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En fragmentos. por IGOTEXO

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Notas del fanfic:

ATENCIÓN

 

Suicidio parcial, automutilaciones.

 

Masoquismo.

 

ACLARO.

 

TODOS TIENEN LA MISMA EDAD EN ESTE FF.

 

 

 

Una vez más estoy con algo nuevo, sólo que éste será mi primer longfic -eso depende si quieren que lo siga subiendo-. Como es algo nuevo y que siempre quise hacer, les pido una oportunidad^^ No será el FF del año, pero estará bueno, lo prometo:) Nunca había querido tanto subir una temática como ésta, así que ahora que tengo la oportunidad, no me dejen con las ganas u.u

 

 

Notas del capitulo:

Como mencioné en el resumen, no lo creo apto para menores de 13 años. Sé que en la actualidad hay muchos "rebeldes" sin causa que se quieren suicidar a los 10 años. Sin embargo, sigo creyendo que la temática es algo "fuerte". Yo la haré ver de un lado más suave, por así decirlo~

 

Dedicado especialmente a AlexaJung, ella sabía del proyecto así que por eso es una de las principales en todas mis dedicaciones:)

 

Espero que lo disfruten así como yo he disfrutaado escribiéndolo:)

Capítulo uno. Rómpete. 

 

 

 

 

 

Una de las razones por la que la gente causa dolor es porque han sido dañados en el pasado, y por mucho que me hiciesen daño a mí, yo no seguiría el mismo patrón. Con 18 años de vida puedo permitirme decir que tengo más intentos fallidos de suicidio que mi edad actual. Con 6 ex novios puedo meditar acerca de mi existencia. Con ningún familiar vivo, puedo darme el lujo de decir que me he quedado sin nada.

 

 

 

La primera vez que tomé una navaja, fue a los 11 años. No hay mucho qué decir, sólo que las cortadas eran superficiales para acallar unos momentos el dolor psicológico. Y como dicen por ahí, no haya dolor que no sane con uno más fuerte.

 

 

 

Duré otros dos años fingiendo mi bienestar, hasta que me encontraron a punto de morir en los baños del instituto. Desde ese entonces entré a un programa de rehabilitación para jóvenes donde el objetivo principal era hacerme darme cuenta de lo valioso que soy en este mundo y que tenía que amarme.

 

 

 

Decidieron darme de alta a los 3 meses. Al parecer mis pensamientos suicidas habían tomado segundo lugar, o eso es lo que creíamos.

 

 

 

Para ese entonces, mi cuarto novio había pedido un descanso de mí y yo lo acepté, como se aceptan flores en un momento incómodo, sin preguntar. Ese día llegué a mi casa y tomé la navaja que guardo debajo de mi cama, por cuarta vez alguien me decepcionaba.

 

 

 

Y así fue sucesivamente que le agarré un cariño al dolor punzante en mis muñecas, también a la obscuridad de mi cuarto, y empecé a preguntarme si esto era vivir.

 

 

 

Tres años después, a mis 16, hubo un accidente de auto donde mis padres fallecieron. El día en que me avisaron, me habían sacado del salón, la maestra me miró con lástima, el peor sentimiento que le puedes tener a una persona, y me dijo que mis padres habían fallecido. Entonces ahí supe que me había quedado sin nada.

 

 

 

Al regresar a casa, no sé por cuánto tiempo usé la navaja.

 

 

 

Así que, sin familiares en el extranjero o conocidos, me habían internado en una casa hogar. Es un lindo lugar si te gusta dormirte temprano y vivir bajo un estricto reglamento donde no puedes respirar sin antes pedir permiso.

 

 

 

En los dos años que estuve ahí, no hablé con nadie, no socialicé con nadie, no fui novio de nadie; en pocas palabras, me cerré en el mundo que supe crear desde pequeño.

 

 

 

Y, gracias a la navaja que tengo ahora entre mis cosas, ya nadie puede provocarme daño.

 

 

 

-¿Me puede repetir la pregunta?-tengo que pedir otra vez. La secretaria me ve de forma desaprobatoria y suspira antes de lanzarme una mirada cansada.

 

 

 

-¿Alguna vez ha atentado contra su salud?

 

 

 

¿Sí? ¿No? ¿Tal vez?

 

 

 

-No.-digo la verdad. Últimamente ya pienso que esto no es atentar contra mi vida, es hacerla más durable.

 

 

 

Después de eso, me acompaña a la clase. Cuando toca la puerta, mis manos empiezan a temblar, bajo un poco más las mangas de mi suéter para que nadie encuentre las marcas de mi destrozada vida y me adentro a lo que será “la nueva paz”.

