Finalmente, Pamela y ella estaban en el mismo sitio, jugando un juego de ultimate.
-Pásamela, ¡Profeee! –gritó la chica hacia su profesora
Ella, con una dulzura especial, le pasó el disco.
Iba muy alta, pero aun así, decidió saltar y tomarlo, pero eso finalmente, le trajo cierta consecuencia.
Cayó mal y se lastimó.
Inmediatamente, notando lo que había sucedido, Pamela corrió hacia ella, y la miró.
La chica estaba tendida en el piso, tomando su cadera.
Varios de sus compañeros, al ver esto, detuvieron la práctica y la miraron, intentando ayudarla.
-¿Estas bien? –le miró aquella que tanto adoraba
-S… si… tranquila, estoy bien. Simplemente fue una caída.
Se miraron con complicidad.
La mayor suspiró.
-Ya lo dije, fue una caída –se levantó, pero quedó resentida.
-No debiste saltar así… alguno ayúdeme a llevarla a la enfermería
Y así, se la llevaron a la enfermería.
“Aquellos fueron, en efecto, días alegres.
Fue por poco tiempo, pero logramos ser felices,
Incluso aunque éramos felices...”
-En la enfermería-
La habían dejado sola con ella.
Pamela, con cierta cuestión rodeándole en la mente, se dirigió al cubículo donde estaba ella.
Miraba hacia arriba con cierto desdén
-¿Pasa algo? –Pamela rodeó con su brazo la camilla, y se sentó a su lado izquierdo
-No… solo pensaba en algo…
-¿Puedo saber qué? –comenzó a acariciar el pelo ondulado de ella
-I… ie… -si había algo que Pamela no entendía pero le gustaba era que ella hablara en otro idioma. Específicamente, el japonés. – Estoy bien, si quieres saberlo.
-No quiero saber eso –se acercó con timidez a ella, juntando su frente. La chica solo se sonrojó- Quiero saber porque te sonrojas cada vez que estoy cerca, que te abrazo…
-No… no es nada –desvió la mirada- E… es normal, ¿no? Y… yo vivo sonrojándome –dijo con una risita
-Sí, pero nunca te sonrojas tanto a excepción de cuando estás conmigo
¹…xp;
La chica suspiró.
“Si doy la vuelta en este instante, podrás ver mi amargo llanto,
Así que seguí, mientras te daba la espalda.
“Nunca te olvidaré. Y por favor no cambies”
Permanece como la persona que amo…”
-Lo intento, ¿sí? Lo intento. Y, ¿Qué crees? Me cansé de intentarlo, me canse de muchas cosas, no puedo evitarlo, me sonrojo porque eres muy linda, y cuando me abrazas es solo un abrazo. Esto es amistad.
-Lo siento, no considero esto como una amistad.
La chica le miró sorprendida, los ojos abiertos como un gato espantado.
-M… me gustas… -suspiró, declarándose a ella.
-N… no –se retrajo- No me puede estar pasando de nuevo…
-¿De nuevo? -preguntó inocente- ¿Te había pasado antes?
-Joder, Pame… Por esto fue que me exiliaron.
-Exiliar… ¿Eres acaso…?
-Lo era… y ahora lo odio. Lo siento, no puedo corresponder a estos sentimientos como tú quieres.
Pamela se quedó helada, y salió de allí, a punto de llorar.
Ella apenas se quedó allí, mirando al techo y mordiendo su labio.
“Uniendo nuestros meñiques en una promesa,
Dijiste “solo un poco más, no me abandones aun”
Un día lejano, reiremos como dos personas
Que no quieren perderse el uno al otro...”
Pamela, en el corredor, se sentó en el suelo. Sacó una argolla algo grande para su dedo, y la colocó en su dedo anular.
“Pase lo que pase, nunca te quites el anillo, a excepción de hacer deporte y nadar. Es nuestro símbolo de amistad” –le había dicho la menor un día, mientras estaban descansando en la cafetería.
