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Again por Syarehn

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Notas del fanfic:

Primero que nada, agradezco a Mine y Nayencchi por invitarme a formar parte de este increíble maratón azul y amarillo.

Sólo resta decir que más que fanfic yo lo llamaría viñeta con limme xD y que espero que la disfruten así como yo al escribirla. ¡Diviértanse y dejen volar la imaginación!

Los personajes de Kuroko no Basuke son propiedad de Fujimaki Tadatoshi, y esta historia participa en el evento "¡Mes AoKi!" Para el grupo de facebook y comunidad Fanfiction AoKiLovers.

 

 

AGAIN

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Otra vez aprieto los puños con fuerza en torno a los reposabrazos del sofá y un jadeo se me escapa desesperado. Separo las piernas instintivamente y echo la cabeza hacia atrás, reposándola descuidadamente en el respaldo, impulsando la pelvis para obtener más del húmedo placer que significa su boca entre mis piernas. Su lengua jugando siempre me ha encantado, más cuando recuerdo que ésta se hizo experta bajo mi tutela. Y sin embargo, hoy parece más ávida de lo común: lamiendo parsimoniosamente a lo largo, cambiando el ritmo y succionándome con ímpetu para terminar regresando a la lentitud inicial.

 

Está volviéndome loco, es consciente de ello y sabe lo que significa.

 

—Hazlo como se debe —exijo con la voz enronquecida por el deseo y la ansiedad.

 

Y ese rubio tonto me mira, eleva la mirada hasta encontrarse con mis ojos. Desde mi posición puedo darme el lujo de observarlo con superioridad pero sus ojos me regresan una mirada llena  de orgullo y presunción; sabe que estoy al límite. E incluso sabiéndolo  -o quizá sea justamente porque lo sabe- se separa con suavidad, dejándome una molesta sensación de frialdad y ansiedad, pues permanece a la distancia adecuada para que su respiración choque directamente con la piel que él mismo ha dejado mojada y sensible.

 

—Pídemelo como se debe. —Fue un susurro, pero su tibio aliento sólo consigue que la sangre me hierva. ¿Está jugando? No puedo contener una sonrisa irónica.

 

—Kise —empleo ese tono de advertencia que sé que lo enciende e intimida a partes iguales, pero hoy simplemente parece ser un aliciente para que juegue. Si no acelera el ritmo yo perderé la lucidez y él la movilidad durante el tiempo que el desenfreno me dure.

 

Lo siento jadear y mi piel se eriza mientras un traicionero gruñido lleno de necesidad mal contenida sale de mi garganta. Sé que fue intencional al ver la satisfacción hecha sonrisa plasmada en su estúpido y atractivo rostro, pero mi paciencia es limitada y si por su rubia cabeza llegó a cruzar la idea de que tendría el control, entonces hace falta que le demuestre que no es ni será así.

 

Tomo su blanca mandíbula con una mano, aplicando la fuerza necesaria para mantenerla abierta, sin despegar un solo segundo la mirada de la incitante visión que aquello conforma. Sonríe de nuevo, hasta que la punta goteante de mi miembro roza sus labios y lo veo cerrar los ojos al sentir la primera intrusión. Ahora es mi enervado instinto el que impone el ritmo. No hay tregua y este delicioso movimiento frenético no va a detenerse hasta saciarme de los sonidos acuosos y jadeos ahogados que producimos, hasta que el olor a sexo hastíe mi olfato, hasta que termine en su boca y mi esencia se quede impregnada en su ser, y sobre todo, hasta que mi libido y mi cuerpo decidan que me cobrado las dos semanas de ausencia y carencia de sexo perfecto, otra vez.

 

Sus manos se apoyan en mis piernas aún con los ojos cerrados y la saliva moja sus labios y barbilla debido a que su nueva tarea le impide pasarla. Pero no me es suficiente.

 

Bajo mi mano libre hasta su abultada erección, acariciándola sin miramientos o delicadezas. Siento como sus gemidos mueren en su boca y ejerzo más fuerza en el agarre, subiendo y bajando hasta que sus dientes rozan mi miembro. Un ligero dolor que sólo aumenta mi éxtasis.  

