“Espero que no sientas tanto dolor como el que yo siento, espero no pienses en el pasado como yo lo hago... No volveré a verte de nuevo".
-Te amo... ¿Siempre lo recordaras? - Susurré sin despegar mi frente de la suya, disfrutando de nuestros alientos chocar del suave y cálido contacto de nuestras narices, y la poca distancia que había entre nosotros.
-Te amo, hyuk. Y tú te encargaras de decírmelo cada día - Susurró sonriendo y acercándome más a él, eliminando la poca distancia que teníamos y uniendo de nuevo nuestros labios en un suave beso
- Siempre estarás conmigo para repetirlo, ¿cierto?
Abrí mis ojos lentamente para encontrarme de nuevo con los suyos que me cautivaban y aún seguía removiéndome el estómago.
-Siempre...
Mis ojos viajaran al rostro de donghae sin entender que se supone estaba pasando, ¿qué había sido eso? Traté de acercarme de nuevo pero Donghae volvió a retroceder, negando con su cabeza mientras una lágrima caía por su mejilla.
-¿Qué quieres decir con eso? - Fue lo único que salió de mi garganta, sintiendo como el aire empezaba a faltarme, mis piernas perdían fuerzas y quería abandonarme en el piso, pero sólo me esforcé en tomar aire y agarrar bien el ramo de rosas que llevaba en mi mano.
-No funciono, hyuk jae. Vete, por favor - Ese suave susurro, esas simples palabras fueron como una furiosa y gigante ola arrasando con todo, mis sueños y planes de un futuro con él se derrumbaron sin compasión alguna, mi corazón dejo de latir haciendo una presión en mi pecho en la que traté inútilmente de quitarla al poner mi mano en este.
-No, no, Hae. ¿Por qué dices eso? - Dije subiendo el volumen de mi voz con cada letra que decía. Tenía que negarlo, decir que era un simple broma pero no lo hacía, simplemente me miraba con lágrimas en sus ojos, tratando de limpiarlas inútilmente.
-¡No, Hyuk! Sólo vete... Por favor... Sólo vete - Dijo señalando la puerta por la que hace unos minutos había entrado. Negué con mi cabeza, agachándola para esconder como me derrumbaba aun más, como todo podía cambiar en un segundo y sin saber un porque.
Sentí la humedad en mis mejillas pero no me preocupé por limpiarlas, para que limpiarlas si ellas son las que mostraban como estaba mi corazón de roto.
Alcé mi rostro dispuesto a salir y gritar a los cuatro vientos lo mucho que odio mi vida en estos momentos. Tomé aire y di media vuelta, sintiendo el peso del ramo de rosas en mi mano.
-Hyuk Jae, espera...- Me quedé estático en mi lugar esperando su siguiente movimiento, esperando escuchar las palabras que deseaba escuchar de sus labios desde el principio - Ten... Y-Ya no lo necesito.
Miré el anillo de bodas que había colocado en mi mano que ardía ante el ligero contacto y fue inevitable no llevar mi otra mano a mi boca para tratar de acallantar el sollozo que salió de mis labios. ¿Qué había pasado? ¿Por qué? ¿Por qué hoy?
Me giré de nuevo y lo vi tan lejos de mí, ya no era mi Donghae, ya no.
Apreté mi mano en el estúpido ramo de flores y lo tiré al piso, frente a los pies de donghae, haciendo que unos cuantos pétalos se salieran y quedaran ahí. Así era como me sentía, solo y abandonado en el frio piso.
Miré de nuevo a Donghae, su rostro teñido de rojo a causa de las lágrimas que sus ojos trataban de contener, sus dientes mordiendo su labio y su cuerpo temblando un poco. Negué con mi cabeza y sonreí tristemente, al final no todo podía ser tan bueno, al fin nosotros no seriamos la excepción a la famosa regla... Los millonarios siempre serian a un lado... Lejos de los pobres como yo.
El constante e irritante sonido de la alarma de mi despertador me trajo a la realidad. Sentía mis ojos pesados y mi nariz en taponada por llorar hasta quedarme dormido. Mis músculos pesaban con cualquier movimiento y el día se sentía terriblemente frio.
Caminé hasta el baño sin querer hacerlo. Sólo quería quedarme por siempre en la cama, aunque sólo haya pagado una noche en el hotel... Miré a mí alrededor perturbado y confundido, mirando cada detalle de mi antigua casa, el mismo cuadro familiar en aquella pared, el ramo de flores en su sitio, la sala y la cocina donde iban.
Mi corazón empezó a martillar con cualquier cosa que veía, trayendo infinidad de recuerdos a mi mente. Me giré para retomar camino de nuevo a mi habitación, sintiendo como mis músculos parecían cooperar.
Mi dedo apunto la fecha que el calendario marcaba... 4 de marzo... Mi corazón empezó a latir con fuerza y casi sentía que se iba a salir. Miré mi mano encontrando mi anillo de boda en su sitio e inevitablemente mis ojos se llenaron de lágrimas... Donghae... Tenía que ir por Donghae.
Salí de mi casa sin importar mis fachas, y corrí como nunca antes había hecho, corrí como si mi vida dependiera de ello... Y tampoco es que fuera mentira.
Mis ojos miraron el ramo de rosas que inevitablemente había vuelto a comprar a la anciana, y sonreí pensando que esta vez todo sería diferente.
Paré estático a un par de metros viendo el auto de donghae, viendo a Donghae sonriendo y una chica a su lado. Mi corazón se rompió por segunda vez y el ramo de flores volvió a caer al suelo cuando vi como Donghae la besaba, un suave beso que me destrozo por completo. Agaché mi mirada y fue ahí cuando capté algo. Mis dedos fueron a la cadena que nunca antes me había visto, pero que sin duda era el mismo anillo que yo llevaba en mi mano.
Deslicé mi dedo sobre el anillo que le había dado a Donghae hace un par de años, dispuesto a casarme con él, a unir nuestras vidas para la eternidad.
Limpié la lágrima que había resbalado de mi ojo y besé el anillo que un día estuvo en la mano de donghae y lo hacía legalmente mi esposo.
Meses habían pasado, las horas parecían no cansarse de correr y todos seguían su ritmo, incluso yo me había acostumbrado de nuevo a la vida, a lo que esta me deparara, lo que me esperara mañana. Todo quedaba como un recuerdo, ya nada importaba, ¿qué más da? Todo parecía ser un maldito sueño del que no despertaba.
-¡Hyuk jae! Tu turno termino muchacho, nos vemos mañana- Dijo el Sr. Moritz, moviendo su mano en señal de que retomara mi camino a casa. Sonreí y me despedí de él, saliendo a las calles frías y desoladas de Seúl... O por lo menos por la zona en la que trabajo. Tenía un largo camino por recorrer hasta encontrar un bus que me llevara a casa.
Escuché pisadas que me trajeron de vuelta a la realidad y tarde fue cuando alcé mi rostro para sentir como mi hombro chocaba contra alguien.
Giré mi rostro manteniendo el equilibrio sin parar de caminar y mayor fue mi sorpresa al ver el rostro que constantemente rondaba mis sueños, su piel igual de blanca y suave ante la vista, sus ojos mantenían el mismo brillo que siempre veía en ellos.
Alejé mí vista de su rostro y caminé más rápido, negándome a sacar los recuerdos a flote. Me negaba incluso a creer en esa pequeña chispa de confusión que creí haber visto en sus ojos... No era real... Pero mi corazón se negaba a dejar de martillar con vida...
“Espero que no sientas tanto dolor como el que yo siento, espero no pienses en el pasado como yo lo hago... No volveré a verte de nuevo".