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El Contrato (Kaisoo) por Baby_Nana

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Notas del capitulo:

Hola!

Espero que les guste, hace poco lei el libro y me lo imagine tipo kaisoo y decidi adabtarlo.

Capítulo 1

 

—Necesito un esposo, Sehun, y lo necesito para ayer.

Sentado en la parte de atrás de su coche, de camino ni más ni menos que a un Starbucks, Kim Jongin miró el reloj por décima vez en menos de una hora.

La carcajada de sorpresa de Sehun acabó de crisparle los nervios.

—Pues escoge a uno cualquiera y dirígete al altar.

El consejo despreocupado de su mejor amigo le habría resultado útil si Jongin confiara en los hombres  de su vida. Tristemente, no podía hacerlo.

— ¿Y arriesgarme a perderlo todo? Me conoces bien. Lo último que necesito es que las emociones se interpongan en algo tan importante como un acuerdo matrimonial. —Precisamente eso, un acuerdo, era lo que Jongin necesitaba. Un contrato, un convenio mercantil que beneficiara a ambas partes durante el curso de un año. Luego podrían tomar caminos distintos y no volver a verse nunca más.

—Algunos de los hombres con los que sueles aparecer en público estarían encantadas de firmar un acuerdo prematrimonial.

Ya había pensado en ello, pero había trabajado tan duro para construirse una reputación de cabrón insensible que ahora no veía la necesidad de arruinarla fingiéndose enamorado, y todo con el objetivo de conseguir que una mujer accediera a subir con él las escaleras del juzgado.

—Necesito a alguien que esté de acuerdo con mi plan, alguien por quien no sienta ni la más remota atracción.

—¿Estás seguro de que este servicio de citas es lo más adecuado?

—De parejas, no de citas.

—¿Cuál es la diferencia?

—No te buscan a alguien que se adapte a tus intereses amorosos, sino a tu plan de vida.

—Qué romántico. —El sarcasmo de Sehun sonó con tanta contundencia como un grito.

—Al parecer no soy la única persona en mi situación.

Sehun se atragantó en medio de una carcajada.

—En serio —consiguió articular—, no conozco a ningún hombre con tu título y tu dinero que necesite llamar a un extraño para que le ayude a sentar la cabeza.

—Este tipo tiene muy buenas referencias. Es un hombre de negocios que ayuda a hombres como yo en situaciones similares.

—¿Cómo se llama?

—Do Kyungsoo.

—Nunca he oído hablar de él.

A dos bloques del lugar del encuentro les pilló un atasco en la intersección de dos calles. Los segundos no dejaban de pasar y ya llegaba tarde a la cita. Maldición, Jongin odiaba llegar tarde.

—Tengo que irme.

—Espero que sepas lo que estás haciendo.

—Estoy haciendo negocios, Sehun.

Su amigo resopló para mostrar su desaprobación.

—Lo sé. Son las relaciones las que se te dan como el culo.

—Que te follen. —Pero Jongin sabía que su amigo tenía razón.

—No eres mi tipo.

El chófer de Jongin dio un golpe de volante y cambió de carril. Implacable, justo como le gustaba a su jefe.

—Quedamos esta noche para tomar algo.

Jongin colgó el teléfono, lo guardó en el bolsillo del abrigo y se reclinó en el respaldo del asiento. Llegaba tarde, ¿y qué? Los hombres de su posición podían presentarse media hora después de lo acordado y aun así la gente se deshacía en atenciones como si fuera culpa suya. Mucho dependía de aquel encuentro. Tenía que encontrar esposo antes de una semana si quería conservar la propiedad ancestral de su familia que iba unida al título, por no mencionar lo que quedara de la fortuna de su padre, y todo ello dependía de Do Kyungsoo.

Confiaba en que el contacto que le había proporcionado su asistente personal supiera lo que se hacía. En caso contrario, Jongin se vería obligado a tratar el asunto del matrimonio con Tao, o quizá con Taemin. Tao prefería su independencia al dinero que él pudiera proporcionarle, y el hecho de que tuviera algún que otro amante además de Jongin la eliminaba automáticamente de la ecuación. Solo quedaba Taemin. Guapo, rubio y un muy firme candidato a convertirse en su ex por los comentarios sobre la exclusividad que solía hacer de vez en cuando. Sin embargo, no le gustaba la idea de tener que recurrir a el. Cierto, a veces se comportaba como un cabrón, pero nunca era cruel; aunque seguro que más de uno no estaría de acuerdo. Los tabloides le tildaban de astuto y pretencioso; si descubrían lo que se traía entre manos, publicarían la historia y lo convertirían todo en una broma de mal gusto. Prefería evitar el escándalo. No obstante, la vida siempre era implacable, por lo que necesitaba que su falso matrimonio pareciera lo más real posible si quería tener contentos a los abogados de su padre.

