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The Extra, The Class 3-3 por kpoploveever

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Notas del fanfic:

Este fanfic no es original en verdad, es una adaptación de un anime que me mostraron hace un tiempo, imgaino que algunos ya lo habran visto

Si ya lo han leido o visto, favor de no comentar o hacer spoilers de lo que podría pasar. El fic tendrá varias diferencias del manga y del anime, como los personajes originales míos, el shota, y bastantes situaciones nuevas.

Algunas capis podrían ser casi iguales al manga o al anime, mis disculpas por eso, si creen que no es bueno, o que no debería publicar algo así solo haganmelo saber y lo borraré

Gracias

 

PS: sera el reemplazo del fic "The Shota Island" ya que de cierta forma es algo parecido al fic "shota camp boys" de Bad Boy x3 y no quiero armar confusión

Notas del capitulo:

Aqui el primer capitulo de esta adaptacion

Ojala les guste

El aura naranja con toques del color sangre coloreaban el cielo, revelando que en pocos momentos le daría la cordial bienvenida a una oscura noche en la ciudad, pero por esos momentos, la calma, la calidez, y lo pacífico que demostraba ese paisaje era infinito, cualquiera que lo viera, denotaría la belleza y serenidad que no podrías retratar, como si fuera una hermosa e irreal pintura de la utópica maravilla de la naturaleza que nos regala estos bellos escenarios casi imposibles de ver, una ciudad especial sin dudas, donde podías apreciar y entrar en la más interna y calmada paz del corazón y el alma, lástima que esa tarde, que no se podía llamar una cualquiera, no tenía exactamente un ambiente calmado, o siquiera una vista agradable en cierta parte.

 

Cerca al gran y hermoso río que atravesaba la ciudad, cuyas lágrimas acumuladas del cielo se movían en dirección contraria a esa enorme presa  a un lado del lugar, si asomabas tus vista hacia el abajo, para poder notar ese espejo natural con rayos de sol del atardecer, se veía algo más que las hojas y flores que flotaban junto al río, sino también…el cuerpo…de una muy bella mujer.

 

Sola, flotando sobre el agua tranquila y serena, como su cuerpo, algo alta, y una bella presencia, eso no era algo que podíamos cuestionar, vistiendo una especie de traje femenino, con una falda oscura, al igual que las pantis que cubrían sus esbeltas piernas, no llevaba zapatos puestos, tal vez debido a lo acontecido hace poco tiempo, la mujer se dejaba llevar, sin mover un dedo, sin demostrar una sola y mínima señal de seguir con la vida en el cuerpo, el aura roja alrededor de su cuerpo, y en el agua, ese tinte que coloreaba las aguas, triste y dolorosamente brotaba de su propio y solitario cuerpo…

 

 

-¿Has escuchado hablar de él?... ¿Daniel Empher?...de noveno grado…clase tres- pregunta una voz suave, de un chico para ser específicos.

 

 

-¿Había alguien con ese nombre en la clase tres?- menciona una voz femenina.

 

 

Las cortinas son levantadas por la fina brisa que entra indiscreta por la ventana abierta

 

 

-Pasó hace 36 años…

 

 

El rostro de un chico, cabellos negros sin brillo, piel pálida casi gris, pestañas largas, y los ojos cerrados, con una tenue y poco resplandeciente luz blanca que denotaba sus rasgos finos y aniñados. Y una foto en blanco y negro, de toda una clase, sonriendo, con su profesor en medio.

 

 

…él era popular, desde el séptimo grado…

 

 

La hermosa ciudad atravesada por un río, iluminada por el brillo solar, rodeado de colinas y montañas verdes. Y un cuchillo en el suelo, mojado por las gotas del cielo, y manchado con tinte rojo, que se escurría por el césped, sangre.

 

 

…él era inteligente…lindo…y una más que bella personalidad…

 

 

La vista de un parque de diversiones infantil une enorme rueda de la fortuna, algunos juegos sin prender, y solamente visibles por el sol que se asomaba por entre las verdes montañas hasta el fin de la vista.

 

 

…él era querido por estudiantes y profesores-

 

 

La tenue luz que iluminaba el pobre rostro del chico se desvanece, dando paso a la sombra y oscuridad, y luego, los ojos, pesadamente, empiezan a abrirse.

