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Evanesce por Pato359

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     – ¿Hola? –entró a la que había sido su casa por tanto tiempo, la puerta se abrió con un chasquido.

   Una nube de polvo sobrevoló por el aire. Kyu Hyun tosió. Se llevó la mano a la cara y comenzó a espantar la capa de polvo. Después ya podía ver con claridad, se incorporó derecho y vio a su alrededor. Su mandíbula casi toca el suelo, sus ojos por poco se salen de su lugar y un grito hubiera salido de no ser por su mano que acallo su boca.

   El lugar estaba abandonado, los muebles tenían sábanas blancas encima, flores secas y marchitas se esparcían por el suelo, las bombillas destellaban luz cada cinco segundos. No era como la recordaba. Avanzó a paso lento, el crujido de las flores era el sonido que se escuchaba retumbar en las paredes. El candelabro de cristal de la entrada se apagaba y encendía igual que las demás luces.

   Llegó hasta los instrumentos. El piano tenía una sábana encima junto a tallos marchitos, el chelo blanco parecía gris, la batería estaba cubierta de polvo. Se preguntó por qué estarían así, su novio Sung Min y él cuidaban de los instrumentos como objetos preciados.

   ¿Dónde estaba Sung Min?

 

***************

 

      Las luces seguían parpadeando. Kang In toco el piano pero sintió la tela y la aspereza de las ramas secas. Se acomodó el cuello de la camisa y se arregló la corbata, sentía un nudo en la garganta. Camino y vio el platillo de la batería que tenía una gran rama encima, lo tocó y su mano se manchó de polvo.

   Fue hacía otro cuarto. Odiaba el sonido de sus pasos; secos, sin vida, la soledad. La poca luz no ayudaba a que se sintiera mejor. Siempre estuvo rodeado de amigos y personas que lo querían, la soledad no era algo que conociera.

    –¿Qué paso aquí? –se preguntó viendo que las paredes rojas estaban cubiertas de blanco en manchas.

   Tuvo su mirada en el suelo, tantas flores marchitas… A él le encantaba dar flores a su amado Leeteuk. Desde que comenzaron a salir, casi todos los días Kang In llegaba con una rosa roja en las manos y se la ofrecía a Jung Soo, quien sonreía y le daba un beso en los labios.

   Encontró una rosa roja, todavía no estaba marchita, pero el color rojo se iba apagando.

 

***************

 

   Levantó la rosa y la miro detenidamente. Su sangre hirvió. Siwon puso su semblante serio.

   Miro a su alrededor con furia contenida. En el bar habían más ramas secas y polvo, copas tumbadas. Desorden, desastre, extraño. Siempre se había caracterizo por tener en orden sus cosas, en especial que esta era su casa, la casa que compartía con su amado Hee Chul. A ambos les gustaba tener todo bonito por si alguna vez se presentaba una visita inesperada (aunque a Chul le molestaba que gente llegara sin ser invitada).

    Se quitó la chaqueta, se estaba acalorando a pesar de que la casa estaba fría. Miro de un lado a otro. El candelabro de cristal se prendía y se apagaba una y otra vez. No veía a Chul por ningún lado.

   Esto se había ido de los límites. El responsable pagaría por todo. Pero primero:

    –Te voy a encontrar, Hee Chul –tiró su saco al suelo y siguió.

 

***************

 

   Se sentó en una silla de la barra. Cogió una copa y la observo. Ahí lo habían invitado para reunirse con sus amigos, Shing Dong acepto encantado. Quería ver a sus hyungs y doesangs de nuevo. Desde que se habían emparejado unos con otros, cada pareja había ido a vivir a una casa propia.

   Shing Dong también siguió en su casa. De vez en cuando visitaba una que otra casa, pasaba la tarde, a veces se quedaba a cenar y luego regresaba a la suya. Todas las casas eran hermosas, bien decoradas y con grandes aires de vida y amor. Pero esta… esta no tenía ni pisca de eso.

   Un ruido se escuchó, algo caerse. Shing Dong dejo la copa y levanto la mirada.

    –¿Quién está ahí? –se levantó de la banca alta. Se frenó un momento, pero luego salió corriendo.

 

***************

 

   No era nada, el sonido se había esfumado. Dong Hae maldijo para sus adentros. Giro sobre sí mismo y casi resbala por las hojas secas del suelo que ya le estaban pareciendo más que odiosas.

   Agotado, se quitó la corbata con rabia y la lanzo al suelo, la prenda negra se confundió con el color de tanta muerte. Dong Hae odiaba eso; la muerte, aparecía la muy desgraciada cuando menos lo esperabas. La muerte se llevaba la vida. Con Eun Hyuk, Dong Hae se sentía muy vivo, lleno de color y esperanza para una vida totalmente feliz, pero ahí no estaba su novio para acariciarle la cabeza y decirle que se encontraba ahí. El negro había consumido a Hyuk.

   –¡No! –Hyuk no, cualquier cosa, pero Hyuk no.

   Dong Hae se recostó contra la mesa de pool y entre el negro vio una bola de color amarillo.

 

***************

 

   La cogió en su mano. La miro fijamente. Era de color amarillo, el amarillo de la alegría y la felicidad. Lo curioso era que todo estaba gris, ni siquiera negro o blanco, gris. El polvo, lo marchito de las flores. A Sung Min le dolía ver eso. Él, que siempre estaba sonriente y contento, que le encantaba ver a sus seres queridos felices, que vivía en esa casa con su novio Kyu Hyun quien llenaba su vida de cosas buenas, ahora lo único que veía era que estaba solo y que lo gris del ambiente lo estaba consumiendo.

