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Until you fall por Marion_SxN

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Notas del capitulo:

     

Bien, aquí estoy diligentemente a mi palabra. Hoy subo el segundo capítulo. Aquí es donde las cosas se van a empezar a poner más interesantes.

Espero que les guste, no soy una increíble escritora pero espero que disfruten mi manera de relatar y que no se les haga muy tediosa.

Bueno, los dejo con la lectura.

Saludos.

Joey había dormido bastante mal. Cuando Mokuba le enseñó su habitación, una vez en su interior su TOC lo llevó a pasar alrededor de tres horas acomodando el contenido de su equipaje. El ropero que tenía la habitación era casi tan grande como el que había apartado Devlin para él, acomodó sus zapatos con un orden de tonos. Su ropa interior siempre estaba en el primer cajón y por lo visto ahora iba a poder guardar sus corbatas en una gaveta independiente de sus bóxers.

Al terminar de acomodar su ropa tomó un bolso de tela y lo abrió. Sus cejas se contrajeron en un gesto de dolor, ahí estaba lo que nunca iba a dejar. Pudo liberarse del anillo de compromiso que Duke le había regalado cerca de tres meses atrás, dejó atrás algunos recuerdos antes preciados pero eso que tenía en el bolso era algo de lo que jamás iba a poder desprenderse.

Un libro de tapa borrosa ocupaba gran parte del bolso. Sonrió tristemente al darse cuenta que antes ese obsequio lo hacía increíblemente feliz ahora le daba una angustia igual de grande. Cuando estaba esperando a Mokuba en sentado en la vereda lo había ojeado y no tuvo el valor de tirarlo a la basura. Ese libro se lo había obsequiado Devlin para su cumpleaños el primero año que empezaron a salir, era el mismo libro que le su abuela le leía cuando niño.

Se sentó en el suelo de la habitación cerrando los ojos y pasando una mano por estos con un gesto cansado. Le dolió el pómulo cuando presionó demás sobre el hematoma.

Tenía que dormir algo el día iba a ser ajetreado, debía llamar a la universidad, mandar una carta a la compañía de celular ordenando el cambio de dirección y terminar un trabajo extenso. Sería más sencillo hacer todos los trámites personalmente pero estaba seguro que de solo pisar la universidad los periodistas se le iban a ir encima y prefería estar alejado de las personas, después de todo su ubicación significaría dinero fácil para algún cotilla. Desde el momento en que Devlin hizo pública su relación su vida ya no era privada, durante años había estado bien ya que su novio no se avergonzaba para nada de él, solía comprarle ropas de diseñadores presumiéndolo en cada fiesta de etiqueta. No eran muy dados a la muestras de cariño en público, solo se abrazaban ligeramente, pero cuando aparecía un sujeto que empezaba a coquetearle Duke se mostraba en extremo cariñoso.

Sabía que era atractivo, él era toda humildad pero la gente no dejaba de decírselo afanosamente, y claro el hecho que su descendencia es nórdica lo volvía un candidato en potencia. Su popularidad fue en crece, las mujeres hablaban de su atractivo, los hombres también e incluso hablaban de su conocimiento en muchas artes. No había mucho que decir de un pobre chico de barrio que consiguió una beca, solo lo justo y lo necesario. Al cabo de un tiempo se había convertido en un personaje del que hablaban en los medios, incluso más cuando observaron el anillo de plata en su dedo anular y estalló la noticia del compromiso.

-Solo duró tres meses- apoyó la espalda contra la cama- ¿Por qué me hiciste esto, Devlin? ¿Para qué darme esperanzas si me estabas a engañando?

Sus ojos se fueron cerrando victimas del cansancio y se quedó dormido.

Abrió con fatiga los ojos, enfocó a su alrededor y descubrió que estaba al nivel del suelo. Lentamente elevó la cabeza, tenía una increíble contractura por la posición y el cuello le dolía horrores. Giró su cabeza haciéndosela crujir para luego soltar un suspiro aliviado.

Encontró su celular y observó que eran las seis de la mañana. Se levantó del suelo ayudándose con el borde de la cama, tenía las piernas débiles, gateo sobre esta y se acostó boca abajo dispuesto a dormir un poco más pero recordó que tenía bastantes actividades en el día y que lo mejor era hacerlo temprano después de desayunar.

Caminó hacia el ropero y buscó la ropa que se iba a poner para proceder a vestirse. Fue hacía el pequeño baño y se lavó la cara para despabilarse, se vio en el espejo y se rozó la barbilla descubriendo que ni tenía ni una marca de bozo. Se veía terrible, las ojeras, la mejilla amoratada a hinchada y el labio partido, maldición si parecía que Rocky lo había apaleado. Salió por el pasillo y giró hacia donde estaba la escalera. Bajó por esta y al llegar al salón inferior encontró al servicio yendo de un lado a otro.

No había tenido tiempo de apreciar la entrada y era una mansión con todas las letras. Las paredes eran mitad estuco de color carmesí y mitad tablas en vertical, el piso era de granito pulido negro y una enorme alfombra adornada el comienzo de la escalera. En el techo había una enorme araña con cientos de cristales colgando, que reflejaban en todas las direcciones las luces de los focos pequeños en ella.

