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Una eternidad por dou-san

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Hace cientos de años, en los que los dioses bajaban a la tierra a saciar sus más oscuros deseos con los mortales, un dios bajo a la tierra esperanzado de divertirse, ese era el dios Hagoromo, hijo de la diosa Kaguya. Se queso 100 años en la tierra, pero no se divertía jugando con los humanos; causando vidas o muertes por igual, como lo hacían sus hermanos dioses. Más, fue después de esos 100 años que de entre los hombres nació un ser de gran talento e inteligencia, un hijo de campesino; Hamura.

Emprendió su habitual camino en el bosque y se encontró con el dios hagaromo, en su forma bestial; un zorro de fuego. Encantando por tal aparición, ignorante a lo que era el temor a un dios, se acercó con el brillo de la curiosidad resplandeciendo en sus ojos.

Hagaromo por primera vez se dejó acariciar por un ser humano.

Los años pasaron y Hamura creció hasta convertirse en un apuesto e inteligente joven, cautivado por la astucia del joven, el dios callo rendido al amor que encontró en el joven hijo de campesino.

Se demostraron el más profundo amor durante tres días y tres noches, entregándose a un cuerpo mortal y el mortal entregando su alma, su mente y todo al encanto que era su primer amor.

La fuerza de los dioses es fantástica, y tan misteriosa que hasta ellos desconocen los límites de la misma.

Hamura llevaba con sigo al hijo de un dios, hijo que se formaba en su interior, que aún no nacía, pero que llenaba su vida de alegría en sus campos.

Dispuesto a entregar la inmortalidad con tal de quedarse con su amor humano, Hagaromo confiesa su amor por el joven a su madre Kaguya.

Ella celosa y enloquecida, lo maldice a él, a su amor, y al fruto de ambos.

Y ante los ojos de su hijo, mendo a los campesinos a perseguir a Hamura, acabando con su vida y con la de su hijo no nato.

Acabado el dios lloro tres días y tres noches bajo el dios árbol, quien enternecido acabo con su sufrimiento.

Pero un dios no puede morir, y fue por eso que después de 100 años, dicho dios renació, buscando entre tantas almas mortales a su amor, esperando que renaciera al igual que él, y así unir sus vidas en la eternidad.

 


Sasuke quedó maravillado con la historia que un joven de cabellos castaños y una peculiar cicatriz que cruzaba su rostro, contaba a un grupo de niños, que al igual que él, quedo encantando con tan bella historia de amor.

- ¿volverán a encontrarse verdad iruka-sensei? -pregunto uno de los niños.

- por supuesto -respondió con voz amable- estamos en los tiempos donde se cumplen los cien años de espera. Quizás esta vez de entre las personitas que han nacido- le toco la nariz una pequeña que tenía en sentada en sus rodillas- este su gran amor.

El joven quedo en su lugar, mirando sin mirar, perdido en sus pensamientos.

- sasuke- la voz de su hermano lo trajo a la realidad, volteo a verlo- nos hospedaremos en este hotel.

- de acuerdo - respondió con simpleza.

Ambos, él y su hermano mayor itashi, eran exorcistas de demonios; se dedicaban a ir de poblado en poblado eliminando los pocos demonios mal intencionados que quedaban en la región.

Escasos, pero caros.

Ahora se encontraban en konoha, un tranquilo pueblo, donde si bien no tenían muchos espíritus problemasticos -ya habían eliminado una buena cantidad- el menor de los dos, se encontraba atraído por la historia que caracterizaba al pueblo de konoha.

Un dios enamorado.

Él era joven, hace poco había cumplido los 16 años, y quizás no entendía de sentimientos como las demás personas, pero al escuchar la historia... se sintió triste por primera vez desde que sus padres fueron asesinados por un demonio en discordia.

- entonces...-hablo su hermano antes de comer un poco de sus dangos- te gusta este lugar.- no fue una pregunta, fue una afirmación.

- es tranquilo- respondió- pero en todos loados recibimos el mismo trato.

- es inevitable Sasuke, dos chicos guapos caminando por el mundo, las jovencitas están deseosas de amarrar a un par de guapos aventureros- exclamo con suficiencia, mientras se arreglaba el kimono rojo para sacar de entre sus pliegues un cigarrillo.

