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L'autobus Notturno por OhBany

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Jongin encuentra excesivamente molesto el color del bus en el que suele regresar a su hogar. Es de un amarillo escandaloso que puede distinguir aun si el bus no ha llegado a su parada. También es impertinente el hecho de que él sea el único pasajero a las 7:00 pm y que el chofer sea amante de la música italiana. Realmente no tiene nada en contra de la vida, tampoco es emo o perteneciente a alguna clase de secta en la que todos odian todo lo que se mueve en esta existencia, Jongin simplemente está sumamente cansado y sólo quiere tranquilidad.

Es un muchacho de 20 años, de piel canela y cuerpo tan enérgico como para albergar tantas ganas de quejarse de todo simplemente porque sólo quiere llegar a su casa cuanto antes.

El autobús como de costumbre hace su parada sin Jongin hacer ninguna señal para que se detenga, supone él que se debe a que el chofer ya lo conoce. Entra y como es de esperarse, la música italiana pausada  y a medio sonar resuena por los parlantes de vehículo del transporte. Pasa su tarjeta de pago y enseguida en recibido por la amable presencia del chofer quien con una sonrisa dibujada en su rostro lo invita a pasar.

—Buenas noches, Jongin-ssi — dice el amable señor. Claro que Jongin casi olvidaba que el hombre tiene conocimiento de su nombre porque está inscrito en su carnet estudiantil.

Jongin le obsequia una sonrisa que no es capaz de cubrir todo su rostro. Pasa adelante a sabiendas que no tiene que escoger un lugar para sentarse porque todos están vacíos. O eso esperaba, hasta que la figura diminuta y distraída de otra persona capta su atención plenamente. Un chico.

El muchacho está sentado en el lugar que Jongin suele ocupar en sus silenciosos viajes a su hogar. Tiene la mirada perdida en la ventana, vislumbrado las calles que resplandecen con sus luces de neón y farolas haciendo que la noche se transforme en una dama mística y llena de sensualidad. Él está distraído, sus brazos se aferran a la mochila blanca que reposa sutilmente contra su pecho, tiene un suéter de color negro con rayas grises, y pantalón oscuro. A Jongin le parece lúgubre pero no menos fascinante. Su pelo también es negro y su piel extremadamente blanquecina, lo que hace un contraste único.

El autobús inicia su recorrido y Jongin se tambalea por estar parado en medio del pasillo sin lograr sujetarse a nada. Entra en pánico de forma inmediata porque, a pesar de que hay todo una variedad en puestos para escoger, él no tiene en donde sentarse, entonces en un ataque de arrebato termina sentándose detrás del misterioso chico y al instante le oye tararear esa molesta música italiana y de repente todo se vuelve distinto. El aire empieza a ser espeso y el ritmo de su corazón de pronto parece ser errático y sin ningún tipo de control. La voz del misterioso viajero es sólo un murmullo, pero es suficiente para que Jongin se relaje y por un momento olvide toda la amargura que había estado sintiendo por su día a día. Todo pensamiento obtuso muere al escuchar aquella voz tenue.

 Las calles se difuminan a su paso y sólo está esa cándida sensación similar a un concierto acústico privado, el bus parece ir más lento y Jongin por primera vez está agradecido de eso.

Normalmente el recorrido hasta su casa dura una hora, pero ese día parece eterno. Un sinfín de canciones reproduciéndose una tras otra  y otra y otra hasta que el chofer cambia de CD y entonces comienza un nuevo concierto, y el chico tarareando despreocupadamente cada una de ellas, con regocijo, como si fuera lo único importante.

De hecho es lo único importante para Jongin en ese momento.

Tiene la curiosidad de invadir la privacidad de ese chico, preguntarle cuál es su parada, qué le parece el viaje y por qué no, su nombre.

Quiere un nombre. Quiere algo que pronunciar para esta noche en sus sueños, porque está seguro que va a tener quimeras en donde hay un cantante de contextura pequeña y de piel blanca cantando músicas cuya letras son desconocida para Jongin y sin embargo es capaz de cantarla por todo el tiempo en que, obligatoriamente, ha tenido que escucharlas. Ahora que Jongin lo piensa, no le causa tanta molestia.

El autobús llega a su penúltima parada, y el chico se levanta en silencio. Arrastra sus pies hasta la puerta y así como llego, como un cometa, se marcha Jongin no tiene tiempo tan siquiera de gritarle un Buenas noches.

