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Puppet por -Raiden-

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Notas del fanfic:

Esta bella historia esta basada en el videojuego de Bishock, y como que ya se dieron cuenta de que así o mas obsesionada con los videogames.

Jajajajaja.... ok

Los personajes de One Piece son propiedad de Oda~sensei.

Esto es un regalo para Dra~chan y perdonar por subirlo hasta ahorita.

Feliz año nuevo a todos!

...ok... hasta el otro año... chiste malo

Notas del capitulo:

 

 

“-¡Maldito seas!

 

-Si… muchos me lo dicen…”

 

 

 

-¿Serias tan amable de cerrar la puerta por lo menos? – le dijo con voz cansada cuando no dejaba de besar su cuello.

 

-Me parece una buena idea. - susurro sobre su piel para erizarla una vez más antes de levantarse y cerrar la puerta.

 

En cuanto el “click”  de la puerta al cerrarse sonó, llevo sus manos a la almohada detrás de su cabeza para sentir como el otro lo acorralaba en la desecha cama, donde pocas veces dormían.

 

-Ya necesitaba tocarte… - volvía a besar su cuello para entrelazar sus manos con las de su pareja bajo la almohada.

 

-Apenas esta mañana lo hiciste. ¿No podías esperar hasta la noche? - preguntó acariciando con su rodilla la ya despierta polla de su amante.

 

-No puedo estar más de ocho horas sin querer metértela. Eres demasiado provocador Croco~chan. - susurro en su oído para después lamer su lóbulo.

 

-Eres un pervertido… aahh… Doflamingo…  - jadeo al sentir como mordisqueaba ahora su cuello pero sin lastimarlo, solo dejándole sentir sus dientes.

 

Y apenas llegaba la tarde y ya se habían encerrado en su habitación para sentirse mutuamente, poseerse con pasión y sobre todo; dejar de lado todas esas cosas que no se decían, las que a veces salían sobrando.

 

 

 

 

~+~

 

Ambos se conocieron cuando eran unos críos en un lugar muy particular: un teatro.

 

En esa época el estatus social lo era todo para poder llevar una vida decente en la gran urbe donde vivían.

 

La Vox Pópuliera silenciada constantemente para mantener el orden de esa distopía en movimiento a donde se dirigía la cuidad sin nombre, que detrás de esas paredes color rosa y bellos girasoles había un inmenso terror para quienes vivían en los bajos fondos o se oponían al gobierno.

 

Pero nunca faltaban los rayos de esperanza por más pequeños que fueran, y la gente siempre buscaba como sacarlos de forma sutilmente inteligente, y que nada mejor que el entretenimiento más popular de la época: Teatro.

 

La familia de Crocodile era una de las más acomodadas en la cuidad, por lo tanto siempre se les recibía con una gran sonrisa y en las suites privadas para apreciar el espectáculo con todas las comodidades.

 

Al contrario de Doflamingo que no conocía a su familia y vivía en las calles para sobrevivir, disfrutaba de colarse en esos lugares costosos para robarles un poco de esa fortuna a las personas adineradas que seguramente no extrañarían, y que disfrutara de las entretenidas obras presentadas ahí era un extra.

 

Esa noche en el teatro más famoso de la cuidad se presentaba una opera: Pagliacci.

 

La historia de un payaso que descubre la infidelidad de su mujer y aun así… el espectáculo debía continuar a pesar de la tristeza de su corazón, después de todo el trabajo de un payaso era… hacer reír a la gente.

 

Doflamingo había entrado por una de las puertas de servicio, donde los empleados sacaban la basura y descuidadamente la dejaron entre abierta los muy imbéciles.

 

No resultaba difícil para un crió de unos 7 años esconderse en cualquier armario o cajonera con poca estatura y que no usara zapatos evitaba que lo escuchasen, era otro punto a su favor. En ese tiempo sus ropas estaban acabadas y recosidas tantas veces que parecían más trapos mal trechos que ropa, su cabello rubio corto pero sucio que denotaba la poca higiene a la que tenía que someterse, y por último esos lentes oscuros que llevaba para ocultar sus ojos…

 

No dejaba que nadie viera sus misteriosos ojos…

 

Espiaba toda la actividad desde un pequeño cuarto de limpieza esperando que los empleados y guardias estuvieran bien entretenidos con la opera que se presentaba.

 

Llevaba varios días sin comer pero siempre soportaba como los grandes para después obtener su bien merecida recompensa.

 

-Me hubiera gustado ver la función desde el principio… - dijo quedamente Doflamingo para salir de su escondite al presenciar el desierto pasillo.

 

Tendría que buscar cual de todos esos idiotas adinerados sería más fácil de hurtar, pues no todos tenían guardias personales, y esos por lo regular eran los primeros en dejarle todo el trabajo a la seguridad del lugar.

 

Mientras tanto en la suite de lujo donde un Crocodile de 11 años contemplaba la opera con aburrimiento.

 

Sus padres no dejaban de hablar sobre los nuevos negocios que harían con las familias de su mismo estatus, como emparentarían a su hijo con la damisela más hermosa de la alta sociedad y sobre el rumbo de su destino en los años venideros para seguir aumentado su fortuna.

 

El destino que estaba obligado a seguir desde su nacimiento hasta el día de su miserable muerte.

 

-Madre… Tengo hambre… - pidió de repente su hijo.

 

Crocodile era un niño de lo más refinado en su vestimenta, su modo de hablar y modales que le enseñaban a diario para tratar a lo suyos con suma educación.

 

Su cabello oscuro como la noche algo largo, pero siempre peinado, contrastaba con su piel clara pero sin ser pálida, para dejar ver que no solo su genética le distinguía inmediatamente como el hijo de un acaudalado sino que el brillaba por si mismo al ver semejante semblante frió junto con su sería actitud.

 

Guardaba siempre lo que pensaba como le habían enseñado para ser el hijo modelo.

 

Odiaba eso pero no tenía opción.

 

-Pide lo que gustes hijo, llamaré a la sirvienta para que te lo traiga. - contesto su madre para verlo ligeramente y volver a sus asuntos.

 

Ni siquiera le prestaba la más mínima atención.

 

Pero que podía esperar de su desnaturalizada madre que solo veía o escuchaba más por compromiso que por amor.

 

-Es otra forma de decir que eres una inútil… - susurro para sí mismo el pequeño Crocodile para levantarse de su lugar buscar el mismo algo de comer.

 

No es que no le gustaran las atenciones a su persona, pero como trataban sus padres a los empleados eran de forma literal como esclavos. Les mandaban hacer trabajos extenuantes, a veces de mal gusto y sobre todo hasta que estuvieran satisfechos con el trabajo que les encomendaban.

 

Y él muchas veces sentía rabia por la actitud de esos seres despreciables que llamaba padres…

 

Salió sin hacer ruido para ver como el pasillo principal estaba totalmente vacío, solo la voz del tenor que ahora empezaba a cantar.

 

El final del primer acto daba comienzo… Vesti La Giubba…

 

Mientras tanto Doflamingo encontraba la mina de oro de aquel teatro.