 

Desabrocho su pantalón con tirón brusco, romperlo es lo que menos me importa, y si Kise se molesta será un grato incentivo, sin embargo, liberarlo completamente de la compresión de su bóxer no está en mis planes, de modo que tomo su hinchada y mojada hombría por debajo de la fina tela, masturbándolo con rudeza desde el inicio.

 

Ya se ha coordinado perfectamente con el vaivén que mi cadera le impone, colando succiones y suaves mordidas a la ecuación. Ahora sus ojos están abiertos y me miran con complicidad y lascivia al igual que los míos lo hacen. Gruño satisfecho al verlo volcándose en placer, traduciendo su excitación en deliciosas atenciones a mi erección aún en su boca.

 

Mi sangre está en llamas y sólo deseo consumirlo a él también. 

 

—Quiero correrme en ti, Kise. —Tengo que emplear todo el autocontrol posible para evitar que mi exigencia saliera entrecortada o denotara en jadeos lo necesitado que me siento.

 

Sus orbes doradas aún me miran y me sonríe sin sacar mi virilidad de entre sus carnosos labios. Sin previo aviso toma la mano con la cual sostengo su mentón, entrelazando sus dedos con los míos, incitándome con un suave tirón a deslizarla hacia su cuello. Entonces lo siento, me siento. Puedo percibir los movimientos de mi propio miembro en su garganta. Es exquisita y endemoniadamente morboso, tanto que me instiga a penetrarlo más rápido, con más fuerza, buscando llegar más profundo y orillándome a permanecer más tiempo en su interior para prolongar la sensación.

 

Pese a que el placer nubla mi mente, coordino el movimiento pélvico con la mano con la que aún lo masturbo, presiono un poco más la punta y lo siento estremecerse, tensarse, es la inminente notificación de que está por correrse, al igual que yo.

 

Un profundo gemido nace y muere en su garganta haciéndome morderme los labios de excitación mientras siento como termina en mi mano, humedeciendo con ello su costosa ropa interior.

 

Sé que su orgasmo lo ha dejado agotado cuando detiene todo movimiento de su boca y cierra los ojos con pesadez, pero puedo percibir la sonrisa complacida entre sus ocupados labios.

 

Él aún no termina de recuperarse cuando terminó con fuerza en su boca, llenado, sin querer, la habitación con un largo y ronco gemido gutural que no quiero contener. Sólo entonces dejo en paz su boca; y sin embargo, verlo tragar todo el semen que he vaciado en él y lamerse los residuos de sus labios y comisuras, vuelve a encender en mí el deseo de tomar sus labios de nuevo.

 

—A-Aominecchi, espera. —Pero es tarde, lo he acorralado entre mi cuerpo y la alfombra, y sus labios vuelven a ser míos en uno de esos besos que sólo me nace darle a él.

 

—Me excita probar mi sabor en tu boca. —Su única respuesta es una impetuosa mordida y la continuidad del beso que habíamos iniciado.

 

Podría pasar toda una vida pegado a estos labios, podría besarlos una y otra vez, por eso detesto limitarme a estos encuentros esporádicos, detesto su trabajo, detesto a…

 

—No muerdas tan fuerte. —Su queja se amortigua porque no he dejado que se aparte lo suficiente. En realidad no noté en qué momento lo mordí pero sus pucheros me desarman, aunque es algo que no sabrá nunca.

 

—Creí que te gustaba que fuera rudo. —Sin previo aviso y aprovechando su semen en mi mano, cuelo un dedo en su interior. Sigue tan cálido y estrecho como lo recuerdo.

 

Gime. Se retuerce. Me encanta y sé que a él también lo vuelve loco. Siento como abre las piernas para mí a pesar de que aún lleva la ropa puesta. Muevo mi índice en círculos haciéndolo gemir más fuerte, quiero entrar en él pero una de sus manos baja para detener la mía.    

 

—No podemos quedarnos más tiempo. —Su cuerpo tiembla de deseo pero su voz es firme. Lo miro incorporándose un poco, sosteniéndose con los codos, pero no estoy dispuesto a dejarlo aquí. No puedo ni quiero.

 

—Oh, no, no irás a ninguna parte. Me importan un bledo tus planes para hoy; voy a follarte hasta que no pueda sentir un solo músculo.