Habían entrado por la puerta que daba al estacionamiento por lo que no pudo apreciar la puerta de entrada, era doble y de pino con unos grabados estilo victoriano. El pomo era dorado y la manilla con forma de león parecía ser antigua.

-¿Joven?

-¿Sí?- la voz de la mujer lo había asustado, casi lo suficiente para hacerlo chillar de la sorpresa.

-Los jóvenes Kaiba despiertan dentro de una hora pero si usted desea desayunar antes podríamos prepararle algo.

-En ese caso los voy a ayudar- contestó el rubio sonriendo agradecido- No estoy acostumbrado a que me atiendan.

-No es necesario, nosotros estamos para servirle- sonrió en respuesta- Que diría el señor Kaiba si lo ve ayudándonos.

-Solo... Solo porque me siento mal ¿de acuerdo?- se sonrojó ligeramente siguiéndola- Pero mañana no se va a repetir.

 

 

                                                               .                              .                              .

 

 

La mañana atravesó la ventana con potentes rayos, augurando un día brillante y hermoso. La cama que estaba un poco más lejos era de algarrobo, una cama de dos plazas y media, con una cabecera laqueada y antigua, una colcha de color azul marino formaba parte del juego que hacía con la manta sobre ella, y el ausente dueño se encontraba en la ducha preparándose para comenzar la jornada. Un traje añil colgaba de la puerta del baño, prolijamente acomodado y planchado. Pronto el  sonido de la ducha dejó de oírse y la puerta se abrió dejando a la vista el cuerpo de un muchacho. Sus cabellos castaños caían tapando sus ojos con ligereza y su torso aun estaba húmedo, blanco como el mármol y musculoso como las estatuas de los guerreros griegos, un slip negro cubría su intimidad, apreciándose sus piernas blancas y vigorosas. Su mirada se hallaba perdida en la ventana, lentamente comenzó a vestirse. El resto de la habitación estaba cuidadosamente ordenada, un pequeño espejo estaba en el lado contrario de la cama y en la cómoda varios perfumes se hallaban prolijamente ubicados.

En el momento en que terminó de vestirse se acomodó la corbata y el cuello de la camisa. Se acercó al mueble y se atomizó perfume en su cuello. Cerró su puerta con llave, guardándola en el bolsillo de su saco, al girar se encontró con su hermano, el cual sonrió feliz y comenzó a contarle cientos de cosas.

Mientras bajaban la escalera Mokuba le dijo que tenía una reunión después de clases con un grupo de estudio, llevaba su maletín en su mano izquierda y un largo saco en la derecha. Al llegar a la cocina ambos muchachos se sentaron en la mesa, el CEO notó que el amigo de su hermano estaba sentando en la mesa, acompañándolos en el desayuno. E incluso parecía haberse despertado antes que ellos.

—Buenos días, Joey— saludó el menor de los Kaiba cuando se sentó en la mesa y corría la silla para acercarse a la mesa.

—Buenos días, Mokuba— levantó la mirada del libro para sonreírle tímidamente. Seto simplemente lo observó con desdén pero inclinando la cabeza a modo de saludo, el rubio imitó el gesto.

Dejó el libro sobre la mesa señalando la hoja con una cinta roja, bebió la taza de café con delicadeza, para luego cortar los panqueques que le sirvieron los cocineros. Kaiba estaba un poco sorprendido por los modales que tenía el rubio, estaban los cubiertos acomodados como en un elegante restaurante y sus codos apoyados en la mesa con estilo casi militar. Bebió su café con la mirada en el rostro del rubio, sus ojos azules no perdían detalle. Tenía unas ojeras considerables y las lesiones en su rostro se notaban más dolorosas. De pronto los dorados irises del güero se separaron del plato para fundirse con los del castaño quien, pese a la incomodidad de haber sido descubierto, no la desvió. Sin hacer ningún otro gesto el invitado volvió su mirada a la mesa aunque sus movimientos se volvieron más lentos y un casi imperceptible sonrojo coloreo sus pómulos.

Una vez terminado el café el mayor de los Kaiba se levantó de la mesa con la mirada de su hermano clavada en él. Mokuba le preguntaba silenciosamente a donde iba, éste sonrió quedamente y lo despeinó como si aun fuera un niño.

-Hey- se quejó acomodando su cabello y volviendo la vista avergonzada al descubrir al rubio reírse con ligereza.

—Ve a buscar tu mochila y te llevó al centro comercial— Mokuba sonrió y se encaminó a buscar sus cosas.

Joey fijó la mirada en el menor hasta que se perdió en la escalera. Volvió a mirar el libro con una sonrisa que él consideró nostálgica mientras se levantaba de la mesa, agradeciendo el desayuno y dejando los platos preparados para llevarlos a la cocina, juntos los cubiertos de ambos hermanos y se dispuso a llevarlos.

