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Donde Pertenezco por Judas

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Notas del fanfic:

Es mi primer fanfic Yaoi n.n espero que les guste y me apoyen con un review :3

Notas del capitulo:

Awww que nervios >.< mi primer yaoi :S espero que les guste y prometo esforzarme en hacerlo bien!!!

 

 

-Vamos Rivaille, te prometo que lo disfrutaras-dijo efusivamente la mujer recargando el brazo en su hombro, el hombre se sacudió el incomodo contacto como si quemara. Cuando llegara a casa pondría la camisa a lavar. En cloro. Por tres dias.

 

 

-¿Cuántas veces debo decirte que no me interesa salir contigo y tus tontas amigas? Estupida cuatro ojos-mascullo sin quitar la vista del monitor, redactando una nueva orden judicial, trabajo que debía ser de su secretaria, pero ella parecía más interesada en molestarlo hasta el cansancio. No la despedía porque le era extremadamente difícil encontrar una oficinista que no se le tirara encima o huyera despavorida al primer día por el mal carácter del abogado.

 

 

-O vamos, mis amigas no son entupidas, son hermosas y sensuales-su voz se torno gutural y cavernosa, le recordaba más a un baboso adolescente que a una mujer adulta, pero irónicamente, nada de lo que debía encajar en una mujer encajaba en Hanji Zoe.

 

 

-Si tus amigas son como tú prefiero a las bacterias del moho-al menos de esas si podría encargarse a su gusto, exterminándolas sin dejar rastro.

 

 

-Eres un aburrido.

 

 

La mujer de anteojos dejo de insistir y se irguió en toda su estatura, desamortiguando los músculos. Estar inclinada en la dirección de su jefe era doloroso, mas porque cuando el estaba sentado resultaba mucho mas bajo que de costumbre.

 

 

-El fiscal Smith llamo hace un rato.

 

 

-¿Y que quiere ese inútil?-mascullo terminando el trabajo que no era suyo, en cuanto la hoja se imprimió se apresuro a firmarla y sellarla.

 

 

-Dice que no olvides lo de esta noche-la mujer se lustro los anteojos, fingiendo desinterés. El hombre metió el papel en un sobre y se lo extendió.

 

 

-Lleva esto al juzgado.

 

 

Rivaille tomo su saco y su maletín, dispuesto a abandonar la oficina. La mujer lo siguió por detrás soltando improperios.

 

 

-¡No es justo!-chillaba a sus espaldas-Ya es la hora de salida. ¡Me tomara cuarenta minutos en tren llegar al juzgado y dos horas para volver a casa!

 

 

-Te sugiero que te apresures.

 

 

Le echo llave al pequeño despacho y se encamino hacia su auto, mientras Hanji lo seguía por detrás metiendo el sobre en su bolso sin delicadeza.

 

 

-Claro, tú te divertirás con tu novio y me dejas a mí todo el trabajo.

 

 

Ella hizo una fea mueca, más por el desagrado del trabajo extra que por sus palabras, con quien Rivaille se involucrara la tenia sin cuidado. Trabajaba para el los años suficientes para no conocerle una sola novia o una relación formal desde que sucedió “eso”. Sus únicas salidas se limitaban a las obligatorias de trabajo y uno que otro encuentro con Irvin Smith, aunque no parecía que el rubio fuera una influencia positiva en su vida. Quizás alguien más joven, enérgico y divertido era lo que su amargado jefe necesitaba.

 

 

Tan concentrada estaba en sus pensamientos que no vio el momento en que el pequeño hombre se acerco hacia ella, y no pudo hacer nada cuando el le aplasto el pie con el talón sanguinariamente. Hanji comenzó a saltar en el lugar soplándose la extremidad herida que comenzaba a hincharse.

 

 

-Concéntrate en tu vida Zoe, o empezare a considerar el conseguirme otra secretaria- y sin mas se introdujo dentro de su auto sumergiéndose en las transitadas calles.

 

 

-¡Maldito enano malhumorado! ¡Consíguete un novio lindo que logre quitarte lo amargado!

 

 

La mujer siguió gritando insultos a todo pulmón ignorando el hecho de que Rivaille ya no se encontraba allí y que más de un transeúnte la miraba como si algún tornillo faltara en su cabeza. Cosa que no seria mentira.

 

 

La tarde era hermosa, el ocaso inundaba la ciudad en una brillante amalgama allí donde el naranja y el rosado se unían, el maravilloso espectáculo crepuscular podía apreciarse debido a la falta de nubes de tormenta que amenazaran a los transeúntes a esconderse bajo sus paraguas. Paris era inestable en aquellos dias donde el invierno asomaba con muy pocas semanas de distancia, los habitantes de aquella ciudad no podían estar desprevenidos ante los constantes cambios climáticos, por eso el adolescente corriendo a través de las calles vestido con enorme abrigo impermeable y pesadas botas de invierno no paso desprevenido.