 

 

-Sí, hay al menos una persona así en todos los grados-

 

 

Un templo en la cima de una montaña, rodeado de enormes robles del basto bosque, y en esos momentos bajo una intensa lluvia, empapando toda la estructura dorada, y las piedras y estatuas algo abrumadoras.

 

 

-Sin embargo…poco después de que comenzó el 9no grado…

 

 

La punta de un paraguas, pocos segundos antes de ser abierto, un bolso siendo cargado por una mano desconocida.

 

 

…Daniel murió-

 

 

Una cinta empieza a reproducirse.

 

 

-¿Qué?...

 

 

Quien sea que estaba oyendo la cinta, estaba sentado frente a ella, cubriéndola con su sombra.

 

 

…¿Cómo?-

 

 

El interior de un viejo ascensor, visto desde el suelo, notando esos detalles de cuando algo se deteriora lentamente con el tiempo, con las luces parpadeantes, sumiéndose en la oscuridad por cifras de tiempo.

 

 

-Escuché que fue un accidente…

 

 

Un barco flotando sobre las calmadas aguas del mar, el sol a punto de desaparecer en el horizonte como fondo, y la costa a un lado.

 

 

…así que…todos estaban muy sorprendidos…

 

 

El rostro triste de un chico, cuyos ojos son ocultados por su propio cabello negro, estaba a un lado de la ventana, que le mostraba la vivida luz del sol.

 

 

…hasta que de repente…alguien lo dijo…-

 

 

Calles mojadas por lágrimas, fuego ardiente en medio de la penumbra, la foto de la clase.

 

 

-¿Dijo qué?-

 

 

El vehículo desconocido viaja por una carretera, solo acelerando hacia adelante, no se veía nada en frente, el camino aparecía por sí solo, al frente solo oscuridad, pero eso no importaba, solo huyendo hacia adelante.

 

 

-Él señaló a la mesa de Daniel y dijo…

 

 

Las escaleras que llevaban a la segunda planta, y las ventanas dejando entrar rayos de luz de las afueras. El interior de un desván, sin ventanas, sin puertas abiertas, pero aun así, una extraña luz iluminaba todo el desorden desde un lado.

 

 

…”Daniel está allí, él no está muerto”…-

 

 

Ese mismo niño de aspecto fúnebre, de espaldas a la vista, mirando, hacia una especie de ciudad, o más bien fábrica, el intenso humo nocivo lo cubría todo, el cielo era gris, y todo era triste, al igual que él. Tres muñecas, una de cabellos naranjas, mirando al suelo con vestido negro, otra de cabellos morados, una rosa azul en este, con un vestido rojo mirando hacia arriba, y otra de cabello rosado, vestido amarillo opaco y viendo hacia abajo, con miradas muertas. Los cabellos negros de la silueta del chico danzan con el viento.

 

 

-Eso fue…-

 

 

El camino largo, cortando la vegetación, para formar una ruta accesible, hasta el frente de una enorme casa, un gran largo, dos pisos con numerosas ventanas para todas las habitaciones que tenían, perfectamente construida, algunas luces, como las que provocaban las llamas del fuego, venían del interior, mientras en las afueras, los árboles, plantas y montes cubrían todos los alrededores, una enorme posada en medio del bosque era lo que se apreciaba en ese paisaje nocturno.

 

 

-Bueno, fue sólo un acto…

 

 

…pero desde ese día, la clase tres continuó comportándose…

 

 

Con el cielo casi totalmente oscuro, con árboles grandes extendiendo sus ramas con hojas a un lado, se veía un pequeño arco, cuadrado, hecho de metal, como esos que te encuentras en las carreteras al salir de la ciudad, y en el cartel puesto y atornillado en lo alto, estaba escrito debajo de una flecha el lugar de destino al que llegarías si seguías adelante, Ciudad Empher.

 

 

…como si Daniel estuviese vivo…-

 

 

Unos engranajes metálicos giran, en el interior de una maquinaria, y se puede ver nuevamente el rostro del chico, quien con los ojos cansados y pesadamente abiertos, los mueve, hasta fijar la vista a un lado, sin mostrar emoción alguna. Y un chorro cae manchando el piso de madera, salpicando la sustancia de color roja, tinta, pintura, ojalá fuera alguna de esas, quizás sangre.