Esa parada que por meses había sido inhóspita, nadie bajaba, nadie subía. Ahora es el principal motivo de la tristeza de Jongin. No sabe cuándo vuelva a tener la dicha de escuchar al cantante de penúltimas paradas cantar canciones italianas pero desea que sea lo más pronto posible.

***

Jongin no pudo dormir esa noche, como era de esperarse, ni mucho menos pudo dejar de pensar en ello al día siguiente. Sus clases se basaron en murmullos de profesores de historia, y pequeños comentarios de Sehun, su amigo, acerca de lo muy distraído que estaba. Jongin no hizo caso a nada y ni siquiera le respondió sólo para no perder la esencia de aquella melodía que tan atesorada conservaba en sus recuerdos. Se mira a sí mismo víctima de un consecuente flechazo directo a su solitario corazón.

Su clase de danza no estuvo ni lejos de ser distinta al resto del día. Pasos de bailes distraídos y errores tras otros; Jongin perdiendo el rumbo de sus pies, y su mente en discrepancia con su cuerpo, sólo por el anhelo de una piel blanca y un aura oscura.

Cuando la clase de danza termina Jongin chilla tomando sus cosas y dirigiéndose a las duchas. Hoy siente el deseo de que el coco y la vainilla bañen su cuerpo y den una mejor impresión de él. Su ropa por más casual que sea, está arreglada en su cuerpo, haciéndolo ver impecable e inmaculado. Quiere dejar caer sobre él una suave y amena presencia aunque sabe que está emocionándose más de la cuenta; Hay una alta probabilidad de que ese chico no esté para el trayecto de hoy.

Y sin embargo a Jongin le alegra estar completamente equivocado.

Jongin casi olvida pagar su pasaje cuando, al entrar, vislumbra la presencia de ese muchacho, otra vez. El chofer sonríe porque es la primera vez Jongin entra radiante al bus y no como si estuviera cargando la pereza y la tristeza del mundo entero. Jongin lo sabe, su rostro taciturno ha desaparecido para el momento en que ve al reciente dueño de sus suspiros.

Él está allí. Mira por la ventana y su semblante sereno, clamado y tranquilo está incitando a Jongin, y éste siente que puede hacer volteretas de la emoción si tan sólo el espacio así se lo permitiese. Aquel veinteañero decide apartar sus temores y miedos y embarcarse en un viaje junto a ese menudo muchacho. Se niega a observarlo desde las sombras, él realmente quiere estar cerca y poder respirar si quiera el mismo aire que él respira.

Quiere dejar de llamarle chico, quiere darle un nombre a la persona que ocupa un gigantesco espacio entre sus sueños y anhelos.

Jongin reúne toda la valentía que es necesaria y se sienta a su lado. Su mirada firme hacía el frente, en algún lugar entre el vidrio que le permite ver la calle al chofer del vehículo y su ligero pánico. Ignora esa creciente angustia que se arremolina en la boca de su estómago cuando el chico lo ve con una no muy agradable expresión en el rostro. Jongin lo odia, odia el sentimiento de rechazo.  Quiere ver ese cándido rostro nuevamente, le duele que sea él el causante de esa fría expresión. Sin embargo es obvio porque, de entra tantos puesto, el justo se sienta allí a su lado, robándose su atención y privando su espacio personal.

Jongin tiembla levemente en su lugar.

El chico sin embargo rueda los ojos y vuelve su vista hacia la ventana, intentando no inmutarse ante el ajeno ser que se posa a su lado.

Jongin se siente diferente ésta vez. Ya no hay tarareos diminutos y ligeros movimientos de cabeza. Él sólo está allí, sin hacer nada, posiblemente deseando llegar a su parada y zafarse de la molesta presencia de Jongin.

Entonces el bailarín decide que es mejor hablar antes de callar para siempre. Él no quiere tener pesadillas ni reclamos de su mente por no haber, si quiera, intentado.

—H-Hola —sisea  y apenas termina siente un camino de hormiga recorrer sus piernas.

El chico a su lado sin embargo no responde. Bufa en su lugar y tomando sus cosas decide levantarse, pese a eso Jongin es más rápido.

—Y-Yo lo siento —se excusa rápidamente, una parte de su pecho comprimiéndose hasta ahogarlo, limitando sus palabras—. Yo l-lo siento por molestar. Yo me voy.