 

Un cuarto donde habían servido un gran banquete digno de un rey, una exquisitez para los paladares más finos y exigentes. Eran tantos y en gran cantidad que no sabía cual probar primero. Su mirada viajaba de aquí para allá sin creerse en todo eso porque no había nadie vigilando y lo mejor es que el balcón daba al espectáculo que tanto quería ver.

En el escenario el tenor caminaba al centro del escenario con un traje de payaso en sus manos y curiosamente ya tenía el rostro maquillado como un payaso, incluso ya tenía la nariz roja, lo cual era extraño si en ese acto el debía vestirse del aclamado arlequín.

 

Y el pequeño niño rubio tomo lo miro que le pareció más apetitoso que fue una manzana acaramelada.

 

Su color dorado como el oro quemado, cristalizado como una piedra de ámbar escondiendo la jugosa manzana era lo más parecido a un tesoro pirata que nunca pensó descubrir.

 

Se veía deliciosa.

 

Necesitaba probarla y descubrir el sabor mágico que la envolvía…

 

-¿Quién eres tú? - escucho una voz detrás de él.

 

Si se sobresalto no fue porque lo descubrieran en un lugar donde se supone que no debería de estar o por robar la comida que discretamente se llevaba a uno de sus bolsillos agujerados, fue por ver frente a él a un ángel o al menos a si lo recuerda recordaba Doflamingo.

 

Crocodile era quien lo había encontrado con una de sus golosinas favoritas en sus sucias manos y no solo eso, podía ver perfectamente como le estaba mirando a través de los lentes oscuros.

 

Una mirada muy extraña.

 

-Eso es mío. - de repente dijo el pelinegro para fruncir el ceño.

 

-No veo tu nombre en ella. - esa afirmativa sí que lo saco de la nube donde contemplaba aquel niño más grande en estatura pero no por mucho.

 

Odiaba esa actitud de superioridad de las clases altas donde pensaban que todo lo que quisieran era suyo solo por el hecho de mirlo.

 

-Mi familia pago por esta comida… y se nota que tú no has sido invitado. - volvió a decir Crocodile con tono serio para quitarle la dichosa manzana y sacarlo de ahí.

 

A él no le gustaba la gente que robaba.

 

-Y solo porque tus padres pagaron por esto ¿Te pertenece? Eres solo un estúpido niño mimado. - y eso si que molesto a Doflamingo que se había lanzando contra él para golpearlo y dejarle en claro que aunque fuera una escoria, podía dar una merecida lección.

 

Y el odiaba que le gente presumida.

 

Empezaron una pequeña batalla sobre el tapizado suelo de terciopelo azul por la dichosa fruta dorada que rodaba por la alfombra para quedar al borde del balcón que solo consistía en el barandal de madera barnizada.

 

Pero ellos no se dieron cuenta hasta que finalmente Crocodile quedo encima de Doflamingo sosteniendo sus muñecas arriba de su cabeza con sus propias manos.

 

Estaban agitados por tantos golpes que se dieron y el rubio gruñía por haber perdido y el pelinegro solo sonrió triunfal.

 

En ese momento Crocodile se sentó sobre las caderas de Doflamingo haciendo que un extraño jadeo escapara de los labios de ambos y se sonrojaran por eso.

 

Ahora estaban en una rara posición donde ninguno se movió hasta que la voz del tenor retumbo en todo el teatro.

 

-No deberías estar aquí… Vete antes de que llame a seguridad. - le amenazó el mayor para levantarse rápidamente y soltarlo, estaba sacudiendo sus finas ropas que eran un short oscuro acompañado de una saquillo de igual color y sus zapatillas de vestir, cuando vio que el rubio seguía en el suelo acomodándose sus lentes.

 

-¿Y a donde iré? ¿Al basurero de la cuidad? ¿Al orfanato de las monjas donde te golpean por todo? - empezó a decir el menor apretando los dientes y frunciendo el ceño para no derramar las lagrimas que ahora amenazaban con salir de sus ojos. -¿En qué país hay lugar para la gente como yo? - soltó esa pregunta que siempre rondaba su cabeza cuando le decían que se largara de algún lugar donde no era bienvenido.

 

Sentía una frustración mezclada con rabia cuando se levanto mostrando las marcas de los golpes del otro niño sobre una de sus mejillas. No se molesto en sacudirse la ropa que de por sí ya estaba sucia, pero si se acomodo los lentes para buscar la fruta que ahora veía a punto de caer.

 

El mayor la alcanzo a levantar antes de que cayera en la cabeza de alguien abajo y la limpio con un pequeño pañuelo blanco que sacaba de uno de sus bolsillos.

 

-Cuando mi padre y mi madre me trajeron a esta cuidad me dijeron: Hijo… Eres especial… Naciste para hacer grandes cosas… y sabes que… tenían razón. – dijo el pelinegro para ver la cara del menor que solo apretaba los puños.

 

Crocodile conocía ese sentimiento de impotencia que residía en el maldito destino que estaba obligado a seguir, como si fuera la herramienta de alguien, el objeto de posesión de la vida que te era impuesto desde tu nacimiento.

 

De algún modo… ellos dos no podían escapar de sus destinos…

 

Y eso era suficiente para el mayor. Por lo menos aligerar la carga de alguien  más que él mismo no podía liberar por más que lo negara o rabiara contra la puerta de su closet de madera de pino blanco.

 

Pero Doflamingo en ese entonces no entendió sus palabras. Pensaba que solo se estaba burlando de él, que usaba su fino vocabulario para impresionarlo o algo así y vio como el mayor le extendía la manzana.

 

La verdad la sospecha se quedaba corta con lo que ahora veía, pero cuando el otro le sonrió de forma cálida pero ligeramente entrecerrando sus ojos, solo sé que embobado con esa tierna muestra de un cariño muy extraño.

 

Volvía a ver a ese niño sobre un pedestal de perla y plata, extendiendo su mano, dándole la fruta prohibida.

 

-Tienes que pedirla por favor. - la dulce voz que uso el pelinegro sonrojo al menor que solo se quedo inmóvil justo antes de tomarla.

 

El pequeño rubio nunca había pedido nada por favor… ¿Qué debía decir?

 

Rasco su nuca nervioso, pensando en la frase por unos instantes totalmente avergonzado, y sintiéndose como un idiota.

 

Al final, después de unos minutos recordó algunas palabras que había oído en algún lado para hacer al menos una petición decente.

 

-¿Serías tan amable de darme la puta manzana? - dijo el rubio sin mirarlo y extendiendo la mano para que se la diera.

 

Era un poco grosero cuando lo dijo y la blasfemia en la frase solo hizo hacer a Crocodile reír suavemente, que ya suponía los pocos modales del chico. Esa frase nunca la olvidaría.

 

Cuando Doflamingo se percato de que se estaba burlando de él, quiso golpearlo por hacerle ver como un idiota y más porque estaba haciendo lo que él le pidió sin chistar. Pero el mayor le dio la manzana y despeino su cabello rubio, quitando un poco el polvo que aun tenía en este.

 

El toque fue algo mágico para el menor que se sentía el ser más afortunado de la tierra por ser tocado por un ángel como aquel pelinegro, quizás se enamoro a primera vista pero él nunca lo dijo ni admitió abiertamente.