 

 

-Eso es un poco espeluznante-

 

 

El edificio enorme de un hospital, variados pisos donde posiblemente descansaban pacientes, y trabajaban esas personas dedicadas, pocas luces salían de alas ventanas, pero algunas podían notarse en partes del edificio, posiblemente por ser ya de noche.

 

 

-Mantuvieron el acto hasta la graduación…

 

 

Un cartel de “no entrar” colgado en una cuerda, que parece ser que evita el paso hacia unas escaleras de madera iluminadas por el sol de alguna ventana. Un ave, plumaje negro, al igual que sus ojos de canica de vidrio, un pico naranja opaco, y unas cuantas plumas amarillas alrededor del cuello, moviendo la cabeza curiosa, al estar dentro de una jaula.

 

 

…el director incluso hizo arreglos para que…

 

 

Ese chico de rostro macabro de nuevo, mirándonos, pero los ojos no se ven, solo parte del cabello color noche, siendo únicamente visible de la cara su extraña sonrisa torcida, riendo o llorando, la piel pálida del rostro y cuello, vistiendo al parecer un uniforme escolar, con el paisaje de un bosque a oscuras detrás  de la figura. El agua salir como cascada por la presa del río.

 

 

…el asiento de Daniel estuviera en su ceremonia de graduación, con su apellido, Empher…-

 

 

Un pasillo, hasta una puerta doble de vidrio, a los lados estaban numerosos casilleros pequeños, todos en columnas y filas, pero la luz no está presente, y el tenue brillo del día, proviene de las afueras, y del cielo gris con huecos blancos y la lluvia cayendo a torrentes.

 

 

-¿No es eso algo bueno?-

 

 

El chico, con los ojos pesadamente abiertos, regresa rápidamente la mirada, intentando asimilar algo, pronto su rostro se torna en una mueca asustada y aterrada, sus ojos antes cansados, pasan a abrirse de repente, notando el iris color sangre, y como el globo ocular casi podría salirse, viendo las finas venas de sangre, las pestañas muertas.

 

 

-Claro…si esto terminara allí…-

 

 

Un salón de clases, una gran pizarra, la puerta y ventanas interna a un lado, al otro las ventanas que dejaban entrar la luz solar.

 

 

-… ¿hay más?...-

 

 

Cinco columnas, con seis filas de asientos, carpetas escolares, todas iguales, excepto por una, en la columna junto a las ventanas al exterior, la última de todas, y alejada a la esquina, estaba una carpeta, deteriorada, vieja, oxidada.

 

 

-El resto de la historia es…-

 

 

Y todo se vuelve oscuro.

 

 

 

 

Esta…

 

 

 

 

La mesa de madera de un lado del cuarto tenía encima un reloj, marcando las 5:44 de la tarde, 25 de abril, del año 2008, un porta lápices color gris, vacío, un teléfono celular, algo simple, ni muy costoso ni tan barato, y al final, un frasco blanco de pastillas, todo en un profundo silencio, sin más que el típico sonido del canto de las aves desde afuera del blanco cuarto de hospital.

 

En aquella cama clínica, recostado y guardando reposo, estaba un chico, no más de catorce años, sus cabellos algo largos eran marrones, algo oscuros, tez blanca, y algo pálida, debido a lo que le ocurría a su cuerpo, vestía una camisa y pantalón celestes claros, típicas ropas de los pacientes, tapado con la colcha gris hasta el pecho, en donde por cierto, tenía un fino tubo conectado a su pecho a una maquina a un lado, la luz le llegaba de un lado del cuarto, iluminando su rostro cansado, algo decaído, con notables ojeras, además una gorra colgaba del respaldar de la cama, no era que estuviera triste aquel chico, pero a nadie le gusta estar en un hospital postrado en una cama, sobre todo si tenías una vida como la de ese chico, para acabar, en el frente de la cama estaba colgada una tabla, con el apellido del paciente, Daniels.

 

-          ¿Cómo te sientes amor?, ¿te duele algo?- pregunta una voz delicada, proveniente de una mujer sentada en uno de los dos asientos al lado de la cama de su único hijo desde hace algunos años.

 

-          No- responde simplemente ese chico que seguía con la mirada cansada en el techo del cuarto.

