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Con tan sólo un paso por natalia clow

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Notas del fanfic:

Las advertencias pueden ir cambiando a medida que siga escribiendo así que por favor vayan teniendo eso presente

Notas del capitulo:

Bueno la pareja menos importante de mi saga, resultó ser la que tiene la historia más elaborada de todas.

Espero que lloren y me odien con esta historia.

Ya la tengo adelantada así que no creo demorarme tanto para actualizar.

 

 

1



Perséfone

«De la tarima a la vida».  


Tomó sus cabellos castaños y los envolvió en una cola de caballo. Los ojos grises se perfilaron cansados y hartos de estar  llenando formularios. Había estado pensando en entrar a estudiar a una escuela de finanzas. No estaba inconforme con su carrera emergente como cantante, pero sentía que en cualquier momento eso se podía ir al piso y no quería resignarse a quedarse como barman toda su vida.


— Thom, de nuevo tienes que ir a bar a hablar con el administrador. Al parecer nos quiere aplazar el toque.


— ¿Otra vez? Puta mierda, ese anciano debería dejarnos en paz.


Y ahí de nuevo estaba ese estallido tan violento que le daba cada vez que alguien se metía en su camino. El palpitar de su corazón se disparaba en respuesta a la mala ventura. Sacó un cigarrillo, lo prendió y le dio una buena calada. Escupió el humo hacia la cara de su compañero de banda y baterista de la misma, Damien.


— ¿Y qué ha dicho esta vez? Espero que sea una excusa válida y no como siempre.


— Ha dicho que van a hacer una inspección de control y calidad.


Se paró en un solo movimiento brusco y botó el cigarrillo contra la pared. Generalmente él no se comportaba tan agresivo, era más bien una persona crítica y calmada, pero era ya la cuarta vez en tres semanas que tenía ese problema y por supuesto, la paciencia no le alcanzaba hasta allá. Dejó el cigarrillo a medio apagar en el piso y salió en busca del viejo que le resultaba intratable.


La banda de la que hacía parte, se llamaba The Underworld Alliance. Estaban especializados en metal y Power metal, aunque de vez en cuando les daba por intentar Celtic metal. Los integrantes eran cuatro, Damien, el baterista, apodado Thanatos; Enzo, el vocalista, apodado Ares; Dylan, el bajista, apodado Hades y Thom el guitarrista, apodado Perséfone. Todos rondaban alrededor de los veintitres años, siendo el más joven Damien de diecinueve.


La banda comenzó por un golpe de suerte, y la verdad nadie esperaba que fuese ir a más. No obstante la cabeza de que todo siguiese andando seguía siendo Thom. Todos se conocieron en un festival de metal de la ciudad de Londres. Damien era amigo desde hacía tiempo de Enzo y fue quien lo convenció a que se uniera. Dylan se integró después de que la banda ya tenía sus bases. Y el que coordinó que todo convergiera fue Thom.


Ahora debían luchar con desesperación a tener un espacio en dónde mostrar su talento. En ese momento ya no eran una banda desconocida, en verdad se habían logrado ganar un espacio. Ahora el problema era ese viejo que parecía ser su talanquera. 


Siguió andando con pasos tiránicos y se dirigió a la administración del bar. A la piedra en el zapato, se le solía decir el viejo Joey. Aunque se le denominara viejo, realmente no habría de tener más de cincuenta y cinco y los ocultaba bien en la medida de lo posible. Trasgredió la puerta y con un fuerte bramido llamó al nombre del hombre buscado.


— ¡Joey Joder! ¿Ahora por qué no podemos tener nuestro jodido toque hoy?


Los ojos negros y su contorno denso, se posaron sobre el iracundo Thom. Masticó un par de veces un chicle al que claramente se le notaba que había perdido su sabor e hizo retroceder un poco su silla con rodachines. Cruzó los brazos a la altura del pecho.


— Tocar la puerta no te matará Thom.


— Me tendrías todo lo educado que quisieses si hubieses sido tan amable desde un maldito comienzo de dejarnos hacer el toque. 


