Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

¿Ya lo olvidaste? por Alicia Fujoshi

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

¡Hola! Vengo con este One-Shot de una de mis parejas favoritas. O dos.
Quiero disculparme con quienes siguen Romantic Stories, pero… No planeo seguir publicándola. De hecho, estuve pensando en una forma de no hacer tan confusa las historias de esa idea tan mierdosa que tuve.
Voy a hacer una separación de cada pareja y hacer lo que sería  una serie.
Ahora, a las personas que creo llegarán a leerme y son personas que conozco, no Dani, ahora no va para ti el mensaje xD
Va para Eliot ewe Oshe… No me remarques que soy una pervertida uwu Me da penita~
A las/los nuevos lectores:
Gracias por darme esta oportunidad, bueno. No a mí, sino al fanfic, OneShot, lo que sea. Disfruten

Konoha es un muchacho serio que nació con un “problema” de albinismo, como decía su hermano, Kuroha. Éste último es un manipulador, solitario –pero popular –, muchacho de preparatoria, su contemplación es: Molestar a su hermano, hacerle pasar vergüenzas. ¿Y por qué no? Divertirse de forma sexual con él.

Ambos están en el mismo salón de clases, un salón que  está compuesto de alumnos extraños y por algún lado rebeldes a excepción de un chico, cuyo nombre es Shintar­o Kisaragi, podría decirse que era el más normal de aquel salón. Aquel chico “normal” del salón resulta ser un hikikomori* que llamó la atención del albino. Kuroha llega a sentir cierta envidia por su hermano, esperando que Kisaragi Shintaro sintiera cierta atracción por el albino sin llegar a lo sentimental, lo provoca contándole sobre unos tatuajes en el cuerpo del albino, claramente tomó una mala decisión para él mismo. Cuando las cosas parecen mejorar para Konoha, Shintaro desaparece sin dejar rastro. Después de unos años de haberse separado y seguir sus vidas, Konoha vuelve a encontrarse con aquel hikikomori que alguna vez le había enamorado, pero el reencuentro no siempre es la mejor anécdota de muchos…

One-Shot.

En un gran y extenso patio de una hermosa casa, se encontraban dos hermanos, ambos de la misma edad, uno de ellos había nacido con un problema de albinismo, por lo tanto (y obviamente) su piel era nívea, su cabello blanco y sus ojos de un extraño rosado y en su mejilla derecha se lucía notoriamente una marca (también rosada) de nacimiento, era demasiado alto. Normalmente vestía de ropa extraña con la combinación de colores de la siguiente forma: El color predominante era el blanco, el que resaltaba era el negro y los detalles de amarillo. Siempre tomaba su cabello en una coleta, pues no podía (o más bien, no se acostumbraba) a tenerlo suelto. Sobre su personalidad… Era una persona simple, no mostraba sus emociones a menos que fueran demasiado fuertes, pero normalmente emanaba tranquilidad en su alrededor, en cambio su hermano…  Él, desde físico hasta personalidad era completamente distinto: Para empezar, éste era de cabello azabache, ojos amarillos fluorescentes, y aunque su piel fuera igual de nívea que la de su hermano, y tuviera su marca de nacimiento en el mismo lugar (aunque la de éste era del mismo color de sus ojos), su personalidad era proveniente del mismo demonio, era un sínico y sádico, en otras palabras, disfrutaba mucho del dolor de los demás, pero especialmente el de su hermano. Bueno, por alguna razón la mayoría del tiempo se la pasaba solo en la escuela, y cuando estaba alguien con él era porque aquella persona había sido obligada de alguna forma a estar a su lado, sin embargo, éste pelinegro era de vez en cuando, un hipócrita, ¿La razón? Quería hacer enfadar a su hermano o hacerle pasar alguna vergüenza.
Konoha, aquel chico tranquilo y amigable. Y su chocante hermano, Kuroha. Actualmente muchachos de preparatoria…