 

 

-Lo principal es la etiqueta, un hijo mío no saldrá a la calle vestido como un vagabundo.

 

 

Solía decirle su madre demasiadas veces en el día al ver sus pantalones vaqueros desgastados, las camisas en tonos pardos y las sencillas zapatillas de calle. Y que decir con su pequeño problema de no saber elegir ropa para cuando las ocasiones lo ameritaban: si hacia frió se vestía con pantaloncillos cortos y playeras, en el calor optaba por ropa pesada que a los minutos le provocaba urticaria. Hoy era un nuevo hito en su vida, salir con ropa de lluvia cuando hacia tan preciosa tarde. Usualmente su problema estético se debía a su falta de interés en la materia. Hoy, el motivo era completamente distinto.

 

 

Apretó los dientes mientras corría con más intensidad aunque sabia que no llegaría lejos. No seguía un rumbo fijo, ni siquiera tenía amigos en aquella ciudad, a duras penas salía con el chofer y sus escasos viajes eran del aeropuerto hasta la casa de sus padres en Paris. Incluso era estupido decidiendo huir de casa en un pais que desconocía.

 

 

Eren nació en Alemania, era el hijo segundo de la familia Ackerman. Su padre era banquero, su madre una ex súper modelo que actualmente dirigía un emporio de estéticas femeninas y su hermana mayor estudiante universitaria. Ella había permanecido en su casa de Berlín mientras el había sido prácticamente arrastrado al viaje de negocios de sus padres.

 

 

-“· Mikasa...·”

 

 

En cuanto el nombre de la mujer sonó en su mente, aguijoneándole las lágrimas que por puro orgullo no pensaba liberar, se sintió más solo y desolado que nunca. Ella no era su hermana, y el no era un Ackerman.

 

 

Era un Jaeger.

 

 

En sus quince años de vida jamás había esperado descubrir tal cosa sobre si mismo, el nunca pensó en el hecho de que no se parecía a sus padres tanto en el físico como en el carácter. Ahora lo analizaba mejor: su piel aceitunada, el brillante cabello castaño, los ojos del color de las esmeraldas, la actitud rebelde, el orgullo desmedido. El no era para nada miembro de esa familia.

 

 

Pero lo que más le dolía era el hecho de que sus padres se lo habían ocultado, tuvo que descubrir su acta de nacimiento y demás papeles de adopción mientras revoloteaba en la biblioteca de la oficina de su padre buscando un libro interesante para entretenerse. Era probable incluso que Mikasa lo supiera y formara parte de la mentira.

 

 

¿Cómo pudieron mentirle de esa manera?

 

 

No quería pensar que lo protegían, no deseaba buscar excusas para el comportamiento de su familia que lo harían sentirse culpable y lo llevarían de vuelta a casa. No, ellos fueron capaces de mentirle en su cara durante quince años, y con dolor pagarían las consecuencias.

 

 

Siguió corriendo sin siquiera ver las personas a las que atropellaba o que calles atravesaba durante la loca carrera, solo quería alejarse de todo lo que conocía. Porque ya no pertenecía a su familia y a su vida de adolescente rico mimado, nunca perteneció.

 

 

En el momento en que sintió una lagrima deslizarse por sus mejillas se la froto con fuerza, cubriendo ambos ojos e ignorando su actual posición.

 

 

-¡Cuidado!

 

 

-¡Alto!

 

 

Escucho los gritos en francés, el no conocía para nada el idioma así que ignoro los llamados hasta que sus ojos limpios y enrojecidos por la fricción se enfocaron en dos brillantes luces delanteras. Primero llego el impacto, luego el dolor y a continuación, oscuridad.

 

 

-¡Maldición!-Rivaille golpeo la cajuela del auto con el puño antes de descender. Su día no podía ser mejor.

 

 

Primero se la pasaba de aquí para allá a través de la ciudad terminando un caso de estafa por parte de un prestamista a sus acreedores para volver a la oficina y terminar el trabajo que la inútil de Hanji no era capaz de terminar, luego ella intentaba darle un sermón sobre su vida amorosa y luego atropellaba a alguien en la calle.