— Hoy es totalmente imposible. — hizo un énfasis insoportable en la palabra «totalmente». —Yo nunca pongo problema con tus toques, pero la cuestión ha cambiado drásticamente. Tus malditos fans llenan esto de drogas y esas porquerías me harían cerrar el negocio. 


— Joder, pero eso no es excusa para no dejarnos tocar. Pon más guardias, has requisas, yo que sé.


— Precisamente es ese el problema. No tienes idea de nada y no pienso arriesgar mi negocio por tu banda de medio pelo.


Thom golpeó la mesa que los separaba por lo que hizo estremecer y tumbar una taza con lápices. Puso las dos manos sobre la superficie y respiró profundamente.


— ¿Y qué voy a hacer yo? Se supone que vamos a tocar esta noche.


— Por desgracia, hoy lo único que puedo decir es lo siento.


— Ni siquiera tienes un referido que nos pueda acoger.


Eso no era una pregunta, ni una petición, era la afirmación de una verdad trémula. Thom se dio media vuelta y frotó sus manos tratando de quitar la quemazón que le produjo el golpe.


— Bien, si ya tenemos todo claro, te pido que me dejes trabajar. Ya sabes que puedes hacer tus porquerías siempre que quieras acá, pero no con la visita de un funcionario.


Thom asintió. No era tan egoísta para esperar que le cerraran el bar a Joey. Se había salvado en esas semanas del funcionario, pero entendía que ahora era casi seguro que vendría. Salió de la habitación no con un alma derrotista, pero si con una más pesimista que otra cosa. No tenían forma de aplazar ese toque.


Caminó por el pasillo y en él se encontró a Enzo. No se detuvo a saludarlo sino que lo fue empujado a la habitación en donde dejó a Damien. Al entrar, se encontró con que Dylan ya había llegado también.


— La situación no es buena. Definitivamente con el problema de que los fans estén consumiendo porquerías en el bar, no nos van a dejar hacer el toque.


— ¿Y? — Enzo se cruzó de brazos. — ¿Qué es lo que vamos a hacer?


— Ese es el problema, no tenemos un sitio en donde hacerlo, es que ni siquiera un parque.


— Yo podía encargarme de eso. — Dylan se acercó a Enzo y le puso una mano en el hombro. — Podría tratar con unos conocidos.


— Eso sería de gran ayuda. — Thom recuperó parte de su entusiasmo. — También necesitaremos ponernos en la tarea de actualizar el blog y hacer panfletos para que la gente se entere que cambiamos de lugar.


— Yo hago el diseño de los panfletos. — Damien se puso en pie. — No deben ser muy elaborados ¿verdad?


— Por supuesto que no.


El chico movió su largo cabello en el asentimiento y se fue a traer su portátil. 


— Bien, salvemos nuestro toque. — Thom aplaudió al dar la orden.


***


Sábado, Diez de la noche. El nombre del bar, Breakable Sky. Dylan hizo un milagro con la locación y Damien hizo magia con la propagación de la información. Thom sintió que el alma le volvió al cuerpo, para ese momento no sabía cómo agradecerle a sus compañeros. Ya debían comenzar el show dentro de poco y para ese momento se sentía supremamente nervioso, no tanto por el hecho de tener que tocar, sino por las sustancias psicoactivas que iban a venir con su fanaticada. Eso era algo que tendría que solucionar en un futuro.


Damien recogió su cabello con la mano y tomó sus baquetas. Apuntó con una de ellas a Thom y le sonrió. Él ya salía para hacer la marcha introductoria para Dylan. En el momento que la gritería se alzó,  Dylan se preparó con su bajo. Respiró varias veces y salió corriendo hacia el escenario, ya en él, bajó la marcha y pegó un grito que en todos los rincones se escuchó.


— ¡Su puto amo Hades ha llegado!


La gritería era impresionante, no debía haber más de cien personas, pero se escuchaban como si fueran quinientas. Enzo golpeó sus mejillas con la palma de sus manos y le pegó una palmada en la espalda a Thom.


— ¿Estás listo?