-¡Konoha!- el aludido giró su vista a quien le llamaba reafirmando que se trataba de su hermano. -¿Quieres ver algo interesante?- Éste tenía una gran sonrisa en su rostro, lo cual significaba una sola cosa: Se trataba de algo malo.
-No, no quiero, Kuroha.- se negó casi al instante.
-¿Seguro?- amplió su sonrisa el de ojos amarillos. –Porque puedo decirle a Frank sobre lo sucedido anoche, ya sabes… Cuando se fue de casa con mamá- el albino apretó los dientes y sus puños completamente furioso, le miró con sus rosados llenos de frialdad, la noche anterior le había hecho un sinfín de cosas con el fin de avergonzarlo y a pesar de no demostrarlo, aún sentía la pena de haberlo vivido: Kuroha le había tocado, y no de una forma inocente. Éste último rió- Entonces… ¿Vienes?- No había de otra, se levantó, al instante el azabache le tomó de la mano con fuerza, lastimándolo, guiándolo más lejos de la casa, sin salir del patio, encontró a unos pequeños gatitos bebés. A una distancia un tanto corta de éstos, había combustible y fósforos. Konoha sentía que se moría, su expresión era de sorpresa, cosa que causó gracia al azabache.
-Kuroha… No lo hagas…- sus ojos se habían inundado de lágrimas.
-¿Por qué?- dijo retadoramente.
-No… Por favor, no lo hagas.- su hermano comenzó a reírse.
-Si me intentas detener, le diré a Frank sobre “eso”.- sus palabras penetraron cruelmente en sus oídos. Sí Frank sabía eso, se iría lejos hiriendo a su madre. –A no ser que prefieras repetir lo de ayer.
-Dile a Frank lo que quieras…- el albino tomó a los gatitos y comenzó a alejarse.
-¿Prefieres que ese homofóbico lastime a mamá por tu culpa? Sería el colmo que por segunda vez nuestra madre sufra por tu causa.- Kuroha sonreía, mientras Konoha se detenía, el de ojos amarillos avanzó a su hermano, le arrebató los gatitos, regresó a dónde estaba y los lanzó contra el suelo, el albino sólo escuchaba los maullidos en forma de quejas de los pequeños gatos al caer, escuchó el líquido fluir y caer sobre los mininos y el fósforo prenderse para después ser lanzado a los bebés gatitos, los maullidos desesperados de éstos se encajaban en la mente del de ojos rosados, quien había dejado caer sus lágrimas al fin. Comenzó a irse lejos de su hermano. Lo odiaba. No había duda. De pronto sintió que algo le hizo caer y eso mismo le había girado, supo entonces que se trataba de su hermano. -¿Te ibas tan pronto, Konoha?- La sonrisa del de cabello negro no desaparecía aún. Las manos de éste se pasearon por el cuello del albino, causando presión sin aviso alguno, cortando la respiración de Konoha.
-…Si vas a… Asfixiarme, adelante… Kuro-ha.- sentenció como pudo el albino, quien tenía sus ojos entrecerrados pero aún así miraba fijamente al contrario. Ese último le soltó, apenas si le dejó tomar aire y atacó sus labios, haciendo así, que su hermano albino jadeara e intentara pedirle que se alejara, pero claro, no le haría caso. Kuroha quería molestar a su hermano, por lo tanto subió el nivel de sus juegos, comenzó a acariciarle sobre su ropa el abdomen y su cintura, después paseó vagamente sus manos debajo de  aquellas prendas, pero antes de continuar, se separó de golpe del albino, éste estaba jadeando por la falta de aire y se encontraba sonrojado por la vergüenza recientemente pasada, el azabache comenzó a reírse- ¿Te calenté de más, hermano?- dijo sínicamente e hizo énfasis en la última palabra, haciendo que la culpa recayera en el albino. Después se retiró a apagar el fuego que provocó en los mininos, Konoha sentía que quería morirse, su hermano tenía razón, en aquella pregunta, pero no era posible que fuera tan cruel con él. Lo que le hizo sentir aún más odio por su contrario, fue que despertara la lujuria en él justo en el patio de su casa, ¿Qué iba a hacer si su madre o Frank le miraban así, en esa situación y todavía le hicieran hablar?
-Estúpido Kuroha…- el albino estaba avergonzado de sí mismo, se levantó y corrió hasta la casa, miró que su madre se distraía en la cocina leyendo una revista, así que se apresuró a subir a su cuarto, pero en las escaleras estaba bajando Frank, un castaño de ojos color miel, el cual iba a ser su futuro padrastro.
-Konoha, veo que tienes prisa.- en eso entra Kuroha riendo por tal escena.
-Sí, así es, Frank.
-Bien, pero… ¿Por qué…? ¿Acaso estas nervioso? Estas temblando.- Frank iba a poner sus manos en los hombros del albino.
-¡No!- gritó golpeando las manos de Frank y llamando la atención de su madre- …No… No es nada, yo…- recordó porque tenía prisa y apartó a su futuro padrastro del camino y se encerró en su habitación. Respiró con alivio. <<Al fin solo>> pensaba. Su habitación era de un tono amarillo alegre, pero no muy chillón como los ojos de su hermano. En su cama de tonalidades grises, descansaba un triceraptor de felpa, una puerta café chocolate daba con su baño personal. Entró y abrió el grifo de agua fría, una vez en internet encontró que podía bajarse “el calor” de esa manera y resultaba efectivo. Tras relajarse en su bañera y vestirse con ropa nueva (la otra le hacía sentir sucio). Salió del cuarto de baño, encontrándose con su hermano recostado en su cama jugando con el muñeco de felpa que antes yacía pacíficamente en su almohada.
-Oh… Veo que te has dado un baño… Qué pena, yo quería seguir jugando. No te molesta que esté aquí, ¿verdad?
-Quiero dormir.- dijo con el ceño fruncido, pues estaba cansado y eso le ponía de mal humor.
-Eso no es problema…- dijo levantándose y sentándose en el suelo junto a la cama de su hermano.

Con un suspiro de enfado, se recostó en su cama (no sin antes exigir su triceraptor) y se quedó profundamente dormido, hasta la hora de cenar, su madre y Frank les habían preparado una merienda y ellos se fueron, Konoha arrasó con lo que pudo y tras lavarse los dientes y vestirse con ropa cómoda, se volvió a dormir. Al despertar, algo hacía presión en su cintura, nostálgicamente se separó, levantándose y descubriendo que era Kuroha, éste dormía plácidamente en su cama, comenzó a arreglarse para ir a la preparatoria, la mochila ya estaba lista, no necesitaba de dinero, pero igual llevaba por si las dudas, no se molestó en levantar a su hermano, él siempre llegaba de alguna manera a tiempo. Tomó su lonche y salió de casa, la luz solar apenas comenzaba a asomarse, en señal de que eran las seis de la mañana, se encontraba él muy calmado, y al llegar a la escuela, ésta aún estaba cerrada, pocas personas se encontraban ahí esperando que las rejas de ésta fueran abiertas, entre ellas se encontraba cierto azabache que utilizaba un suéter rojo deportivo, una camisa negra y pantalones de ese mismo color, era el único que no estaba con alguien, los demás estaban en grupo, por lo tanto era fácil que llamara su atención, se le acercó sentándose a su lado, el de cabello negro giró su vista a su izquierda y se llevó la gran sorpresa de que ahí estaba ese albino, mirándole fijamente, lo cual le hacía más raro aún.