Kaiba observaba todo con desgana pero con una curiosidad impropia de él, no le gustaba admitirlo pero ese muchacho resultaba interesante, no haberse acercado tanto a otros muchachos con la edad de Mokuba le hacía preguntarse qué tipo de comportamiento tenían los demás chicos y si Joey era un ejemplar difícil de contemplar.  

Lo sacó de sus cavilaciones el sonido de la silla corriéndose cuando el rubio la empujó con sus caderas una vez que volvió de la cocina y se acercó a su lugar tomando su libro para luego en silencio dirigirse a la escalera. Se giró sobre sus talones a mitad de camino.

—Gracias, Kaiba— mostró una sonrisa agradecida— Si no fuera por usted, estaría en la calle, por el momento me voy a retirar, tengo que buscar papeles y mandar una carta. Hasta luego.

Kaiba se quedó en silencio mientras la grácil figura de Joey se perdía en el comienzo de los escalones, el rubio tenía una buena educación, vestía bien, su piel era pálida pero con un sutil tono dorado. Desde que estaba en la mansión cada vez que estaba cerca sus ojos no hacían más que analizar todo lo que correspondía al rubio.

 Quedó estancado al pensar en el físico de Joey, era atrayente, todo en él lo era, el movimiento de sus manos al hablar, la forma almendrada de sus ojos, sus cejas, su redondo rostro, una nariz respingada, labios rosas y llenos aunque el superior más que el inferior, pómulos marcados, su cuello era estilizado como el de un cisne y lo acompañaba con el resto de su espigado cuerpo. La piel de su rostro era suave, ni siquiera tenía las marcas del crecimiento del vello, no había ni una imperfección, ninguna mancha, no había granos, lo único que invadía esa piel era un lunar exquisitamente ubicado en su mentón. El color rubio de su cabello era natural, sus pestañas eran ambarinas como el sol y sus cejas de igual tono, la belleza que poseía ese muchacho era solo la que correspondía a los fascinantes nórdicos, una inusual belleza en el país nipón.

Una vez sus pensamientos se detuvieron de nueva cuenta en los labios del rubio, decidió pensar en otros temas, sabía que ese chico parecía atraerlo de un modo extraño, aunque no sabía en qué clase de hechizo parecía tener. Una vez que el rubio desapareció en el primer piso, Mokuba bajó las escaleras sonriendo con su bolso en el hombro. Seto estaba seguro que pese a toda la ropa cara y elegante que pudiera comprarle, su hermano siempre iba a preferir vestirse con pantalones de jean y un par de tenis acompañando el color de su sudadera.

—Por lo visto sin importar cuanta ropa te compre, siempre vas a vestir así...— ladeó una sonrisa mientras metía la mano en su bolsillo.

—Estoy cómodo con esto. ¿Qué vas a hacer esta noche?— al mayor le dio curiosidad la pregunta por lo cual simplemente frunció sus hombros y comenzó a caminar hacia la puerta.

—Solo estaré en el estudio. Tengo que encontrar algunos pasajes del código legal para un contrato.

—Veo... Porque hoy quería salir con mis compañeros de la universidad, vamos a ir a una reunión con alumnos de otras universidades— el menor se sonrojo ligeramente mientras sonreía.

—¿Vas a ir solo?— Kaiba se sentía un poco entrometido pero quería estar seguro.

—Sí, Joey tiene que entregar un trabajo esta semana— se acomodó el bolso en el hombro— Es muy responsable y no puede bajar las notas del cuatrimestre, es un becado y no quiere perderla, no cuando le costó tanto tenerla.

Kaiba simplemente estuvo en silencio mientras subía al BMW negro, encendió el motor escuchando como los nueve caballos de fuerza ronroneaban al son de la aceleración. El otro estaba contento, su hermano mayor parecía más relajado que otros días y el estaba contento porque Joey estaba en su casa. Las cosas parecían estar andando sobre ruedas, había tenido algunos días solitarios donde su único consuelo eran las horas que pasaba junto a Joey en la universidad y las distracciones que significaban estos momentos. Kaiba había cerrado un gran trato con una empresa americana y desde entonces estaba más tiempo en la mansión, un respiro para su a veces tan desolado corazón.

 

 

                                                              

 

 

 

 

.                              .                              .

 

 

El día pasaba lento entre trámite y trámite. Salió de la mansión en cuanto Kaiba y Mokuba se marcharon, estaba caminando por la avenida principal yendo directamente a la biblioteca pública, no podía ir a la universidad por el asunto de la infidelidad y los paparazzi. Tenía dudas si Devlin lo había buscado o si lo estaba buscando, el primer lugar que buscaría es en la universidad.

Una parte de él albergaba la esperanza de que lo buscara, que mostrara que lo extrañaba que lo amaba, pero las imágenes de las fotos aplacaban cada pensamiento amoroso.

Pateó un montículo de nieve con ira, deshaciéndola en pedazos pequeños. Metió las manos en los bolsillos de su saco con fuerza y hundió la cabeza dentro del cuello alto bufando. Se detuvo en el semáforo esperando la luz verde cuando su móvil sonó, lo sacó del bolsillo trasero y observó que era de un número privado. Normalmente no habría respondido pero la curiosidad fue más.