- narcisista- respondió medio riendo, sabiendo que todo eso era una fingida egolatría. Era joven, sí, pero siempre ha mantenido la ilusión de encontrar el amor. A pesar de que a si mismo se catalogaba como un ser frio y calculador.- está oscureciendo.

- y hoy es luna llena.

A pesar de que la leyenda del dios no representaba una amenaza para los pobladores, no por eso bajarían la guardia, y por eso en cada luna llena -noche en que el dios se manifestaba en su forma bestial- todo debían guardar refugio en las casas y hoteles.

- duerme temprano hermanito- le despeino los cabellos azabaches, antes de correr como un niño, para no recibir la furia de su hermano menor.

- ...-

- ¿Sasuke? - al no escuchar su grito de impotencia- mayoría de las veces con su nombre- se preocupó -un poco- y volvió al salón principal, entonces...- ¿sasu...? ¡ah!-grito de dolor, una sandalia -pequeña- dio de lleno en su rostro.

- ajajaja -rio a carcajadas, jamás pensó que su hermano -el serio e imponente Itachi- cayera en una simple trampa como esa- y el niño soy yo.

- muy bien legolas - se burló su hermano, ese apodo nació debido a que un chico al verlo le dijo que parecía un elfo - el realidad dijo alfa, pero son detalles que a sasuke no le gusta recordar- es hora de dormir...- termino en un exagerado bostezo.

- hmp, ya vete idiota.

- no te enojes sauske, o tu piel se arrugara y ya no podrás enamorar con tu elfica belleza- una nueva sandalia cayo en su cabeza. Mejor no incordiar al felino.

- muy gracioso, comadreja.- ante ese último comentario se recostó en el futon, tapando su delgado cuerpo, debido a las frías brisas que entraban por la ventana.

La luna estaba sumamente hermosa desde la ventana, y un aullido lleno de dolor atravesó la noche.

- con que... un dios enamorado...- murmuro antes de caer en la inconciencia.

 

                                                                         NS

 


¡Estaba cerca!

¡Lo podía oler!

¡Su corazón se lo decía!

 

 

 

Entre ese espeso bosque, pasando por entre los árboles, un enorme zorro rojo corría siguiendo ese olor que hasta ese día no había olfateado jamás.

 

Orquídeas, bosque, viento, vida.

 

Apenas pudo percibir ese aroma en el aire, supo que ese ser quien estuvo buscando por casi toda una vida.

 

Cien años desde que nació.

 

Cien años en los que no dejo de buscar aquello que su alma tanto clamaba.

 

Se detuvo de golpe.

 

Estaba a la entrada del pueblo de konoha, jamás había cruzado ese invisible límite. Sin embargo, ahora, una fuerza que iba más allá de si mismo lo impulsaba a adentrarse entre las calles y seguir aquel aroma.

Los nidos de los humanos siempre han sido curiosos, pequeños para las crías, y pequeños para ellos mismo también. Aunque, en los días en que la diosa de los fríos y la nieve bajaba, las "casas" eran un buen refugio.

Sus gigantescas patas, hacían eco en las calles de tierra, lo llevaban a lugares cada vez más estrechos, donde su forma bestial no era capaz de pasar.

Lo peor era que en esos pequeños lugares era donde se concentraba el deli soso aroma.

Su forma animal era la que le daba la agudeza en los sentidos y poder seguir el olor, ahora si se volvía en su forma bípeda las posibilidades de encontrarlo se reducían considerablemente.

Soltó un gruñido que el silencio se llevó.

Miro a la luna en busca de ayuda, y se dio cuenta, no había nada en el techo. De un salto pudo sostenerse sin problemas y seguir el aromas hasta una calles más adentro, donde había nidos más juntos entre si y uno sobre otro.

Humanos raros.

 

Lo encontró.

 

Había aun lugar donde el aroma estaba en su concentración, con la ventana abierta dejando salir su aroma.

 

Dejo que las llamas lo invadieran, reduciendo su tamaño, volviendo un ser bípedo. Con destreza -digna de un parkour- se adentró a la habitación, un bulto estaba bajo las pieles de lanas y con cuidado las destapo lleno de ilusión. Al instante algo afilado rozo su mejilla.

Retrocedió de un salto y al levantar la mirada se encontró con la noche.