-…Hola…- saludó Konoha en un susurro.
-¿Hola...?
-…Me llamo Konoha.- decía sin mover la vista de al frente para evitar ver al azabache a su lado.
-Yo… Soy Shintaro Kisaragi…- le miraba extrañado, pues nadie se le había acercado a hablarle.
-¿Cómo estás?- agachó la mirada, estaba algo apenado, Shintaro miró al cielo y dudó en responder.
-… Bien, y ¿tú?
-…- Konoha decidió verle- Bien, pero tu respuesta no me convence.
-¿Qué dices? Tú lo dices en un monótono timbre de voz.
-Siempre he sido así, Kisaragi. En cambio tú pareces mentirme.
-No he mentido. Sólo…- Miró directamente a los ojos de Konoha, se miraban el uno al otro a los ojos, rápidamente Shintaro apartó la mirada y después suspiró.- Sí, mentí. Pero… ¿Qué quieres que diga? ¿Qué estoy mal para que después me preguntes por una razón?- el albino asintió- Pues sí, estoy mal, porque la persona que amo se suicidó hace una semana, ¿feliz?- Konoha se había sorprendido por tal arranque de sinceridad de parte de  aquel. Shintaro se comenzaba a retirar, nuevamente, para estar solo.
-¡Hahaha! Qué idiota eres.- se mofó detrás de él, Kuroha. – ¿Qué te sucedió? ¿Acaso ha sido culpa de Cupido que te lanzó un flechazo?- reía el de ojos amarillos. Konoha se enfadó de él y se alejó, mientras tanto, la campana sonó y se abrieron las puertas de la preparatoria, Konoha y Kuroha caminaron por los pasillos hasta su salón. Dónde se encontraron con Shintaro, en una esquina, lejos de todo y de todos, entonces sospechó que era un hikikomori, así se les llamaba a las personas antisociales en el idioma japonés. Konoha se acercó nuevamente a él y se sentó en el asiento que estaba a un lado de él y por suerte estaba libre.
-Lo siento…- susurró el albino.
-¿Por qué?- le miró extrañado Kisaragi.
-Por lo de… Esa persona.
-No te preocupes por eso… ¿Konoha? Con lamentarlo no se arregla nada… Además…
-¡Shintaro!- Se escuchó por toda el aula.- ¿¡Cómo te atreves a dejarme dormida!?
-Buenos días para ti también, Momo.
-Kisaragi, somos un equipo, una de las reglas es llegar al punto de reunión cuando vamos a estar en un mismo lugar.- dijo una chica de cabello verde.
-Eso es cierto- dijo un chico-rana que cargaba en sus hombros a una pequeña albina, una completa Loli. –Es importante cumplir las reglas, Kisaragi.
-Seto tiene razón.- dijo un rubio con una sonrisa burlona.
-Me lo dice el que rompe las reglas del Mekashiku-Ran- murmuró.
-Es Mekamishi-Dan, Shintaro- le dijo su hermana frunciendo el ceño.
-De hecho, es Mekakushi-Dan…- murmuró la pequeña albina.- Seto, bájame. ¿Cómo te llamas? Mi nombre es Marry- dijo la chica mirando al chico espectador albino.
-Konoha…
-Muy bien, Konoha tú serás el miembro número siete del Mekakushi-Dan, yo soy Kido, ellos me nombraron líder, el idiota detrás de mí es Kano, el chico-rana es Seto, acabas de conocer a Marry y a Momo, el hikikomori de ahí es---
-Shintaro.- le interrumpió el albino –Ya le conozco.
-Oh… Bien, también está alguien más, su nombre es---
-¡Ene está presente!- dijo una chica vestida de azul y su cabello peinado en dos coletas de color azul de la misma tonalidad de sus prendas y sus ojos igual de ese color.
-Ene, hay un nuevo miembro en el grupo.
-¡Valla! El grupo crece… Oigan, miré a una loli y a un shota, pensé que faltaba uno de esos en el Mekakushi… ¡Miren! Tenemos a un kuudere, un hentai hikikomori, una genki, una  dojiko, una  tsundere, falta un miembro yandere ¡Adoro esto!- exclamaba emocionada.
Todo siguió igual hasta que pronto llegó el profesor a dar sus clases. Al terminar la clase del día llamó a Konoha, momento que fue aprovechado por Kuroha y acercarse al hikikomori.
-Hola, Shintaro.- dijo sentándose en el asiento que estaba frente al Kisaragi.
-Hola… ¿Quién eres?
-Kuroha…
-… ¿Eres familiar de Konoha?
-Soy su hermano.
-Él es algo raro, ¿siempre ha sido así?- el de ojos amarillos comenzó a molestarse, ¿por qué hablaba de su hermano en vez de preguntar sobre él?
-Sí, siempre ha sido así…
-¿Le gustará alguien?
-Ahora, creo que sí.- sonrió burlón. –Igual, no te importa, ya me voy…- se iba a ir, pero Kisaragi le llamó.
-¡Espera! Quiero saber de quién se trata.- le confesó nervioso al otro.
-Si le preguntas, tal vez te diga. Quizá también puedas elevar la temperatura con él si están solos- se mantuvo serio mientras sentenciaba esas palabras.
-¿En serio?- parecía interesado, más no mostró estarlo.
-¿Podría yo mentirte?- sonrió el de ojos amarillos.
-Tal vez sí.- contestó el otro.
-Tiene varios tatuajes-canturreó y sonrió girándose a ver al de suéter deportivo- En su torso, hombros abdomen y algunos en la espalda. Si le pides que te los muestre, lo hará.- Entonces se retiró, dejando a Shintaro con la duda, ¿tatuajes? Había visto a los populares  presumirlos, pero era la primera vez que escuchaba que un chico como Konoha los tuviera, la curiosidad le hizo crear algún pretexto para estar a solas con el albino y hacer lo que su hermano le había dicho y ¿por qué no? Conocer a aquel albino tan extraño.
Después de que Konoha regresara y charlara con Shintaro sobre su vida (claro, omitiendo varias cosas), llegó el profesor del taller de Artes.
-Bien, necesito un equipo que quiera participar en una obra… ¡Daré puntos extras!-  solo recibió silencio.- ¿Alguien?
-Mi equipo va a participar, profesor- dijo Kido levantando la mano, todos los integrantes del Mekakushi le miraron sorprendidos.- Somos siete.
-Bien, a cada uno les daré un punto extra, tendrán una semana para ponerse de acuerdo qué obra harán y de qué tipo. Por ahora, haremos una escultura, ¿Trajeron su material? Formen equipos.