— Como siempre.


Chocaron las palmas y se adentraron en la tarima que los conectaba al público perversamente excitado. Estaba supremamente lleno, había gente paradas en las mesas, sillas e incluso veía gente sentada en la barra del barman. Era impresionante. Sus apodos se escuchaban en una masa fónica amorfa. En el escenario ya no eran Thom, Enzo, Damien ni Dylan, eran Perséfone, Ares, Thanatos y Hades.


Aunque los fans muchas veces creen que pasan desapercibidos por los artistas, en esa tarima, se graban las figuras más persistentes en la memoria. Quizás Perséfone no supiese los nombres de los asistentes, pero podía reconocerlos como «aquel que salta más que los demás» o como «aquella de la cabeza rapada», entre otros.


En ese momento justo a sus pies, identificó una cara nueva. Un chico joven y muy alto, quizás rondara por los veinte, con un cabello negro y unos ojos azules impresionantes. Se notaba que ni sabía cómo había terminado allí, quizás hubiese sido obligado por algún amigo a venir.  Al poco rato lo vio gritando y tratando de decir lo que los demás repetían, cosa que le pareció algo muy curiosa. 


En ese momento en su pecho no había ningún sentimiento especial ante la acepción de la nueva cara, pero pensó en cautivarle con alguna de sus canciones. Él era quien componía junto con Damien. Poco a poco comenzó a notar que la gente no apreciaba las letras de las canciones como él quería. Se tomaban atribuciones abusivas para con sus creaciones y eso lo molestaba a sobremanera, pero tuvo la esperanza que la nueva cara, se fuese con una sensación grata gracias a una de sus letras.


Comenzó con una de las canciones de la que estaba más orgulloso y dejó que Ares la llenara de sentimiento, La letra decía así:


«No eres la tristeza y no eres la ira


No eres un simple corazón que mendiga


Eres un alma que desgarra y asesina


Por todas las injusticias que has vivido en tu vida.


Ven y únete al réquiem de tu próxima muerte


Porque a quien repudias y lastimas


No es más que a tu propia cobardía.»


Para él fue una gran sorpresa lo que a continuación vio. La cara nueva estaba con los ojos empapados en lágrimas. Eso era algo insólito ¿Llorar con metal? No parecía muy compatible. No obstante ese evento lo llenó con un calor agradable. La satisfacción de ver a alguien conmovido con su creación no tenía explicación. Puso más empeño en sus dedos para darle el sentimiento apropiado a la cara nueva.


Podía notar los ojos azules sobre sí. La cara nueva estaba fijándose ciertamente en él, pero su expresión no parecía ser una que lo idealizara, sólo que lo reconocía como alguien que lo había logrado afectar. Sin importar la diferencia de altura que la tarima le daba, pensó que se sentía de igual a igual con la cara nueva.


Después de dos horas, dio por terminado el toque. Los ojos azules con la frontera de densas pestañas negras empapadas, le hizo soltar una risita discreta. Ese chico era realmente interesante.


Al final de cada concierto, siempre entregaban unos demos de sus nuevas canciones y en esta ocasión, tenían dos demos que entregar. Le puso una extraña marca mental a la cara nueva. Lo vio mirando como un pollito perdido a Thanatos, Ares y Hades que también estaban entregando los demos. En ese momento, sus miradas se encontraron y le extendió con completa naturalidad los dos demos.


— Tus lágrimas me conmovieron, que no se te olvide el camino para regresar.


No mentía con ese enunciado. Quizás la palabra que representara exactamente el significado de su sentir no existiera en la lengua, pero era una combinación entre conmoción y sorpresa. No tenía una razón lo suficientemente consistente en su modelo de razonamiento lógico que le dijera qué lo llevaba a querer volver a ver a aquel muchacho, pero sin duda creyó que sería agradable.


Al darse la vuelta y volver al camerino, de nuevo no pudo quitarse de la cabeza esos ojos azules.


