era lo que había pasado. No habías recibido ninguna llamada ni mensaje, mucho menos uno de Hinata. El ascensor paro en el piso correspondiente y fuiste caminando con el corazón en la boca hasta la puerta, para finalmente quedar en frente de ella. Con una de tus manos comenzaste a girar la perilla de la puerta y por fin abrirla por completo. —…Lo que ha pasado?

 

 

En ese instante parecía como si tu vida hubiera frente a tus ojos. No, más bien cuando comenzaste a vivirla. Un rayo de luz paso frente a tus ojos, para luego notar la primera vez que hiciste tu “movimiento perfecto” con HinataShōyō; el chico por el cual estabas completamente enamorado.

—Kageyama Tobio… –El escuchar tu nombre te hizo volver a tus sentidos. —Te amo.

Y tus ojos hicieron un reflejo. Tal vez buscarías una excusa sobre que la luz te había dado en los ojos o que se te había metido algo; pero era imposible engañar la escena. Llorar. Es lo único que pudiste hacer antes de darte cuenta que en su mano tenía el regalo que le habías dado. Y lo que era más emotivo es que no lo tenía en la caja, sino que en su mano izquierda, puesto en el dedo que marcaba un inicio para ustedes.

—Kageyama… Yo no voy a… –Sus lágrimas transparentes parecían volverse de poco a poco a un tono azulado, que hacía sentir frio en todo tu cuerpo porque sabias bien a lo que se refería. —Y-Y… Tampoco hay muchas posibilidades de que él lo haga. –El mayor amor de tu vida, aferrado al hijo que todavía tenía en su interior, no podía dejar de gimotear.

Tu solo reaccionaste a abrazarlo y a llorar con él. Ambos parecían que se estaban mojando todo el hombro con las lágrimas del otro, pero dentro de todo; era un sentimiento maravilloso que sentían. Tristeza no es solo sufrir, también es mostrar que tienes sentimientos hacia algo o alguien. No importa que tan insignificante sea, si sientes tristeza por eso y al menos una lagrima cae por eso, no importa lo demás.

 

 

Luego de una tarde de silenciosos y lloriqueos de parte de ambos, los doctores cumplieron tu deseo de llevarlo a la parte alta del edificio, para pasar una tarde juntos al menos por última vez afuera. Ahí no dudaste en hacer lo que deseabas durante mucho tiempo.

—Hinata…–El más bajo estaba sobre una silla de ruedas, con las agujas aun incrustadas debajo de su piel; junto con el tubo que le brindaba un poco de sangre. Tus pasos avanzaron hasta delante de su cuerpo debilitado, pero que aún tenía una sonrisa grabada en su rostro. Te agachaste, dejando una pierna arrodillada en el piso, mientras que con la otra te sujetabas y le pedias su mano. El con todo su rostro sonrojado no dudo en dártela y tú solo le quitaste el anillo de donde lo tenía.

—¿Qué…?

—Hinata Shōyō, te amo. –Su rostro esta vez no solo se ilumino de un sonrojo y una sonrisa tímida, sino que sus ojos iban tomando cierto brillo, como si hubiera visto el otro lado de la chancha. —Sabes, yo puedo ser un idiota y a veces tratarte mal, incluso soy malo transmitiendo mis sentimientos… Aunque seguro que ya lo sabes muy bien. –No pudiste evitar soltar una pequeña risita que se escuchó como un eco en todo el techo. —Entonces… –Poco a poco, ibas poniéndole aquel anillo humilde en sus delicados dedos. —…Estoy seguro que también sabes claramente lo que siento por ti; lo que siento por ustedes mejor dicho. Así que… Vivan o no, yo siempre los tendré aquí. –La palma de tu mano se dirigió a tu corazón para luego mirar a la cara a tu pequeño y frágil amado. Esta estaba empapada de lágrimas y al sentir ese nudo en la garganta de nuevo, no pudiste evitar hacer lo mismo. —Ahora y siempre, quiero que solo tú seas mi esposo.

—S-Si… ¡Si quiero, Tobio! – Sentiste felicidad a pesar de las circunstancias. Estando vivos o no, su compromiso iba a superar a la muerte; porque para ustedes el “hasta que la muerte los separe” no existe. De repente el tranquilo chico pelinaranja comenzó a sollozar demasiado alto, mostrando claramente mediante ellos el simple significado de: “No quiero morir”.

 

–––––––––––––

 

—Ni los milagros ni los deseos se cumplen siempre. – Es lo que pensabas, al menos al notar que tu esposo había perdido la vida unos minutos antes de 24 de Diciembre. —Pero algunas veces si…–Ahí estabas, frente aquel vidrio que los separaría al menos por unos días para que comprobaran que todo estaba bien con él. Probablemente ese sea un milagro de última hora. Un pequeño bebé con ojos marrones que dormía profundamente, con las mejillas teñidas de un color rojo que se podía ver a larga distancia.

 

 

 

—Después de todo si me dejaste un regalo de cumpleaños y de navidad, Shōyō.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).