 

La voz del tenor hizo que los niños se avergonzaran un poco y admiraran el espectáculo desde el balcón.

 

Pero había algo que hizo a Doflamingo chasquear la lengua molesto.

 

-¿Qué pasa? - pregunto el mayor al ver el cambio en su estado de ánimo. No sabía porque ya le empezaba a preocupar ese rubio pero no se percato de eso hasta que fue mayor.

 

-No entiendo lo que dice… - reconoció el menor, arriesgándose a que el pelinegro se riera de él. Tampoco lo quería reconocer se sentía muy bien estando con ese niño.

 

-Canta en italiano. Puedo traducirlo para ti. Bueno… Solo si quieres - ahora el avergonzado era Crocodile que evitaba verlo a toda costa por el calor en sus mejillas.

 

-… - si el otro estaba apenado, Doflamingo estaba sonrojado hasta las orejas cuando le dijo que le traduciría la canción, nunca pensó que el otro se ofreciera y mucho menos que sonrojara como él.

 

Entonces el mayor tomo su silencio como un sí para escuchar atentamente a voz de aquel payaso triste.

 

¡Actuar! ¡Mientras soy preso del delirio!

No sé ya lo que digo… ¡Ni lo que hago!

Y sin embargo, es necesario… ¡Esfuérzate!

 ¡Bah! ¿Acaso eres tú un hombre?

 

Tú eres payaso…

Ponte el traje, y enharínate la cara.

La gente paga y aquí quiere reír…

Y si el Arlequín te birla a Colombina…

 

Ríe payaso…

 

¡Y todos te aplaudirán!

Muda en pantomimas, la congoja y el llanto...

En una mueca los sollozos y el dolor… ¡Ah!

 

¡Ríe, payaso!

 

¡Sobre tu amor despedazado!

 

¡Ríe del dolor!

 

¡Que te envenena el corazón!

 

El payaso termino con una cara triste mirando a la nada, como si de verdad lo hubiera vivido pero el público estalló en aplausos.

 

En ese tiempo, la traición de un amor no la conocían sus jóvenes corazones, pero verlo aquel payaso despedazado hizo que un raro escozor en el pecho de ambos…

 

No sabían que era pero… no pudieron evitar cruzar sus miradas.

 

-Creo que… es mejor irme… - soltó Doflamingo para evitar la mirada del otro y guardar la manzana en su bolsillo.

 

-Si… creo que es lo mejor… Pero… - comento con desgano Crocodile porque la verdad, es que no quería que el otro se fuera pero tendrían problemas si la seguridad del lugar lo encontraba ahí.

 

-Volveré a verte… - le adivino el pensamiento para sonreír y salir corriendo a toda prisa por la puerta.

 

Esa fue una promesa que se hicieron ambos ese día con solo una sonrisa.

 

 

 

 

~+~

 

En medio de ese apasionante beso, donde se acariciaban sobre la ropa bruscamente, un quejido se escucho.

 

-¿Estás bien? - pregunto Crocodile parando todo movimiento de sus manos para ver como Doflamingo se separaba de él para sentarse al borde de la cama.

 

-Sí… solo es este dolor de cabeza… - respondía para llevar una mano a su cien y apretarla con fuerza pero sin quitarse los lentes que llevaba.

 

-¿Tomaste la medicación que te tocaba a medio día? - el pelinegro se levanto de la cama para buscar en la cajón de la mesa de noche la caja de pastillas.

 

-Lo olvidé… - reconoció el rubio para sonreírle tenuemente a su pareja que ya sacaba las capsulas de la envoltura plateada.

 

-Sabes que tienes que tomarlas dos veces al día… No quiero tener que recogerte del suelo por tus estúpidos olvidos. - ya le regañaba para darle la medicación junto con un vaso de agua, esperando frente a él con los brazos cruzados.

 

-Lamento estar enfermo… - se disculpo para meter las pastillas a su boca y tragarlas gracias al largo trago de agua.

 

-Idiota… No es tu culpa. - posó su mano sobre el rubio cabello de su amante para acariciarlo con dulzura.

 

Esas muestras de cariño solo las daba cuando recordaban lo frágil que podía ser la salud de su amado y protegería hasta fin de sus días.

 

O eso decía él.

 

-¿Podemos continuar con lo que estábamos, Croco~chan? – Doflamingo no quería que el otro se preocupara por él, porque quería disfrutar esos momentos para que fueran solo recuerdos felices y no tristes que solo le harían lamentarse en el futuro.

 

-Solo por esta vez… Doflamingo. - dijo vencido Crocodile para abrazarle con fuerza y sentir el caliente aliento del otro sobre su cuello. A veces cumplía con sus caprichos para verlo feliz.

 

 

 

 

~+~

 

La segunda vez que se vieron eran tan solo unos adolescentes. Al menos eso recordaba el rubio. Estaban en una habitación desordenada, quizás eran un recinto o algo parecido, no estaba del todo seguro, de hecho no estaba seguro de nada.

 

Tenía las manos llenas de sangre así como su ropa y parte de rostro donde había manchado parte de sus oscuros lentes.

 

El tambaleo de la luz sobre sus cabezas dejaba ver la fila de cadáveres que rodeaban a ambos. Hombres, mujeres y niños… bañados en sangre, cortados o despedazados sobre los escombros de la esa enorme habitación.

 

No había quedado nadie… solo ellos dos.

 

-Pensé que no volvería a verte. - la voz quebrada de Crocodile resonó en el lugar.

 

Todo estaba tan confuso para él rubio. Veía la elegante ropa que traía el pelinegro, como si fuera vestido para una elegante boda. Se veía tan bien con ese traje smoking ajustado a su delgado pero torneado cuerpo, su cabello más largo de lo que lo recordaba pero peinado hacia atrás con galantería.

 

-¿Qué… que fue lo que paso? - Doflamingo estaba desorientado y le dolía la cabeza a horrores. Podía sentir el doloroso fuego ardiente comerse su cerebro poco a poco.

 

Su vista se nublaba momentáneamente pero siempre volvía a ver a Crocodile que ahora le sonreía como aquella vez que lo conoció: con una extraña sonrisa que irradiaba calidez y hermosura.

 

-Hubo una explosión… y tú me salvaste. - dijo el pelinegro algo cortante para caminar con cuidado hacia el rubio.

 

La sangre manchaba sus zapatos con cada paso que daba, algunos restos de carne caía a pedazos haciendo el sonido de algo grotesco, quizás de las vísceras que escurrían de donde estaba hace unos minutos pegadas a los miembros del torso de alguna persona.

 

Podía sentir como el aire frio entraba por el ventana rota, y las manos del chico frente a él temblaban ligeramente.

 

-Te… salve… - repitió el rubio las últimas palabras como si no entendiera ese significado.

No podía dejar de ver la sangre escurrir por sus largos dedos, como si con ellos hubiera cortado la carne de algo muy suave, como si fueran finas cuchillas con las cortas la mantequilla.

 

Pero su ropa a pesar de estar manchada de sangre, era algo elegante, su blanca camisa con las mangas rojizas hasta los codos, su pantalón oscuro con manchas oscuras hasta los tobillos, y su rostro con salpicado con ese líquido carmesí.

