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La parte que apesta de ser policía por Error404notFound

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Notas del fanfic:

Disfruten, y por favor intenten ignorar lo mal que se me da contar historias de policías y narrar su comportamiento.

Notas del capitulo:

¡Hola! He escrito esto porque he pensado desde hace tiempo que debía escribir una historia larga SouRin que fuera medio interesante (ando corta de ideas), pero al fin algo floreció en mi mente en la bella madrugada de año nuevo, cuando empezaba a desvariar. 

Mi serie favorita de TV (el Mentalista) es un drama policial, así que pensando en Future Fish y en Sousuke que se ve divino de policía, esto me vino a la cabeza. Espero que les guste, porque es un nuevo estilo de historia que estoy ansiosa por probar.

En fin. Disfruten.

 

 

Si preguntas qué es lo peor en la vida de un agente de la ley, todo policía te dirá con seguridad que odia la parte de arrestar a los malos. Todos sin excepción. Sousuke llevaba casi dos años en ese oficio, y si algo sabía con certeza es que debes ir preparado para todo en un arresto. De verdad. Hay desde el típico “yo no lo hice” que se resiste haciendo uso de su fuerza bruta, hasta el “vióleme, oficial”, que no hace otra cosa que no sea pegarse a ti y coquetearte con palabras y con su propio cuerpo.

Con respecto a Sousuke Yamazaki, no había tenido encuentro alguno con éste último caso de maleantes.  

Hasta el momento.

Más sin embargo, no era el caso de Kisumi, su compañero de cajón. Ese chico había estado en un centenar más de arrestos que él y podía contar con exactitud cuántas decenas de chicas —y también de chicos — le han coqueteado durante el arresto. Bueno, la verdad es que Kisumi estaba medio loco, así que todo el mundo creía que cosas de esas eran divertidas para él.

— ¡Sousuke! ¡Deja de hacer el tonto y vamos a patrullar!

Sousuke estiró los brazos por encima de su cabeza y bostezó. Esa voz era, junto con la de su jefe, la que más odiaba que lo molestara mientras descansaba.

— ¿No puedes hacerlo tú mismo? —contestó el moreno, bajando la visera de su gorra y acomodándose en la silla.

La comisaría estaba muy tranquila cuando Kisumi se iba a hacer su ronda, así que  Sousuke pensó que sería bueno que se quedara así un buen rato más. Si se iba solo, todo mejor. Paz para todos. Pero aunque había hablado con su jefe sobre eso, parecía estar dispuesto a sacrificar a un pobre diablo —o sea a él — para que los demás tuvieran un poco de tranquilidad. Mala suerte: compañero permanente de Kisumi Shigino para bien de toda la oficina.

Sousuke no abrió los ojos, pero casi pudo ver a Kisumi haciendo el puchero al que nadie le hacía caso sólo por llamar la atención. Nunca se quedaba callado cuando alguien lo trataba mal. Seguro empezaría a molestar con…

—Pero somos pareeeeeja, Soooousukeee. ¿Me copiaaaas? ¿Sousukeeee?

Sousuke gruñó de irritación. Sí, que él se pudiera mientras todos los otros agentes vivían el cielo lejos de ese metrosexual rosado.

— ¿SOOOUSUKEEEEE? ¿SO-SO-SO-SOOOUSUKE?

—YA, YA CÁLLATE.

Con un suspiro de resignación, Sousuke se quitó la gorra y la aplastó contra su regazo. Tenía las piernas estiradas por encima del escritorio, y había estado casi diez minutos soportando a ese idiota que no hacía más que molestar porque podía hacerlo mientras fingía estar dormido. Al fin iba a alcanzar la gracia divina de caer en los brazos de Morfeo cuando Kisumi había empezado a gritar. Casi podía ver la cara de los demás en la oficina que le rogaban en silencio que se lo llevara. Los maldijo en silencio.

Se levantó de su asiento en medio de un gruñido ahogado y regresó la gorra arrugada a su lugar en su cabeza. Miró ceñudo a Kisumi, que estaba sentado en la esquina de su propio escritorio mirándolo con la sonrisita idiota que tenía siempre.

—Andando —se limitó a decirle el moreno, que se levantó pesadamente y caminó sin ganas hasta la puerta.