Las siguientes horas pasaron, el timbre que indicaba la hora del receso sonó, los pasillos se llenaron, los pasos apresurados interrumpieron el silencio, Konoha iba a salir del edificio tranquilamente, pero algo, o más bien, alguien hizo que entrara al baño de hombres y esa misma persona le encerró en un cubículo, fue en donde descubrió que se trataba de su hermano.

-¿Se te ofrece algo?- le miró inexpresivamente como siempre.
-Te gusta Kisaragi- No era una pregunta, era una afirmación, escuchar eso hizo enojar al de ojos rosados. -¿Sabes? Comienzo a perder mi interés en ti. Mis ojos se fijan más en el “Señor Antisocial”.
-¿A dónde quieres llegar con eso?
-Konoha, sé qué prefieres un balazo en la cabeza a que te pregunte de esto. Pero, si no me has dicho cuando fui amable contigo, intentaré de una forma distinta a la de siempre. No esperes una tortura sin armas como normalmente hago, así que prepárate.
-¿Por qué haces esto?- le preguntó Konoha a su hermano sin saber reaccionar de otra forma.
-Porque quiero.- el albino frunció el ceño, salió del cubículo sin decir nada y se fue lejos de su hermano, lo odiaba, no soportaría ni un momento estar cerca de él. La chica de cabellos verdes le detuvo.
-Konoha, pedimos permiso de irnos temprano, ve por tus cosas y vámonos, ¿entendido?- asintió el mencionado, después hizo lo que se le pidió, por suerte, no se encontró a su hermano. Le guiaron hasta el albergue del Mekakushi-Dan, se trataba de un grande espacio, del cual no tenía problema alguno. Había un sillón blanco, se notaba cómodo, pero evitó sentarse, pues sabía que si se sentaba, se quedaría dormido.

Todos se pusieron a proponer algún cuento corto que fuera fácil de hacer, otros querían algo más elaborado, pero Mary decidió que inventaran algo, eso haría feliz al profesor. Seto, Kido y Momo se pusieron a escribir las líneas de cada quien, Kano se encargaría del escenario junto a Mary y Ene. Mientras Shintaro le llamaba al albino, le guió hasta una habitación haciéndole sentir curiosidad y en su mente rondaba una pregunta “¿Qué sucede?”, al llegar a la habitación, el azabache hizo pasar a Konoha primero, después aquel se adentró cerrando la puerta con pesillo tras de sí.