Neil detuvo el coche, largo y negro, junto a la acera y se apresuró a abrirle la puerta. Habían llegado al punto de encuentro acordado, una de las famosas cafeterías de la cadena blanca y verde. Jongin se dirigió hacia la puerta del establecimiento, con el maletín en una mano e ignorando las miradas que se volvían a su paso. Mientras observaba las mesas en busca de un hombre que coincidiera con la imagen que se había hecho de Do Kyungsoo, el delicioso aroma de los granos de café recién molidos inundó sus sentidos. Jongin esperaba encontrarse con un tipo trajeado y con una carpeta repleta de informes sobre futuribles esposos.

El primer repaso no dio ningún fruto, así que se quitó las gafas de sol y empezó de nuevo. Una pareja joven, armado cada uno con un portátil, tomaban café con leche sentados el uno frente al otro en una mesa pequeña. Junto a ellos, un hombre con bermudas y camiseta discutía con alguien por teléfono. Frente al mostrador esperaba una pareja con un carrito de bebé. Jongin  se dirigió hacia el fondo del local y descubrió la pequeña silueta de un hombre sentado de espaldas a la puerta, con el pelo corto y un poco rizado de color castaño rojizo. No paraba de mover los pies como si estuviera nervioso, o quizá estaba escuchando música por los auriculares que llevaba puestos. Sin dejar de estudiar a la clientela, Jongin divisó a un hombre sentado a solas en un sillón. Llevaba unos pantalones de sport y aparentaba casi cincuenta años. En lugar de un maletín, el tipo sostenía un libro. Jongin entornó la mirada hasta captar su atención, pero en lugar de reaccionar, el hombre bajó de nuevo los ojos y siguió leyendo.

Maldita sea, quizá Do Kyungsoo estaba atrapado en el mismo atasco del que él acababa de escapar.

Llegar tarde nunca resultaba oportuno en lo que a futuros clientes se refiere, fuera cual fuese el negocio en cuestión.

Si Jongin hubiera tenido otra elección, se habría marchado de allí sin pensárselo dos veces.

Fue al mostrador y pidió un café solo, resignado a sentarse y esperar unos minutos. Dejó el maletín sobre una mesa vacía y, cuando oyó que el chico que atendía tras el mostrador decía su nombre, se dio la vuelta para recoger el pedido.

De pronto sintió el peso inconfundible de una mirada recorriéndole la espalda. Examinó la sala en busca de la persona que lo observaba. Al instante, unos ojos verde esmeralda se entornaron mientras lo miraban de arriba abajo. El hombre menudo que esperaba a solas no estaba escuchando música o leyendo una revista. Lo miraba directamente a él.

Sus ojos, de una belleza impresionante, se posaron por un instante en un pequeño ordenador portátil que descansaba frente a el antes de regresar nuevamente a Jongin. Un destello iluminó el rostro del hombre cuando lo reconoció. Él ya había visto aquella expresión antes, cada vez que alguien relacionaba su nombre con su imagen. Allí, en California, la frecuencia de aquella reacción no era tan habitual como en su país, pero aun así Jongin lo reconoció al instante.

El hombre parecía bastante inofensivo. Al menos hasta que abrió la boca y se dirigió a él.

—Llega tarde.

Dos palabras, solo dos, pronunciadas con una voz tan grave que rezumaba pecado y que dejaba en ridículo a las operadoras de las líneas eróticas, fueron más que suficientes para dejar a Jongin sin habla.

—¿Disculpe? —consiguió decir al fin, al comprender las palabras del hombre.

—Es usted el señor Kim, ¿verdad?

La pregunta era sencilla, pero Jongin era incapaz de entenderla. Contestó como si tuviera conectado el piloto automático, absolutamente desconcertado por aquel hombre que tenía delante.

—El mismo.

