Prólogo.
Es difícil explicar la forma en que las personas pueden llegar a enamorarse. Todo es incierto, la vida es un misterio, tal como ese sujeto, que cambió los pensamientos de los orbes violetas que lo miraban desde lejos. Tomado de manos con alguien más, alguien que para el hombre reservado era especial. Si tan sólo esa persona fuera él, si tan sólo pudiera sentir su piel. Ese ser es tan afortunado, de tener al chico victoriano.
¿Cómo fue que todo esto pasó? De una manera tan extraña, miró su ropa victoriana, y de inmediato le cautivó, sin pensar que la misma haría cambiar su opinión con respecto a ese sujeto. El hombre sí era amable, él sí tenía un corazón puro y agradable, sólo era cuestión de saberle llegar, y buscar la manera de tu confianza otorgarle.
Haría lo posible de confesarse, daría todo de sí para conquistarlo. Cuando llegara el momento adecuado. Él tenía a alguien más, y a esa persona no podía hacerle daño.
Capítulo 1.
Todo fue gracias a su vestimenta victoriana. Desde el día en que la observé, añoré portar una igual.
¿Quién habrá de su ser su diseñador? Con esa alta esbeltez y su atractivo encantador, ¿quién no querrá confeccionar su ropa?
¡Santa madre! ¡Dichosas las manos que tengan ese privilegio!
—Lysandro, quiero saber… — Le empecé a decir, con las manos escondidas detrás de mi espalda, mi rostro vislumbraba diversión. — ¿Por qué eres tan serio?
—Porque así soy. — Me contestó.
—¿Por qué eres tan reservado? — Yo proseguí.
—Porque es mejor así.
—¿Y por qué es mejor así?
De pronto le había sacado un poco de conversación, o eso creía yo.
—¿Acaso esto es un tipo de interrogatorio? — Enarcó una ceja, viéndome con disgusto.
A lo que yo reí. Por alguna razón Lysandro me parecía interesante, aunque algo aburrido.
—Tómalo como un intercambio de preguntas. Sólo un juego. —Dispuse a esconder mis manos esta vez en los bolsillos de mi pantalón, sonriendo alegremente.
Siempre que había intentado hablarle, me miraba distante, como si estuviera sumergido en su propio mundo. Dándome simples respuestas, o cortas historias sobre sí. ¿Qué tanto escondía Lysandro? ¿Por qué era tan misterioso? Inculcarme en su vida era lo que yo deseaba, aunque tampoco era como si me interesara del todo, nada más tenía cierta curiosidad.
Ah, y antes que se me olvide, debo saber en cuál tienda se fue a comprar. Vestimentas como esas no se ven a menudo.
Al día siguiente me puse mi mejor traje, uno que compré en la tienda de ropa donde trabajaba el hermano de Lysandro, Leight, creo que era así su nombre.
Llegué al instituto sorprendiendo a todo el mundo, hasta mi propio hermano, Armin, que me observaba con asombro. Nunca se imaginó verme con ese tipo de vestimenta, a la cual la comparó con los juegos de LoL, no entendí cuál era la sorpresa, si me quedaba tan bien.
Fui hasta mi amiga sucrette y le pregunté, ella sí me comprendió, decía que la vestimenta se veía muy bien en mí, hasta comentó que me notaba más atractivo. Mi dulce amiga Su, la quería demasiado, lástima que las mujeres no eran de mi gusto.
En fin, vi a Kentin por los pasillos, aquel tierno chico que llamaba tontamente mi atención. Lo saludé con una sonrisa y me miró con sorpresa, me dijo que parecía un mayordomo. Eso me hizo reír.
Después, decidí buscar al misterioso Lysandro, quería enseñarle mi nuevo look y decirle que ahora lucía cómo él. Me preguntaba qué podría pensar, si tal vez le iría a gustar y se convertiría en mi amigo de inmediato, pensaba positivo y estaba seguro que eso pasaría.