 

 

Magnifico. Simplemente esplendido. La gente comenzó a rodear la calle, situándose para mirar mejor al cuerpo inmóvil tirado sobre el asfalto. Rivaille emitió un gruñido bajo ante la escena, quizás el había atropellado a alguien, pero los demás no parecían tener el mínimo interés en ayudar al desafortunado, era mas divertido ver como moría agónicamente en cámara lenta. Así eran los humanos, todos y cada uno de ellos. Empujo a una mujer adulta sin consideración hasta llegar al lugar donde un cuerpo yacía boca abajo, las piernas cubiertas por el frente del auto. El sujeto lucia andrajoso, luchando con el impulso de alejarse del que hasta ese momento le parecía un vagabundo más de los que rondaban en Paris acerco una mano enfundada en un guante de cuero negro y busco los signos vitales.

 

 

Aun había pulso. No iría a la cárcel, aunque quizás no podría evitarse la denuncia. Tomo el delgado cuerpo sin ninguna dificultad y lo incorporo para inspeccionarlo mejor.

 

 

Era un hombre. Un adolescente mas bien. Su cara lucia un poco sucia y demacrada sin contar el hilo de sangre que brotaba desde su frente justo sobre las cejas, el cabello corto despeinado y la ropa desarreglada, lucia bastante limpio para ser un vagabundo. Pero para la compulsión obsesiva de Rivaille ese adolescente representaba la peste bubónica en su máxima expresión.

 

 

Luchando internamente con sus propios designios de vida, tomo al joven entre sus brazos y lo arrojo con molestia al asiento trasero del auto. Hasta ese momento no se preocupo por que tuviera alguna herida pero el leve gemido de dolor que el muchacho emitió lo hizo morderse el labio con molestia, debía llevar a ese mugriento saco de huesos a un hospital.

 

 

Se forzó a si mismo a contener un gruñido, sus dias usualmente eran una mierda, pero hoy parecía que algún ente divino quería divertirse a su maldita costa.

 

 

-Se quitan… o serán los próximos-mascullo Rivaille con la mirada mas amenazante que cualquiera de los peatones hubiera presenciado en su vida. Esa mirada probaba que él cumpliría su promesa. Mientras las personas huían y el hombre arrancaba el auto con velocidad mas de uno dejo de considerar que los hombres de menos de un metro sesenta eran enclenques debiluchos.

 

 

“Tranquilo”

 

 

Eren permaneció sumido en la comodidad y el calor que recibía de algo suave que lo encerraba en un capullo protector. Se sintió calmado, tranquilo.

 

 

“Mi pequeño…”

 

 

-“· Esa voz ·”

 

 

El la reconocía, era la misma voz que algunas veces escuchaba en sueños, como si algo en el fondo de su inconsciente tirara de su mente conciente desesperadamente. Algo que quería ser liberado de su cabeza, pero el era incapaz de recordar.

 

 

“Perdóname Eren. Yo… lo siento tanto”

 

 

Y algo destello tras sus ojos en el estado intermedio entre el sueño y la lucidez. Un pequeño y fugaz recuerdo.

 

 

Rostro dulce y amoroso.

 

 

Largo cabello castaño que olía como las hadas y las princesas debían hacerlo. Grandes ojos esmeraldas, exactamente iguales a los suyos pero estos miraban en su dirección con tristeza mientras era cargado sin problemas, como un recién nacido. La mujer lo miraba de tal forma que rompería el corazón de cualquiera por lo abandonados y desolados que lucían sus brillantes orbes verdes, el mismo sentía su corazón partirse en muchas y diminutas partes. Ni aunque tratara de recoger los pedazos con sus propias manos su órgano volvería a ser igual.

 

 

-Mama-murmuro, y el recuerdo volvió a hacerse negro.

 

 

-¿Entonces estará bien?

 

 

El doctor hizo una mueca compungida antes de responder:

 

 

-El esguince de tobillo y el hematoma en el hombro derecho no son preocupantes. Pero la herida en la cabeza...

 

 

-¿Es grave?

 

 

-La herida externa fue suturada sin problemas. Pero me preocupan las heridas internas, su cerebro se encuentra inflamado por el golpe lo que hace imposible una radiografía. Habrá que esperar a que despierte para ver que tan grave es el daño.

 

 

-Gracias-mascullo al medico una vez que este le entregara los estudios del adolescente vagabundo. Lo complicado del asunto no era que se necesitaba por lo menos dos meses de reposo, terapia y analgésicos para que se recuperara plenamente de las heridas en su hombro y tobillo. Ahora se sumaba si el mocoso estaría bien de la cabeza o no y era muy probable que tuviera que desembolsar más dinero para tratar ese aspecto.