El se puso de pie. Apenas le llegaba al hombro.

—Do Kyungsoo —se presentó, y le ofreció la mano a modo de saludo.

Jongin no estaba acostumbrado a que le pusieran los puntos sobre las íes. Sin embargo, el hombre que tenía delante acababa de hacerlo y apenas había necesitado un par de palabras para conseguirlo. Jongin  estrechó la mano que él le ofrecía y sintió una oleada de calor recorriéndole el cuerpo. Cuando sus manos se tocaron, la mirada penetrante y la sonrisa confiada de él desaparecieron de su rostro durante una milésima de segundo. Tenía la piel fría, a pesar de que su actitud denotaba un control absoluto.

—Me esperaba a un hombre mayor con canas y cara de amargado que necesita a clientes con urgencia.

—Me pasa a menudo. Eso casi siempre juega a mi favor. —Señaló la silla que tenía delante—. ¿Por qué no toma asiento y nos ponemos manos a la obra?

Le daría diez minutos de margen para que le demostrara que podía ocuparse de sus necesidades. En caso contrario, pasaría página y exploraría otras opciones.

Jongin se desabrochó el primer botón de la americana antes de ocupar su lugar en la mesa.

—Señor Kim, déjeme ver si soy capaz de leer sus intenciones. En su cabeza, me ha concedido un tiempo máximo para demostrar mi valía. ¿Cuánto? ¿Veinte minutos?

—Diez —le espetó Jongin, incapaz de contenerse. ¿Qué tenía aquel hombre de voz aterciopelada para haberle robado la capacidad de morderse la lengua?

Kyungsoo sonrió de nuevo y Jongin sintió un nudo de deseo, inoportuno e inesperado, en la boca del estómago.

—Diez minutos —repitió el—. Para perfilar al detalle un plan con el que encontrarle el esposo o la esposa perfecta, teniendo en cuenta sus problemas de tiempo. Un hombre de negocios como usted espera eficiencia, rapidez y ningún tipo de lastre emocional que pueda complicar las cosas. —Lo miró y sus ojos verdes no flaquearon ni un segundo. Mientras pronunciaba cada palabra con aquella voz de línea erótica, su nariz, se le antojó demasiado inocente sobre unos labios de un color rosa delicioso—. De momento, ¿estoy en lo cierto?

—Completamente.

—Los hombres y las mujeres son seres emocionales, por eso su asistente se puso en contacto conmigo para contratar mis servicios. Si no me equivoco, muchas mujeres venderían el alma al diablo para casarse con usted, señor Kim, pero no confía lo suficiente en ellas o ellos como para hacerles merecedores de su título.

Casi siempre era él quien perfilaba sus necesidades, por lo que debería sentirse expuesto con un cambio de papeles tan radical como aquel. Sin embargo, al escuchar a Do Kyungsoo, que obviamente era un hombre, exponer su dilema con tanta claridad no se sintió vulnerable, sino más bien reconfortado. Había acudido al lugar acertado para encontrar la solución a su problema.

—¿Cómo sé que puedo fiarme del hombre, porque quiero un HOMBRE, que usted me encuentre?

—Investigo a todos los candidatos de mi agenda a conciencia, al igual que lo hago con el cliente. Cuentas detalladas, obligaciones fiscales, hábitos personales y cualquier posible secreto familiar.

—Habla como un detective privado.

—No llego a tanto, pero entiendo que a usted se lo parezca. Me dedico a unir a personas.

Jongin se reclinó en la silla y cruzó los brazos. Decidió que le gustaba aquel hombre, así que añadió diez minutos más al tiempo que le había concedido.

—¿Le parece que continuemos?

Él cogió su café y asintió. Kyungsoo sacó un bolígrafo del maletín y giró el montón de papeles que había dejado sobre la mesa de modo que Jongin  pudiera leerlos.

—Me gustaría hacerle unas preguntas antes de decidir si quiero seguir adelante con esto.

Jongin arqueó una ceja al oír aquello. Interesante.

—¿Cuánto tiempo tengo para demostrarle mi valía, señorito Do?

—Cinco minutos —respondió el, mirándole a través de sus largas pestañas.

Él se inclinó hacia delante, intrigado por lo que Kyungsoo pudiera sacar en claro de él en tan poco tiempo.

—¿Le han detenido alguna vez?