***


Las ganancias que recaudó el bar los dejó con las puertas abiertas, pero de alguna forma Thom había formado un contrato tácito con Joey. Quizás seguiría ahí hasta que él no lo dejara tocar nunca más, pero no lo veía muy probable o no en un futuro cercano.


En ese momento comenzaron a planear un nuevo demo, pero esta vez, no era sólo algo para llenar los reproductores de los fanáticos, era para mostrar a alguna disquera. Thom había logrado contactar con lo que se diría una manager y aunque no era algo oficial ni estable, ella siempre estaba buscando oportunidades para ellos.


— Tiphany me ha llamado.


Damien se paró entusiasmado y se fue a sentarse al lado de Thom en el sofá desgastado de color negro del local del viejo Joey.


— Quiere que tengamos nuestra mejor canción para presentar, yo ya he empezado hace un tanto a hacerla.


— ¿Tan pronto? No creo que todavía estemos listos para dar ese paso


— ¿Si no ahora entonces cuándo?— Dylan chasqueó los dedos, en signo de  «es lo más obvio». — Enzo, así nunca tendremos un contrato.


— No quiero cagarla y cerrar puertas, es sencillo.


— Qué cobarde. — Se mofó Damien. — Nunca tocas puertas, por eso no entra a tu apartamento ni una puta.


Dylan fue el primero en soltar la carcajada mientras que los chillidos por bajo de Damien lo acompañaban. Thom sonrió con diversión ante la broma y es que era cierto. Enzo era quien tenía el exterior más impactante de los cuatro, pero a la hora de la verdad era el más cobarde.


— Apenas llegue Tiphany con la propuesta, puedes mirarla cuanto gustes Enzo, a ver si quedas tranquilo.


Éste cruzó los brazos y bufó, más en resignación que en asentimiento. Se recostó contra una esquina del viejo y desgastado sofá.


— Por otro lado. — Interrumpió Dylan cuando se hubo calmado la risa. — el conocido que nos hizo el contacto con Breakable Sky, dijo que si veíamos que los espacios eran cada vez más reducidos, él nos conseguía un teatro dónde tocar. Con capacidad de unas trecientas personas.


— Pues eso sería anillo al dedo. Podríamos tratar de convocar un concierto en forma y no un toque.


Demian saltó como si en su trasero hubiese un chinche.


— ¡¿Un concierto?! ¡Si juegan con mi pobre corazón me dará un infarto!


— Nadie está jugando contigo, no seas exagerado. Acabo de decir que mi contacto puede hacerlo y es porque es así.


— Suenas tan confiable Dylan. — Bromeó Enzo.


— Hombre de poca fe. Fliparas y dejarás caer ese trasero tuyo al suelo cuando veas el teatro.


— Por supuesto, puedo caerme ya si quieres.


Dylan sonrió y le levantó su mano con el dedo corazón erguido.


— Que te jodan.


— Seguro así será.


La relación de ellos era así, unas constantes bromas todo el tiempo, que iban y volvían pero a la final no terminaban en nada. En alguna parte del camino, ya no podían tratarse si no era con sarcasmo.


— Dejen a la cabra balar y nosotros hablemos como seres civilizados.


Y ahí de nuevo iba la crítica a la barba de Enzo. Era como un ritual que todos los días dijera un comentario despectivo hacia su mata de pelo facial. Si se hacía honor a la verdad, no era algo descuidado, era una barba estilo candado en su mayoría bien podada.


— Seguro que como seres civilizados, pero no incluirán a la pequeña hada del bosque como consejera.


— Fiuuu. —silbó Damien. — Esa es nueva. Ahora eres un hada del bosque.


— Pero si fue la cabra la de la idea de la música celta, no vengas con esas mierdas.


— Lo que digas Campanita.


Enzo hizo la representación con sus brazos de un par de alas que revoloteaban. Dylan se paró e hizo crujir sus nudillos.


— ¿Qué es una cabra contra un hada?


Enzo encogió los músculos de su cara como si hubiese probado algo amargo, además de quererse aguantar la risa.


— Bueno, ya lo has reconocido querido Dylan, deberíamos cambiarle el nombre a Ninfa.