Entonces fue cuando lo vi, justo en el jardín. Veía las flores y mantenía su libreta en su regazo, seguramente estaría escribiendo algo. Le llegué con cuidado procurando no asustarlo, pero igual creo que mi grito fue demasiado.
—¡Lysandro! Mira lo que llevo puesto. —Entusiasmado di una vuelta en mi lugar, haciendo que las prendas se movieran.
Creí que tal vez se podía enojar por llegarle de repente y gritarle eso, pero en realidad se mantuvo en silencio, tarareando algo por unos segundos, para luego voltear a verme.
—Esas ropas se ven muy bien en ti. — Dijo calmado, mostrando una sonrisa sugerente y cautivadora.
No me esperaba aquel halago, ni tampoco esa mirada, por ende, mis mejillas dieron a sonrojarse repentinamente, sin saber la razón. Aunque la respuesta fue corta, pensé que diría otra cosa.
—Te he visto siempre con este estilo de vestimenta, me pareció muy linda, así que quise comprarme una también. — Intenté disimular mi nerviosismo volviendo a hablar, mientras procuraba sonreír con agrado.
—Me da gusto que alguien más aprecie el estilo victoriano. — De repente su sonrisa se desvaneció y se formó en una mirada tranquila y severa.
—¡Me encanta poder apreciarlo! Realmente es muy bonito, no entiendo por qué el instituto completo no se viste de esta manera, deberían usar estas prendas. ¿No crees, Lys? ~ — Me coloqué los brazos detrás de mi nuca, mirándolo con frenesí.
Y nuevamente me volvió a mostrar esa sonrisa cautivadora, quedándose en silencio mientras me miraba profundamente. Lysandro, ¡Ya deja de hacer eso!
—Pienso igual. — Opinó.
Sus palabras me habían sacado un poco del nerviosismo y de lo acelerado que estaba mi corazón.
—Disculpa, ¿Podrías perdonarme? Ahora estoy escribiendo algo, me gustaría un poco de concentración. — Esas próximas palabras terminaron por desaparecer todo lo que estaba sintiendo.
¿Acaso yo, Alexy, le estaba distrayendo con lo hermoso que soy?
No pude evitar pensar eso en tono de broma, pero tampoco se lo iba a decir. Aunque sí tuve la tentación.
—¿Qué es lo que escribes? — Me dio curiosidad preguntarle.
—Una canción. — Me respondió sin más, otra vez distante.
—¡¿En serio?! ¿Para quién? — Sin permiso me acerqué un poco hacia su libreta para leer, pero éste la apartó en seguida.
—Me vas a perdonar, pero eso no te concierne. — Esta vez su expresión había cambiado, ahora me mostraba un rostro desconcertado. — No deberías estar leyendo las cosas de los demás, así que no vuelvas a hacer eso, por favor.
—Lo siento. — Me disculpé, mirándolo con cierta tristeza.
En verdad Lysandro era muy aburrido.
Sin embargo, había algo de él, que tal vez quería conocer, pero no sabía exactamente qué era.
Él volvió su mirada a la libreta, sin decirme nada más.
—Entonces me iré, para que puedas concentrarte. — Le indiqué.
—Gracias, Alexy. — Volvió la mirada hacía mí, dibujando una vez más aquella sonrisa.
Lysandro había… Pronunciado mi nombre. No comprendía por qué, pero oír mi designación emanar de sus labios, había provocado un tonto revoltijo en mi corazón.
Sin más lo dejé ahí, él volvió a poner atención en las páginas de su cuaderno, y yo me fui. Pensando, quedando ensimismado en las extrañas reflexiones que aparecían en mi mente.
Una de ellas era sobre la persona dueña de aquella canción. ¿A quién se la escribiría? Comenzaba a pensar que Lysandro tenía a alguien especial, así como yo, que adoraba con locura a Kentin… Aunque una confusión iniciaba a surgir en mí, la cual trataba de buscar pero no la conseguía. ¿Qué era lo que ocurría?