Oyó que Kisumi se reía detrás de él y el sonido del tintinear de llaves.

—Yo conduzco.

 

La calle estaba tan vacía como la vida de Kisumi cuando no molestaba gente, tranquila e iluminada débilmente por los esfuerzos heroicos de las farolas apostadas en la banqueta y las estrellas titilantes. La luna no se veía por ningún lado, pero seguro que estaba por ahí, escondiéndose para después saltar a la vista y robarse la atención que las estrellas luchaban por obtener.

 Obviamente, Sousuke no le prestó atención al chico de pelo rosa y se sentó en el lugar del conductor nada más alcanzar el coche. Estaba a punto de cerrar la portezuela cuando vio que Kisumi lo miró con el ceño fruncido desde fuera de la patrulla.

— ¡Sousuke! —Estrelló un pie contra la banqueta. Sousuke pensó que veía ridículo con esos ademanes de niño de primaria, pero daba la impresión de que no se había dado cuenta aún —. ¡Te dije que quería conducir!

El otro muchacho puso los ojos en blanco.

—Sube al maldito coche. Estamos perdiendo el tiempo con tus caprichos, y por lo que sabemos, podrían estar asesinando gente ahora mismo.

Kisumi se quedó callado un momento, pero después hizo una mueca y le lanzó las llaves sin muchas ganas. Rodeó la patrulla arrastrando los pies, y cuando llegó al otro lado se metió en el asiento del copiloto. Cruzó los brazos sobre el pecho, pero Sousuke ni siquiera lo volteó a ver. Giró las llaves en el contacto de encendido y movió la palanca hacia adelante. Pisó el acelerador, y en un dos por tres abandonaron la calle de la comisaría.

Hacía unas semanas que las cosas se estaban complicando en Sídney, o por lo menos en esa región. Había una nueva banda criminal que vendía drogas frente a las narices de la policía, así que básicamente se la vivían buscándolos desde que el jefe del departamento les sugiriera que le prestaran especial atención al asunto. Kisumi parecía estar sólo acatando órdenes, pero Sousuke se lo tomaba bastante enserio. Los criminales de cualquier tipo lo ponían enfermo. Especialmente los que hacían daño a otros sólo por beneficio propio. ¿Cuántos muchachos estarían echando a perder su vida gracias a las drogas sólo porque los vendedores querían dinero? ¿Era necesario destrozar familias para ganar unos billetes? Pensar en ello hacía que Sousuke se tomara en serio las investigaciones y los arrestos. Estaba protegiendo a la gente. A familias enteras.

—Sousuke, he estado dándole vueltas a cierto asunto desde hace unos días.

Sousuke no apartó la mirada del camino, pero pudo sentir la preocupación genuina de Kisumi en su voz. Sousuke frenó frente a un semáforo en rojo y le dedicó una mirada de indiferencia al chico de pelo rosa, seguro de que diría alguna estupidez.

— ¿Qué cosa?

El chico de pelo rosa adoptó una mueca pensativa.

— ¿No te has preguntado cómo es que vivimos en Australia y tenemos nombres japo…?

En ese momento, la radio de la patrulla empezó a chisporrotear. Una voz ahogada de mujer salió de ella.

—Allanamiento en Curban Street —sonido de estática y después más voz —. ¿Hay alguien cerca?

Kisumi frunció el ceño y se asomó por la ventana para mirar el nombre de la calle.

—Eso está cerca de aquí —dijo.

Sousuke alargó el brazo hasta el radio y tomó uno de los walkie talkie para llevárselo a la boca.

—Aquí TB-52400. Estoy cerca del lugar, en el semáforo de la 5ta avenida. Voy en camino.

—Copiado. La casa es la número 108, una propiedad abandonada desde hace años. Enviaré refuerzos en cuanto sea posible.

—Hecho.

En cuanto el semáforo cambió a verde, Sousuke aceleró y dio la vuelta en el retorno un poco más adelante. Dejó el walkie talkie en su lugar y se concentró en manejar. Se habían pasado Curban Street hacía no más de diez minutos, y si tomaban el retorno de la 4ta avenida, estarían ahí en menos de lo que cantaba un gallo. Un allanamiento necesitaba de tres a cuatro parejas de oficiales dependiendo el caso; se allana una propiedad por dos motivos: robo o asesinato. El robo era lo más común, pero nunca podías saber con seguridad si el criminal iba solo. O armado.