Thom dejó ese ambiente festivo de risas y bromas, y mudó sus propósitos a su pequeño apartamento.


***


Thom vivía con su madre en un pequeño departamento en la periferia de Londres. No era propiamente lo que uno llamaría un lugar de mala muerte, pero tampoco era algo lleno de lujos. Era un apartamento de tres habitaciones pequeñas. Una cocina con un baño adjunto separado por una cortina, una sala que se había convertido en la habitación de Thom con un sofá cama y la habitación para la madre de Thom. Su nombre era Franziska, tenía sesenta años, sufría de diabetes y era ciega debido a la enfermedad.


Era una señora supremamente alegre, sencilla y amorosa. Era todo lo que le quedaba a Thom y lo único que le importaba junto con su banda. Ella se dedicaba a tejer en dos agujas o crochet, gorritos y bufandas que luego Thom se encargaba de poner a la venta. Quizás estos productos no tuviesen muchos detalles, pero en verdad era muy bonitos en su sencillez. La viejita cada vez que recibía el fruto de su trabajo, se ponía muy contenta y mostraba su sonrisa amplía. Se dirigía a un pequeño frasco azul cielo que lo había vuelto su alcancía, aunque antes era una tetera y guardaba las ganancias. Siempre le decía cada vez que oía caer el fruto de su esfuerzo en el envase. «No importa si es un penique o diez libras, cuando le das tiempo al dinero, este puede crecer».


No fue una mujer con una buena suerte y eso hacía que el optimismo de ella resultara tan extraño. El papá de Thom fue un maldito misógino que siempre golpeaba a Franzeska sin motivo alguno. No fue hasta que un golpe de suerte lo mató (accidente de tránsito por andar borracho) que pudieron empezar una nueva y mejor vida. Ya de eso había pasado quince años, y en ese entonces ya había decidido que no iría a la universidad, sino que trabajaría por su madre. Cuando salió de la preparatoria a los diez y ocho, consiguió un trabajo de mozo en una fábrica y a los veintidós, uno de sus amigos le dijo que si quería probara ir a trabajar de mesero en un bar de un conocido. Efectivamente debido a su aspecto, el dueño del bar accedió a darle un periodo de prueba y de eso había pasado ya tres años.


Cuando ingresó en el umbral, lo recibió un caluroso aire con olor a manzana.  Su madre era adicta a los pebeteros.


— Ya llegué Ma.


— Oh, oh—  bramó emocionada la señora saliendo de su habitación. —Tommy, ven, ven y miras lo que he hecho.


La euforia de la anciana lo dejó extrañado y dejando su maletín en el sofá cama, se dirigió al cuarto de la viejita. Cuando entró identificó un gran tejido con el tamaño suficiente para ser un cubre lecho. Se quiso poner a llorar. Su madre había tejido una cobija con las siglas TUA (The Underworld Alliance) y aunque estaban mal delineadas, y en algunas partes las puntadas del nombre se perdían, se entendía perfectamente que era el nombre de su banda el que había intentado tejer.


— Gracias, es hermoso. — Thom la abrazó y le besó su arrugada frente.


— Lo sé, ha sido una obra de arte.


La viejita estaba orgullosa de su trabajo. Ella no entendía muy bien la música que tocaba su hijo, pero siempre le decía que era la fan número uno. Cuando le colocó la primera vez, uno de los demos que habían hecho, ella resopló y declaró.


— Tú sabes que soy más de baladas, pero no puedo dejar que el fan número uno de mi hijo sea cualquier bastardo. Tu madre debe ocupar ese lugar.


La abrazó en aquel entonces y la abrazaba ahora con igual intensidad. Ella era una mujer llena de detalles y no se olvidaba de lo que debía decir una madre para hacer feliz a su hijo.


— Hoy has venido temprano, eso es extraño ¿Pasó algo?


— No realmente, debo ponerme a componer una canción para pasar a una disquera.


La señora chasqueó la lengua en signo de victoria mientras aplaudía.


— Ese es mi muchacho. Tienes que dejarme escucharla antes que todos.