Su historial estaba limpio, pero esa no era la pregunta. Sabía que si le mentía, Kyungsoo recogería sus cosas y saldría inmediatamente por la puerta.

—Con diecisiete años le di un puñetazo a un chico que iba detrás de mi hermana. Los cargos fueron retirados. —Como ocurría con todos los chicos de su mismo estatus social.

—¿Alguna vez ha pegado a una mujer o hombre afeminado?

Los músculos de su mentón se tensaron.

—Nunca.

—¿Y ha sentido la necesidad de hacerlo? —Ahora lo miraba fijamente, sin apartar los ojos.

—No. —La violencia no cuadraba para nada con su personalidad.

—Necesito el nombre de su amigo más cercano.

—Ho Sehun.

Kyungsoo tomó nota del nombre.

—¿Peor enemigo?

Jongin no se esperaba esa pregunta.

—No estoy muy seguro de qué contestar a eso.

—Entonces permítame que se lo pregunte de otra manera. ¿A qué persona de su entorno le gustaría ver que sufre usted algún tipo de daño?

Su primer impulso fue repasar la lista de socios que pudieran haberse sentido menospreciados por su culpa a lo largo de los años. A esas alturas de la vida, ninguno de ellos se sentiría mejor si a él le pasara algo. Solo se le ocurría una persona que podría ver las cosas desde otra perspectiva.

—¿En quién está pensando, señor Kim?

Jongin tomó un trago de café y sintió cómo se precipitaba hacia el fondo de su estómago con un sonido sordo.

—Solo hay una persona.

Kyungsoo levantó la mirada, expectante.

—Mi primo, Kim Chanyeol.

Una leve vibración en la mandíbula, una caída imperceptible de hombros, eso fue lo único que reflejó el impacto de sus palabras en el pequeño. Para sorpresa de Jongin, Do Kyungsoo anotó la información y no siguió preguntando. Cogió la primera página del montón de papeles y le entregó el resto.

—Necesito que rellene esto. Me lo puede enviar por fax al número que aparece al final de la página ocho.

—¿He pasado su examen, señorito Do?

—La honestidad es algo que debe ser mantenido a lo largo del proceso. Hasta el momento, estoy conforme con el resultado.

Ahora le tocaba a él sonreír.

—Podría haber mentido sobre los cargos por agresión.

Kyungsoo empezó a recoger sus cosas.

—Su nombre era Lee Jin Ki, más conocido como Onew . Usted tenía diecisiete años y dos meses cuando le rompió la nariz en un partido de polo en la escuela privada a la que ambos asistían. Onew tenía reputación de salir con chicas el tiempo suficiente para llevárselas a la cama antes de dejarlas e ir a por la siguiente. Su hermana fue lista y se mantuvo alejada de él. Si no hubiera golpeado a ese cabrón para proteger a su hermana, o si me hubiese mentido y yo lo hubiera descubierto, esta entrevista se habría acabado y ni siquiera le habría dado tiempo a sentarse.

—¿Cómo demonios...?

—Tengo una lista de contactos muy larga. Estoy seguro de que sabrá los nombres de muchos de ellos antes de que se acabe el día.

Por descontado. Estaría hablando por teléfono con su asistente antes de llegar al coche.

—¿Cuánto me va a costar esto, señorito Do?

—Considéreme su agente. Cuando sus abogados redacten el acuerdo prematrimonial, tenga en cuenta que tendrá que pagarme el veinte por ciento de lo que le ofrezca a su futura esposa. Por adelantado.

—¿Y si solo le ofrezco un pequeño estipendio?

—Las mujeres o en este caso los hombres con las que trabajo tienen un mínimo establecido que consta en ese montón de papeles.

—¿Y si el hombre que me encuentre no se atiene a su parte del trato? ¿Y si al pasar el año intenta oponerse al acuerdo?

Kyungsoo se puso en pie y Jongin no tuvo más remedio que imitarlo.

—No lo hará.

—Parece muy seguro de ello.