-¿Hola?- casi susurró.

-Buenas tardes. Lo estamos llamando de la agencia “Starlight”, estábamos interesados en usted para que sea parte de nuestro selectísimo staff. Nuestra empresa se encarga de elegir a los rostros que representan las marcas más famosas. Dior, Armani, Dolce & Gabbana, son algunas de las marcas que representamos.

-Excelente broma, quien seas- el rubio rió amargo- Es muy original eso de la agencia--

-Estamos sinceramente interesados en usted joven Joseph Wheeler. Nos gustaría que venga a la oficina y le daremos más detalles de cuál será su papel si acepta un contrato con nosotros.

La boca de Joey se secó súbitamente y sintió que el aire no le era suficiente. Se apoyó contra la pared de un viejo edificio meditando y dudando si esto era una broma o no. La muchacha del otro lado de la línea esperaba pacientemente la respuesta sin prestar atención al tiempo que se estaba tomando el otro en contestar.

Se pasó una mano por la boca con aire ansioso y dubitativo pero finalmente aspiró aire preparando su respuesta.

-N-no entiendo muy bien el interés en mí pero estoy dispuesto a escucharlos.

-Excelente. Voy a proceder a darle la dirección de la agencia y la hora en la cual debe concurrir para informarlo más- aguardó que la muchacha siguiera y solo se oía el sonido de tecleo- Me acaban de informar que aguardan ansiosos que se presente y quisieran que sea hoy mismo si es posible.

Joey se congeló, no entendía porque la urgencia de citarlo tan pronto. Por unos días no iba a ir a la universidad, ya había hablado con el decano y había sido comprensivo con él. El director lo apreciaba al igual que sus profesores, era responsable y siempre estaba en los primeros tres puestos en las notas. Por primera vez después de dos años en la universidad debía ausentarse por motivos personales. Quizás este momento sería el que marcaría el resto de su vida.

-Está bien...- el rubio miró al cielo que estaba nublándose nuevamente.

 

 

                                                               .                              .                              .

      

 

Las calles de la ciudad extrañamente estaban repletas de personas, todos yendo de un lado a otro, atareados y otros andando tranquilos luciendo sin preocupaciones. Kaiba no se hallaba entre tanta muchedumbre, le gustaba la soledad a las fiestas, los libros a las personas, a su hermano por encima de muchas cosas y por suerte su automóvil era una buena manera de alejarse del gentío de la calle. Manejó hasta la estación del centro comercial donde se detuvo y observó a Mokuba.

—¿A qué hora volverás a casa?— preguntó rápidamente antes de que el menor se aleje del auto.

—Antes de las once seguro, pienso llamar a Roland para que me pase a buscar— se inclinó sobre la ventana— Sabes que nunca pienso andar solo por la calle, menos sabiendo que mi hermano es un multimillonario.

Seto asintió, llevó sus manos al cabello negro de su hermano para revolver su cabello quien simplemente gruño un ligero “Ey” con una sonrisa en su rostro yendo al interior del gran edificio. Espero un tiempo antes de arrancar el vehículo y mientras se dirigía a la barrera entre la calle y el estacionamiento vio como su hermano se perdía en espejo retrovisor y lo saludaba, fijó su mirada de nueva cuenta en el camino pensando en los asuntos que tenía que solucionar en la empresa, la venta de las acciones habían subido considerablemente este mes por lo tanto tenía una tonelada de papeles para firmar. Apretó con fuerza el volante cuando una punzada atacó su bajo vientre.

—Debo cuidar más mi dieta— se quejó una vez desapareció el dolor. Apretó el acelerador con un poco más de fuerza una vez llegó a la autopista.

 

 

                                                              

                                                               .                              .                              .

 

 

Joey bajó del taxi frente a una puerta doble de vidrio, la agencia en realidad estaba bastante oculta, le costó trabajo encontrar un indicio de que esa era la dirección y que no estaba entrando a un lugar donde le robarían los órganos. Se frotó el cuello claramente nervioso y observó que un precioso muchacho salía del interior del edificio, eso le indico que el lugar era seguro. El chico que acababa de salir lo observó fijamente, se sonrojó con ligereza, no era que le molestara la atención pero que un muchacho tan lindo lo notase lo cohibía. Caminó al interior del local y las puertas corredizas se abrieron inmediatamente, el aire caliente del interior lo golpeó provocando que empezara a sudar por los nervios y el cambio repentino de temperatura.

Observó alrededor y encontró que habían cartel de lona con fotos de muchachos así como de chicas, todo posando con marcas que Joey conocía y de las cuales tenía una que otra prenda. Estaba desconcertado por la calidad de belleza que habían en los rostros de los modelos, la mayoría eran japoneses y algún que otro chico de apariencia occidental. Llegó al final del local y encontró un buró enorme con el nombre de la empresa y detrás una secretaría digna de una publicidad.

La chica al percatarse de su presencia levantó la mirada de la pantalla del ordenador y su boca se abrió ligeramente, parecía sorprendida. Se acercó un poco más y apoyó las manos en el mueble hablando.