 

Su respiración se agito un poco al sentir las manos frías de Crocodile tocar su mejilla.

 

Podía notar cómo a pesar de tener menos edad que él, estaba a su misma altura, podía jurar que casi le rebasaba por pocos centímetros.

 

¿Cómo es que había crecido tanto?

 

Sentía como deslizaba su mano hasta alcanzar los lentes oscuros que traía para revelar su mirada, esa misteriosa mirada que desvió avergonzado pero sin saber porque.

 

-Dime “amigo mío”… Si tu vida fuera el premio… ¿Matarías a los inocentes? ¿Sacrificarías tu humanidad? - le pregunto Crocodile sin dejar de mostrarle esa sonrisa que cautivo tanto a Doflamingo.

 

Todos tenemos que tomar elecciones, y en ese momento la elección era totalmente de Doflamingo.

 

-Solo por ti… Lo haría… - dijo encarando al pelinegro, para tomar su mano y besarla tiernamente. No le importo mancharlo de sangre, y que el mayor no se apartara también le decía que no le molestaba.

 

Había elegido… su destino…

 

En ese momento, donde el rubio supo que estaba enamorado de Crocodile, ya lo sentía desde que lo conoció cuando era un crío pero no lo sabía hasta ese momento. Bajo la mirada para ver tirado en el suelo un brillo dorado de un anillo junto a sus pies.

 

No tardo en arrodillarse para tomarlo con suavidad del charco de sangre donde había reposado junto al cadáver de una chica con vestido rojo de la toda esa carnicería que había junto a ellos.

 

-¿Te quedarías conmigo? - ahora le pedía el rubio poniendo en su dedo anular el hermoso anillo de oro con incrustaciones de diamantes manchado de sangre, esperando la respuesta mostrando por primera vez el misterioso color de sus ojos.

 

Un color rojizo parecido al de un rubí pero brillante, como si destellara a momentos por la luz que seguía tambaleándose con lentitud.

-¿Serías tan amable de besarme? - respondió a su pregunta con una petición más adecuada para la ocasión.

 

Doflamingo se puso de pie y lo abrazo por la cintura para besarlo con una extraña pasión que se apoderaba de él.

 

Crocodile solo paso sus brazos por su fuerte cuello para acariciar su nuca y corresponder al demandante beso que el mismo había pedido.

 

En esos momentos solo existían ellos dos, en medio de esa escena de muerte, como si la sola unión de sus labios anunciara el principio del fin para el mundo conocido.

 

Y no estaba muy lejos de ser cierto.

 

 

 

~+~

 

Ya tenía la camisa abierta sintiendo como acaricia con su lengua sus costillas, como besaba cada porción de su piel morena clara, de vez en vez daba pequeñas mordidas para erizar y estremecer su cuerpo.

 

Se sentía tan bien estar así con ese hombre del que se enamoro cuando era un estúpido crío, del que nunca recibía un No por respuesta, que complacía su caprichos como si fueran una orden…

 

Salió de sus pensamientos al sentir la mano de Doflamingo entrelazarse con la suya, justo donde llevaba el anillo que el otro le puso tiempo atrás.

 

-¿En qué estás pensando? - pregunto el rubio para empezar a quitarle el cinturón con una sola mano.

 

-En que te estás tardando demasiado. Hoy estas más raro. - por alguna extraña razón el pelinegro estaba cambiando el tema, y que también el otro se tardara en desvestirlo era poco común en su amante, ya que la mayoría de la veces solo quería follarlo como un puto conejo.

 

-Quiero tenerte pidiendo porque te folle. Ya sabes, como tanto te gusta. - no puedo evitar poner una sonrisa de lo más macabra y siniestra, como cuando estaba a punto de hacer algo realmente malo, pero en el sentido sexual.

 

Crocodile podía sentir la pesada mirada de Doflamingo cuando se inclino levemente haciendo que el brillo violeta de sus lentes diera ese destello tan peculiar, eso significaba que quería divertirse hasta el cansancio o hasta que su amante rubio se cansara, lo cual sucedía después de mucho sexo…

 

Eso sería un problema si mañana su amado tenía una reunión con el consejo de la cuidad.

 

-El salvador del pueblo debe presentarse mañana para su junta ¿Recuerdas? – no es que no quisiera disfrutar de ese cuerpo de deseo que se cargaba Doflamingo pero tampoco suplicaría tan fácilmente, y no era mentira lo que había dicho. De hecho era la realidad donde ahora vivían.

 

-No no soy ningún salvador… Jamás me he considerado tal cosa… - respondió algo molesto para levantarse levemente y sacarse su propia camisa, dejando ver su fuerte torso con esa morena piel curtida por el sol.

 

Era cierto que él en su momento hizo lo que nadie más se atrevió hacer: destruir a la distopia que los condenaba pero para él, solo habían cambiando de líder. Destruyo con sus propias manos esa corrupta cuidad para renacerla bajo el nombre de Dressrosa y tomar el mando para hacerla un lugar más… decente.

 

-Ni Dioses… Ni Reyes… ¿No? - le dijo Crocodile.

 

-Solo hombres… - termino la frase Doflamingo.

 

Eso es lo que habían dicho una vez que derrocaron al gobierno corrupto que tanto odiaban, y con esa frase habían ganado la simpatía del iluso pueblo que ahora ambos gobernaban.

 

-Por eso mismo yo no soy un liberador… Si les di comida y un techo fue para no tener que amenazarlos… - Doflamingo desabotonaba su pantalón para dejar que tan feliz estaba por tener a su amado sobre la cama.

 

-La Voz del Pueblo… - Crocodile sabía la farsa que habían construido después de la misteriosa muerte de sus padres el día que debía casarse con una zorra según él y la muerte de la desgraciada en cuestión también.

 

Empezó a tocar su morena piel desde los brazos que ahora estaban a sus costados hasta su trabajado abdomen donde tenía unas cuantas cicatrices casi invisibles a la vista pero finas al tacto, y ahí descendió con una caricia a la más que necesitada excitación de su amante.

 

Un gruñido muy bajo fue la respuesta que necesitaba el rubio para empezar a desvestir a su pareja.

 

Había sido suficiente charla para volver a calentar la situación que ambos necesitaban.

 

 

 

~+~

 

Un tiempo después de haberse unido, habían acabado con la tiranía tirando de la cadena de la justicia, más específicamente sobre el cuello de aquellos que los sometían.

 

La rebelión duro más o menos una semana, se había esparcido el rumor de que una persona, o más bien un héroe que había acabado con todos los altos mandos durante una reunión.

 

“Diablo celestial”  era como le llamaban pero eso era lo de menos.

Doflamingo solo sonreía ante ese apodo, no es que estuviera alejado de la realidad, de hecho era muy parecido a lo que hacía. El nunca tuvo la oportunidad de estudiar, de aprender de las cosas de ciencia de la época, pero la vida es una buena maestra que te enseña muchas cosas que no estaban en los libros.

 

Una lección que a veces no estamos dispuestos a tomar pero que eventualmente llega.