—La cantidad de dinero predeterminada, la parte que le corresponde a el, va directamente a una cuenta. Si su futuro esposo intentara conseguir más, ese dinero serviría para que sus abogados lo aplastaran. El sobrante sería para usted. El único supuesto en que esto cambiaría sería con la llegada de un niño, siempre que una prueba de paternidad demostrara que usted es el padre. No soy muy partidaria de los tribunales de familia, y menos con niños de por medio. Depende de su capacidad para controlar sus instintos más básicos, señor Kim. Eso, claro está, si su intención es poner punto final al matrimonio una vez pasado el año acordado. En caso contrario, les deseo que sean felices y que le pongan mi nombre a su primer hijo.

Lo tenía todo pensado. Decir que Jongin estaba impresionado sería quedarse corto.

—Necesito esos papeles esta misma tarde, antes de las tres. Me pondré en contacto con usted sobre las cinco, con una lista de posibles candidatos. Concertaremos los encuentros para mañana, si es que sus obligaciones se lo permiten.

Jongin se agachó, recogió el bolso/maletín de Kyungsoo y se lo entregó. El apartó un mechón rebelde de sus ojos y se colgó el bolso del hombro.

—¿Tiene alguna otra pregunta para mí, señor Kim? ¿O debería llamarle excelencia?

La lentitud con la que su lengua envolvió el tratamiento con aquella voz tan hipnótica se le antojó algo a lo que podría acostumbrase fácilmente. No le importaría volver a escucharlo, quizá por teléfono...

—¿Qué tal Jongin?

En cuanto estuvo seguro de que nadie lo observaba, Kyungsoo se deslizó tras el volante de su coche, sonrió de oreja a oreja, algo que llevaba un buen rato queriendo hacer, y se marcó un bailecito más bien ridículo frotando el trasero contra la suave piel del asiento.

—Ya era hora —susurró, hablando consigo mismo.

El apuesto duque supondría su ascenso a primera división. Desde que creó Alliance, siempre había imaginado a clientes como Kim Jongin haciendo cola para conseguir sus servicios: hombres ricos que necesitaban encontrar esposa o esposo para tachar una línea más de una larga lista de tareas pendientes. Su trabajo consistía en encontrar esposos para una clase de hombres que carecían del tiempo o de la voluntad necesaria para someterse al juego del cortejo. No buscaban amor, sino compañía. Algunos querían casarse para que sus amantes dejaran de exigirles un anillo de compromiso. Hasta la fecha, había conseguido un buen número de referencias que la estaban ayudando a construir su empresa y a conseguir unos ingresos regulares con los que poder vivir.

Con Kim y los beneficios que había calculado que conseguiría gracias a él, podría cubrir los gastos más elevados durante dos o tres años. O al menos eso esperaba.

A Kim, que era millonario por méritos propios, no le hacía falta el dinero de su fallecido padre, pero sería una lástima que la fortuna de la familia, más que suficiente para comprarse un país pequeño, acabara en el cajón de sastre de la caridad o en manos del primo que Jongin había mencionado. Con toda la corrupción y los escándalos relacionados con las asociaciones benéficas, estaba claro dónde acabaría ese dinero o qué bolsillos engordarían gracias a él.

Kyungsoo sabía que el dinero que se destinaba a causas humanitarias a menudo caía en las manos equivocadas.

La situación de Kim supondría distracciones con las que hasta entonces nunca se había encontrado. Su título nobiliario sería el principal problema a superar. Tendría que seleccionar a los candidatos con especial cuidado, asegurándose de que no albergaran el sueño infantil de convertirse en duqueses. Las películas de Disney habían hecho mucho daño. Además, Kim era especialmente agraciado, por lo que los candidatos tendrían que estar ciegos para no querer de él algo más que su dinero o su título.

Las fotografías que había visto de él no le hacían justicia. Con su metro setenta, Kyungsoo estaba acostumbrada a levantar la cabeza para mirar a los hombres a la cara, pero Jongin medía uno ochenta y dos como mínimo y tenía los hombros anchos y musculosos. Había visto fotografías suyas en una revista. Estaba en una playa de Tahití y, bajo el traje de neopreno, se insinuaba un físico espectacular. Al entrar en la cafetería, no se había dado ni cuenta de que todos los ojos se fijaban en él; se había limitado a examinar el local para localizarlo. Con cualquier otro cliente, Kyungsoo se habría puesto de pie nada más verle atravesar la puerta, pero con Jongin había necesitado un minuto para serenarse. Su mandíbula firme y sus ojos, de un asombroso color gris, habían penetrado en el temperamento normalmente calmado de Kyungsoo, hasta el punto de que el corazón le dio un vuelco.