— Por supuesto, sería un desgraciado si no.


 La señora tomó su bastón guía y le tomó de la mano.


— Te invito a algo de comer para celebrar.


— Pero si todavía no me la han aceptado.


— Eres mi hijo, por supuesto que te lo van a aceptar.


— Gracias Ma, quizás vayamos mañana por la noche que no tengo que trabajar en el bar, pero por el momento tengo que ponerme a hacer la canción.


— Vale, vale, después no digas que no tienes tiempo para pasar con esta anciana.


Thom le acarició el cabello gris y le dio un beso. La dejó a sus anchas y se fue a su habitación a trabajar.


No tenía problemas para componer, generalmente la letra y la música le salían fácilmente, pero en ese momento parecía que no. Tomó la partitura en blanco, sacó su guitarra y empezó a probar con acordes que nunca terminaron por convencerlo. Era unas tinieblas extrañas que le trababan los dedos y la mente. Quizás la musa caprichosa había decidido que no estaba listo para componer una letra maestra. Después de dos horas dejó la guitarra y se rindió ante su campaña creativa.


Faltaba menos de una hora y media para tener que ir al bar en donde trabajaba. Al comienzo tenía una sospecha en aquel sitio debido a su locación tan escondida, pero poco a poco se fue dando cuenta que tan sólo era un bar sofisticado y privado. El nombre del lugar era Firefly y no le resultaba extraño con un jefe como el que lo dirigía. Era un homosexual, pero de aquellos de lentejuelas y labial. No se veía desagradable, pero claramente notabas que esos anchos hombros con una camisa de cuello bandeja no encajaban bien. 


Se metió a la ducha y se enjuagó rápidamente el cansancio. Su jornada era extenuante en el bar, desde las seis de la tarde hasta las tres  de la mañana, no obstante la paga era lo suficientemente buena como para seguir allí. Por otro lado, en sí el ambiente no era desagradable. Debido a que no cualquier persona podía entrar, siempre había esa niebla que ocultaba el ruido, las peleas y la falta de cortesía.  Se cambió, tomó una de las moñas para el cabello y salió raudo para alcanzar a coger el bus.


Al pasar la media noche, seguía limpiando los vasos de cerveza que no paraban de llegar sucios. La música de ambientación era un jazz suave. Se abstraía muchas veces cuando el tiempo se le hacía eterno, limpiando esos vidrios y viendo a través de ellos, paisajes lo suficientemente inspiradores para una sinfonía. Ante el problema de su falta de creatividad, definitivamente le vendría bien.


— Así que esta noche es de Charlie Parker ¿Eh?


Thom le comentó a su compañero de trabajo.


— Ya sabes cómo es el jefe, cuando se decide por algo, lo pone hasta que todos quedamos hartos. 


— Pero no está mal la música.


— Lo sé, pero llevamos tres noches poniendo a Charlie.


A su compañero siempre le decían Speedy, aunque su nombre era Hastings, el primer día llegó tratando de hacer un chiste con el significado de su nombre que era «El rápido», pero a fin de cuentas, fue el extremo entusiasmo que le puso a su voz cuando quiso hacer reír a todos que nos evocó al pequeño ratón Speedy Gonzáles y así quedó.


— ¿Tres noches?


— Sí, tú no has venido, así que no le has escuchado todo el rato con su Charlie.


Thom sonrió, podía imaginar a su jefe bailando solo en la mitad del bar mientras decía «Oh Charlie, toca más, toca más para mí». Siempre era así, era un adicto al jazz y al blues, así que siempre tendía a emocionarse con un artista y fantasear con su música cuando nadie lo veía, bueno, cuando los clientes no lo veían.


— Quizás ahora esté bailando con el perchero en la oficina. — Bromeó Speedy.


Algo que le gustaba a Thom de su compañero, eran esas intervenciones que siempre buscaban hacer reír a la gente. Él era más de la rama de ser sarcástico, pero de vez en cuando salía con chistes buenos. Tenía unos labios delgados como una fina línea. La cara llena de pecas alrededor de sus mejillas, ojos verdes y un cabello rubio oscuro corto.  No era muy alto, debía estar rondado alrededor del 1,75 cm y estaba un poco gordito.