 

 

 

Cuando me corrieron de la casa hogar por ser mayor de edad, tuve que conseguirme un empleo, un lugar dónde vivir y una universidad. Nada sencillo, sin embargo, conseguí medio tiempo en una cafetería, un apartamento a las afueras de la ciudad y me admitieron en la universidad, porque, a pesar de que mi mejor amiga era la soledad, también los libros eran parte de ese lazo inquebrantable, así que pude conseguir una beca.

 

 

 

Pagar la universidad no es una casa de la que tenga qué preocuparme.

 

 

 

Tengo la mirada de todos puesta en mí, el maestro no se atreve a decir nada, así que tengo que carraspear por la incomodidad que empiezo a sentir.

 

 

 

-Park Jinyoung.-levanto la mano en forma de saludo. A nadie se le apetece tomarme en serio en ese momento. El deseo de salir corriendo al baño y pasar el objeto afilado por mis brazos me carcome, empiezo a sentir mis dedos temblar pero no puedo darme ese lujo, no ahora.

 

 

 

Las cicatrices claman volver a resucitar en heridas grandes, punzantes, con el chorro de sangre salir y sentir que la vida se me escapa. Claman la paz en ese momento, me llaman en un susurro y yo trato de calmarme.

 

 

 

-Lo siento por ese silencio incómodo, joven Park.-dice el maestro, le asiento con la cabeza y sigue con la explicación.-Bienvenido a la clase C.-sonríe haciendo notar arrugas alrededor de sus ojos.

 

 

 

Simpático.

 

 

 

Me muestra un asiento vacío al final del salón, no me sorprende ese lugar, siempre he sido el último en todo. El último en recibir una carta, el último al que le dan las gracias, el último con quien todos se conforman. El último… el último… el último… siempre soy ése idiota al que le ven la cara.

 

 

 

Una vez que me siento, la clase comienza.

 

 

 

Recibo un papel por parte de mi compañero de al lado, lo abro y casi sale de mí una maldición.

 


 


¿A cuánto la hora, nena?

 

 

 

Qué rápidos son aquí para ponerle precio a mi trasero. Pienso un poco y me decido por escribirle:

 


 


¿A cuánto la hora, nena?


Dudo que puedas durar una hora.

 

 

 

El asunto muere cuando el otro lo toma y al leerlo no encuentra la respuesta que esperaba, sólo le miro fruncir el ceño y, bueno, de antemano sé que no me dejará ir tan fácil.

 

 

 

Las llagas en mis brazos empiezan a dar comezón, trato de respirar profundo para no tomar la navaja en ese instante y liberar las ganas. Suspiro y hago que mi corazón se desacelere poco a poco.

 

 

 

Y así pasan las primeras cuatro horas, entre latidos fuertes y deseos casi incontrolables.

 

 

 

Al fin puedo ir corriendo al baño y encerrarme en cualquier cubículo. Nunca había durado tanto sin sentir el corte liberador en mi piel. Me aseguro de que nadie entre en unos minutos y cuando me siento más tranquilo, aunque ansioso, sacó el cuerpo de mi pecado y lo paso una y otra vez por todo el brazo.

 

 

 

La frustración que antes sentía se va dándole paso a un placer cegador. Echo hacia atrás mi cabeza y cierro los ojos disfrutando de cada gota que se esparce por el suelo, casi suena una sinfonía al caer una a una sin reprimendas. Son cada roce de la navaja en mi piel que me hacen sentir mejor.

 

 

 

Las cicatrices se vuelve a abrir y yo me alegro de eso. Es tanta la emoción que me recorre que empiezo a cortar más de la cuenta, ya no me importa si la sangre que sale es mucha o poca, se siente tan bien ver la carne partirse. La vista se me nubla cuando veo hacia abajo y encuentro un gran charco rojo ensuciando la suela de mis zapatos, vuelvo a sonreír por eso.

 

 

 

Es genial, perfecto, maravilloso.

 

 

 

Me levanto un poco mareado, guardo la navaja y abro la puerta, llego a los lavabos con dificultad, aún puedo sostenerme de lo que me queda de conciencia. Sigue esa sonrisa tonta en mi rostro cuando me veo al espejo. Jamás lo había disfrutado tanto como hoy.

 

 

 

Saco una botella pequeña de alcohol etílico y esparzo el líquido por todo el brazo izquierdo.

 

 

 

Aún mejor.

 

 

 

Me da un escalofrío de placer y miro de nuevo al espejo, aún me veo borroso pero eso es lo de menos ahora que se siente genial el dolor punzante en mi brazo.

 

 

 

Las heridas cerrarán para mañana, cosa que mejora todo.