No quiere molestar más, así que rápidamente da un tirón a sus piernas, las cuales fallan, en un patético esfuerzo de huir.

Sin embargo, una mano cerrándose alrededor de su muñeca le detiene el paso. Y también el corazón.

—Perdón, no quería ser tan grosero —dice suave. Su voz es calma y hace que Jongin automáticamente se sienta y se embelese allí en su lugar ante la maravilla de éste ser humano—. ¿Tienes algo que decirme?

Sus huesos se estremecen. Su ritmo cardíaco hace mella en él.

Sí, creo que me gusta tu desconocida forma de ser.

Tu forma de estar, tranquilo.

Me gusta como tu voz me lleva incluso a la misma Italia.

Creo que me gustas.

Y en su lugar, Jongin hace una mejor elección de palabra. Temiendo ahuyentar al chico de cabellos negros y voz majestuosa.

—Sólo p-pensé en… Uh… hacer a-amistad — Prefirió decir. Su pecho hinchándose ante la sonrisa efímera que recibió a cambio.

 

***

Kyungsoo. Do Kyungsoo, es su nombre.

Es su hyung, tiene 23 años y estudia medicina en la Central de Seúl, pero le gustar cantar y cocinar.

Kyungsoo es asimétrico, poco convencional y singular. Jongin no tiene palabra alguna que describa la admiración que se concentra en su pecho cuando Kyungsoo habla de su fortaleza, a pesar de estar en Seúl completamente solo. El chico menudo es palabras largas, expresiones indescifrables y sonrisas enumeradas con dedos de la mano izquierda y aún Jongin no es capaz de siquiera mirar a otro lado porque a él le basta con centrarse en  el monumento y la magnificencia que embarga aquellas orbes oscuras, como lagunas de media noche.

Y esos labios.

Kyungsoo tiene labios acorazonados. Jongin no encuentra otra especificidad que pueda dar fe de lo que siente cuando ese par de labios se mueven de manera pasiva formando oraciones retóricas. A Kyungsoo le gusta mucho lanzar expresiones retóricas y luego decir cosas como Uhmm, olvídalo, Jongin-ah. Y no es que Jongin no entienda palabra alguna de lo que dice, pero decide que perderse en su expresión de ensueño cuando habla de cualquier tema es incluso mejor que buscar significados epistemológicos a las palabras. A Jongin no le gusta perder el tiempo porque sucede que día a día sólo tiene una hora antes de que Kyungsoo se baje dejando sólo un Nos vemos mañana, Jongin-ah.

Jongin no tiene miedo en dejar ir a Kyungsoo, sabe que va a regresar al día siguiente. Antes no había visto al mayor porque éste tenía transporte privado, pero desde que el Señor Bang había enfermado, Kyungsoo se había tenido que acoplar al transporte público.

***

 

A veces Kyungsoo sólo deja que Jongin hable, sus largas pestañas batiéndose lentamente mientras escucha atentamente lo que el veinteañero tiene para aportar. Hace comentarios graciosos y golpea a Jongin ligeramente en el brazo cuando dice algo tonto o se pregunta a sí mismo porque Hyung dime, ¿Quién en su vida va a necesitar saber cuál es la raíz cuadrada de siete? Kyungsoo se ríe y Jongin le da gracias al cielo porque esa sonrisa es por algo que él dijo, aunque sea tonto.

Siempre suspira un poco más cuando se está acercando al puesto vacío al lado de Kyungsoo, al abordar el autobús todas las noches. Sus hombros caídos y su mirada reprimida en señal de temor porque siente que despertará algún día y Kyungsoo será sólo un pasajero más de aquel solitario autobús totalmente ajeno a su presencia. Jongin no desea eso, no ahora que intenta darle nombre  a lo que siente  por Kyungsoo. No son sólo palabras banales que salen de él sólo porque Kyungsoo sea guapo, que lo es, pero Jongin no se encuentra contando las horas para volver a verle sólo por eso.

Es algo más, cuyo significado no se encuentra en la punta de la lengua de Jongin. Más bien va un poco más allá. Justo donde su corazón atesora los momentos junto al mayor.

A veces Kyungsoo sólo mira a Jongin y Jongin hace lo mismo. Se pierden en la lejanía de las palabras. Sólo miradas furtivas el uno con el otro.

Otras son manos sujetas deliberadamente en fracciones de segundos.