-Hola- sonrió quedamente- ¿Hoy concertaron una cita a nombre de Joseph Wheeler?

La chica no parecía salir del estupor, aun tenía la boca abierta y sus manos habían quedado estáticas sobre el teclado. Joey sintió una oleada de calor en sus mejillas y el sudor parecía aumentar dentro de sus abrigadas prendas. Carraspeó para llamar la atención de la chica que parpadeó recobrando el sentido y luego bajó la mirada a la pantalla.

-Lamento mi reacción pero... Cielos que eres lindo- lo miró por encima de la espesa fila de pestañas- Con razón los jefes están tan apurados en tenerte en la nómina.

El rubio permaneció en silencio, lamió su labio inferior esperando.

-Definitivamente las fotos no te hacen justicia- sonrió coqueta- Es lamentable que seas gay pero creo que nuestros jefes piensan usar eso para la publicidad. Pasa- le indicó la chica- Al final del pasillo encontraras una puerta de madera, toca dos veces.

-Gracias- Joey estaba tan nervioso que al sonreír solo formo una mueca parecida- Ahmm...

-Ayumi- sonrió la chica mientras atendía una llamada.

Caminó por el pasillo que le indicó la muchacha y caminó a lo largo de éste. Más fotos adornaban las paredes del corredor. En ellas los modelos estaban acompañados de figuras importantes tanto de la política como de la farándula. La que más le llamo la atención fue una foto donde un grupo de modelos estaba posando junto a Taro Okamoto*, en ella el artista vanguardista posó mostrando sus manos llenas de acrílico. Joey sonrió al ver la pose bastante curiosa que tenían los modelos, sus cuerpos estaban pintados con figuras casi geométricas entendiendo por completo que era un diseño del artista plástico.

Siguió su camino se detuvo frente a la puerta de madera, se enderezó luego de aspirar una gran cantidad de aire y trató calmarse para dejar de sudar. Golpeó dos veces y espero.

La puerta se abrió y detrás de ésta vio lo que consideró una representación de cómo debió ser Adonis en la mitología. La visión fue tan impresionante que sus ojos se abrieron desconcertados y jadeó atónito. El hombre debía de tener alrededor de treinta años, su mandíbula era cuadrada, su recta nariz bajaba en un ángulo perfecto de noventa grados, sus ojos eran almendrados de un intenso color plata y su piel era de color melocotón. Su cabellera rubia caía sobre su frente en unos largos mechones ligeramente rizado y largo hasta la nuca. Su cuerpo atlético, de espalda ancha y cadera angosta estaba envuelta en un traje de Hugo Boss. 

-La secretaria me informó que venías- sonrió suavemente haciéndose a un lado para que pasara, el ojimiel ingresó aun sorprendido, el Adonis caminó hacia el escritorio de roble y se sentó detrás observándolo- Siéntate, por favor.

Joey caminó hasta la silla frente al mueble y se sentó aguardando. Era la primera vez que veía a un sujeto tan hermoso, era de esos muchachos que estaban en las tapas de revistas, en publicidades y en pasarelas, seguro lo ponían hasta en la sopa. El hombre frente a él se inclinó hacia delante y abrió una carpeta de color rojo.

-Supongo es raro que una agencia de la cual jamás escuchaste súbitamente te llame- sonrió con ligereza, más bien hizo una mueca sexy- La verdad es que estuvimos observándote desde hace un tiempo atrás, las personas suelen tomarte fotos y hay un sitio donde tus fotos son exclusivas.

-¿Q-Qué?- aún estaba atónito y solo escuchó una cuarta parte. Con un dedo tiró del cuello de la campera lo suficiente para que entrara algo de aire, sentía un hervidero dentro de la ropa.

-Deja tu campera detrás del respaldo, el aire acondicionado está alto aquí- cruzó sus dedos sobre la mesa- Las marcas que representamos en estos momento están exigiendo un nuevo rostro, uno que no se haya visto.

-Disculpe pero ¿eso que tiene que ver conmigo?- Joey no entendía, seguro había cientos de muchachos más atractivos que él por lo que no había necesidad de contactarlo.

-Los requisitos que piden estas marcas es que sea japonés de procedencia nórdica- el joven se acomodó un rizo detrás de su oreja- Por lo tanto tiene todo que ver contigo. Las personas te han votado como un muchacho de belleza exótica, tu estilo de vestir es imitado por la juventud y la popularidad que tienes es notable.

-Señor...

-Llámame Hideki- acotó Adonis sonriendo.

-Señor Hideki- continuó el rubio poniendo las manos sobre su regazo- No sé si se habrá enterado pero recientemente me vi envuelto en un escándalo cuando mi ahora ex me engaño y-- 

-Lo sé todo, muchacho- se paró y caminó detrás del escritorio con las manos en su espalda- Lo que tú no sabes es que la gente se inclina a tu favor, te quieren incluso más.

-No entiendo el punto- el rubio empezaba a delirar ¿Cuál era el propósito de la entrevista?

