Las miradas caían sobre él como las gotas de lluvia al suelo. Inevitable y por efecto gravitatorio. Era, en efecto, cómo si una fuerza mayor que ellas las atrajera a él. No sabrían decir que era exactamente lo que les atraía, si su pelo negro, sus ojos negros o su piel blanca. Quizá ni siquiera se tratara de un rasgo destacable, sino del conjunto de todos ellos.
Algunas decían que él era el más guapo, otras, que tampoco lo era tanto, pero todas ellas coincidían en algo. Sasuke Uchiha tenía su propio campo gravitatorio. Casi imposible de evitar o ignorar.
Y no era cómo si él no lo supiera. Lo sabía, le gustaba y lo aprovechaba, al fin y al cabo, hacer colas en la cafetería, o no encontrar mesa en el comedor era algo desagradable. A cambio de esos pequeños favores Sasuke les sonreía, y entonces ese campo gravitatorio se volvía más pesado, caía sobre los hombros y te aplastaba, casi con la fuerza de un agujero negro. Negro, como sus ojos.
Sasuke era atractivo, un bombón, un adonis, se atrevían a decir algunas. Sin embargo, por la noche, cuando la luna se alza en el cielo y Naruto monta a Sasuke sobre la alfombra, es el rubio quien se encarga de recordarle que la luna, si, tiene su propio campo gravitatorio, pero que aún sigue girando alrededor del sol.
Debido al mínimo de 500 palabras impuesto por la página a la hora de subir un capítulo, me veo en la obligación de ponerlo otra vez, lo cual hace que quiera morirme porque queda esteticamente horrible, pero las normas son las normas, así de aquí para abajo puedes irte a las notas finales, porque aquí abajo me repito.
Las miradas caían sobre él como las gotas de lluvia al suelo. Inevitable y por efecto gravitatorio. Era, en efecto, cómo si una fuerza mayor que ellas las atrajera a él. No sabrían decir que era exactamente lo que les atraía, si su pelo negro, sus ojos negros o su piel blanca. Quizá ni siquiera se tratara de un rasgo destacable, sino del conjunto de todos ellos.
Algunas decían que él era el más guapo, otras, que tampoco lo era tanto, pero todas ellas coincidían en algo. Sasuke Uchiha tenía su propio campo gravitatorio. Casi imposible de evitar o ignorar.
Y no era cómo si él no lo supiera. Lo sabía, le gustaba y lo aprovechaba, al fin y al cabo, hacer colas en la cafetería, o no encontrar mesa en el comedor era algo desagradable. A cambio de esos pequeños favores Sasuke les sonreía, y entonces ese campo gravitatorio se volvía más pesado, caía sobre los hombros y te aplastaba, casi con la fuerza de un agujero negro. Negro, como sus ojos.
Sasuke era atractivo, un bombón, un adonis, se atrevían a decir algunas. Sin embargo, por la noche, cuando la luna se alza en el cielo y Naruto monta a Sasuke sobre la alfombra, es el rubio quien se encarga de recordarle que la luna, si, tiene su propio campo gravitatorio, pero que aún sigue girando alrededor del sol.