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Lo que dices no es siempre lo que haces por Pato359

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   –Es un día lluvioso, ¿no? –la verdad y me parece un día fresco y hermoso por estar a tú lado.

   –Sí, que lástima –puso su carita triste.

   –Sí. Los días lluviosos son desastrosos –mentira, para mí son los más encantadores porque puedo quedarme en casa con él.

   Jun y yo compartíamos un pequeño piso cerca de la universidad donde estudiábamos. Éramos amigos desde pequeños, ambos decidimos estudiar canto y artes musicales. El primer día de clases nos encontramos de casualidad, habíamos pensado que no nos veríamos seguido por los estudios pero estábamos totalmente equivocados.

   Amaba estar cerca de Jun, lo quería como más que un amigo, más que a un mejor amigo. Lo amaba con todo mi corazón pero él nunca me vería de ese modo.

   –Yo quería salir al parque –repuso Jun con un puchero en sus labios, alejándose de la ventana.

   Lo seguí hasta que nos sentamos en el sillón de la diminuta sala.

   – ¿Y si jugamos algo? –me propuso.

   –No quiero –claro que quería, tan solo ya estar los dos en casa era bueno pero quería pasar tiempo con él.

   Jun bajó la mirada e hizo un puchero. Sus ojos se cerraron a medias y se pusieron lagrimosos. Él era muy sensible, la persona que lloraba con más facilidad que conocía.

   –Está bien, juguemos algo, Jun –¡sí, por favor! Ahora, sonríe, por favor.

   – ¡Sí! Juguemos Adivina quién –sonrió como un dulce diño. Se paró, fue a su cuarto y trajo el juego.

   Abrimos la caja y cada uno cogió una cartilla de personajes y un tablero. A Jun le gustaba mover las puerticas de cada ventana. Las abría y cerraba una y otra vez, el ruido era molesto. Le mire el rostro, ya no habían rastros de tristezas anteriores, era puras sonrisas y risas. Solo por eso no me quejaba del ruido.

   Me ganó tres veces, yo le gané cuatro. Él quería seguir jugando hasta que me ganara diez veces, quería ser el ganador definitivo. Llegamos a llevar un pequeño aperitivo y dejarlo sobre la mesa de centro porque nos llevaba mucho tiempo jugar.

   – ¿Eres María? –me preguntó.

   –No. ¿Eres Daniel?

   –Ah, ¡no otra vez! Me ganaste, hyung.

   Reí.

   –Vamos 5-3 a mi favor. Me gusta ganarte –la verdad y no me afectaba en nada ganar o perder pero Jun si era muy competitivo.

   – ¡No, hyung! Te voy a ganar, ya verás –abrió todas las puertas de nuevo y escogió su personaje. Puso su tablero bien derecho y lo apretó contra su pecho–. ¡Listo, empiezo! ¡Hombre o mujer!

   – ¿Qué? Ni siquiera he escogido –dije algo serio pero quería soltar una carcajada-. Hombre.

   Jugamos y jugamos hasta que casi nos acabamos todos los jugos del refrigerador y también el jamón, el queso y el pan para hacer sándwiches. Nos detuvimos casi a las 10:00 p.m. (con un empate 9-9) y cada uno se fue a su habitación. Jun apenas podía mantenerse despierto lo suficiente para llegar a su cuarto. Lo vi caer en su cama, no se cambió de ropa, solo cayó y comenzó a roncar suavemente.

   –Descansa –le dije. Sueña con los ángeles mi dulce Baby, nos veremos mañana; quiero agregar pero no lo valdría, no podría escucharme.

   A la mañana siguiente me desperté casi a las 8:00 a.m. No importaba cuan tarde me durmiera, siempre terminaba despertando a esta hora. Me sentía cansado pero no quería volver a dormir. Me levante y me aliste, organice mi habitación y salí para ir a la cocina y hacer el desayuno.

   Extrañamente, ya había café en la máquina y unas cuantas tostadas servidas en un plato. Vi el sofá de la sala y Jun estaba sentado con las piernas recogidas y leía un libro de texto.

   –Buenos días –le salude. Quería acercarme y revolver su cabello, pero parecía ocupado. Se había puesto el pantalón de la piyama pero seguía teniendo su camisa negra de manga larga puesta.

   –Buenos días, hyung –no levantó la mirada pero su saludo fue alegre.

   Fui a la máquina de café y me serví una taza. Me senté en la mesa del comedor y cogí una tostada. El café estaba demasiado amargo, una de las tostadas estaba quemada.

   – ¿Qué tal el desayuno? –Jun se levantó del sofá y se sentó en la otra silla que había en el comedor.

   –Muy bueno, Jun –estaba terrible, horrible, no me gusto–. Muchas gracias, Jun –le sonreí.