-¿Pasa algo, Shintaro?- preguntó curioso el de ojos rosados. No recibió respuesta, así que se giró para ver a su nuevo amigo, la sorpresa que se llevó fue grande, pues aquel pelinegro le había besado, a Konoha no le importó ese roce, pero el Kisaragi quería avanzar a más. Intentó despojarle de sus prendas, pero el albino se apresuró a hacer un esfuerzo por detenerlo –Detente… No quiero esto, no de esta forma.
-¿Por qué? Tu hermano me dijo que…- entonces entendió, por la mirada llena de rencor y dolor que tenía el albino frente a él, comprendió que le habían mentido, pero ¿por qué? Notó cómo Konoha se abrasaba a sus prendas, algo no andaba bien. –Konoha… Déjame ver.- le miró amable, pero  se negó. Entonces sin aviso alguno, le quitó su camisa al albino, notando marcas en su torso, abdomen y el área de los hombros, no quiso ver su espalda, con lo que tenía frente a él era suficiente, no era necesario detenerse a ver de cerca aquellas marcas, de algo estaba seguro y era que éstas no eran tatuajes. Miró más detenidamente, esas marcas eran realmente mordidas, se frotó la cara con una de sus manos, con la otra le extendía al de ojos rosados su camisa, éste la tomó y se la puso apresuradamente. Shintaro le miró finalmente de nuevo –Dime, ¿Quién fue?
-No… No puedo…- susurró temblando.
-No le diré a nadie…- intentó persuadirlo, pero no tuvo éxito, el silencio fue su única respuesta –Acaso… ¿Fue tu hermano?- Silencio, nuevamente respondiendo preguntas –Sólo ustedes dos lo sabían, ¿No? ¿Por qué no le habías dicho a nadie? ¿Por qué te hace todo eso?- los rosados ojos de Konoha se inundaron de lágrimas.
-No lo sé… Pero… No les digas…
-No le diré a nadie, es una promesa, no hablare de esto con tu hermano, sólo si sonríes ¿hecho?- Shintaro le sonrió por primera vez, Konoha se sonrojó levemente. Después se limpió los rastros de lágrimas, le hizo caso al dibujar una leve sonrisa en su rostro, para después salir de ahí con el hikikomori a su lado, y para saber de qué consistía el trabajo, pero el sueño le ganó a su interés y se quedó dormido en el sillón. A todos les daba pena despertarlo. Excepto por Kido, ella le despertó con rudeza diciéndole que se fuera a casa. -¿Te acompaño?- preguntó el hikikomori, todos le miraron extrañados al azabache, pues nunca se mostraba tan amable con nadie.
-Shintaro, ¿estás bien?- preguntó atónita su hermana. El mencionado asintió.
-¿Si…? Es decir… ¡Wow!- exclamó Kano, hasta su burlona sonrisa se había desaparecido.
-¿Pero qué…?- sentenció con molestia el Kisaragi al sentir las manos de Mary tomar su temperatura tímidamente.
-Tal vez has enfermado…- susurró nerviosa la chica.
-¡Por favor!
-A menos que…- Shintaro se puso nervioso, Ene estudiaba cada expresión del hikikomori –Podría ser que… Al amo le guste el número siete.- Todos se quedaron en silencio, esperando otra conclusión que negara a Ene, pero nadie tenía otra idea.
-Kisaragi, me tengo que ir ahora…- Konoha había interrumpido la discusión que intentaba encontrar una conclusión demasiado buena como para dar en el centro del ‘problema’. El albino estaba sonrojado y jalaba levemente el suéter del pelinegro, cosa que le pareció tierna a ojos de Mary y de Shintaro.
-Claro, eh… ¿Vamos?- el de ojos rosados asintió.

Partieron del cuartel a camino de la casa del blanquecino muchacho, hablaban de ambos, del pasado… Sin ocultarse nada.
Konoha descubrió muchas cosas de Shintaro. Primero estaba que en la infancia del hikikomori, había conocido a un chico llamado Haruka, “Admito que me gustaba” confesó Kisaragi, pero aquel chico, Haruka, estaba muy enfermo y a su causa murió. En el transcurso de tercero de secundaria, se la pasaba con una chica llamada Ayano, ella era perfecta a su vista, pero cómo le había mencionado antes, ella se suicido en forma de venganza a su padre, no le dijo más pues la chica nunca aparentaba tener problemas y no hablaba de ellos, éstos salieron a luz cuando ella se había suicidado. Y ahí estaba él, confesando que ahora era probable que gustara del albino y Konoha confesó que también se sentía de esa manera por el contrario, pero al ser la primera vez que sentía algo así, sentía que estaba en un mar de confusión y pensamientos, creía que si se quedaba con Shintaro, estaba con su salida, pero ¿salida de qué? Se preguntaba, pues se le había olvidado la persona con la que pasó injusticias toda su infancia; Kuroha. Nombre que, en cuanto llegó a casa, volvió cómo cuchillo a su corazón, haciéndole recordar que debía verlo, que debía soportar una vez más su presencia.