Y otras, son cabezas posicionadas en hombros, mientras el sueño los tira en una guerra por mantenerse despiertos y observarse un poco más.

Jongin adora el olor que emana de Kyungsoo cuando éste duerme así como también odia el que tenga que ser él quien lo despierte porque Kyungsoo hyung, estamos a punto de llegar a tu parada. Jongin no quisiera pero es su deber, no puede arrastrar a Kyungsoo consigo, aunque es su mayor deseo.

 Kyungsoo abre sus ojos nueve minutos antes de llegar a su parada uno de esos tantos días. Mira a Jongin seriamente y éste se siente cohibido bajo aquel miramiento.

Está asustado de preguntar qué pasa, sin embargo con el deber de hacerlo.

—¿H-Hyung, pasa algo?

Kyungsoo no es más que silencios, miradas escrutadoras y movimientos estáticos.

Jongin palidece.

—Hyung…

—¿Alguna vez has tenido novia, Jongin? —Kyungsoo suelta.

Algo en Jongin se vuelve inestable, es difícil responder esa pregunta, sobre todo por lo que va a pensar Kyungsoo de él, pese a todo decide ser sincero.

—Soy gay, hyung.

Hay un tosco silencio luego de que Jongin dejase escapar esas palabras de lo más recóndito de su garganta. Tiene miedo, mucho miedo, de que Kyungsoo lo juzgue y se aleje, porque él es diferente no es igual que el resto del mundo.

—Uhmm.

Kyungsoo sigue manteniendo su mirada en Jongin, penetrante e inquisitiva.

—¿Sólo tienes eso para decir?  —Jongin inquiere.

—Sí, ¿Y tú? —responde Kyungsoo—. ¿Tienes algo qué decirle a tu hyung?

Jongin no dice nada, su mirada yendo hacia el chofer quien está entretenido tarareando la suave melodía italiana saliendo del alto parlante le distrae un poco, a su lado Kyungsoo bufa y mira hacia otro lugar.

—Yo si tengo algo que decir, Jongin — musita el mayor, aunque Jongin no le haya preguntado—. O más bien, algo que hacer.

Antes de que Jongin pueda tan siquiera preguntar qué Kyungsoo está dejando el protocolo de un lado y se está llevando entre suspiros, su aliento, en un beso con la suficiente demanda para hacerlo desmayar.

Jongin se sujeta por inercia a los barandales del asiento del bus mientras Kyungsoo se inclina más haciendo presión sobre sus labios. Hay un fuerte choque entre ambas bocas que hace que el aire se condense de tal manera creando una atmosfera distinta a todas las noches anteriores. El sonido de la música resuena con más ímpetu pero ésta vez no parece ser problema para Jongin y al contrario es el escenario musical perfecto para ésta romántica escena.

Kyungsoo se separa dejando entre ellos un casi invisible hilo de saliva. La visión no ayuda en nada a Jongin, pero no es que pueda hacer algo.

—¿Tengo que ser más obvio que esto para que puedas darte cuenta? —pregunta, y Jongin hubiese respondido sino hubiese detectado la retórica en aquel enunciado—. Me gustas, me gustas mucho.

Es la primera vez que Jongin siente deseos de llorar por algo que no sea su perro, la mirada de Kyungsoo afirma que no bromea, que es real.

Sus minutos al lado del están acortándose porque ya es hora de que este se baje del bus.

—Me gustas también, desde el primer momento en que te vi —responde antes de que el tiempo se agote.

—Suena cliché.

—Pero es la verdad.

—Lo sé, Jongin —Kyungsoo mira su parada con ofensa. El chofer se detiene esperando a que Kyungsoo se baje pero este no se mueve ni un ápice—. ¿Te molesta si viajo contigo hasta la última parada?

Jongin abre sus ojos, grandes, casi tanto como los de Kyungsoo. Su corazón latiendo fuerte, como siempre desde que está con el menor.

—Me encantaría.

Kyungsoo se acomoda en el pecho de Jongin y éste lo siente sonreír de manera natural y sincera. El chofer del bus entiende eso como un Continúe, por favor. Hay una pintoresca sonrisa dibujándose en su rostro mientras le da un poco más de volumen a la música italiana.

El mayor ésta vez cantando, en lugar de tararear. Su voz bañándose en forma de melodías italianas que hacen que Jongin quiera viajar en ese molesto autobús amarillo por el resto de sus días.

Notas finales:

Muchas gracias por leer, espero que disfruten.


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