— Sabes, al parecer vamos a mandar una canción a una disquera.


— Eso me parece increíble. —Speedy paró sus actividades y cogió del brazo a Thom. — No te vayas a olvidar de mí cuando seas famoso, dedícame unas cuantas rolas.


— Seguro, qué clase de bastardo me crees.


Speedy se volteó a seguir haciendo lo suyo.


— ¿Y qué se te ha ocurrido para la canción?


— Hasta el momento nada. He intentado probar con algún tema que podría interesar a un público más general.


— No me digas, algo así sobre anarquismo y matar a un gatito inocente.


— Idiota. — bufó Thom. — Estaba pensando quizás en algo que hablase sobre la proyección de la imagen que se hace para pertenecer a una sociedad.


— Ya ves, lo que he dicho, algo bien anárquico.


— No es eso.


Los ojos grises se perfilaron oscuros y cambió de objeto de observación. Los vasos perdieron lo interesante y se fijó en un cuadro en la pared que tenía un paisaje abstracto.


— Quitando un poco la broma, es raro que te muestres inseguro con tus canciones. Siempre te veo fanfarroneando sobre lo bien que te salen.


— Lo sé, es raro, quizás la presión de la disquera cambia las cosas.


— Si dejas que algo como eso cambie tu estilo, quizás estás haciéndolo por el lado equivocado.


Thom asintió. La conversación murió de forma natural. En el cuadro que ahora era receptor de su atención, estaba algo que parecía un árbol consumiéndose entre las llamas, pero quién iba a saber qué era si era arte abstracto. Cuanta complejidad absurda había en esas pinturas.


Cuando terminó de secar los vasos, alistó la basura y se fue por la puerta de atrás a dejarla en el contenedor. Ya eran cerca de las dos de la mañana, seguro que sería todo más productivo para él si se daba tiempo para permitirse crear. Quizás se tomara algún permiso en el bar para ausentarse.


— ¿Teniendo un mal día? — El guardia del bar de nombre Steven se dirigió a él con un tono suave como la seda.


— Quizás, tengo problemas con una canción,


— ¿Sigues con lo de la banda?


— Sí, es un pasatiempo muy divertido.


— Me imagino. — Steve soltó un suspiro que se condensó en el aire volviéndose una nebulosa blancuzca. — Deberías tratar a escribir una canción de amor, esas siempre gustan.


— ¿Amor? — Thom recibió divertido la sugerencia. — Nunca he escrito algo así, y creo que no le va bien a la imagen de la banda.


— ¿Qué son ustedes, cachitos de carne sacados de las tripas del demonio? Deberían ponerle sentimiento.


— Cállate. — sonrió. — Quizás si algún día hago canciones al estilo Rick Astley te acepto el consejo.


— Seguro eres exagerado, no era necesario devolverse a las épocas de mi madre.


— Pero qué dices, eran tus años mozos.


Entró con una sonrisa y fue sobrecogido por el calor del bar. Hablar sobre amor era algo que se había propuesto nunca hacer. No quería volver a su banda algo que se pusiese cuando la gente se quisiera abstraer de la realidad en el amor, atentando a las buenas costumbres lógicas, ni quisiera que se pusieran sus canciones cuando la gente estuviese triste para deprimirse más.  De alguna forma quería cambiar la vida de alguien con sus canciones.


En ese momento, vio el mosaico en vidrio al fondo del bar que tenía forma de cisne, lo curioso es que lo que lo abstrajo fueron los azulejos. Ese color y ese reflejo débil fue lo que le hizo entender qué era lo que tenía que buscar en su canción. Si hizo despertar en la cara nueva el sentimiento suficientemente fuerte para hacerlo llorar ese era el camino correcto.


 

Notas finales:

Bueno tengo varios dibujos de ellos para que se vayan guiando en la historia

 

Cedric

Perséfone

Cedric x Perséfone chibi


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