 

También había agarrado el rato hábito de usar un abrigo de hermosas plumas rosas, decía que era su color favorito, muy raro en verdad.

 

-Fufufufufu. Que patéticos. - dijo cuando entro por la puerta con las manos llenas de sangre.

 

-¿Serías tan amable de limpiarte las manos? - le recrimino Crocodile al ver que manchaba la puerta color marfil de su cuarto con la palma de su mano.

 

Ya estaba haciendo lo que le dijo el pelinegro para ver cómo le miraba con el ceño fruncido y esperando una explicación sobre esa sangre que estaba impregnada en sus manos y parte de sus ropas.

 

-Los asesine… y muchos pidieron compasión, pero la verdad es que solo me causaron más repulsión. Fufufufufu. Hubieras visto sus caras. - reconoció como si fuera la cosa más normal del mundo para acercarse y querer estrecharlo entre sus brazos.

 

Pero el mayor se lo impidió y seguía viendo con ese semblante molesto.

 

No era el hecho de que los asesinara, ¡Qué va!, era que se había adelantado al plan original saltándose semanas de observación e investigación para sacarles hasta la última gota de dignidad.

 

-No me mires así…Como si tú no lo quisieras muertos. - empezó a molestarse Doflamingo por la actitud del otro.

 

-Sabes que no es eso. No hay nadie mejor para asesinar que tú, pero no me gustaría que te atraparán por ser un impaciente. - empezaba el clásico sermón que siempre le decía cuando iba a “limpiar”  en algún de mala muerte o peor aun en alguna casa donde había que exterminar a todos los testigos.

 

Ahora ya estaba el rumor que ese vengador era la solución a todos los problemas de la cuidad y cosas así, lo que significaba tenían que poner en marcha todos su planes.

 

Como ellos eran los cabecillas de la rebelión, dijeron que ese “misterioso personaje” era su aliado y que dejaba el destino de la nueva cuidad en sus manos. Y como era obvio todos los que los apoyaban, accedieron sin oponer la más mínima resistencia.

 

Y quizás por eso era que el destino empezó a jugándole una mala pasada o la maldición que estaba dispuesto a tomar, pero cuando los primeros síntomas de una enfermedad conocida como epilepsia ataco a Doflamingo, sus problemas solo fueron en aumento.

 

Había lapsos donde no recordaba con claridad que es lo que estaba haciendo, ligeros temblores de sus manos donde su vista se nublaba por pautas y luego su humor se volvía totalmente violento casi al punto de matar a quien se pusiera en su camino, para que al final se quedara ausente sufriendo las ligeras convulsiones con los músculos tenso y apretando los dientes con mucha fuerza.

 

Al menos eso era lo que le había dicho Crocodile la tercera vez que le paso.

 

Los fármacos anticonvulsivos de la época eran bastante caros pero gracias a la gran fortuna que los padres del mayor le dejaron, eso no sería un problema, y aun así al rubio no le desagradaba la idea de tomar medicamentos por el resto de su vida.

 

Para cuando Doflamingo había aceptado su precaria condición según él, alguien que decía ser su hermano apareció.

 

-Se dice llamar Rosinante Donquixote… y dice que es tu hermano. - le comento Crocodile con molestia totalmente escéptico cuando el sujeto en cuestión estaba en la sala principal exigiendo hablar con su rubio amante.

 

Era una extraña casualidad y el pelinegro no creía en las casualidades.

 

-Yo no tengo familia. - dijo Doflamingo cuando entraba por la ventana después de encargarse de unos asuntos personales en los bajos fondos. Siempre le gustaba usar la ventana para hacer sus entradas.

 

Que hablaran de su familia o cualquier cosa relacionada con ella, el importaba una mierda, para él la única familia que tenía era su amado Crocodile.

 

-Pues lo mataría de no ser porque no está armado y parece ser un hombre con dinero Doflamingo - la verdad es que él no era un maldito cobarde que atacaba por la espalda o al menos eso decía.

 

-Me ocupare de él, Croco~chan. – dijo con esa sonrisa psicópata que solo hacía cuando estaba por asesinar algún pobre idiota que lo había molestado.

 

Su carácter que a través de los años se había vuelto algo inestable lo ocultaba tras una sonrisa.

 

Una rara sonrisa, una que había aprendido la primera vez que vio esa opera…

 

Una sonrisa a pesar de todo… incluso si la muerte rondaba a su alrededor, estaba en su cara, como si todo fuera un mal chiste del cual te burlas… de una manera extraña.

Acomodando su abrigo rosa camino hasta donde le esperaba su anfitrión.

 

-¿Así que eres mi hermano? - preguntó con sarcasmo el rubio para acomodar sus gafas y mirar al susodicho hermano que estaba frente a él.

 

Un hombre rubio y un poco más bajo que él, que para ese entonces ya medía los tres metros, estaba dándole la espalda con ese traje de la época: pantalón oscuro, y el saco haciendo juego.

 

La verdad es que si se veía con un hombre adinerado.

 

-¿Doffy? - el extraño se volteo para encarar a su hermano con unos lentes oscuros sobre sus ojos un cigarrillo en la boca.

 

Cuando dijo su nombre de esa extraña manera, sintió una extraña punzada la cien para agarrarse la cabeza y apretar los dientes por el dolor que eso le provocaba.

 

-¿Estás bien? - se acerco al mayor para tocarlo por el hombro con suma preocupación.

 

-¿Co..corazón? - dijo Doflamingo sin saber realmente porque dijo eso. Todo empezaba a nublarse cuando escucho ese peculiar apodo.

 

-¡Sí! ¡Sabía que eras mi hermano! - ahora su hermano lo abrazaba con una sonrisa en su delicado rostro pero sin soltar el cigarrillo que tenía en la boca.

 

A partir de ahí… Doflamingo supo que su apellido era Donquixote, que era el heredero de una familia muy adinerada, que era el hermano mayor de ese hombre que a veces era muy callado e introvertido, que todo los bienes y propiedades  que su familia tenía, quedaban a nombre de su hermano y de él.

 

Se sentía raro ante ese hecho pero no lo odiaba, de hecho le empezaba agradar, quizás ya empezaba a sentir cariño por su hermano que siempre quería estar con él, lo que ya representaba un problema para Crocodile.

 

El pelinegro no se tragaba esa historia tan bien ensayada, pero sobre todo odiaba que alguien más quisiera estar con su rubio.

 

Nadie le apartaba de Doflamingo… nadie…

 

 

 

~+~

 

Empezó a delinear con su dedo pulgar esa cicatriz que surcaba su cara sobre sus mejillas pasando por el puente de su nariz.

 

-¿Te duele? - le pregunto cuando Crocodile cerró los ojos sintiendo la suave pero extraña caricia que le hacía.

 

-Sabes que ya no me duele…  - respondió algo molesto al ver como se preocupaba por el de sobre manera.

 

Sabía que aun se lamentaba ese incidente donde casi lo pierden todo, pero quien perdió más fue el rubio.

 

-¿Pero esto sí? - pregunto al momento de apretar su erección con su mano y sonreírle como solo Doflamingo sabía.

 

Un gemido ahogado fue la respuesta del pelinegro para sentir como le tocaba de forma algo ruda, pero sin lastimarlo realmente, sabía que así le gustaba.

