Debes saber que te quiero mucho, debes saber que no lo hago a propósito. No sé cómo explicarte mi desesperación.
No controlo mi cuerpo, no controlo mis palabras. Soy solo un títere que no piensa, menos toma decisiones. Pero créeme, me duele no complacerte.
Te amo, pasar los días contigo, sentir tus labios junto a los míos. Tenerte entre mis brazos, tu calor, tu alegría. Ser tu sonrisa y tus lágrimas.
Sin embargo; te grito y te maltrato. Te utilizo, me burlo. Luego me arrepiento, sollozo en soledad. Te prometo mil cosas, te prometo el cielo y las estrellas, viajes y besos. Me vuelves a dar una oportunidad.
¡Es inútil! ¡Soy así!
No puedes cambiar el fracaso que soy. Ya no puedo estar contigo, si vuelvo a hacerlo no me perdonaré.
He abusado enésimas veces de ti, me cansé.
Déjame, será lo mejor.
Déjame.
Sigo llorando, golpeando las paredes, esperando que me abraces. Es que no soy fuerte, me tengo miedo.
No llegas, se hace tarde, escucho ruidos en la azotea. Me levanto, cojo un cuchillo. Siento la adrenalina en mis venas. Tengo ganas de ver sufrir a alguien. Mi corazón se acelera, la ansiedad recorre mi cuerpo como sangre ardiendo. Siento placer…
-Bakura, ¿Dónde estás? -.decía una voz con suavidad-. Lamento la demora, fui a comprar vegetales para una ensalada. Bakura, no te escondas.
Tu voz… no me veas asi, no veas al monstruo.
-Bakura, acaso tengo que ir a buscarte.- un chico de cabellos blancos que dejaba unas bolsas en el suelo.- Ven aquí, no estás solo Bakura.
Agarre con más energía el cuchillo, toque con la yema de mis dedos su filo ¿Tenía ganas de hacerle daño? ¿Acaso podría hacer sufrir a la persona que más quiero de una manera tan desquiciada?
Si podría, ya lo he hecho. Esta vez tengo un arma, nadie me detendrá. Tus ojos están tan alegres, tan puros.
-Respóndeme. –le exigía Ryou, cuando lo vio en la azotea-. Ven dame un abrazo o me vas a dejar con estas ganas.
Inmóvil, sin respiración y sin latidos. Quiero ir a abrazarte. Darte los besos que nadie más te debe dar. Tengo que dejar este cuchillo.
Se acercó a mí, sentía su respiración en mi pecho.- Solo me recostare en ti un momento, estoy cansando, te extrañe…
Le correspondí el abrazo y solté el arma. Mis abrazos envolvían su cuerpo, lo estrujaban hasta más no poder. No quería que se apartara, mis dedos tocaban su espalda. Mis uñas quisieron clavarse lentamente en su ropa.
-Me estás haciendo daño.- susurro con un gesto de disgusto.
Presione más, lo clave en su carne. Lo vi llorar.
-¡Basta! –grito cuando sintió que el dolor era muy intenso.
-Déjame…- fue lo único que pude decirle. A pesar de ello, su mirada no expresaba odio, seguía el amor.
-Imposible que te deje. – cogió mi mejilla, me beso.
-Estoy enfermo.- conteste cabizbajo.- Nunca podrás cambiarme.
-No quiero que cambies. –Me dijo mientras se alejaba a dejar las compras.- Necesito que me ayudes con las heridas y luego a cocinar.
Ryou dejo la azotea. Me dejo llorando, ¿por qué no puedo recibirlo entre risas? Solo sirvo para herirlo. Patee el cuchillo, estúpido pedazo de metal.
Soy la persona más despreciable del mundo.
-Amor baja para la cena.- dijo desde la cocina.
No recibió ninguna respuesta porque mis lágrimas no me dejaban responder.
Lo vi nuevamente. Frente a mí, sus ojos tan grandes y brillantes.
-Estoy solo.- le dije.
-Cállate.-respondió golpeándome.- Te amo, cállate.
-Estoy enfermo, te volveré a golpear y después te diré que salgamos a pasear
-Crees que no lo sabía. –decía indignado-. Se a lo que me enfrento. Te amo.
-Mándame a un manicomio. Sera mejor que te consigas a alguien que tenga todos sus tornillos en la cabeza. –le grito- Acaso no vez que estoy llorando, me duele no hacerte feliz.
Hubo un silencio.
Todos creen, que mi aspecto y rostro son los de una persona fuerte. Siempre se equivocan.
-Lo siento. –intente disculparme.
Me abrazo. Nadie me quiere como él.
Me da placeres, me da amor, me da todo lo que pueda necesitar o querer.
Discúlpame, también lloras y no te consuelo.
Perdona a un pobre maniaco, que en su egoísmo solo te desea a ti.