-Esto es doloroso… me diste un anillo, me diste tu amistad… deseaba tu amor y me lo negaste… ¿Es acaso el amor lo que más duele? ¿O el hecho de que me hayas dicho que no podías corre;ÒçÐder mis sentimientos? –agachó la cabeza y lloró, poniendo su mano izquierda en la pared.
En la enfermería, ella se había acomodado en el suelo. Con la pierna resentida, se estiro como pudo entre la camilla, y puso su mano izquierda en la pared, sin querer. Miró la argolla que tenía en la mano.
“Este es nuestro símbolo de amistad entonces. Desde ahora y para siempre. Este anillo representa nuestros sueños, nuestra fuerza, y nuestra motivación de vivir siempre. ¿Me lo prometes, Yami?” –Recordó la chica- “Te lo prometo, Pame” – frunció el ceño.
-Esto es doloroso… Prometí que seriamos amigas. Me brindaste tu confianza y amistad. Entonces, ¿Por qué duele cuando te vi partir mientras llorabas? No puedo amarte, eso está claro… somos chicas, no es justo… -lloró mientras observaba el anillo- perdóname, no puedo someterte a mi egoísmo… Ni yo someterme a un juicio humano de nuevo… no lo soportaría… -y lloró
Así, pasó el día. A la chica le dieron de alta a altas horas de la tarde, casi tendiendo a la noche. Como pudo, se desplazó de la sede hacia su apartamento.
“Verdaderamente, es rudo, es doloroso y solitario
Pero es solo porque pretendías ser fuerte.
Lo siento. Fui estúpido al pensar que podríamos sonreír hasta el fin
Incluso aunque yo sólo quería llorar.”
Pamela llegó a su apartamento. Su perrito le esperaba, batiendo la cola feliz. Extrañada porque el animal se hallara en estado de felicidad, le tomó y acarició.
-Ya, ya, está bien, Sparks. –el animal se movía felizmente, como si su ama hubiese regresado del viaje más largo que hubiese hecho. Apenas ella lo tocó, el animalito se escondió en sus brazos, queriendo sentir el calor de su ama. –Que tal te comportaste, ¿eh? ¿Perrito lindo? –el perrito ladró con alegría, al parecer, su vecina le había dejado hacia unos cuantos minutos allí.
Le miró. Sparks ladró de nuevo. Pensó en la chica con dulzura. Sabía cuánto amaba los animales, sobre todo, los labradores. Y Sparks precisamente hacía gala de ser un labrador color chocolate. Patas suaves, mirada fina, ladridos dulces, el labrador perfecto.
Acomodó al labrador en la cama y fue a cocinar algo para comer, pero se dio cuenta: No tenía apetito.
Sparks ladró de nuevo. Pamela regresó a la cama con palomitas de maíz y un poco de agua para su cachorro.
El labrador movió el control hacia las manos de la chica.
-Gracias, Sparks. –solo recibió un ladrido de aprobación.
Pamela encendió el televisor, y lo único que vio fue una noticia, acerca del asesinato de una chica de 20 años.
-En este momento, los ladrones no saben qué hacer, Sparks…
Se fijó bien en el lugar donde ocurrían los hechos.
Ese no era… ¿el interior donde vivía ella?
Y sobre todo, ¿esa no era su bicicleta?
Pamela se quedó helada. Miró con detalle la noticia.
Fue cuando mostraron a otra chica en una foto.
Suspiró tediosa.
Sparks ladró de nuevo al ver a su ama suspirar. Él no podía entender lo que pasaba, así que se apoyó en su pecho torpemente y lameteó su cara de tal manera que ella se concentrara en él.
-“La muerte nunca va a jalarme con ella, al menos… no pronto…””La muerte es solo el estadío del alma para transmigrar…” –recordar palabras vanas y sin sentido que solo la hicieron reír.
-Creo que no tengo nada de qué preocuparme por ahora, Sparks. –dijo, con una sonrisa tierna en los labios.
“Es en extremo, desolador, triste y doloroso…
De ahora en adelante, tu voz no dejará mi mente.”
(Wakaremichi, The GazettE)