 

Ya solo estaban en la desecha cama con las escasas pendras inferiores recorriendo con sus manos el cuerpo del contrario.

 

Les encantaba hacerlo de esa forma tan calmada para cuando pasara lo realmente interesante.

 

-Me gusta cuando te pones así con tan solo unas caricias, Croco~chan. - murmuro sobre su piel para descender con un camino de besos sobre su abdomen.

 

-Aahh… pero si tu estas peor… - dijo el mayor con una jadeo totalmente aprobatorio cuando mordía su cadera y le despojaba de su última prenda.

 

Sentía el cálido aliento de su amante en su entrepierna antes de dar un largo lametón, que no solo le hizo arquear la espalda ligeramente, sino reprimir otro jadeo para tapar su boca.

 

-Doflamingo… - decía su nombre con la respiración entrecortada ahora sintiendo otra lamida sobre su miembro y dos dedos en su entrada introduciéndose lentamente.

 

Ya le estaba preparando con esos largos dedos, atendiendo su excitación dando solo ese húmedos roces para volverlo loco poco. Sabía cómo hacerle sentir tan caliente y derretirse en el placer de una manera única que solo él conocía.

 

Podía ver el sudor en la piel morena de su ancha espalda de su amante. Le daba un brillo exquisito que tuvo que tocar con lentitud para sentir el calor de su cuerpo.

 

Cuando pensó que Doflamingo por fin le daría un respiro dilatando su entrada y dejando su miembro ando un respingo por el frió ambiente…

 

Agarro sus tornadas piernas para abrirlas con fuerza y meter tres dedos de golpe para hacerlo gemir con fuerza retirando su mano que amortiguaba todos los sonidos que quería acallar.

 

Pudo ver la sonrisa de su rubio amante ensancharse para entrecerrar los ojos, apretar la almohada debajo de su cabeza y respirar con mucha dificultad.

 

Crocodile no podía apartar su mirada cuando su amante con rudeza retiraba su propia prenda inferior arrancándola y ver ese enorme miembro dispuesto para entrar en su cuerpo.

 

Como le gustaba que lo tratara rudamente en ese aspecto, y no se reprimió formar una sonrisa que descoloco un poco a su rubio.

 

Solo le sonreía así cuando se ponía cariñoso con él, lo cual era muy raras veces, pero ahora lo ameritaba, siempre había permanecido a su lado a pesar de todo…

 

Un ligero sonrojo nació en las morenas mejillas de Doflamingo que le hizo mirar hacia otro lado por un momento y volverle a sonreír ahora de forma sincera, de también usaba de forma poco común.

 

Con eso termino de perder el control para besarlo con furia pero totalmente pasional  y empezar a ejercer esa deliciosa presión sobre su entrada ya preparada por esos dedos.

 

Gimieron a la vez cuando el húmedo, estrecho e íntimo contacto se hizo en sus cuerpos.

 

Se sentía tan bien…

 

Pero el movimiento empezó de forma frenética como siempre cuando se perdían en su propio calor, haciendo a Crocodile abrazarlo para sus piernas la cintura de Doflamingo y agarrase del dosel de la cama con tanta fuerza sus nudillos se tornaban blancos.

 

El menor por su lado le tomaba de la cintura con fuerza para llevar el fuerte y constante ritmo de sus caderas haciendo el obsceno y húmedo sonido cuando entraba y salía de esa forma tan caliente.

 

-Di mi nombre… - pidió con la respiración agitada al pelinegro que solo gemía sin control.

 

-Do-Doflamingo… Doflamingo… aahh… mmm… - repetía su nombre como podía complaciendo su petición. Ya no estaba en sus cinco sentidos cuando empezó ese lujurioso baile.

 

 

 

 

~+~

 

Cuando llego a casa esa noche vio a su hermano tendido en su cuarto y con tres disparos en el pecho.

 

El arma con la que lo habían atacado estaba a pocos metros de su hermano menor, los casquillos estaban cerca de la puerta y las marcas de quemaduras en la camisa manchada de sangre que vestía, le indicaba que le habían disparado a quema ropa.

 

Solo los cobardes hacían eso…

 

-¡¿Corazón?! - grito para arrodillarse teniendo cuidado de poner la cabeza de su hermano sobre su regazo.

 

Pero ya era tarde… no había nada que hacer…

 

La frialdad de su piel, junto con la extraña belleza que destellaba su rostro muerto pero tranquilo, le destruía por dentro.

 

Por fin conocía sus orígenes, de donde venía, como es que se había extraviado y sobre todo el cariño de un hermano que estuvo buscándolo desde su desaparición, para verlo todo perdido en un día cualquiera…

 

No entendía la razón.

 

¿Terroristas? ¿Conservadores? ¿Mercenarios?

 

¿Quién en su sano juicio se metería con su familia conociendo su reputación y los contactos en los bajos fondos que tenía como aliados?

 

-¿Do…Doflamingo? - la casi imperceptible voz de alguien en la puerta le hizo levantar la vista de su hermano para fruncir el ceño.

 

Pero cuando vio a su amado Crocodile herido con ese horrible corte en su hermoso rostro, se separo del cuerpo de su hermano para sostener ahora al mayor que caía en sus brazos.

 

-¿Quién hizo esto? - siseó rabioso abrazando a su pareja por la cintura y llevarlo al hospital más cercano para atender su herida.

 

-No lo sé… - reconoció con enojo el pelinegro sintiendo como la sangre se deslizaba por sus mejillas hasta llegar a su barbilla manchado el suelo por donde pasaba.

 

-Mataré al bastardo que lo hizo… - la ira se apoderaba de él para hacer que una vena surcara su enfadada mirada oculta por los lentes que llevaba como siempre.

 

Era la primera vez que Crocodile lo veía de esa manera tan contenida haciendo que una extraña aura rodeara su cuerpo.

 

Parecía un autentico demonio.

 

Pasaron meses para que el enojo y la impotencia abandonaran el cuerpo de Doflamingo.

 

No solo no había encontrado al asesino de su hermano, si no que el arma ni los casquillos  no tenían una sola huella digital, no había código de serie, ni nada para rastrear al hijo de puta.

 

Se sentía un verdadero inútil al no poder proteger a su familia de un loco psicópata asesino. El era uno de los mejores matando y ese cabrón le dejaba como un aficionado mediocre al no encontrar nada de nada.

 

Desde entonces… decidió hacer crecer su familia con personas que hubieran sufrido las mismas circunstancias.

 

Gente con sed de una venganza y odio que le servían fielmente con tal de obtener esa revancha que quizás les haría sentirse mejor.

 

Los asesinatos se volvieron una buena forma de solucionar los problemas de la gente y el pago podía ser cualquier cosa.

 

Siempre y cuando le sirvieran, les ayudaría. Se había vuelto un despiadado sin alma que solo mostraba su lado más claro a su verdadera familia, y solo le basto tener un mal día para volverse un villano.

 

Se convirtió en la cosa que odiaba sin ser realmente consciente de eso, un ser que anhelaba la venganza, perverso como la misma maldad, si no se volvía loco era porque Crocodile estaba a su lado, era el único en quien podía confiar, el único que nunca lo traicionaría, el único que le daba su sincero amor.