Kisumi se estiró en su lugar y bostezó.

—Aghhh. Justo cuando creí que sería un buen día. ¿No podemos dejar que alguien más se encargue?

Sousuke giró en una esquina.

—No.

—Pero…

Encendió la sirena. Estaba tan alta que aunque Kisumi quiso seguir quejándose, no pudo. Se limitó a guardar silencio y a cruzarse de brazos.

Despertaban miradas curiosas al pasar, pero a estas alturas ya estaban acostumbrados a ignorarlas. Sólo debían tener una cosa en mente: detener a los maleantes.

Sousuke levantó la cabeza al ver el letrero con el nombre de una calle.

—Es en la siguiente —dijo.

Kisumi alargó la mano hacia el tablero y apagó la alarma. Mejor ir en silencio en lugar de alertar a los criminales.

La casa destacaba incluso si no la buscabas. Se erguía en sus dos pisos, gris y descuidada pero imponente. La puerta estaba medio rota, balanceándose sobre sus goznes con el soplo del débil pero frío viento nocturno. No tenía cortinas en las ventanas y señal de actividad humana. Eso podías pensar a simple vista, pero si mirabas con atención el segundo piso, podías ver el débil resplandor de un foco. No, una vela.

Kisumi frunció el ceño cuando salió de la patrulla.

— ¿Para qué meterte en una casa abandonada si no hay anda que robar? —preguntó, pero Sousuke no se molestó en darle una respuesta y salió del auto. Le lanzó las llaves del coche sin preocuparse si estaba listo.

—Vamos.

Ambos muchachos se acercaron a la casa resguardados por la sombra de la noche. Ni un alma rondaba por la calle a pesar de ser casi las nueve, así que no tenían mirones curiosos qué ahuyentar.

Entraron esquivando la puerta destrozada. La casa estaba en malas condiciones tanto por fuera como por dentro. La pintura se caía a jirones y los pocos muebles que veían por ahí estaban viejos y polvorientos.

Escaleras arriba escuchaban algo parecido a un siseo intermitente, que se interrumpía bruscamente y que después seguía por tiempo indefinido. Eso respondía a la pregunta de antes de Kisumi: grafiti.

Sousuke le hizo una seña al otro muchacho y se adelantó por las escaleras. Era una seña universal que todo policía debía conocer. Cúbreme. Kisumi asintió y lo siguió escaleras arriba.

Había un pasillo largo que se extendía hacia ambos lados, con muchas puertas como desembocadura, pero Sousuke sabía que la luz podía verse desde fuera, así que los vándalos tenían que estar en la única habitación con ventana hacia Curban Street.

Hizo otra seña hacia Kisumi, indicándole que debían ir hacia la derecha, y el otro chico lo siguió sin decir una palabra. Sousuke casi deseó que estuviera siempre tan callado como ahora. Se detuvieron delante de una puerta. La indicada, pensaba Sousuke, y miró a Kisumi para advertirle que iba a entrar. El chico de cabello rosa asintió y se llevó una mano a la parte trasera del cinturón para aferrar su arma.

Sousuke extrajo su pistola y adoptó una posición defensiva. Kisumi lo miró, en una advertencia silenciosa, y luego ambos asintieron con la cabeza. Kisumi abrió la puerta de una patada y Sousuke entró, armado.

— ¡Policía! —gritó, mientras apuntaba hacia lo primero que entró en su campo de visión: un chico pelirrojo que todavía sostenía en alto una lata de spray. El muchacho la soltó en cuanto escuchó el grito, y dio un salto en su lugar —. ¡Las manos donde pueda verlas!

El muchacho levantó las manos enseguida.

Kisumi se quedó en la entrada, apuntando a todas partes por si había más gente. Como no la había, se dio la vuelta y registró el pasillo con la mirada. Todo despejado, pero sólo a simple vista.

—Voy a registrar la casa —gritó, y Sousuke ni siquiera se volvió. Se limitó a asentir con la cabeza, y entonces Kisumi desapareció por el pasillo, con el arma en la mano.