El físico de su nuevo cliente supondría una distracción añadida. Lo mejor para todos sería que Jongin y el hombre de su elección vivieran en países distintos. Cualquier hombre con sangre en las venas y que pasara un tiempo mínimo con él no podría evitar la tentación de meterse en su cama.

Kyungsoo sacó el móvil del bolso y llamó a su ayudante.

—Alliance, al habla Luhan.

—Eh, soy yo.

—¿Cómo ha ido? —Luhan no esperó ni un segundo para hacer la pregunta.

—Genial. ¿Has buscado los archivos y hecho las llamadas?

—Sí. Kibum es el único que no está disponible.

Kyungsoo visualizó a un moreno de no gran estatura.

—¿En serio? ¿Por qué?

—Al parecer, tiene novio.

Eso solía arruinar cualquier matrimonio con otro hombre. Sin Kibum, aún le quedaban tres candidatos perfectas. A menos que Jongin tuviera un problema con los hombre guapos, el miércoles ya estaría casado. Y solo era lunes.

—El se lo pierde.

—¿Vas a venir?

—Tengo que hacer un recado y luego voy para allí.

—Trae algo para comer.

Luhan y Kyungsoo hacía tiempo que eran amigos, mucho antes de entablar una relación laboral.

—Teniendo en cuenta que soy tu jefe, ¿no deberías ser tú el que se ocupara de traerme la comida a mí?

—No si el negrero de mi jefe apenas pasa por la oficina y no se ocupa ni de las llamadas.

La oficina, menudo chiste. Kyungsoo utilizaba una habitación que le sobraba en casa.

—Estaré ahí en media hora —respondió entre risas.

—Antes deberías llamar a Moonlight.

Kyungsoo se incorporó en el asiento del coche.

—¿Por qué? ¿Ha pasado algo? —La inquietud se apoderó de su estómago, una sensación de pánico que le resultaba familiar.

—Nada urgente. Irene no come como debería. Dicen que te pases por allí para hablar con ella.

Kyungsoo respiró tranquilo y se obligó a relajar los hombros.

—Vale.

Sus planes para aquella tarde se verían ahora complicados por un viaje no planeado al centro en el que estaba ingresada su hermana pequeña. La última vez que Irene había dejado de comer, acabó en el hospital con una infección que se le extendió por la sangre. Kyungsoo esperaba que su hermana estuviera deprimida y no enferma, por muy triste que le resultara que esas fueran las opciones más optimistas por las que Irene podría haber dejado de comer.

Pero ¿de qué otra cosa podía tratarse? Una depresión había sido la causa por la que su hermana había intentado suicidarse, para acabar sufriendo un derrame cerebral en lugar de morirse.

—Llegaré tarde, pero si no te importa esperar, traeré algo para comer.

—Avísame si te entretienes.

—Lo haré. Gracias.

Kyungsoo colgó el teléfono, arrancó el motor y partió hacia el Centro Asistencial Moonlight. El centro le costaba más de cien mil dólares al año y por eso Kyungsoo necesitaba los ingresos que pudiera conseguir de un contrato con Kim Jongin. Llevaba un mes de retraso con sus gastos personales y siempre enviaba los cheques a Moonlight una o dos semanas tarde. Lo último que quería era hundirse bajo el peso de las deudas y acabar ingresando a Irene en un centro del Estado. En un sitio así seguro que la ignorarían y en menos de un mes acabaría con una infección y llena de llagas tras pasar demasiadas horas en la cama. No, Kyungsoo preferiría dormir en el coche antes de dejar que eso pasara.

Al pensar en el duque, supo que las cosas no acabarían tan mal. Jongin se arriesgaba a perder trescientos millones de la herencia de su padre si no se casaba antes de fin de mes. Estaba dispuesto a pagarle una cantidad importante al hombre que se prestara a acompañarlo al altar y, en consecuencia, a pagarle a Alliance una suma de dinero suficiente para mantenerse a flote durante un tiempo. Kyungsoo solo tenía que colocar a los candidatos en fila y asegurarse de que ninguno de ellos apretara el botón del pánico.

Pan comido. O eso esperaba.

Notas finales:

Les ha gustado? sigo con la adabtacion?

Gracias a los que se tomaron el tiempo para leer el cap!


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