 

 

 

Cuando me doy cuenta, sólo he durado diez minutos. Eso es lo que me fascina de la actividad, hace que me parezca una eternidad. Limpio el suelo aún con el mareo y dejo todo limpio antes de salir. Cierro la puerta y a la par que me giro, topo con alguien.

 

 

 

Su rostro no lo distingo muy bien, todo se ve revuelto ante mis ojos, pero eso es lo mejor, no reconocer nada ni nadie en esa situación.

 

 

 

-Oye, ¿estás bien?-su voz suena preocupada, pero ahorita ya no puedo distinguir entre un tono de voz bueno o malo. Cierro los ojos y sé que me dejo caer en sus brazos.

 

 

 

A pesar de estar dormido, mi cabeza duele por el reflector que siento en mi rostro. La luz cegadora me hacer abrir lentamente los parpados y con lo único que me encuentro es con el techo blanco haciéndome preguntar qué es lo que ha pasado.

 

 

 

Trato de mover mi brazo izquierdo, pero la muñeca se encuentra rodeada por una esposa.

 

 

 

Diablos.

 

 

 

Empiezo a moverme furioso soltando gritos por todo el cuarto, nadie está a mi lado y trato de que me den una explicación lo antes posible.

 

 

 

-¡¿Qué carajo sucede?!-grito una vez más desgarrando mi garganta, las lágrimas empiezan a salir mientras sigo sacudiendo mi cuerpo para zafarme de las esposas, pero nada sucede, nadie llega y yo me exaspero.

 

 

 

Me quedo un momento inmóvil y las lágrimas se pasean por mi rostro. Hace unos minutos me encontraba feliz y ahora estoy una vez más… derrotado.

 

 

 

La puerta se abre y me reincorporo lo más rápido posible, el director y un policía entran haciéndome temblar por la sola idea de que hayan visto lo patética que es mi vida en un momento como esos.

 

 

 

-Park Jinyoung, está arrestado por atentar contra su salud en un lugar público.-explica con la voz neutra el policía, me hace pensar que ha visto demasiados casos como éste.

 

 

 

-No quiero ir a la cárcel.-digo apenas en un susurro mirando hacían un punto fijo. Todo está arruinado, ¡todo! Lo único que me hacía sentir bien me lo van a quitar.-No quiero ir, ¡por favor! ¡No quiero ir!-me pongo histérico al escucharle decir que me encerrarían por el resto de mi vida.

 

 

 

Veo al director negarme con la cabeza y los brazos cruzados sobre su pecho, apenas hoy iba a ser parte de una vida, por primera vez me convertiría en alguien normal, pero ya todo se fue al carajo.

 

 

 

-¿Quieres cambiar?-el policía muestra un poco de remordimiento ante mi actitud, yo sigo gritando pero logro escucharle fuerte y claro.

 

 

 

-¡Sí, sí… sí! ¡Le juro que sí!-muevo un poco más mi mano izquierda y siento que una herida se abre debajo del vendaje.-Haré lo que sea… un psicólogo, rehabilitación… lo que quiera…-pronuncio desesperado.

 

 

 

-Está bien, está bien, no tienes por qué alterarte.-su voz suena calmada y trata de hacerme sentir así, pero sigo sintiendo la sangre manchar el vendaje y ahora muevo el brazo con esa intención, de abrir de nuevo todo lo que está cerrado.-¡Tranquilo!-me toma de los brazos y hace que me acueste lentamente en la camilla.

 

 

 

Instintivamente dejó de hacer cualquier movimiento y cierro los ojos tomando una bocanada de aire.

 

 

 

-Podemos ayudarte.-al fin pronuncia el director.-Hay un plan de rehabilitación en la escuela…

 

 

 

Podré tener una vida normal dentro de alumnos normales. Podré tener amigos. Podré estudiar. Podré graduarme. Podré volver a ser yo.

 

 

 

Con la condición de tener 6 tutores que me vigilen a toda hora, todos los días. Ellos serán estudiantes de la misma carrera, sólo ellos tienen el derecho de saber mi situación y tienen la obligación de no decirle a nadie. Vivirán conmigo en un departamento. Me llevarán con la psicóloga todos los días. Ellos no pueden compadecerse de mí, no me pueden hacer favores.

 

 

 

Ellos me verán sufrir por 4 años sin importarles un carajo.

Notas finales:

Si han llegado al final, les doy un aplauso^^ Sé que puede parecer un prólogo, pero no lo es xd

Faltas de ortografía, malos entendidos, todo va por mi cuenta^^

Les pido un gran favor, háganme saber su opinión sincera. Si lo borro, si lo borro junto con mi cuenta, si lo continúo, no me molesto si hay críticas CONSTRUCTIVAS.

En fin, sé que no se puede decir "espero que lo hayan disfrutado", pero es algo por el estilo^^

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