El chico pelirrojo no se veía asustado, se dijo Sousuke. Más bien parecía fastidiado porque lo habían atrapado. Chicos como esos, Sousuke lo sabía bien, habían hecho algo de ese estilo por lo menos un par de veces antes de ser atrapados la primera vez. Esa no era la primera vez lo pillaban, y Sousuke lo sabía porque no se veía asustado sobre su destino en manos de policías. Lo habían atrapado por lo menos dos veces antes de eso. Si fuese la primera vez, estaría aterrado. Si fuera la segunda, nervioso. Parecía que sabía lo que iba a pasarle, y no estaba asustado por ello.

El chico soltó un silbido, y lo recorrió de pies a cabeza con una sonrisa burlona.

—Nuevo oficial, ¿no?

Sousuke entrecerró los ojos. Sí, era nuevo en Sídney, pero ese chico no tenía por qué saberlo. Tal vez lo habían arrestado lo suficiente como para conocer a todos los policías de la ciudad, o tal vez sólo estaba tomándole el pelo.

—Contra la pared —ordenó Sousuke, sin pizca de vacilación. El muchacho se limitó a obedecer, pero sin desaparecer la sonrisa socarrona de sus labios. Se dio la vuelta y cruzó sus manos por encima de su cabeza. Sousuke guardó su arma enseguida y extrajo un par de esposas de su cinturón. Tomó una de las muñecas del chico y le retorció el brazo por detrás del cuerpo para esposarlo. Repitió el procedimiento con la otra mano, y luego lo tomó del brazo —. Estás bajo arresto.

El chico soltó una risita, y le dedicó una mirada sugerente.

—He sido malo, oficial. Castígueme.

El otro muchacho no dijo una palabra. Nunca le había tocado estar en esa clase de situación, pero ahora que lo hacía, no le pareció gran cosa.

Estando ahora más cerca, Sousuke se permitió observar al criminal con mayor detalle. Era un crío apenas; seguro no tenía más de dieciocho años, y ese cuerpo menudo pero firme junto con los rasgos afilados del rostro, por no mencionar el cabello rojo carmín, le conferían un aspecto de típico chico guapo de preparatoria. Sus dientes afilados como de una fiera hacían que su sonrisa fuera más socarrona de lo pretendido. Iban a la perfección con el tiburón púrpura que había pintado en la pared de la habitación, se dijo Sousuke.

Sousuke acercó la boca a su hombro izquierdo, donde descansaba la radio pequeña de su uniforme. La sostuvo con la mano derecha, aferrando al pelirrojo con la izquierda.

— ¿Algún percance? —preguntó al micrófono.

La voz de Kisumi salió de la bocina con un chisporroteo.

—Todo despejado.

—Bien. Te veo en el coche. Llama a los refuerzos y diles que ya no hacen falta.

Otro chisporroteo después de una pausa.

—Copiado.

El oficial jaló al muchacho pelirrojo hacia la puerta, y el chico no se resistió. Se limitó a reír y a caminar tranquilo como en un paseo por el campo. Sí, definitivamente no era su primer arresto.

 

Kisumi ya estaba a un lado de la patrulla cuando Sousuke salió del edificio, escoltando al chico vándalo. El muchacho de cabello rosa estaba recargado en el capó del coche, bostezando de aburrimiento, pero en cuanto vio a Sousuke acercarse se incorporó.

—Buen trabajo —dijo alegremente, y luego le dirigió una mirada al pelirrojo. Su expresión confiada cambió súbitamente cuando ya estaban a un lado suyo—. ¿Rin? ¿Otra vez?

Sousuke se detuvo al escuchar eso. Miró al chico pelirrojo, esperando una respuesta. El tal Rin se encogió de hombros con una sonrisa, despreocupado. Kisumi negó con la cabeza, sonriendo, y fue a abrir una puerta trasera de la patrulla.

—Ya sabes lo que obtienen los chicos que causan problemas —dijo, sosteniendo la portezuela. Luego miró a su compañero —. ¿Ya lo registraste?