 

 

Rivaille se masajeo las sienes ante la idea. Vaya inversión que había echo. Pero la caridad no le duraría mucho, en cuanto el pequeño indigente se despertara, pudiera caminar y no quedar idiota o peor por el golpe vería la forma de deshacerse de el sin generar mucho escándalo. Recordaba claramente haber estado transitando por las calles de forma correcta, el mocoso idiota atravesándose en la calle y deteniéndose justo frente a su auto, por la congestión el no podría haber retrocedido y en cuanto atino a frenar ya había golpeado al muchacho. No era completamente su culpa después de todo.

 

 

Se encamino hacia el ala de aquel hospital destinada a las internaciones y llego al cuarto que buscaba. Se había tomado la maldita molestia de llevar al vagabundo a una clínica privada y hasta pagado un cuarto privado. Ni loco ni mucho menos se metería en un lugar antihigiénico y lleno de bacterias como lo eran los hospitales públicos. Lo hacia por el, no por el mocoso. O al menos de eso trataba de convencerse.

 

 

En cuanto enfoco la vista dentro del cuarto oscurecido por la hora, mas de las nueve de la noche, se encontró con el mismo molesto bulto que fuera motivo de sus mas nuevos dolores de cabeza tendido en la cómoda cama y durmiendo como si no tuviera ninguna preocupación en la vida.

 

 

Rivaille estaba molesto, había estado evadiendo a las personas con tanto esfuerzo como le era posible, evitando establecer lazos que a la larga fueran difíciles de romper y casi imposibles de superar. El no deseaba querer a nadie ni preocuparse por nadie, no quería que el corazón volviera a dolerle de tal forma que se sentía enloquecer en agonía.

 

 

No, no quería cometer los mismos errores.

 

 

Y a pesar de su esfuerzo allí estaba, pagando la mejor atención clínica a una persona que había atropellado y que apenas conocía. Diablos, pensaba mientras se acercaba hacia la cama, ni siquiera sabia su nombre o su edad, si era un maldito ladrón o un prostituto.

 

 

Por decisión propia había permanecido junto al enfermero que se presento a suturarlo y asearlo (otra atención pagada por el) y no pudo evitar que los ojos se le fueran hacia el cuerpo del adolescente inconsciente. Su piel aceitunada, a las rosadas tetillas que se erguían y tensaban al contacto del agua tibia. La boca se le hizo agua con la imagen de las largas y delicadas piernas siendo surcadas por finas gotas de agua, no pudo evitar imaginar que tan bien se sentiría tener esas piernas alrededor se sus caderas. Los pezones masculinos a merced de su tortura.

 

 

Tuvo que salir del cuarto y buscar el mismo los estudios para no tener una erección en ese preciso instante. Aunque le incomodaba el echo de haber permitido a otra persona tocar al niño no podía negar que aseado y sin rastros de suciedad lucia aun mas deseable que antes.

 

 

Era demasiado hermoso, ni muy femenino ni muy masculino. Su cuerpo y su rostro aun continuaban en aquel proceso de crecimiento que lo dejaba en un constante estado entre la niñez y la adultez. No seria muy difícil de creer que el mocoso usara sus atributos para ganar dinero. De alguna forma aquello no le hizo ni la más mínima gracia. Descanso la mano en la coronilla del joven y presiono las hebras castañas, tirando de su cabello sin demasiada delicadeza pero esquivando los puntos que asomaban tras la línea del cabello. Era increíble… se estaba preocupando por alguien. Y eso le desagradaba completamente.

 

 

En ese momento en que debatía mentalmente sus próximas acciones el muchacho comenzó a emitir leves gemidos y de sus parpados cerrados unas lágrimas comenzaron a salir a raudales. Sintiéndose un poco culpable (el nunca lo admitirá en voz alta, se prometió) dejo de lado la presión en el cuero cabelludo para comenzar con suaves caricias, como quien saluda a un perro a al retornar a casa. Pero eso no lo calmaba, el niño se quejaba y lloraba aun más fuerte.

 

 

-Oye mocoso, para de una vez-murmuro inclinando el rostro en su dirección, fijando la vista en sus parpados llorosos y los labios entreabiertos jadeando palabras ininteligibles. Paso los nudillos suavemente por una de las mejillas, barriendo parte de las lágrimas y finalizando en los labios, delineándolos con la yema de los dedos, analizando la suavidad, la turgencia de la carne. Era demasiado erótico, incluso para un hombre que no se consideraba a si mismo homosexual.

 

 

Las oscuras cejas se contorsionaron en un gesto de aflicción mientras una palabra se alzo entre el murmullo de sonidos que emitía esa pequeña cavidad.

 

 

-Mama…

 

 

Y casi como un interruptor, las lágrimas se detuvieron y la respiración volvió a ser normal. Rivaille enarco una ceja, vaya cosa extraña ese mocoso.

Notas finales:

Gracias por leer n.n


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