 

El joven que estaba en posición de defensa sobre la cama, con una daga de mango de plata en la mano - con eso le causo el corte- estaba con una ligera yukata de dormir, resaltando un delgado u ágil cuerpo, piel blanca y lisa, resplandeciente a la luz de la luna, labios delgados y del color de las flores más vivas acompañados de unos penetrantes y brillantes ojos negros, al igual que el cielo nocturno, y un cabello carbón que resaltaba cada una de las otras cualidades.

- ¿quién eres?- ese toque de amenaza en la voz hiso que una exquisito escalofrió recorriera su columna hasta la ingle.- debes ser un pervertido -dijo apuntando con la mirada la desnudes que dejaba ver a través de las sombras.

- tu... -fue todo lo que dijo antes de levantarse, mostrándose en todo su estatura ante el menor. Cuerpo bien formado, piel bronceada que le daba vigor a su musculatura, cabellos rubio como el sol y ojos brillantes y azules...

Sasuke lo miro extrañado. y al momento el rubio se abalanzo contra él.

El moreno lanzo dagas en su dirección ¡maldición! su tamaño no lo hacía lento para nada, es más, el condenado era demasiado rápido.

En un momento tuvo los ojos azules frente a frente y antes de que pudiera cubrirse con sus brazos, los del otro -completamente formados por horas de ejercicio-  le rodearon la cintura y unos labios se pegaron a los suyos.

- ¡mmmh! -grito dentro del beso, y quiso abrir la boca para poder morderlo.

 

Mala idea.

 

- ¡¡ahh!! -jadeo al sentir  como la lengua del otro se colaba en su cavidad, y las manos grandes y callosas empezaban a recorrer descaradamente su cuerpo.

 

El rubio se separó para tomar entre sus manos el blanquecino rostro y ver los hipnotizaste ojos del menor, quien jadeaba buscando aire.

 

- te encontré -beso sus mejillas- te encontré- beso su frente y luego un nuevo y casto beso en los labios para luego envolver al joven entre sus brazos- te encontré - dijo con la voz cortada.

 

Sasuke no sabía qué hacer, impactado por que el pervertido desconocido lo besara y tocara de ese modo tan desesperado, pero... el escuchar como su voz se quebraba hizo que algo revoloteara en su interior. Un poco dudoso acerco despacio sus brazos para devolver el abrazo pero un "clic" bastante conocido lleno hasta él.

 

- suéltalo- gruño itashi desde la puerta, mirando con odio al rubio que no dejaba a su hermanito en paz.

 

- Itachi... -dijo despacio, buscando no provocar al otro chico que lo mantenía cautivo entre sus brazos.

- suéltalo -repitió mas furioso, apuntando el arma justo en medio de los ojos.

El ojiazul completamente tranquilo, empezó a repartir besos por el rostro de Sasuke- cosa que enardeció a Itachi- y lo tomo al estilo nupcial.

- ¡va a saltar!- dijo Sasuke al comprender las intenciones de su captor, y a pesar de todo sabía que la puntería de itashi podría hasta ser divina, y por ello lo mejor era quedarse quieto.

El disparo llego hasta sus oídos, pero no vio nada más al verse cerca del suelo con el otro aun tomándolo entre sus brazos.

- vamos -dijo con una sonrisa mientras empezaba a correr a gran velocidad.

- ¡¿qué?!- ¡Itachi por primera vez fallo! y con todo su enojo empezó a revolverse entre los brazos del rubio.

- ¡Sasuke! -escucho el llamado de su hermano, pero a pesar de que se revolvía, pateaba y golpeaba al otro este no se inmutaba y solo gruñía en respuesta.

- ¡bájame! -grito colérico y un disparo lleno el silencio en un eco ensordecedor.

- ¡detente!

- Itachi - dijo en un susurro, mirando por sobre el hombro del otro a su hermano que corría con toda la agilidad que su mortal cuerpo le permitía. El cuerpo del rubio se llenó de fuego. Un grito murió en su garganta.

Ahora un inmenso gran zorro rojo lo llevaba en el hosico, dejando atrás a su hermano, llevándolo al interior del bosque.

 

Y el sin ninguna posibilidad de escapar.

 

 

Notas finales:

este sera un tree shot (como se escriba) y mañana subire el siguiente capitulo y quizas en la tarde el ultimo, se que han pasados dos años, pero terminare todos mis fic- richos y humildes, y mi vida del demonio-

 

 

nos leemos mañana


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