Sousuke empujó a Rin contra el capó del coche y negó con la cabeza. Lo sostuvo con fuerza mientras inspeccionaba los bolsillos de su pantalón de mezclilla. El pelirrojo no borró la sonrisa de sus labios, y aún con la mitad del rostro contra el auto, se permitió ser insolente.

—Si querías verme el trasero sólo tenías que pedirlo, guapo.

El chico esperó divertido la reacción de Sousuke, pero todo lo que obtuvo fue una mirada de indiferencia. Y una sonrisa.

—Bueno, eso no te va a salvar de que te trate como la basura que eres —le dijo Sousuke, levantándolo de golpe —. Pero gracias por la vista.

Kisumi apretó los labios para no sonreír, pero no le funcionó. La expresión de desconcierto de Rin valía oro. No parecía haber esperado ese tipo de respuesta. Y esa mordacidad le gustó.

Sousuke no se detuvo a saborear su triunfo y lo jaloneó hasta la puerta abierta de la patrulla, que Kisumi sostenía para ellos. Rin casi tropezó al pisar mal, pero Sousuke no esperó a que se recuperara y siguió apurándolo con su manaza.

— ¿No te parece que eres muy rudo conmigo? —preguntó Rin, una vez frente a la portezuela abierta, atento a la reacción del policía en su segundo intento por desequilibrarlo. Sonrió lascivamente —. No te preocupes. Me gusta rudo.

Ya estaba con medio cuerpo dentro de la patrulla cuando Sousuke le volvió a sonreír.

—Oh, entonces esto te va a encantar.

Y entonces, sin siquiera disimularlo, tomó la cabeza de Rin y al empujarla hacia adentro, la golpeó contra el marco de la portezuela. Rin soltó una exclamación de dolor, pero a Sousuke le dio lo mismo. Su expresión de indiferencia no cambió.

—Ups —dijo, sin intentar sonar arrepentido —. Se me fue la mano.

Esta vez Kisumi sí que soltó una carcajada, pero intentó ahogarla con una mano y luego cerró la puerta. Mientras Sousuke caminaba hacia el asiento del  conductor sintió los ojos rojos de Rin clavados en su nuca, seguro molestos, pero no hizo intento de voltear a verlo e intimidarlo. Se limitó a pedir las llaves con un ademán — después de esa actuación Kisumi no dijo nada de intentar conducir de nuevo — y a meterse al auto.

Todo el camino de regreso a la comisaría transcurrió en silencio, incluso por parte de Rin. El muchacho no podía hacer otra cosa que observar con interés al policía moreno por el retrovisor, deseoso de que voltease sólo un segundo para decir cualquier cosa que pudiese ponerlo incómodo.

Diez calles —las contó — pasaron sin que el oficial se dignara a darle una mirada. Ni siquiera fingió vigilarlo, como diciéndole “no creo que me des problemas” deliberadamente. Un insulto, si le preguntaban a Rin.

 Pero entonces, llegando a un semáforo, sucedió.

Casi pudo jurar que sus ojos aguamarina lo miraron por un segundo de repente, pero cuando intentó pensar en algo insultante, su mente se vació de repente y tuvo que apartar la mirada.

No era la primera vez que lo arrestaban, pero sí la primera vez que eso le pasaba.

 

 

Notas finales:

¿Qué tal ha ido? 

Debo admitir que esto fue algo difícil gracias al comportamiento típico de un policía como Sousuke (que va de duro, que hace las cosas de acuerdo al manual, que es muy rudo, etc). En fin, que fue un poco complicado, dado que no soy policía y no sé el nombre de las cosas ni qué hay que hacer en qué casos. Si eres policía y lo que escribí arriba no tiene sentido, ahí me perdonas XD ¡Pero de verdad espero que haya resultado interesante! Fue divertido incluir por primera vez a Kisumi en uno de mis fanfics. El rosado éste es muy gracioso.

Por cierto, tomen en cuenta que la historia será de duración media. Bueno, cuando digo eso me refiero a que tendrá una duración aproximada de seis o siete capítulos. Esto está sujeto a cambios en la historia o a lo que me lleve explicar y desarrollar lo que necesito contar, así que quedan todos advertidos XD

Ya me contarán qué tal. Esperen drama y la presentación formal de ambos protagonistas en el siguiente capítulo.

¡Esperen el próximo con ansias!


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