-El punto es que podemos aprovechar tu popularidad y lanzarte al mercado con tal éxito que las marcas van a pelearse por tenerte en sus publicidades- los ojos plateados del hombre brillaron con expectación- No solo eres hermoso Joseph sino que tienes el cariño de la gente ¿sabes lo difícil que es para algunos tener ambas?

Los ojos ambarinos de Joey se fijaron en la figura del mayor y luego se clavaron en sus manos. Nunca hubiera considerado enfrentarse a esa situación, estaba bastante ofendido por el hecho de que todo el asunto se hiciera público pero aparentemente había algo más allá de la ofensa. Hideki consideraba todo eso beneficioso, veía el lado positivo.

Joey se hallaba tan metido en la mierda de la “cosa” que no se había detenido a pensar en que sería después de que el escándalo se olvide. Obviamente la gente lo reconocería, se lamentarían por él pero definitivamente no lo odiarían. Pensó en Devlin, que quizás el también iba a ser asediado por la prensa, sonrió al pensar en el mal rato que iba a pasar, él simplemente desaparecía de los dos lugares que más visitaba y le perderían el rastro mientras que el empresario no tendría un lugar en el cual refugiarse. Un regocijo consolador rodeó a Joey satisfaciendo una veta sádica en su interior.

Pero tendría que tomar una decisión, lo que Hideki le estaba ofreciendo era algo grande y había depositado en él la confianza y la seguridad que le estaba haciendo falta para tomar el rumbo de su vida. Sabía lo que quería ser, no iba a dejar la universidad y claramente iba a tratar de alargar su estadía en el restaurante donde estaba.

-Señor Hideki- frotó sus manos y clavó la mirada en los tormentosos del otro rubio- Voy a hacer todo lo que usted requiera.

El muchacho detrás del escritorio hizo una mueca de satisfacción que llegó al punto de ser seductora. Joey tragó saliva, era un misterio lo que seguiría desde aquí.     

 

 

                                                               .                              .                              .          

 

 

Seto regresaba de KaibaCorp considerablemente cansado, más que otros días. Se tronó el cuello con saña mientras su cintura le punzaba, aunque tenía una silla reclinable y comodísima el estar en la misma posición por casi diez horas no era tampoco el mejor lugar. Recientemente había dejado de fumar cuando su doctor se lo recomendó, había dejado un vicio que le quitaba el stress del día. Se la pasaba el día mascando chicles de nicotina y tomando una pastilla que lo ayudaba a dejarlo.

Se detuvo en un semáforo en rojo y tamborileo los dedos en el volante, mientras se inclinaba hacia delante para mirar por el parabrisas al cielo y bufó. Solo quería llegar y relajarse, quizás poder sentarse, ducharse largamente y relajar sus hombros en la almohada terapéutica. Suspiró con los ojos cerrados y sus labios se sacudieron en un sonido raro cuando el aire pasó entre ellos.

El cielo estaba amenazando con una tormenta de invierno que auguraba mucho frío y mucha nieve, por suerte Mokuba había hablado con Roland, giró el volante en dirección a la mansión y el guardia que controlaba la entrada le abrió el portón. Una vez llegó al estacionamiento se bajó con rapidez y se introdujo dentro de la casa.

—Son las ocho y ya está muy oscuro— miró el cielo que se asomaba por la ventana, mientras una de sus empleadas le ofrecía unas toallas calientes, siempre las rechazaba pero ese día estaba particularmente cansado y más sensible al clima. Se quitó el largo saco y se lo entregó a la criada.

Atravesó el comedor mientras se ponía la toalla en la cabeza y se dirigió hacia las enormes escaleras de madera, se colocó la otra tela en sus hombros adoloridos al llegar frente a su habitación, sacó las llaves y la abrió con parsimonia disfrutando cada momento. La cama de agua lo estaba esperando y su almohada igual, caminó hacia los pies de la cama y se arrojó de espalda sobre ésta, el aire de sus pulmones salió, acompañó ese claro gesto de relajación sacándose los caros zapatos de cuero que hicieron un sonido hueco al caer en el piso flotante. Durante unos segundos dejó sus ojos cerrados y dejó de pensar.

Esos preciados instantes en que dejaba de ser el empresario para no ser nadie eran escasos en la rutina de Seto, las obligaciones y responsabilidades lo atosigaban a todas horas y en todo momento. Se enderezó en la cama y se levantó yendo hacia el ropero para buscar la ropa que iba a ponerse luego de la ducha, se encaminó al baño privado y abrió la canilla del agua caliente para introducirse debajo del chorro relajante, lavó su cuerpo con lentitud y sus cabellos gozando la calma y la tibieza acariciando sus músculos. Al salir y terminar de secarse se colocó un bóxer azul y un pantalón de mezclilla y una camisa blanca. Se colocó unos mocasines marrones y fue a la biblioteca a buscar esos segmentos que le faltaban.

 

 

                                                               .                              .                              .

 

 

Joey acababa de llegar de la reunión y su ahora jefe, el señor Hideki, le había dicho que el día siguiente debía presentarse nuevamente en la oficina pero que esta vez estaría toda la jornada internado en una peluquería y un centro de cosmética, donde limpiarían su cutis y harían de su persona otra más bella.