 

-          Ay mi pobre nieto, qué manera de empezar tu vida aquí- habla la voz entrecortada de una anciana sentada a un lado de la cama, cabello marrón igual al de su nieto, algo pasada de peso, pero de apariencia bondadosa, con ese vestido amarillo  algo largo y su arrugado rostro con esos lentes de marco.

 

-          …- el chico con algo de esfuerzo voltea la cabeza hasta fijar la vista en la mujer robusta –no te preocupes abuela- dice con una débil sonrisa, pero con sinceridad.

 

-          Si…no es tu culpa lo sé- la anciana se seca la fina lágrimas con un pañuelo, producto de ver a su queridísimo nieto en una cama de hospital sin esa sonrisa de alegría que tanto le encantaba ver.

 

-          Amm…abue… ¿papá sabe?- pregunta desvaneciendo la sonrisa de su rostro.

 

-          No le he dicho cariño, ¿tu padre está en Egipto verdad?-

 

-          ¿Quieres que le diga amor?- pregunta con mucho cariño la madre del chico, su cabello largo era claramente del mismo color que el de su hijo, su tez blanca no tan pálida, y unos hermosos ojos castaños de vista protectora que solo una madre puede dar.

 

-          Ah…no mamá…quiero decirle yo-

 

-          Sí, creo que es lo mejor- asiente colocando una mano sobre la cama del chico dedicándole una mirada dulce.

 

-          Ese hombre sin duda se merece respeto querida- habla la anciana luego de recuperarse un poco –desde que mi otro lindo nieto nos dejó, él sigue luchando para salir adelante- habla refiriéndose a ese hijo que ya no estaba con ellos, y el cual les provocaba una gran nostalgia.

 

Al ver con más detalle, vemos esa máquina con el fino tubo al que estaba conectado el pobre chico, el tubo estaba absorbiendo aire del pulmón derecho de este, sus labios estaban resecos, además de mantener ahora la vista en la ventana, viendo ese cielo azul y despejado de la tarde, desearía poder salir de esa cama y correr por el de seguro hermoso paisaje bajo ese cielo, prefería no ver aquel tubo insertado en su piel del pecho, le daba escalofríos el solo pensar en eso, nunca le había gustado estar en ese tipo de condiciones.

 

 

“Bueno…hola… ¿supongo que debo presentarme no? Jaja si bueno, mi nombre, Ronald Daniels, pero díganme solo Ronald, en fin, tengo catorce años de edad, y bueno…como ven, ahora no es el momento más agradable de mi corta vida, me mudé a esta ciudad con mi madre y su hermana, o sea mi tía, y nos estamos quedando dónde mis abuelos maternos, se supone que deberíamos iniciar una “nueva vida” aquí  en este lugar mientras mi padre está en El Cairo, pues que buena manera de empezar, con que me desmaye en medio de nuestra cena familiar y luego aparezca en este cuarto con la noticia de que tengo neumotórax, odio eso. Más porque toda mi vida se ha basado en la aventura, pues sí, me encanta el riesgo, si contara las veces que me he golpeado, rasguñado, perdido en algún lugar o tomado cualquier clase de excursión sin autorización previa, probablemente perdería la cuenta jajaja, pero todo eso me fue arrebatado de las manos en unos segundos.

 

No podré volver a correr, saltar, hacer mucho esfuerzo o sobresaltarme de cualquier manera si quiero que mis pulmones no exploten en medio de algo, tengo prohibidos los deportes, las emociones fuertes que provocan los juegos mecánicos extremos, no puedo hacer movimientos muy bruscos y nada absolutamente nada de exponerme a riesgos, y debo cumplir con esas normas al menos por todo este año, significa que le digo adiós por un laaaaargo tiempo a todo lo que me gusta, y hola a el solo caminar y hablar, que fastidio, y además de todo he faltado al primer mes de clases en mi nueva escuela aquí, lo que significa que tendré que ponerme al día con todas las materias. Los primeros días del mes de abril encerrado aquí fueron una tortura, pensando que jamás volvería a ser el mismo, y que no podría tener esa sonrisa de la adrenalina y emoción que siento cada vez que me enfrento a la naturaleza, pero al final de cuentas, estoy vivo no?, creo que eso es más importante, además, no es para siempre, solo es un año, probablemente el año más lento de mi vida, pero me alivia el hecho de que acabará y que en poco tiempo podré levantarme de esta cama y quitarme este tonto tubo del pecho.

