1 Confusión y escape
Vamos a mi oficina—le dijo Seto con su cara de enojón de siempre y Joey le siguió presintiendo que el otro quería pelearle.
Desde que Yami volviera al lugar de donde provino no habían tenido mucho contacto pero las pocas veces que se habían visto por los duelos el castaño no dejaba de picarlo y mirarlo con esa autosuficiencia suya.
El castaño entró dejando la puerta abierta para que el otro pasara, Joey se volvió para cerrar la puerta mientras le decía—No sé que rayos quieres Kaiba pero…--no pudo terminar su frase mientras se volvía porque unos varoniles labios taparon los suyos y su cuerpo fue empujado hacia la puerta que acababa de cerrar. ¿Pero qué rayos? Se preguntó sorprendido mientras asimilaba lo que Seto le hacía. Apretado entre la puerta y el calor del cuerpo cercano una desconocida sensación se apoderó de él.
El CEO que era más fuerte que él lo tomó en alto por las axilas y lo llevó al cercano sillón el cual era amplio y Joseph con sorpresa adivinó porqué.
No me digas…--dijo estupefacto el rubio.
Voy a sacarme de una vez las ganas contigo, perro—dijo el otro mientras levantaba su camiseta y se colaba sobre su pecho lamiendo uno de sus pezones, el melado estaba tan sorprendido que no podía articular palabra y es que recién se daba cuenta del interés que el otro por él sentía.
La mano de Seto se coló bajo el pantalón de Wheeler tomándolo por sorpresa y mientras masajeaba esa particular zona oía los gemidos cada vez más fuertes del melado.
Después de venirse una cuarta vez en las manos del castaño el rubio lo miró, estaba exhausto. Para el ojos azules era la ocasión deseada y así lo expresó mientras se colocaba entre sus piernas—Así quería tenerte, perro, totalmente sumiso y maleable—su voz era como un ronroneo sensual en su oído que despertó más sensaciones nuevas en Joseph solo por oírlo.
No tenía idea de que pudiera llegar a gustarle un hombre y menos que menos Kaiba pero así era, le gustaba mucho y más utilizando ese lenguaje sádico que le cabía tan bien a su accionar egoísta y sensual.
Seto lo hizo suyo durante toda la noche en todas las posiciones que pudo imaginar, incluso se lo dijo—Tal vez sea la única noche que te tenga, perro pero en ella te poseeré de todas las formas que existan—
Joey despertó cuando el sol estaba alto en el cielo y no había rastros de Seto en la oficina, supuso que estaba ya en su casa bañado y listo para volver a trabajar y que no desearía encontrarse con él allí así que se vistió y partió. Al hacerlo no podía suponer que sería la última vez que se verían en mucho tiempo.
Llegó a casa encontrando a su padre hecho un verdadero caos, lo miró sorprendido cuando entrara y le gritó--¿Dónde estabas?—
Salí a…--iba a inventar algo pero no fue necesario.
¡Eso no importa!—dijo mientras corría hacia él su padre, lo agarraba de un brazo y lo sacaba del apartamento sin más.
Llevaba un bolso en la otra mano y arreó al chico con la otra mientras este le anunciaba--¡Papá, dejas la puerta sin llave!—
Eso no importa—repitió el otro mientras lo metía y se metía en el ascensor.
¿Cómo que no importa? Se van a meter y…--dijo confundido el rubio.
¡He dicho que eso no importa!—le gritó el mayor y luego mientras se sobaba la cara se tranquilizó y añadió—Lo siento pero es necesario que nos vayamos lo más pronto posible, pronto sabrás porqué pero es improbable que volvamos a Japón—
Lo dijo tan de repente, tomando desprevenido al melado que tuvo que preguntar--¿Papá, te metiste en problemas con la policía o algo así?—estaba preocupado.
Tranquilo, no es eso—le respondió su padre pero no parecía nada tranquilo.
Y de pronto se encontraba en medio de las pirámides donde también estaban su madre y su hermana que asustada lo miró.
¿Qué sucede?—quiso saber Joey y su padre sin hacerle caso se dirigió a su madre.
Dame una, tú ve por la otra—le comandó. Ella le alargó un bastoncillo de metal todo labrado que él tomó y ambos se hundieron en la oscuridad de la noche pues era de madrugada dejando a ambos hermanos abrazados y solos frente a una tormenta de arena que empezaba a arreciar.
Al rato ambos padres aparecieron y mirando al cielo él le dijo a ella mientras rodeaban a sus hijos con los brazos—Espero que la reciban—
¿Qué reciban qué?—preguntó Joseph que odiaba ser ignorado.
Es entonces cuando vio a través de la arena y el oscuro cielo dos estelas que partieron desde dos de las pirámides. Parecía que todos los misterios en su vida le relacionarían con el antiguo Egipto pero… ¿Qué sería aquello que sus padres les ocultaban?