 

Kise ríe divertido, al parecer desea que cumpla mi amenaza, así que introduzco el dedo medio, llegando más profundo sin dejar de moverlos. Sonrío cuando se deja caer de nuevo sobre la alfombra soltando   un gemido más largo.

 

—S-si notan que esca-paste del trabajo... —Gime. Yo sólo enarco una ceja, divertido. Diga lo que diga sé lo desea tanto como yo—. ¡Ah! Sabes q-que sería un problema. —Se muerde los labios a cada estocada. Su voz es una súplica velada que me enardece los sentidos—. ¡Aominecchi! Si no te detienes ahora... —Me mira serio y se remueve para alejarse pero no voy a dejárselo tan sencillo—, tendremos que posponer los planes para el fin de mes.

 

Odio cuando tiene razón.

 

—Vístete antes de que cambie de opinión —digo con fastidio. Ha matado el maldito momento. 

 

Me sonríe resignado cuando me quito de encima. A ambos nos jode tener que parar justo ahora. Resoplo con fastidio mientras lo veo acomodarse la ropa que, de hecho, nunca terminamos de quitarnos, sin embargo, no puedo contener las carcajadas cuando se percata de que ha mojado su bóxer y rio más cuando me observa con reproche.   

 

Me incorporo también, no importa que mi uniforme este arrugado, tampoco me importan las interpretaciones que puedan generarse a partir de mi fuga momentánea de la estación. En todo caso, a quien más afectan estos encuentros es al rubio molesto que inhibe mi razón.

 

—Que tengas un buen día, Aominecchi. —Se acerca a darme un beso tan suave que me desespera, para luego dejarme con las ganas y encaminarse a la salida.

 

—En dos semanas te quiero aquí otra vez, Kise. —Es una advertencia, una amenaza y una declaración. Luego lo tomo por sorpresa de la cintura, hablándole al oído y apegándolo más a mi cuerpo, haciéndole notar con una embestida fingida la semi-erección que ha dejado y por la cual tendrá que pagar posteriormente.

 

Lo escucho gemir otra vez.

 

—En dos semanas —contesta como si se tratase de una promesa, girándose para darme el último beso de la tarde, sin suavidad de por medio pero con la profundidad y lentitud que me enloquecen—. No hagas nada impulsivo en el trabajo ¿quieres?

 

—Y tú no hagas nada estúpido en el tuyo.

 

Él sale primero después de sonreír como si irradiara luz propia. Quizá lo hace.

 

Paso una mano por mi cabello, no tenía calculado verlo hasta el fin de mes, pero las ansias de volver a sentirlo bajo mi cuerpo y la necesidad enfermiza de respirar su aroma otra vez juegan en mi contra, después de todo, escapar de la rutina para uno de estos breves instantes es lo que me mantiene cuerdo –lo que sea que eso signifique–.

 

Una llamada, un mensaje, una mirada cómplice o una sonrisa insinúate bastan. No importa violar más de una norma para recorrer a toda velocidad la distancia que nos separa. No se necesita más. Lo sé. Lo sabe. Y prueba de ello es el mensaje improvisado que de hoy por la mañana, ese que nos trajo a esta tibia habitación. Al final, a pesar de las circunstancias y la culpabilidad, siempre terminaremos enredados furtivamente entre las sábanas de un hotel de paso para acallar un poco la necesidad que nos carcome de a poco. 

 

Otra vez buscaremos escabullirnos del mundo, ese en el que ambos tenemos nuestras vidas hechas y donde juntos no tenemos cabida. Donde vivimos con quienes estábamos predeterminados a estar. Así es como funcionan las cosas, aunque noche tras noche mi cuerpo me demande el calor de Ryōta, porque entre nosotros todo siempre ha sido así: demasiado intenso, demasiado pasional, demasiado prohibido. Tan lleno de deseo y de sentimientos sin nombre. Y aunque no quiera, otra vez terminaré cediendo ante su sonrisa, ante sus ojos, ante la efímera felicidad que me brinda su sola presencia. 

 

 

"He vuelto a mi rutina. Me consuela imaginar que siempre que te busco, me buscas tú un poquito [..] y una y otra vez, en tu puerta me rindo. Y una y otra vez, me voy como he venido." 

La Oreja de Van Gogh

 

Notas finales:

Gracias por leer ¡Feliz Mes Aoki a todos!

¡Abrazos de koala!


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