 

No veo la hora de poder respirar aire que no tenga medicina, seriedad, malas noticias, riesgos, sangre y frialdad, he estado en el hospital muchas veces por pequeñas lesiones, pero nunca, nunca, me ha gustado estar entre estas paredes blancas y heladas.”

 

 

Intentando aliviar el ambiente, y aprovechando que la gran ventana del cuarto tenía una excelente vista de la ciudad, la abuela de Ronald se levanta de su asiento para empezar a hablar.

 

-          Mira que belleza de río mi nietecito, el río Empher que fluye por el centro de la ciudad, ¿puedes ver las tierras de más allá?- pregunta la anciana mientras Ronald se sienta en la cama con una mano en el pecho.

 

-          Umm…- dirige su vista hasta las tierras luego de la corriente de agua, encontrándose con una más grande que el resto, al parecer una institución por la apariencia de la construcción -¿te refieres a esa construcción?-

 

-          Si- responde la madre uniéndose a la conversación mientras ve la misma construcción –es la escuela a la que asistirás hijo-

 

-          ¿Es a la misma que fue mi tía no mamá?- pregunta curioso pero aun con el rostro cansado.

 

-          Así es, aunque fue hace mucho, yo también asistí ahí, y claro…también tu hermano- habla lo último con tono nostálgico algo triste que no pasó desapercibido por el chico.

 

-          ¿Y cómo se llama?-

 

-          North Empher High School, o más simple Escuela Secundaria del Norte Empher- responde retomando su voz viva.

 

-          Oh-

 

-          Solo que las escuelas públicas son algo diferentes a las privadas, pero conociéndote a ti y a lo que heredaste de tú padre, no tardarás mucho para acostumbrarte-

 

-          Eso espero- responde con una débil sonrisa hacia su madre.

 

-          Estarás bien, una vez que estés fuera del hospital- dice la anciana mientras se vuelve a sentar –tanto tu madre como tu tía Jessica te ayudarán a prepararte para la vida en el Norte de Empher, no cariño?- habla dirigiéndose a su hija y madre de su nieto.

 

-          Obvio que sí mamá- responde la señora esta vez sentándose en la cama de su hijo acariciando sus cabellos con cariño maternal.

 

 

26 de Abril, año 2008, 11:52 de la mañana, marcaba el reloj de la mesa del cuarto, esta vez teniendo un teléfono normal colgado, y un libro cerrado a un lado que Ronald había estado leyendo para matar el tiempo, y era del ya bastante conocido Harry Potter, y el título que no le había parecido tan aburrido de los tantos que su enfermera le había recomendado, la que por cierto se encontraba ahí.

 

-          Oh, así que estás leyendo “Las Reliquias de la Muerte”?, jajaja pues qué bueno que alguno de esos libros te pareció interesante Ronald-

 

Ríe divertida la rubia, la enfermera del adolescente no era nada fea, algo alta, piel blanca y clara, un cuerpo bien proporcionado, ojos azules claros que combinaban con su largo cabello rubio brillante con rayos naranjas en el frente, su rostro tenía algo de maquillaje, aunque su lindura era de por sí natural, llevaba el típico traje de enfermera de ahí, una blusa blanca a cierre, una falda corta del mismo color, saco azul delgado puesto, pantis blancas  y zapatos de tacón de aguja del mismo tono nieve que su tiara de enfermera con una cruz rosa y un corazón rojo de fondo y por último su carné con su nombre y apellido escritos, Suzie Dendes.