   –Me alegro. Sabes que no tomo café y que las tostadas siempre se me queman.

   –Estas quedaron bien –tenía los sabores en mi boca de lo amargo del café y lo quemado de las tostadas–. Bueno, me voy a clase.

   Me levanté, lave la taza vacía (sí, me lo había tomado todo) y el plato que tenía apenas unas migajas (sí, estas también me las acabe). Le agradecí a Jun y volví a mi cuarto para lavarme los dientes y usar mucho enjuague bucal para eliminar el terrible sabor del desayuno de mi boca. Agarré mi maleta.

   –Adiós, hyung –me dijo Jun con una sonrisa, se había parado en el marco de mi puerta.

   –Chao –hasta luego, volveré pronto y a salvo, te amo.

   Me fui a clase. El día se pasó rápido pero a mí me parecía algo lento por no tener a Jun a mi lado. Siempre pasa, ¿no? Estás enamorado y cuando estas con esa persona el tiempo no parece ser suficiente, mientras si están separados el tiempo se las da de tortuga. El caso es que pude sobrevivir a las clases y salir contento de la universidad para irme directo a casa y ver a Jun.

   Iba pasando la calle, el semáforo se encontraba en verde y recibí una llamada a mi celular. Era de un número desconocido.

   – ¿Hola?

   – ¿Usted es alguien cercano al joven Kim Hyung Jun?

   –Sí, señor –le respondí a la misteriosa voz de un hombre.

   –Podría venir al hospital, por favor. El joven Kim ingresó esta mañana en ambulancia por haberse desmayado en la calle.

   Sentí que el corazón se me apretaba y que no podía respirar. Apreté el teléfono en mi mano, también apreté mi mano libre.

   –Voy inmediatamente.

   Colgué y corrí hacía el hospital que ya quedaba a unas pocas calles. Creo que había sido buena mi idea de conseguir un apartamento cercano al hospital y de la universidad. ¿Por qué lo pensé? Porque sabía que algo podría ocurrirle a Jun y si necesitábamos ayuda, tendría que ser rápida.

   Llegué al hospital agitado y le pregunté a la recepcionista dónde se encontraba Jun pero ni siquiera abrió la boca para responderme porque él ya se acercaba junto a un doctor.

   –Si ve, estoy bien –le decía al médico. Luego volteó a verme–. H-hola, hyung –río nervioso.

   –Usted debe ser el joven Park –asentí al médico–. Bueno, debo decirle que el joven Kim se ha recuperado, pero debe hacer que duerma más. Se desmayó por falta de sueño y mala nutrición.

   – ¡Le dije que voy a estar bien! No tenía que haber llamado a Jung Min hyung –le reprochó al doctor.

   –Gracias por haberlo cuidado y por avisarme, doctor –le hice una reverencia y cogí la mano de Jun para salir del hospital.

   El camino a casa no era muy largo, como dije antes, vivíamos muy cerca. Subimos al quinto piso y entramos al apartamento.

   –Hyung...

   –Jun, desde hoy te voy a hacer las tres comidas del día y te las comerás todas. También no te pasaras de las 9:00 p.m. para dormir.

   –Pero hyung...

   Quería gritarle, decirle que su vida había corrido peligro por su inmadurez y falta de cuidado. Que me había dado un susto de muerte, que me había sentido muerto en vida mientras corría como un loco hacía el hospital.

   –Debes cuidarte, Jun –le dije en cambio.

   –Sí, hyung –dijo ya rendido y apenado–. Lamento preocuparte.

   –Tranquilo, Jun –solo casi me da un ataque al corazón.

   Jun sonrió.

   –Gracias por estar siempre pendiente de mí, Jung Min.

   –Te quiero, Jun. Eres mi mejor amigo –que gran mentira. ¡Eres la persona que amo y quiero estar contigo!

   –Entonces... ¿Empezamos desde hoy esa propuesta que me hiciste? –sonrió y se fue a la cocina.

   Dejé mi maleta en el sofá y me acerqué a la cocina. Tenía pereza y estaba cansado por el susto, pero Jun estaba bien y sonriendo.

   –Sí, empezaremos hoy –me puse a cocinar y Jun me ayudó un poco.

   Ésta es la prueba de que hay muchas personas, como yo, que dicen algo pero piensan otra. Podría decirles que no lo hagan, que no siempre resulta y que a veces hay que arriesgarse, pero no soy nadie para eso. Ni siquiera yo mismo lo hago. Tal vez y así sea siempre, Jun y yo siendo los mejores amigos aunque yo quiera algo más. Tal vez un día me atreva a confesarme. Pero creo que soy de los que siempre dicen pero no hacen, entonces... No sé que deparará el futuro.

 


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