   Dio vueltas sobre sí mismo. Se sentía incómodo estando ahí parado, solo. Una mala sensación le revolvía el estómago. Los recuerdos felices no venían a su mente, simplemente no venían. Recordaba a Kyu Hyun estando con él, abrazándolo, pero igual de rápido como apareció, se esfumó.

    –¿Dónde estás, Kyu? –le pregunto al aire que no podía darle respuesta.

   Se vio a un espejo en la pared, estaba empañado y cubierto de polvo. Su reflejo se veía en lo profundo. No se reconoció a sí mismo.

 

***************

 

    – ¡Siwon! –Hee Chul apartó su mirada del espejo y giro, llamando el nombre de su amado. El nombre de Siwon resonó en un eco profundo.

   Camino hasta la sala de estar. Las paredes se veían negras, las sábanas blancas se volvieron grises por el polvo y las flores marchitas. Había dos mesas, una a cada lado de los dos sillones que estaban uno frente al otro. Hee Chul toco la boca de un jarrón, no habían flores, como siempre. Ni siquiera adornos de esos que vendían en las tiendas de decoración.

   Vio el sofá y recordó fugazmente como había estado ahí recostado con Siwon, dándose besos y caricias, lástima que el recuerdo también desapareció como su novio. Cogió la sábana gris que lo cubría, su tacto era suave pero lo único que sentía Hee Chul era repugnancia.

   La lanzó lejos de su vista.

 

***************

 

   Se desplomó en el sofá. Ya no tenía fuerza. El silencio lo estaba matando por dentro. Las lágrimas de LeeTeuk salieron de sus ojos. Agachó la cabeza y sollozo mientras se agarraba la cabeza. Parecía que estaba en una dimensión alterna a como era su vida normalmente. Ahí simplemente no había nadie más que él.

   Se levantó, se quitó el saco, la corbata y desabrochó el primer botón de su camisa. Los lanzó a los pies de otro de los espejos que había en la casa. Este también estaba sucio, demasiado. Vio su reflejo, solo su reflejo, nada más. Ni siquiera pudo ver el otro sofá de la sala.

   Golpeó el espejo con nuevas lágrimas resbalando por sus mejillas. Estaba más solo de lo que pensaba y así se sentía. El silencio era agobiante.

    –¿Kang In? –levantó rápido la vista y siguió la sombra.

 

***************

 

   Estaba estresado, desesperado. Quería salir corriendo ya mismo de ese horrible lugar. Ya el estar solo era mucho más intolerable que antes. Ryeo Wook vio a su alrededor las habitaciones totalmente desconocidas. No se sentía dentro de su casa, no, su casa era bonita y acogedora, tenía fotos de él, de su familia y de su novio Yesung que se encontraba en el Servicio Militar. Esta casa… quería salir de ella ¡ya!

   Las luces se apagaban y se prendían, el polvo podía notarlo por el aire, intentaba no respirar para que la suciedad desconocida no entrara en su organismo. No lo soportaría. Nada que no fuera familiar, lo rechazaría.

   Se paró en el centro de la casa, la conexión de las distintas habitaciones. Veía la barra, los instrumentos, la sala de estar, todo. Todo negro, blanco y gris, abandonado, solo, silencioso. Ya se había cansado de ver parpadear las luces y no saber si al final se iban a apagar o a quedarse prendidas.

   Vio un cuerpo parado, la sombra de antes. Se acercó a esta y la abrazo.

    –Yesung.

 

***************

 

   Lo único que recordaba, el último baile. Esa danza sincronizada que hicieron él, Eun Hyuk, y su novio Dong Hae. Ese día, Hae le había pedido bailar un poco. Habían escogido el despejado centro de la casa para hacerlo.

   Habían bailado acompasados seguidos por el exigente ritmo. Movimientos bruscos, marcados y a la vez flexibles eran los que realizaban Hyuk, guiando bien a su pareja y logrando una gran unión de los dos.

   Giros, saltos, movimientos, sacudidas, alejamientos y acercamientos, todo esto formaba el baile.

    –Te amo, Hae –el baile terminó, el recuerdo también. Terminaba con la imagen de Hae sonriente, acabando el baile exhausto y poniendo su mano con la de Hyuk y posando esta sobre los ojos de Eun Hyuk, que había terminado en el piso.

   Solo quedo la detestable oscuridad y un único circulo de luz en el suelo.

 

***************

 

   Su mano se quitó de sus ojos, los abrió lentamente. No, no había sido un sueño ni siquiera una pesadilla, era la cruel realidad. Seguía dentro de la casa. Se levantó lentamente del suelo cubierto de ramas. El candelabro de cristal y las demás luces seguían parpadeando. Todo seguía gris, incluso él se sintió gris.

   Comenzó a caminar hacía la salida. Definitivamente no estaría ni un segundo más en ese lugar, se había cansado y se sentía extraño. No recordaba nada, su peso era liviano y pesado al mismo tiempo, su ánimo no se dignaba a aparecer, su boca permanecía abierta en una mueca triste.

   Llegó a la puerta donde había entrado. Ahí notaba que todo era más oscuro que en el resto de la casa. La luz parpadeaba de manera más continua pero no le importó, de cualquier forma iba a salir. Abrió la puerta que cedió con un chasquido.

   Otro color y una sensación aparecieron. El rojo de los ojos hinchados que soltaban lágrimas, y la sensación de sus mejillas mojadas porque se habían derramado.

   Miro por última vez el lugar, rápidamente quitó la vista, bajo la cabeza y tragó duro. Esperaba no recordar más aquel lugar. En las diez dimensiones, todos seguían un mismo movimiento.

    Salió.

***************

 

Super Junior, Evanesce


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