 

En frente de la cama de Ronald, además de tener a la bella enfermera a un lado, estaban exactamente tres chicos, parecían tener su misma edad, y los tres vestían un uniforme escolar, camisa blanca, saco y pantalón negros, zapatos cafés de meter y el símbolo de la escuela en el lado derecho del saco, el primer chico era el segundo más alto de los tres, cabello rubio algo largo, apariencia serena, ojos color avellana, y mirada seria, el que le seguía era el más alto, cabellos color morados oscuros, ojos de un curioso color celeste, piel igual de blanca, y llevaba lentes cuadrados de marco negro, además, su mano derecha sostenía un sobre y con su mano izquierda tomaba la pequeña mano del último chico, que obviamente era el más bajito, su cabello era corto y algo despeinado, color rosado muy claro, combinando con su piel lechosa, y sus ojos avellana claros, y este a diferencia de los otros dos, sonreía tiernamente sosteniendo con su brazo izquierdo un ramo de flores, rosas del color de su propio nombre, hojas verdes largas y pequeñas margaritas con arreglos de celeste, formando un conjunto casi tan bello como el niño en sí, quien sostenía cariñosamente la mano del más alto.

 

-          Bueno, voy a dejarlos solos, avísenme si necesitan algo- dice amablemente la chica antes de retirarse del cuarto y cerrar la puerta tras de sí.

 

Luego de quedarse nada más los cuatro ahí, el más alto de los tres da un paso al frente empezando a hablar.

 

-          Somos estudiantes de la secundaria para varones Empher del norte, 9no grado, clase 3- habla con voz que prácticamente no demuestra una sola emoción.

 

-          Amm…hola- responde Ronald sin saber que decir, hasta que ese chico de cabellos color plata vuelve a hablar.

 

-          Mi nombre es Dimitri Sears, este es Jimmy- dice moviendo la mano con la que sostenía al más pequeño de cabellos rosados.

 

-          Ah, encantado de conocerte, soy Jimmy Carpenter- saluda sonriente y feliz, el único de los tres, Dimitri voltea la mirada y señala al rubio.

 

-          Y él es…-

 

-          Luciano Rivers- le interrumpe el rubio presentándose el mismo, antes de colocar una mano en su cadera.

 

Se forma un intermedio de profundo silencio, bastante incómodo para el chico que seguía en cama.

 

-          Umm… ¿quieren algo?- el más alto se sobresalta un poco retomando el discurso.

 

-          Oh, sí, Luciano y yo somos oficiales de clase, los padres de Jimmy son tesoreros, y bueno, faltaría Ian quién está a cargo de las reglas de la clase, debería estar aquí…- mira al rubio interrogante, pero este simplemente alza los hombros desinteresado –hemos venido como representantes de la clase-

 

-          Amm… ¿cómo que “reglas” de la clase?- pregunta Ronald, pero la pregunta fue rápidamente evadida.

 

-          Te acabas de transferir ¿verdad?- habla esta vez el rubio, notándose un extraño y repentino interés.

 

-          Escuchamos que se suponía que debías empezar a ir a la escuela el lunes en abril, pero que de repente te enfermaste- dice el pequeño con una miradita triste –por eso decidimos visitarte en nombre de toda la clase- vuelve esa sonrisa infantil en el rostro del pequeño –um, aquí, estas son de parte de todos nosotros-

 

Jimmy suelta la mano de Dimitri acercándose alegre a Ronald para mostrarle las flores, y el chico pudo notar mejor el símbolo que llevaba estampado el saco escolar, un rombo, dividido a la mitad horizontalmente, y en cada mitad un circulo, y luego una línea vertical que volvía a partir el símbolo, cada cuarto del rombo estaba pintado de un color, rojo y azul opaco, y en medio, las siglas del instituto, “NE” de North Empher.

 

-          Te mudaste aquí desde Australia ¿verdad?- pregunta la voz inocente del pequeño hacia Ronald.

 

-          Si- responde viéndole con una pequeña sonrisa de amabilidad, mientras estaba sentado en su cama, ya sin el tubo en su pecho y sosteniendo el ramo de flores.

 

-          Y estabas en una escuela privada ¿no?, ¿por qué te transferiste?-

 

-          Ah pues razones familiares, algo privadas-

 

-          … ¿es la primera vez que vives en Empher?- pregunta Jimmy de nuevo después de un extraño corto silencio.

 

-          Ah, sí, ¿por?-

 

-          Ah, pensé que tal vez estabas acostumbrado a vivir en un lugar como este jeje-

 

-          Bueno, he venido antes, pero nunca he vivido aquí- dice al recordar esto.

 

-          ¿Te quedaste aquí por mucho tiempo?- Ronald se sorprende un poco por el tono de voz que el rubio le dedica de la nada.