 

 

 

~+~

 

Dentro del cuarto se escuchaban los gemidos y jadeos de ambos hombres que disfrutaban del cuerpo del otro.

 

Crocodile cerraba los ojos en momentos para disfrutar de ese placer que entraba con más de la necesaria para hacerle gemir ya sin pudor.

 

Por su lado Doflamingo le miraba aun con los lentes puestos pero con el sudor resbalando por su cien para caer en la hermosa piel de su pareja, su respiración algo agitada seguía el ritmo de su cuerpo con esa imagen que le regalaba y podía saborear el exquisito sabor de su saliva con ver ese pequeño rastro que salía por la comisura de su entreabiertos labios.

 

Estuvo tentado a morder esos labios con furia hasta hacerlos sangrar para probar ese metálico sabor, pero no lo hizo, tenía que controlarse para emplear esa fuerza en embestir con más velocidad y profundidad ese interior que seguía siendo algo costoso.

 

El mayor se retorcía de placer cuando incremento el ritmo para volverlo frenético y más duro que antes. Tuvo que morder almohada para no gritar de placer como su cuerpo tanto le pedía.

 

Ni siquiera lo había tocado y podía sentir como su excitación estaba a punto de explorar de lo dura que estaba.

 

Cuando pensó que le dejaría la marca de sus largos dedos sobre su blanda piel, le mordería como mera reacción de su propia excitación, el menor solo saco su hinchado miembro para darle una posición.

 

Una posición que aunque nunca admitiera que era una de sus favoritas, Doflamingo lo sabía de sobra, y siempre le ponía así cuando el éxtasis estaba muy próximo.

 

El ritmo volvió a tomar fuerza cuando entro con total rudeza en su cuerpo prisionero de su calor para ahora ahogar sus gemidos en la almohada como antes.

 

El rubio siguió así para poner una mano en su cadera y otra más en su desatendido miembro de su amante para empezar a bombearlo con fuerza y rapidez, el líquido pre seminal ayudaba a esa erótica tarea.

 

Bajo para besar la clara piel de la espalda de su pelinegro con veneración, le decía a su mimosa y extraña manera todo con que con palabras a veces no podía, repartía besos hasta llegar a su hombro y empezar a lamerlo.

 

Unas embestidas más junto con la presión de su mano sobre su palpitante miembro les hizo llegar al orgasmo al mismo tiempo con un gemido ahogado por parte de Crocodile y una mordida sobre el hombro de su pareja por el lado de Doflamingo.

 

La esencia de ambos se esparció sobre las sabanas, con la de pelinegro con mayor proporción que la de su amante que a pesar de seguir dentro de él, se escurría por sus muslos hasta llegar a la suave tela de seda blanca de la cama.

 

Esa faena les hizo perder el aliento para empezar a jadear algo desesperados, Crocodile recostado en la cómoda cama mientras que Doflamingo sobre el sin aplastarlo con su enorme cuerpo y sin salir aun de su interior.

 

Siempre disfrutaban de sus cuerpos al máximo como la primera vez.

 

-¿Vamos por otra ronda? - pregunto sobre su piel para abrazarlo con posesión.

 

-¿En serio, Doflamingo? ¿Acaso tú no te cansas? - no creía lo que le decía después de hacerle todo eso, no le sorprendería que fuera en realidad un demonio pero sexual.

 

-Yo siempre tengo energía para esto. - sonrió sobre su piel para besarla y erizarla. Como le encantaba hacerle enojar con sus insinuaciones y acosos cuando podía.

 

-¿Serias tan amable de salir de una puta vez? - ya estaba acabando con la paciencia de Crocodile, cuando en vez de sacar su polla de su interior solo empezaba otra vez con el envaine.

 

Pero paro todo movimiento cuando le pidió aquello sin querer realmente hacerlo, para abandonar su interior y levantarse de la cama. Sentía una extraña impotencia que le erizo los vellos del brazo a Doflamingo.

 

-Vamos a tomar una ducha. - su pelinegro amante también se levanto de la cama para sacar al rubio de su extraño trance.

 

No quería ver esa mirada perdida donde sus rojizos ojos bajos los lentes estaban seguramente apagados como brazas de carbón dejando las cenizas oscuras tomar su lugar.

 

Doflamingo levanto la vista para fruncir el ceño y tomarle de la muñeca fuertemente para aventarlo a la cama nuevamente. Obviamente se sentía molesto por la negativa, la forma en que le obedeció sin replicar nada y sobre todo porque empezaba a dolerle la cabeza haciendo que su pierna empezara a temblar.

 

-¡¿Pero qué mierda te pasa?! - no esperaba eso y la verdad lo tomo desprevenido ese impulsivo acto, y se reincorporo tan rápido para encararlo ahora molesto esperando el siguiente movimiento.

 

Sabía que no pasaría de una exigencia o una queja sobre la erección que aun tenía entre las piernas pero…

 

El raro silencio que emitía su amado no pronosticaba nada bueno.

 

¿Y todo eso por no querer otro polvo? ¿Acaso era un adolescente haciendo una maldita rabieta?

 

Crocodile podía sentir esa extraña mirada que le dedicaba a través de los lentes y vio la sonrisa nacer en su rostro.

 

Todo empezaba a irse a la mierda… pero lo pararía antes de que todo se saliera de control.

 

-¿Serías tan amable de detenerte? - pidió el mayor para cruzarse de brazos y ver como el cuerpo de su amante se quedaba rígido en su lugar para apretar los dientes algo enojado.

 

-No puedo creer que ya hayas procesado la dosis otra vez. - empezó a decir para tomar su ropa interior y ponérsela.

 

Doflamingo no entendía nada. Sentía esa impotencia, pero estaba desconcertado por no poder mover ni un musculo de su cuerpo, sobre todo lo de la dosis. ¿Qué cojones pasaba?

 

-El asesino ha superado mi última defensa… Y ahora se ha revelado ante mí… - dijo Crocodile para mirarlo con la mano en la barbilla, le analizaba de arriba abajo. - Al final… ¿Qué distingue al hombre libre del esclavo? – le pregunto con tono divertido. - ¿Dinero? ¿Poder? No… El hombre elige… el esclavo obedece…

 

Camino para abrir una puerta oculta tras una pared falsa de madera.

 

Dentro de la habitación había muchas fotografías de Doflamingo, muchas eran recientes pero otras eran antiguas, y esas eran de cuando era niño, pero él no recordaba que le hubieran tomado esas fotografías…

 

Frunció el ceño… empezó a dolerle la cabeza aun más…

 

-Crees tener recuerdos de una familia… - dijo Crocodile.

 

Una fugaz imagen de su hermano junto a sus inexistentes padres vino a su mente para dejarle solo en un callejón maloliente.

 

-Una explosión… - siguió el pelinegro.

 

Otra fugaz imagen de una boda donde el entraba al recinto atacando con varias granadas y atacando a todas las personas incluida a la novia, acuchillándola en el estomago con una navaja.

 

-Una revolución… - la voz de su amado era lo único que escuchaba.

