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Sonríe por yui_shirogane

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Notas del fanfic:

Bueno pues, después de pasar uno que otro año fuera del fandom, activamente hablando, regreso con una cosa pequeñita y bonita. Comencé la universidad hace ya unos ayeres, y como sabrán, esta consume mucho de mi tiempo, que más quisiera que pasarme todo los días de mi vida escribiendo para ustedes. Si no he mejorado tampoco he empeorado, al menos eso creo, y trato de cuidar todas las situaciones gramaticalmente hablando (me he leido a mi mismo y me doy vergüenza) así que trataré de editar las historias que tengo colgadas por aquí, así como también trataré de traerles un poquito más de mis mierdesillas románticas. 

Siendo plena madrudaga, escuchando las mariconeadas de Arjona y sufriendo de imsomnio y una puta catatonia literaria (y después de que por mis venas corran litros de cafeína y tabaco) les dejo esta cosa extraña acá, de pocas palabras y personajes anónimos para que les den el protagonismo del Fandom que más gozan, espero de todo corazón que les agrade. Me volví un romántico empedernido y amoroso sin remedio. 

Cualquier parecido con la realidad; personas vivas, muertas o desaparecidas es mera coincidencia. Mierdesillas del puto destino.

Notas del capitulo:

Pásele pues, espero sea de su agrado esta pequeña aventura.

“¡Sonríe! Sí, sonríe.”

Era la frase que repetía para mis adentros, mientras que con mis largos, delgados y escuálidos dedos de pianista, como solía expresar él, me dedicaba a marcar el, ya por demás, memorizado número de su casa.

Como siempre eran las 10 de la mañana con 45, la hora acordada. La misma de todos los días. Ni un minuto más, ni un minuto menos, como escuchaba decirle al él levantar la bocina.

Casi podía escuchar el repiqueteo del dichoso aparatito al otro lado de la línea. Suena una vez, dos veces, hasta tres. Y casi podía verlo a él levantándose a toda prisa y corriendo a toda velocidad por el gran pasillo para tomar la llamada después de cerciorarse de la hora en el reloj de su mesita de noche. Con sus pies aun descalzos y su suave cabello rebelde y alborotado.

-    Ni un minuto más, ni un minuto menos.- tal y como les he dicho. En ocasiones suelo dudar de si no es la contestadora la que coge mis llamadas.

-    Disculpe joven, creo que me equivocado de número.- he cambiado la tonalidad de mi voz a la perfección solo para timarlo. Ya me imaginaba sus mejillas colorándose de un leve carmín al verse descubierto in fraganti. Y con esos ojazos tan suyos llenándose de lágrimas de vergüenza.

-    ¡¿Eh!?...- el timbre de su voz, sin duda, denota duda y clara vergüenza.

-    Lo siento, me ha parecido algo inevitable. Lo he hecho sin pensar.- he soltado una risotada y me ha dolido el estómago. Declaro mi mofa y me limpio una lagrimilla que asoma por el rabillo de mi ojo derecho, y es que cuando se trata de él, me es imposible evitar las ganas de molestarle. Es un ser tan puro, tan ingenuo.

-    Muy gracioso SEÑOR.- me ha soltado con saña cada una de sus palabras y con una indiscutible risa sarcástica. Claramente se nota enfadado.

-    ¡Auch!- he soltado una demostración de dolor mal fingido.- El que me digas señor tan cruelmente me hace sentir muy viejo.- declaro entre discretas sonrisas. Esas que bien sabía el cielo, lo ponían como un loco.

A pesar de estar yo demasiado lejos, supe bien cuál es su cara en estos momentos. Con un mohín de enfado y un tierno puchero de su boca, sus cejas casi en formación lineal saludándose la una a la otra, y sus mejillas ligeramente sonrojadas de la más pura e infantil molestia. Puedo verlo con los dientes apretados y la quijada tensa.

-    Pues acéptalo abuelo, ya eres un vejestorio.- ha soltado con desdén.- O acaso te has olvidado de que te aprovechaste de la inocencia de un chiquillo ocho años menor que tú.- no sé si fue como pregunta o como afirmación. Sea como fuere, es verdad, soy ocho años mayos que él.

Dejo transcurrir un pequeño lapso de tiempo en silencio, y no es que me hubiese molestado su venenosa afirmación, sino que, vamos, recuérdalo, me gusta tomarlo el pelo y fastidiarlo un poco.