 

-          Este…no podría decirlo, no me acuerdo, era muy pequeño, así que… ¿tal vez?- los tres se le quedan viendo un poco, Luciano y Jimmy se miran entre sí, antes de dirigir su vista hasta Dimitri.

 

-          Ah, aquí- le extiende el sobre que tenía a Ronald –te hice una copia de todas las notas desde el principio de la primera materia- menciona mientras Ronald abre el sobre y efectivamente saca un gran conjunto de hojas con notas de clase.

 

-          Ah vaya, muchas gracias- coloca una sonrisa de agradecimiento en su rostro, el cual ya no estaba tan pálido –creo que empezaré a ir a la escuela en mayo, así que, los veo hasta entonces-

 

Dimitri asiente, Jimmy solamente sigue sonriendo estando arrodillado encima de la cama de Ronald, pero Luciano se mantiene con una mirada seria, que le dedica al de cabello plata.

 

-          Amm, Ronald…-

 

-          ¿Sí?-

 

-          Este…bueno…- no sabe que decir, así que Luciano continúa.

 

-          Ronald, ¿podemos llamarte así no?- sonríe.

 

-          Oh, claro- ve como el chico le extiende la mano amablemente.

 

-          Esperamos llegar a conocerte mejor, Ronald-

 

-          …igualmente, gracias-

 

Estrecha la mano del rubio, pero al hacerlo, Luciano cambia su mirada antes amable a una seria, Jimmy agacha la cabeza borrando su expresión feliz, y Dimitri sin que alguien lo notara aprieta los dientes y frunce un poco el ceño, preocupado.

 

-          Ronald, ¿estás seguro de que nunca has vivido en Empher antes?- vuelve a pregunta aun sosteniendo la mano de Ronald con firmeza.

 

-          No lo creo-

 

 

 

 

28 de abril, año 2008, 10:48 de la noche. Los pasillos del frío hospital estaban sombríos, oscuros, la presencia de algunas personas rondando como almas en pena no faltaban, podrías llevarte un buen susto si no las sientes y de repente aparecen a tus espaldas, miedo. Ronald llevaba su celular en la mano mientras caminaba por uno de esos pasillos, vistiendo como cualquier otro paciente, pero llevando encima su chaqueta azul y en la mano libre sosteniendo esa gorra que estaba colgada en el respaldar de su cama en ese lugar, ese objeto que le había regalado su mamá hace mucho y que de cierta forma era especial para él.  En frente del pasillo se veía el aura de luz que provocaba el ascensor abierto, y del que salía un anciano caminando lento, las puertas estaban por cerrarse, Ronald acelera un poco su paso para lograr poner la mano en medio y volver a abrir esas puertas, entrando justo a último momento, encontrándose pronto entre esas cuatro paredes de acero, presionando el botón del piso al que quería ir y luego regresando la vista a la pantalla de su celular, donde tenía el número de su padre en pantalla, decidiendo si llamarlo o no.

 

Pero un ruido le llama la atención, al ver arriba el panel de los pisos del edificio, que eran dos sótanos, ocho plantas, y una azotea, se da cuenta que el ascensor baja más lejos de la planta que el eligió, extrañándose un poco ante esto, pero los segundos pasan, y traen a su cuerpo, la sensación de una presencia más en ese espacio reducido de metal, mientras desciende, no tarda en voltearse sobre sí mismo, y ver con sus propios ojos esa presencia que le atormentaba, y  aunque no creería ver nada más que aire o algo que su propia imaginación inventó, se encuentra con el cuerpo, de un niño pequeño con la cabeza gacha, asustándose.

 

-          Ah!...oh, perdón- algo aturdido se quita de enfrente del niño, del cual ni notó que estaba ahí cuando entro.