-¿Quieres que me quede?- Konoha le miró, ¿en serio haría eso por él? Asintió.- Vamos… Espero tu madre no se enoje.
-No, no lo hará- sonrió <<no contigo>> pensó con una leve pero forzada sonrisa. Entraron, su madre se encontraba en la cocina lavando en el fregadero los utensilios utilizados para comer- llegué a casa, mamá- dijo con miedo a su reacción.
-Bienvenido, Konoha… Llegas tarde- susurró molesta.
-¡Konoha! Muchacho… ¿Has traído a un amigo de la escuela?- se escuchó la voz de un hombre detrás de los jóvenes.
-¡Frank!- exclamó con una sonrisa para después correr a abrazarlo.
-¿Cómo has estado? ¿Te fue bien?- le preguntó al albino.
-Muy bien, diría yo…- dijo con una sonrisa Kuroha, haciendo notar su presencia. -¿Te fue bien con Kisaragi, hermano?- sonrió con malicia, en sus planes estaba echarlo de cabeza, pensaba que Shintaro le había hecho caso y habían tenido algún contacto para nada decente.
-Creo que sí, pero… No entendí muy bien lo que los chicos habían explicado del trabajo del profesor del taller de Artes, así que le invité para que me explicara.
-¿Y se puede saber por qué no entendiste?- el de ojos amarillos ya estaba cantando victoria.
-Se quedó dormido.- contestó Shintaro.
-… Sólo fue una siesta…- susurró avergonzado el albino. Kuroha se quedó boquiabierta, había olvidado que su hermano, SIEMPRE dormía en cuanto tenía el contacto con una cama o un buen sofá. Con la palma de su mano golpeó su frente, mostrando así su derrota.
-Bien, entonces vengan, siéntense los cuatro a comer- dijo la madre de los dos hermanos a los únicos varones de la casa, mientras colocaba cinco platos con comida sobre estos, Shintaro le ayudo con los vasos, cubiertos y la bebida, entonces se sentaron a comer, no sin antes agradecer la comida -¡Konoha! Debes cuidarte- decía la mujer mirando expectante a su hijo que, ya había comido varios platillos de su comida.
-Déjalo, seguro lo necesita, así podrá tener más fuerza y energía.
-Pero se la pasa durmiendo…- susurró Kuroha.
-Dime, Shintaro, me imagino que tienes una novia ya, ¿no?- preguntó la madre, el mencionado alzó la cabeza y negó.- ¿No has tenido ninguna?- de igual manera negó, esto provocó una risa de parte del de ojos amarillos.
-Cuando iba a confesarme, ese mismo día ella no se había presentado a clases y se nos dio la cruel noticia de que había muerto.- dijo con la mirada fija en su plato de comida, recién se le había quitado el apetito. Un incómodo silencio se hizo presente, los dos adultos presentes se disculparon y retiraron su plato aún con algo de comida de la mesa junto con el del hikikomori, Kuroha les imitó para después irse a su habitación. Konoha fue a su habitación con Shintaro, tomó algo de ropa para dormir y se encerró en el baño, tardó alrededor de 20 minutos ahí dentro. Salió secándose su cabello, había algo diferente en él, no era que no tuviera diferente ropa, sino que… ¡Valla! Nada cubría su cuello, éste estaba impecable, blanco, casi como su cabello… Kisaragi no dejaba de verlo, aquel aún tenía húmedo su cabello y algunas gotas de agua resbalaban de su cabello suelto, el cual (no olvidemos mencionar) le llegaba sobre los hombros, impulsivamente le abrazó por la espalda sin ser antes visto.
-¿Shintaro? ¿Pasa algo?- le llamó girando su mirada para verle, pero lo único que miraba era su oscuro cabello, se sonrojó levemente.
-No es nada- se separó para verle a los ojos -Iré a... Ya vuelvo.- tras sentenciar esas palabras salió de la habitación, suspiró, posó su mano en el pecho sintiendo los latidos rápidos de su corazón.

Ya más tranquilo bajó al primer nivel de la casa, se dirigió a la cocina sin encender la luz, sintió un escalofrío recórrele la espalda, entonces decidió encender la luz, pero el foco estaba fundido. Suspiró, volvió al segundo nivel, abrió la puerta de la habitación de Konoha tras haber tocado educadamente.

-Volviste rápido, Shintaro.- Dijo la voz de Kuroha, el mencionado miró sorprendido a quien le había llamado. -Verás, necesito que te alejes de mi hermano en cuanto antes ya que a partir de ahora tú me perteneces.- Vociferaba el de ojos amarillos, una sonrisa estaba dibujada en su rostro, mientras Konoha... Él no se veía feliz, al contrario, a pesar de no demostrarlo, estaba destrozándose por dentro, Shintaro deseaba saber la razón.
-Lamento decirte esto, Kuroha, pero es imposible pertenecerte, veras… No eres de mi tipo.- el de ojos fluorescentes soltó una carcajada.
-¡JA! No me hagas reír, Kisaragi.- decía con una sonrisa en el rostro –Entiendo, no me has de pertenecer, pero soy tan posesivo que no sé de qué otra forma decir que te quiero solo para mí, Kisaragi…- sentenciaba mientras se acercaba peligrosamente al azabache, estaba a centímetros de los labios ajenos, hasta que cierto albino tomó del cuello de la camisa a su hermano para alejarlo, con una fuerza que nunca había querido mostrar lo mantuvo en ese lugar.
-Kisaragi. Vete a casa, seguro la pequeña Momo te espera- decía con una leve sonrisa Konoha.
-Pero tú…
-Vete- volvió a su expresión seria de siempre, el hikikomori estuvo a punto de salir de la habitación, pero el llamado del albino lo detuvo- Shintaro… Te amo… Ahora vete a casa, nos veremos en la escuela- le sonrió. El azabache asintió y se fue, dejando al albino con su hermano, hecho que le preocupaba de sobre manera.
-Hermano, has hecho mal en enamorarte.- murmuró Kuroha- ¿Acaso has olvidado? Aquel día en el que entraste al estudio de papá, corriste hacia él pensando que dormía, pero al sentir su piel supiste que algo estaba mal…
-Guarda silencio…- murmuraba el de ojos rosados.
-Salí de mi escondite, pedias ayuda y únicamente respondí “Ya lo sé, no volverá a despertar”, cuando mamá entró, tu le explicabas todo, pero yo te culpé de eso cuando realmente yo fui el causante de su muerte. ¿Recuerdas lo que dijo ella? Era “No importa cuánto llores o ruegues”, ¿cierto?
-Detente, no digas más.- suplicaba Konoha.
-Por más que lo pidieras, nadie te ayudó. Mamá te llevo con unos hombres, ¿no? ¿Cuántos eran? ¿Cuatro?- el albino apretó los dientes con fuerza, estampó un golpe en la mejilla de su hermano, acto seguido lo estrelló contra el suelo, posándose sobre él, amenazando con soltar un golpe más, pero el de ojos amarillos como los de una serpiente rió –Seguro no sabías que ellos eran amigos de Frank, lo más seguro es que sabe de ese suceso.
-No… Eso no puede ser, él…
-¿Ha sido muy amable? Seguro fue pena.
-…- el de ojos rosados se quedó en silencio unos segundos, escondió su rostro en el pecho de Kuroha, éste último se sorprendió al sentir húmedo el área y escuchar después unos leves sollozos –En serio… Deseo saber… ¿Por qué me odias tanto? ¿Por qué te esfuerzas en hacerme sufrir? Realmente, siento que me detestas, los últimos años sólo has jugado conmigo, lo peor de todo es que no ha sido con mis sentimientos, ha sido con mi cuerpo. Realmente espero te hayas quedado satisfecho alguna vez, de verdad espero que… Confesando mi dolor puedas burlarte lo que desees. Ya no quiero escuchar nada más…
-Konoha- le llamaba su hermano, pero no iba a dejarlo hablar.
-Es enserio… Kuroha, ya no siguas con eso…
-Tch… ¡Konoha! Demonios, ¡escucha!- al fin el albino levanto el rostro, se le notaba levemente sonrojado, algunas lagrimas seguían cayendo de sus ojos y pasaban por sus mejillas –Frank realmente no lo sabe… Tu manera tan monótona de actuar me desespera, cuando te pedí que me dijeras lo que aquellos hombres te hicieron, te pedí confianza a cambio de la mía, pero nunca lo dijiste, supe de eso  porque escuché que nuestra madre hablaba con alguien por teléfono e hizo mención de eso…- explicó Kuroha, en el fondo quería decir “Y… No te odio”, pero su orgullo era tan grande que simplemente no lo dijo, aprovechando que Konoha estaba sin saber qué hacer o decir, el pelinegro cambió de posición haciendo que él quedara sobre su hermano, después le plantó un corto beso en la frente y se fue de la habitación.