-    Oye...- ha soltado en un susurro casi imperceptible, pero que me ha sabido a gloria.- ¿Sigues ahí?- el timbre de su voz es preocupante, y sé que he ganado, porque es más que claro que se arrepiente de lo que ha dicho.

-    Yo que siempre te llamo a la misma hora todas las mañanas...- declaro  con un supuesto toque trágico.- Para simplemente alegrarte el día, y tú...- dejando escapar sollozos falsos. Sí, existen ocasiones en las que me cuestiono si no debí de haber estudiado teatro.- ¡Me dices cosas feas!- he terminado chillando la última frase, como quien no quiere la cosa.

-    Rayos...- de verdad lo siente, el chasquido de su lengua me lo ha dicho todo.- Vale, lo siento, ¿sí?- y ahí está, él tan amable como siempre, pidiendo perdón a los demás sin mirar a quién.- ¿Me podrás perdonar?- y de nuevo puedo imaginar su mirada conciliadora. Sus bellos ojos comprensivos y su sonrisa de arrepentimiento.

Simplemente es un ser que no puede hacer daño a nadie, tan puro y angelical, sin una gota de maldad corriendo por sus venas. A pesar de haber sufrido tanto, es incapaz de odiar a alguien. Y así es él, tan diferente de mí...

Sonrío para mis adentros y retomo la conversación, sé que a pesar de que no le he dicho que le perdonado, él lo sabe... En definitiva sabe que no podría enojarme con él por una nimiedad como aquella.

-    Y... ¿cómo está tu cielo hoy?- he soltado como cada mañana. Un millar de kilómetros nos separan, e indudablemente el cielo no siempre se mira igual, pero es la misma bóveda que nos cobija a ambos.

-    Espera un momento y te digo.- se ha alejado de la bocina, lo sé.

-    Vale...- he contestado al aire. Sé que ya no está. Escucho sus pisadas suaves al alejarse del teléfono. Graciosamente pega unos saltitos para llegar más rápido al ventanal, descubre la cortina y desde el quinto piso del edificio en el que habita, asoma la cabeza. Saca todo el cuerpo al balcón y aspira el aire de un nuevo día. Lo he visto todo... y el cómo alza su vista para cerciorarse de la tonalidad de azul del cielo de hoy. Espero su reporte del clima mientras escucho como sus pies descalzos vienen de regreso a coger el teléfono...

-    ¿Y bien?- le pregunto cuando sé que está de regreso.

-    Esta nublado.- suelta vacilante- Sombrío, de un gris muy solo...

-    ¿De qué clase?- no he sabido qué más decir.

-    De esos que...- duda por un instante- De esos que cuando los miras, te dan muchas ganas de llorar...- agrega finalmente en un susurro con sabor a tristeza.

-    ¿Y tu corazón?- suelto algo dubitativo, solo yo conozco su historia, solo yo sé de toda su tristeza  su dolor.- ¿Cómo se encuentra tu corazón hoy?- le cuestiono amablemente y con mi voz llena de todo el amor que mi corazón me permite darle. Sabiendo que en cualquier momento tal vez, y solo tal vez, se quebrará en definitivo y, de una vez por todas, se soltará a llorar un mar de lágrimas...

Pasan unos cuantos segundos que me han parecido un millar de horas. Ha soltado un largo suspiro y aun estando yo aquí, le observo cerrar los ojos y tallarse la cien después de levemente rascarse la cabeza y tallarse la parte trasera del cuello con la mano que ha tenido libre todo el rato.

-    Ojalá estuvieras aquí...- dice de repente en un atisbo por demás doloroso y desconcertante.

-    Ojalá...- digo finalmente y escucho el timbre desde el otro lado de la bocina. Termina conmigo excusándose debido al gracioso visitante que ha osado interrumpir nuestro momento y cuelga la llamada para luego ir corriendo a atender la puerta.

 

 

 

Y entonces sí... escucho claramente tus pasos cansinos desde mi posición.

Al final miro tu sonrisa quebrada y esos tus ojos llorosos cuando te abalanzas por sobre de mí, aún de pie en el umbral de la puerta, y por sobre mis maletas.

Y de nuevo estoy aquí, contigo...

 

Notas finales:

Gracias por leer. Espero me hagan saber sus dulces y/o agrios comentarios, todos son bienvenidos. Que tengan buenas madrugadas llenas del más puro y delicado porno gay... :)


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