Suspiró al recordar que había ido a la biblioteca y esta estaba cerrada. La cita con la agencia había durado más de lo previsto. Necesitaba encontrar esa información para terminar el trabajo que es parte de la nota del cuatrimestre.

Atravesó el jardín luego de que el portero le abriera y se deslizó dentro de la mansión. Las chicas del servicio le habían ofrecido algo para beber pero tenía el estómago tan distendido que si forzaba algo dentro lo vomitaría. Se dirigió con pasos apresurados a su habitación y dentro dejó su mochila y el saco. Se deshizo de sus zapatos para colocarse algo más cómodo y se disponía a preguntar a una de las mucamas el baño principal o cualquier sitio donde pudiera quitarse el sudor.

Estaba andando con pasos apresurados cuando diviso a lo lejos una puerta entreabierta, se lamió el labio nervioso y observó en todas direcciones para divisar si había alguien que pudiese llamarle la atención. Lento caminó hacia la puerta y al llegar la abrió observando en su interior.  

Era una biblioteca enorme, incluso más grande que la de la ciudad. Joey entró y se paró casi en el centro de la sala con los ojos iluminados y la mandíbula desencajada, el piso era de madera y debajo un pequeño tapete circular le daba la bienvenida. La iluminación con bombillas blancas tenían forma de velas puestas estratégicamente en distintos puntos. Sillones de tapizado de cuero marrón en las esquinas de los libreros solo hacían lucir la pieza aun más exquisita. Los estantes medían aproximadamente cuatro metros cada uno.

Una escalera caracol de madera estaba situada en la otra punta de la gigantesca habitación, los anaqueles seguían hasta casi un piso más. Las repisas de madera tenían pequeñas placas de bronces con el grabado de la sesión a la que pertenecían, los respaldos de los libros eran de distintos idiomas y de distintos países. Caminó un poco más allá de la entrada y se veía una pequeña sesión con libros de literatura de autores que muy pocos conocían.

Sus pasos iban de un lugar al otro, simplemente caminando dos metros y volviendo esos dos metro hacia el principio en sus pasos.

Se aproximó al escaparate más cercano y encontró un libro en alemán, tiró de él hasta sacarlo del todo y no se asombró al descubrir que era primera edición. Definitivamente los Kaiba tenían cientos de títulos y Joey comprendía porque Mokuba no necesitaba ir a la biblioteca de la ciudad o a la de la universidad.

Escuchó unos sonidos en el fondo, levantó la vista del libro frunciendo el entre cejo curioso, el ruido que había escuchado se volvió a repetir. Sintiéndose ligeramente asustado, dio un paso y la madera crujió debajo de sus zapatos haciéndolo sobresaltarse. Debía admitir que en la noche el lugar era digno de una película de terror y no conocía el lugar. Caminó acercándose donde escuchó el ruido pero no vio nada. Volteó de un lado a otro frunciendo la boca.

-Hola- la voz de Kaiba hizo chillar de sorpresa a Joey que retrocedió bruscamente golpeando su espalda contra un librero.

Las manos del rubio estaban tapando su boca recuperándose de la impresión mientras sus pupilas caramelo se elevaban hasta dar con el dueño de la voz. Kaiba estaba sobre una escalera en la cima de un escaparate con dos libros en su mano. Sus ojos lo observan con una tangible curiosidad.

-Lo-Losientomucho- pronunció atropelladamente tratando de disculparse por haber invadido un lugar aparentemente privado.

—Veo que encontraste el libro de Le blanc*...— el tono de Kaiba lo relajó pero sin quitarle la vergüenza— Uno de los primeros libros que conseguí después de que mi padre me regalara la biblioteca.

Los pasos de Kaiba se oían bajar de la escalera y Joey tragó nervioso, expectante de lo que iba a ocurrir. El CEO se acercó lo suficiente y el rubio observó desde una escaza distancia los colores añil en los ojos de éste, tenían pintitas negras alrededor del iris invadiendo el azul eléctrico. Dio un respingo cuando Seto puso su mano grande y masculina en su hombro para tranquilizarlo acompañando el gesto con una sonrisa tranquila y segura. El rubio notó que definitivamente Kaiba era diferente de cómo se lo imaginaba y que su sonrisa era bella. 

—¿Te sientes bien?— preguntó el mayor cuando vio el color fuerte en las mejillas del otro. Sus pómulos aun estaban encendidos.

—Si... Es que... No sabía que estaba aquí... No hubiera entrado— apuntó a la puerta y continuó con su relato— La puerta estaba entreabierta y simplemente... Vi dentro...

—Está bien— tranquilizó — Muy pocas veces tengo compañía aquí, Mokuba prefiere lo social que lo intelectual...

—Sí, lo sé. Siempre me llevé mejor con los libros que con las personas...— agarró el lomo del libro y lo acarició, sintiendo la superficie irregular del cuero. Las letras grabadas doradas anunciaban el titulo— La literatura es mi hobbie y el arte mí pasión, es una buena manera de estar un poco alejado del bullicio.