El albino simplemente estaba sorprendido y algo confundido también, se sentó en su cama, el cansancio comenzó a apoderarse de él y se quedó dormido. El despertador sonaba insistente cuando el de ojos rosados despertó, escuchaba un poco lejana una discusión entre dos voces muy conocidas, con algo de pereza Konoha se duchó y vistió, le pareció raro que esa discusión no haya terminado, abrió la puerta de su habitación escuchando claramente que se trataba de su madre y de su hermano, pero aún no lograba comprender lo que se decían. Comenzó a bajar las escaleras, ahí escuchaba a un pacifico Frank intentando intervenir en esa pelea.

-¡No puedes irte de esta casa! ¿A dónde coño piensas irte y con quien, Kuroha?- el albino se sorprendió al escuchar eso.
-¡Por supuesto que puedo! A donde vaya y con quien estaré no te importa. Simplemente no quiero verte.- respondió el azabache.
-Oigan, a gritos no se resuelve na---
-¿¡No quieres verme!? ¿¡De donde sacas tus idioteces!?- interrumpió la mujer a Frank, quien intentaba intervenir y razonar con ellos. Kuroha giró su mirada encontrándose con su hermano, con una sonrisa volvió a posar sus ojos en los de su madre.
-¿De dónde las saqué? Creo que eso está muy claro. ¿Acaso recuerdas quien escuchaba tus discusiones con nuestro padre? Seguro te suena.
-¿Por qué metes a tu padre en esto? Incluso muerto lo involucras.- dijo su madre enfadada, pero esta vez sin gritarle.
-Bueno… Primero debo decirte que como te molestaba mucho de lo que papá hacia, decidí simplemente dejarlo descansar, cuando finalmente lo logré, Konoha había descubierto mi pequeña travesura, después llega la estúpida de mi madre, quien se dejó engañar por mí con una mentira, culpé a mi hermano y tú me creíste, para tu satisfacción de hacerlo sufrir y pagar… ¿Necesito realmente recordarte lo que hiciste? Para acabarla, lo dejabas a solas CONMIGO.- el de ojos fluorescentes rió entre dientes, Frank y su madre le miraban con horror mientras Konoha sólo apartaba la mirada.
-¿Qué le hiciste a Konoha…?- balbuceó su madre con asco y horror.
-¿¡Qué no le hice!?- Kuroha rió estruendosamente –Bueno, sólo quise que supieras la clase de mamá que eres. Y que no puedo vivir con una mujer como tú.- el pelinegro se giró al albino –Konoha, nos veremos luego.- se acercó a su oído para susurrarle algo –Lo siento.- Después de eso salió de casa.

La mujer se acercó  a su hijo albino, mientras se lamentaba todo lo que le había hecho pasar, Konoha no mostraba una sola expresión, su mirada realmente se encontraba vacía. Frank se despidió de la mujer, él no quería nada más con ella, así que se marchó, pero a Konoha le prometió visitarlo y llevarlo a pasear después de la escuela, la idea le agradó al albino. Konoha se despidió de su madre, diciéndole que volvería más tarde después de la escuela, tomó su mochila, se la colgó en el hombro, caminó hasta la preparatoria, esta estaba cerrada, pero ahí se encontró a Shintaro, solo como siempre, se acercó a él.