 

Las imágenes donde atacaba a personas inocentes para dejar pruebas de que el gobierno había atacado sin compasión a todos incluso a los niños de ese orfanato que el mismo quemo.

 

-Una perdida… - volvió a decir para verle a la cara.

 

Recordaba como vio el cadáver de su hermano pero muy borroso en su memoria…

 

-Y luego este lugar… ¿Hubo realmente una familia? ¿Estallo la revolución o fue provocado? - el mayor veía como el rubio apretaba los dientes tan fuerte por el dolor que empezaban a rechinar.

 

-Algo diseñado para ir sonámbulo por la vida hasta ser activado por una simple pregunta dicha por su bondadoso amo… El hombre elige… el esclavo obedece. – repitió esas legendarias palabras para despojar su mirada de sus lentes.

 

Esos ojos rojizos impregnados de ira, de desesperación y de confusión hicieron sonreír a Crocodile, pero Doflamingo estaba todo menos sonriente.

 

-Adelante… ¿Serías tan amable? – dijo para ver como el rubio camino hasta a él para tomarlo del cuello pero…

 

-Detente… ¿Serías tan amable? – volvió a decir para ver como se detenía en seco.

 

-“¿Serías tan amable?” Una pregunta poderosa… ¿No crees? Una frase familiar… ¿No te parece? – le sonrió para acariciar su mejilla que ahora estaba más pálida que nunca.

 

“¿Serías tan amable de darme la puta manzana?” El fue quien la dijo… la primera vez que se conocieron en el teatro.

 

Su vista se nublo para dejarle caer visiones nítidas de su pasado.

 

Una tras otra cada vez que recordaba esa pregunta…

 

Crocodile de niño y el también en el basurero, en una casa, en una habitación, le servía comida para después ver como entraba en un estado de somnolencia extraño escuchando las palabras de su amado pelinegro en su oído como si le dijera un secreto.

 

Luego cuando eran adolescentes y estaban ambos besándose en el filo de la ventana antes de que Doflamingo saltara como cada mañana después de pasar toda la noche con él.

 

“¿Serías tan amable de matar a mi familia y a la zorra de mi novia el día de la boda? “

 

Ahora recordaba cómo es que estaba en medio de ese matadero con la sangre escurriendo de sus dedos, matando a la novia con toda su ira por querer quitarle a su amado, matando a los bastardos de sus padres pero sin pudor alguno rebanándoles.

 

Acabar con todos los testigos era esencial, pues miraba los ojos de su amado con total aprobación y una cálida sonrisa.

 

“¿Serías tan amable de acabar todas esas ratas que tanto nos molestan?”

 

La sangre de todos esos niños que no podía siquiera defenderse para dejar huellas y sangre de los altos mandos que antes había matado con fascinación. No lo hacía a posta, no recordaba cómo es que su vista se nublaba con cada corte que daba para manchar su ropa y manos… la sangre de los inocentes que juro matar… por Crocodile…

 

“¿Serias tan amable de llamar a tu hermano y matar al hijo de perra?”

 

Su hermano… recordaba cómo le había llamado con ese tono cantarín en su voz para verlo entrar como si nada y verlo espantado.

 

Le estaba encañonando con un arma por la espalda para ver como Crocodile estaba en la cama y pararse delante de ellos.

 

-Teníamos una buena vida… Hasta que tú apareciste… El maldito hermano menor lunático y mudo la mayor parte del tiempo… No sabes cuánto te detesto… - le decía Crocodile sonriendo.

 

-Eres un monstruo… La única enfermedad que tiene mi hermano… eres tu… su estúpido amor forzado por esas drogas que le das. – replico con los puños apretados y mirándolo con impotencia.

 

-Ya estoy cansado de ti… - le miro por última vez para ver como Doflamingo encaraba a su hermano.

 

-Mátalo… - le susurro a su rubio para ver como ponía el casquillo en el recamara del arma.

 

-Doffy… - dijo Rosinante para despejar su propia mirada de sus lentes esperando despertar a su hermano.

 

-¡¡Obedece!! – grito Crocodile para que dispara de una buena vez.

 

Doflamingo lo dudo un segundo y luego apretó el gatillo tres veces para dispararle en el pecho.

 

Había matado a su hermano…

 

Todos esos recuerdos hicieron caer al rubio al suelo para llevarse ambas manos a su cabeza y tapar su mirada que ahora estaba ensombrecida.

 

Esa pesadilla era real, todo… ahora recordaba todo.

 

Cuando era niño si volvió a ver a Crocodile, el le buscó y le llevo a su casa, le ofreció comida pero nunca imagino que esta estuviera envenenada con una droga que le hacía parecer un puto zombie a sus órdenes.

 

Y eso era solo el principio… cuando estaban en su habitación cuando eran un poco mayores, Crocodile le enviciaba con esas noches de pasión donde se dejaba poseer después de darle una buena dosis de la droga para pedirle que hiciera lo que él quisiera.

 

La jodida enfermedad eran los efectos de la droga que ya resistía su cuerpo, que peleaba contra la parte cuerda de su cabeza y no perder la codura…

 

Pero lo que termino de destruir la poca cordura del rubio fue ver como el mismo Crocodile se cortaba el rostro para que todo pareciera un atentado contra la vida de su familia y la suya…

 

Ahora sabía quien había matado a su hermano… el mismo…

 

Y todo por los celos y órdenes de su amado… Crocodile… el maldito bastardo que lo manipulo desde niño…

 

Al final la elección la había tomado Doflamingo… y ahora estaba pagando las consecuencias…

 

-Incluso en el libro de las mentiras… A veces se haya la verdad…- volvió hablar Crocodile para cerrar la puerta. - Hay ciertamente una belleza en tu resistencia y hay un momento para todo… - volvió a tomar las pastillas del cajón de noches. - Y ahora que te veo ahí en el suelo… Sé que no puedo alzar la mano contra ti… Pero he de decirte que eres mi mayor decepción… - le tomo de su rubio cabello para levantarlo y hacerle mirar su rostro… - Hay un momento para crear y un momento para destruir… y ahora… - se metió dos pastillas de ese medicamento a boca. - ¿Serías tan amable de besarme? – pidió para besar los tensos labios de su amante y pasarle las pastillas con la lengua para que las tragara con su envenenada saliva.

 

Cuando el fármaco entro en su sistema, que fue prácticamente al instante, su mirada se volvió apagada pero luego brillaba con intensidad.

 

-¡Oh Croco~chan! Que hermosa sorpresa verte así. ¿Acaso estábamos haciendo algo interesante? – ronroneó Doflamingo para abrazarlo y ver su desnudez que en vez de confundirlo solo le alegro por sentir a su amado entre sus brazos.

 

-Nos íbamos a bañar. ¿Serías tan amable de acompañarme? - respondió con una suave sonrisa para estirar su mano y ver como su amado rubio sonreía de igual forma.

 

Había borrado sus más recientes recuerdos y seguir manipulando a su amada marioneta…

 

Todo empezaba de nuevo…

 

El títere… y el titiritero…

 

 

Notas finales:

Gracias por leer.

Cualquier cosa estoy para servirles.


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