 

Termina por quedarse de pie al lado del pequeño sin decir palabra, al igual que él, ese niño tenía un aspecto bastante curioso, mucho más que esos chicos que le visitaron hace unos días. Estatura baja, debía de llevarle una cabeza de altura, el cabello era negro, oscuro y sombrío, los mechones cubrían mucho el rostro de piel blanca y pálida, vestía el mismo uniforme escolar de esos chicos, pero él llevaba shorts en lugar de pantalón, zapatos cafés  medias largas negras que cubrían casi todas sus piernas delgadas, y una corbata en el cuello de la camisa blanca debajo de su saco negro pequeño. Lo que más le llamaba la atención, era su cara, pues para la apariencia inocente y de poca edad del niño, su rostro no tenía emoción, no demostraba nada, ni podía decir que estaba triste, porque no parecía estarlo, y más que esto, solo uno de sus ojos era visible, color avellana, mientras que el otro, era enteramente cubierto por un parche blanco, no tenía manchas de sangre, tampoco alguna cinta quirúrgica o señales de cocedura, nada. Además, con la mano derecha, sostenía el brazo de una muñeca, que más que una princesa, parecía sacada de una película de horror, con un vestido corto color piel exageradamente opaco, brazos y piernas largas y cosidas, una cara muerta, en la cabeza, llevaba una venda que ocultaba los ojos de la muñeca, unos labios blancos, y la cabellera, rubia oscura larga.

 

Ronald trató de ignorarle, pero el ascensor no era el más rápido para ser de un hospital, viendo de reojo al niño, nota ese símbolo escolar que también tenían esos tres chicos que vió.

 

-          ¿Eres estudiante de la secundaria Empher?- pregunta volteándose y viendo al chico, aunque no parecía en lo absoluto de secundaria.

 

Obtiene de respuesta a su simple pregunta, un silencio sepulcral, creía poder escuchar sonando la música de una caja musical, que le aterraba, la imaginación podía jugarla bastante mal a veces, pero el niño de cabello negro termina por asentir para contestar la pregunta, pero sin emitir palabra de sus labios rosados, casi blancos.

 

-          Amm, ¿tienes algo que hacer en el segundo sótano?- pregunta curioso al ver que el ascensor se dirigía a ese lugar que supuestamente el niño marcó.

 

-          …sí…-

 

-          Pero el segundo sótano…- ese lugar no era un sitio que un niño quisiera visitar, en especial uno tan extraño como él.

 

-          Tengo algo que entregar- interrumpe antes de que pueda decir lo que acontece en esa planta –mi otra mitad…pobre…me está esperando…allí-

 

La luz del botón del sótano dos se enciende, dando a entender que llegó a su destino, las puertas se abren, dejando a la vista un pasillo mucho más en tinieblas que los otros, la única pobre y tenue luz, era la del mismo cubículo de ascensor, bajo la mirada atenta de un muy extrañado Ronald, el pequeño niño avanza a pasos lentos fuera del ascensor, cargando la muñeca, dispuesto a desaparecer por el pasillo más sombrío de la planta en la que estaban, en el cual, tenía un gran cartel de metal, con algo escrito.

 

Pero la curiosidad típica de Ronald no se iba a esfumar tan de repente, saca el cuerpo del ascensor para evitar que se cierre, y de paso para seguir teniendo la vista en el niño que estaba por irse de su vista.

 

-          ¡Espera!- grita un poco.

 

El paso lento del niño, se detiene, poco antes de atravesar el umbral de oscuridad, solo para seguir escuchando lo que ese chico tenía que decirle.

 

-          ¿Cómo te llamas?-

 

No quita la vista de la figura pequeña y rara del de cabello negros, la muñeca en su mano gira con la visión muerta, una inexistente brisa entra al pasillo, un aura de tristeza y miedo, el pequeño no se inmuta, con su único ojo mira al frente sin intenciones de voltearse, pero dispuesto a terminar con la curiosidad de Ronald, al menos por ahora.

 

-          Danny…Danny Clarkson-

 

Voz fría, nada más que eso, y el niño cuyo nombre es Danny continúa su paso hacia el frente, con el aura de muerte saliendo del pasillo, esperando ser cubierto por la oscuridad y desaparecer.

 

Ronald se queda en su sitio, bastante confundido por esa actitud tan aterradora proviniendo de un niño como ese, con la apariencia de un fantasma podría decir, le daba escalofrías esa voz con la que el chico le habló, era muy…ni sabía cómo llamarle a ese peculiar encuentro. Con la mente confundida, eleva la vista hacia arriba, solo para leer el escrito en ese cartel colgado del techo con cables, en la lámina de acero, señalando con una flecha el pasillo por el que se fue aquel niño, decía:

 

“Sala de Máquinas – Caldera, Morgue”

Notas finales:

Gracias por leer


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