-ShinShin… Lo siento.- susurró el albino sentándose a su lado.
-¿ShinShin? ¿Mi nuevo apodo?- Konoha asintió -¿Pasó algo?
-Kuroha se fue de casa… Se disculpó conmigo después de su discusión con mi madre. Ella lo sabe todo ahora.- Shintaro le miró con una sonrisa.
-Supongo que eso es bueno.
-Para ella no, Frank la dejó. Me da pena.- dijo con sinceridad el de ojos rosados. Recordando su confesión del día anterior, se puso completamente rojo.
-¿Qué te pasa?- preguntó curioso el hikikomori.
-Nada…- dijo de lo más normal, sin poder ocultar su sonrojo –Sólo recordé lo que te dije ayer y…- miró a Kisaragi notando que éste se sonrojaba aun más que el albino, de hecho su sonrojo parecía competir con su sudadera deportiva roja. – ¿ShinShin me ama también?- el azabache negó casi al instante con la cabeza por los nervios, eso no era lo que quería decir realmente. El albino rió con ternura a pesar de recibir la respuesta que no deseaba, pero igual le quería.
Las siguientes semanas estuvieron practicando la obra, faltaba poco para presentarla, incluso tenían listos los vestuarios, Shintaro y Konoha quedaban después de la escuela, algunas veces se iban con los chicos del Mekakushi-Dan, pero en un descuido ambos desaparecían para vivir un momento lindo, algunas veces se sentaban en el balcón mirando los colores del cielo cambiar, entre risas y sonrisas el albino robaba unos cuantos besos del azabache, cuidando de que nadie los viera, pues a Shintaro le avergonzaba. Pero claro, había momentos en los que Kisaragi tomaba la iniciativa, eso le encantaba al de ojos rosados, todo era tan perfecto para los dos.
Pasó el tiempo, los meses habían sido divertidos desde entonces, Konoha a veces se iba con Frank y Shintaro a algún parque o un restaurante <<barato pero bueno>> después de clases, otros días se iban al Mekakushi-Dan, dónde se encontraron a Kuroha, él cuidaba el lugar por las noches y estaba con los integrantes del equipo por las tardes. Todo seguía tan perfecto. Hasta que de pronto Kisaragi Shintaro dejó de asistir a la escuela, ya no asistía a las juntas del Mekakushi-Dan, todo desde que descubrió que Ayano había construido ese grupo tan lleno de amor fraternal, ni siquiera Momo que vivía con él, sabía exactamente lo que le pasó.
Pronto llegó el momento en el que era tiempo de entrar a la Universidad, todos sabían que querían hacer, Momo quería ser cantante o modelo; Kano quería ser psicólogo; Kido quería estudiar Derecho y ser abogada; Mary deseaba ser chef, pero por su gran torpeza, Seto le dijo que sería ama de casa y él cuidaría de ella; el chico-rana quería ser empresario; Ene se lanzó a la robótica; mientras Konoha… Él quería ver a Shintaro. Varias veces alucinaba, pensaba que lograba encontrarlo, imaginaba que el pelinegro caminaba por las calles tan tranquilamente rodeado de algunas personas, pero… Sólo eran alucinaciones suyas. Frank le ayudó al albino a elegir un buen futuro, finalmente Konoha decidió estudiar medicina. No le importaba cuanto tiempo le tomara estudiarlo, simplemente quería distraerse e intentar olvidar a Shintaro. Pero… Una tarde, mientras el de ojos rosados compraba sus libros de Universidad en alguna librería, se encontró con el pelinegro, no estaba solo, pero igual se acercó a hablarle.

-¡Shintaro!- le llamó, el mencionado se giró a quien le llamaba.- Cuanto tiempo, ¿Cómo est---?
-¿Quién eres? ¿Me conoces?- Konoha sabía que el hikikomori tenía pésima memoria, pero normalmente olvidaba cosas pequeñas… No a las personas. Con sorpresa en sus ojos rosados, Konoha bajó la mirada en cuestión de segundos, para después volver a verlo a los ojos.
-Lo siento… Me he equivocado.- sintiéndose avergonzado, se dio la vuelta, sabía que en las películas el hombre le llamaba a la protagonista diciéndole que se detenga, pero en la vida real, eso nunca pasaría, así que se giró para verlo, lo tomó del brazo con firmeza, pero sin lastimarlo.
-¿¡Qué demonios te pasa!?- exclamó furioso el hikikomori.
-Pensándolo bien, no voy a decirte una mentira como esa… ShinShin.
-¿ShinSh---? ¿Konoha?- Al escuchar como Kisaragi pronunciaba su nombre, sonrió, lo miró a los ojos con ternura.
-Me alegro tanto de verte, Shintaro.- lo abrazó fuertemente, luego lo soltó para verlo. –No podía rendirme y dejar de buscarte. Decido olvidarte y mira donde te encuentro. Tengo mucho que contarte. Shintaro… Aun te amo.- El hikikomori no parecía muy feliz con esa confesión, de hecho, miraba con pena al suelo. – ¿Pasa algo malo?
-Yo… Creo que la he cagado, Konoha. Verás… Yo…- se rascaba la nuca y giró su mirada a un grupo de chicas y chicos, una de ellas tenía un notorio embarazo de 6 meses.
-Oh… Ya entiendo… Creo que me tardé mucho en encontrarte.- dio un paso hacia atrás –Lo siento, Kisaragi. Creo que… Mejor regreso a clases…- Sin pensárselo salió corriendo con prisas de ahí, el pelinegro quería, REALMENTE QUERÍA ir tras de él. Pero su cuerpo no respondía a sus órdenes, así que tomó otra decisión.
-¡Konoha! ¡Estaré en el Medakishu-Dan! ¡A las 5:30!- el albino se giró con una sonrisa, Shintaro no había cambiado nada.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).