Observó alrededor pensando en lo cómodo que se sentía rodeado de textos, gustaba de leer extensas novelas; históricas, dramáticas, románticas. Todo un mundo de tramas en ellos, personajes a los cuales comprender e identificarse. El aroma de los impresos antiguos era su favorito.

Notó que la mirada del Kaiba se había clavado en él fijamente como esperando algo. Volvió la mirada al pasillo, el silencio lo estaba matando, no solo había entrado sin permiso sino que quizás estaba molestando al dueño de la casa que tan amablemente le dio asilo. Se frotó el antebrazo y carraspeó suavemente.

-Supongo que estaba ocupado y lo interrumpí- miró sus pies como si fueran lo más interesante del mundo.

-Mokuba me dijo que eres un becado- el castaño caminó hasta el escritorio que recién veía y dejó los libros en el. Se giró y se recargó- ¿No tienes universidad hoy?

-Si...- Joey sonrió abatido- Pero no voy a poder asistir hasta que el escándalo pase. La prensa va a estar dando vuelta alrededor como buitres esperándome. Hablé con el decano y los profesores me permitieron ausentarme. Tengo algunos trabajos que hacer pero debido a un compromiso no llegué a la biblioteca.    

—Ya veo- contestó quedamente el CEO, cruzó sus brazos sobre el pecho y continuó- Bueno, como te estás quedando aquí puedes venir cuando quieras.

Joey se sorprendió un poco, quizás Kaiba había visto la necesidad y la preocupación en él, sonrió radiante.

-Gracias- la sonrisa agradecía de Joey se vio relajada y hasta satisfecha.

El castaño simplemente asintió girando alrededor del buró para comenzar a revisar los libros. Joey estaba por comenzar a moverse pero la voz grave del otro detuvo su paseo.

-Cuando estudiaba en la universidad gemela nunca encontraba los libros que necesitaba y al final terminaba viniendo acá a terminar los trabajos.

-¿Ya terminaste la carrera?- preguntó Joey curioso, sabía que Kaiba había estudiado en la misma universidad que él ¿Cuántos años tendrá?

-Mi segundo doctorado, el año pasado- una sonrisa soberbia adornó el atractivo rostro de Kaiba.

Sus cejas de Joey se elevaron sorprendidas. Eso respondía la pregunta de su edad, debería tener más de treinta años pero vaya que se veía joven y atractivo. No se había puesto a pensar sobre el físico del castaño, era atrayente. Pensó en el sujeto de la agencia era precioso pero comparándolo con Kaiba con su porte, su postura recta y sus piernas fuertes Hideki no se le acercaba a la belleza arrogante del CEO. El castaño tenía el aura de un gigoló, despedía feromonas y seducción por cada porción de su cuerpo. 

¿Qué esconderá el sujeto debajo de toda esa ropa de marca?

Seguro que debajo era tan sugestivo como lo imaginaba. Joey solo conocía el toque del cuerpo de Duke, él había sido el único sujeto con el que había tenido relaciones. Se preguntaba cómo sería tener sexo con Kaiba. Apostaba que era rudo e intenso, que sería dominante y controlador, le ordenaría ponerse en cuatro y lo clavaría profundo hasta sacarle los sesos. Miró con disimulo la entrepierna de éste y por el tamaño de sus zapatos tendría un arma de altísimo calibre.

Cerró sus piernas tratando de esconder la media erección. Se sonrojó y volvió la mirada avergonzado por sus pensamientos sucios.

-Mh...- el rubio llamó la atención del castaño que lo observó fijamente- Voy... Voy a retirarme.

-Está bien- volvió sus ojos añiles al libro- Recuerda que puedes venir cuando gustes. No tienes que pedir permiso.

-Aha- contestó Joey- Gracias, Kaiba-san.

Joey caminó presuroso a la salida de la habitación. Necesitaba ducharse, ahora aun más y con agua muy helada.

 

 

 

Notas finales:

Este es el inicio de un nuevo Joey. Después de todo lo que le había ocurrido, finalmente su vida empezaba a tener un buen camino, todo auguraba que iba encontrar algo satisfactorio de todo lo ocurrido.

Ahora algunas aclaraciones:

*Tarō Okamoto fue un artista japonés conocido por sus pinturas y esculturas abstractas y de vanguardia. Estudió en Panthéon-Sorbonne en los años 30, y realizó muchas obras después de la Segunda Guerra Mundial.

  1. Fecha de nacimiento: 26 de febrero de 1911, Kawasaki, Prefectura de Kanagawa, Japón
  2. Fecha de la muerte: 7 de enero de 1996
  3. Período: Nihonga
  4. EducaciónUniversidad de París

*Maurice Leblanc

Novelista

Maurice Leblanc nacido Maurice-Marie-Émile Leblanc; novelista y escritor francés de relatos cortos.

  1. Fecha de nacimiento: 11 de noviembre de 1864, Ruan, Francia
  2. Fecha de la muerte: 6 de noviembre de 1941, Perpiñán, Francia
  3. PelículasArsène LupinEl castillo de Cagliostro
  4. HermanosGeorgette Leblanc   Iris Azul en el lenguaje de las flores significa Noticias Placenteras    

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