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PLACERES LIGEROS por NYUSATSU NO AI

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Notas del fanfic:

Esta obra está registrada con el número 1607248441535 y es una primigia que conserva todos los derechos de Autor reservados.

Notas del capitulo:

Nuestros protaginistas son opuestos en mas de un sentido, por una parte esta el chico que todo lo a tenido, el que ve la vida facil. Y por el otro lado, esta el que lo tuvo todo, la vida le da vuelco y lo pierde todo, entonces comienza su desesperada lucha por salir adelante solo. 

Por azares del destino, la vida los cruza, pero es desicion de ellos si se unen. ¿Que sucedera?

Alguna vez han escuchado esa frase que dice “Si nada nos salva de la muerte, que el amor nos salve de la vida”.  La mayoría de los jóvenes de mi edad creen que el amor, puede ser ese motor que les permita ver la vida de una manera diferente, una mejor manera. Sin embargo, en mi experiencia, el amor no ayuda, solo daña. Te hace sentir la persona más feliz del mundo, hasta que los sinsabores que lo acompañan empiezan a hacer acto de presencia, es entonces, cuando la rutina termina de destruir la relación que protegías con recelo.


Y los amantes que meses atrás juraron un amor que no tendría limites, terminan convirtiéndose en dos enemigos que se conocen hasta lo que no quisieran.  ¿Cuál había sido el error? Algunos, yo entre ellos, pensaríamos que quizá ese par, no se amaron lo suficiente, que confundieron la pasión con lo que realmente significa estar enamorado.  ¿Y qué significa estar enamorado? O ¿Cuál es la clave para que una relación funcione y sobreviva? Creo que solo se lograría si existiera un amor verdadero, un amor fuerte, algo que trascienda del cuerpo, es más, algo que ni siquiera lo involucre.


Un par de almas que se amen en esencia, que ambos sean capaces de todo con tal de que el otro esté bien, el ser capaces de ceder, no de cambiar, pero si de mejorar como persona para el disfrute propio y el de la pareja.


 


Para mi gusto, tendría que ser una persona con coraje, sincera y con un llameante respeto propio. Alguien que no dejara de lado por mí, lo que realmente es. Por supuesto, sería indispensable que me ame y que no haga reparos en demostrarme que así es. – Alguien que me haga ver que no todo en la vida es malo… – Hablé en voz alta. En respuesta, la mujer que descansaba sobre mi pecho se enderezó y terminó sentándose sobre la cama.


— No estabas escuchándome… ¿cierto? – La miré a los ojos unos segundos, tratando de recordar quien era, su rostro me era tasadamente familiar, pero no estaba seguro de quien se trataba. — ¡Es increíble que me hagas esto! — Agregó molesta y se retiró de mi cama apenas envuelta en una sabana. Recogió su ropa que estaba toda regada por el piso y entró a la ducha.


 


En ese momento me pregunté si debía lamentarlo, si debía o no disculparme con ella, o si debía seguirla para intentar contentarla. No quería hacer nada de esto, la verdad, no me importaba en lo absoluto. Salí de mi cama y me vestí con ropa limpia, por alguna razón que aun no comprendo, me sentía sucio después del sexo. En cuanto terminé de vestirme regrese a la cama y cambié todas las cobijas, recordé que las había cambiado justo en la mañana pero ella había estado aquí, desnuda y sudorosa al igual que yo, me apresuré a quitar todo y tendí las cobijas limpias.  El ruido de la regadera ceso, tenía una pequeña salita en mi habitación, me serví un poco de vino y me fui a descansar ahí, ella, no tardo mucho más en salir. Llevaba su misma ropa y por algún motivo me resultó repulsivo.


 


— Creo que he sido muy paciente contigo, Christopher. — Hablaba ya un poco más calmada. La magia de una buena ducha. — ¿Sabes cuantos quieren salir conmigo? Y entre todos te he preferido a ti…— Puntualizó. — Y no parece que lo estés valorando. — Quise reír a causa de su vago argumento, pero me pareció excesivo. — Voy a darte una última oportunidad y por favor, esta vez no lo arruines. Estamos a punto de graduarnos y no quiero que nuestra relación acabe solo porque eres un tontito. — ¿Tontito? Estaba anonadado, yo era el tonto, pero ella resultó tan poco lista, que aún no se daba cuenta que no me importaba, que fue un simple “mientras encuentro algo mejor que hacer”.


— ¡Que generosa eres! — Respondí sarcástico, mientras meneaba mi copa. — !Yo paso! No me lo tomes a mal, pero, ni siquiera puedo recordar tu nombre, mucho menos me interesa mantener algún tipo de relación contigo. Además; creo que debía decirte algo antes de que nos acostáramos, o ya no sé si te lo dije. – Mi madre entró a mi habitación en ese momento, decir que despedazó a la chica con la mirada fue poco, aun así, se mostró cariñosa conmigo. Algo por demás extraño en ella.


Dejó un sobre amarillo en mis manos y después de besarme se retiró de la habitación. Curioseé el sobre y saqué unos talones rectangulares. La chica comenzó a golpetear mi piso con la punta se su zapato, en un afán de atraer mi atención. — Era de esto de lo que quería hablarte. Me voy a estudiar al extranjero… ¡No es genial! – Repuse con fingido entusiasmo. Claro que me alegraba irme, pero tampoco era para tanto.


En respuesta, sus ojos se le llenaron de lágrimas y salió a toda prisa de la habitación. Ya lo había dicho antes, el amor era un asco y solo servía para herir.


 


Y aunque cada quien tendrá su opinión personal, no me consideraba a mí mismo como una mala persona, era solo que mi vida estaba vacía y no tenía ningún sentido. Sé de lo que hablo, esta se había convertido en mi forma de vivir, una rutina que me aplastaba.


Es el ir y venir sin un rumbo fijo. En donde llegar a cualquier parte era lo mismo que no hacerlo. Ahora mismo no recuerdo el momento en que mi vida siguió este curso, pues, aunque no es muy humilde de mi parte, el que me considerara privilegiado, pero la verdad, lo soy.  Desde que tengo uso de razón, no había habido algo que quisiera, aunque sea vanamente y que mis padres no me hayan dado.


Pero lejos de sentirme satisfecho, me producía un sentimiento obligado de agradecimiento con ellos, por hacer que nada me faltara. Siendo franco, estaba insatisfecho con mi situación.


Tenerlo todo a mi alcance me había convertido en alguien muy desapegado y sin intención de valorar nada, ni a nadie de manera espontánea. Mis relaciones no eran estables, pues incluso estas, llegaban a hartarme en cuestión de días, incluso horas.


El único interés que había mantenido fiel, era el de estudiar literatura, mi madre decía que moriría de hambre si me dedicaba a eso, pues no es una carrera muy valorada en nuestro país, razón por la cual decidí mudarme. Obviamente la primera en saltar en contra de mi decisión fue ella, pero ni siquiera era por mi elección de carrera, si no, porque no deseaba que me alejara de ella.  Es justo aquí donde entra en acción mi padre y salvador, fue él, quien se encargó de convencerla. 


Una vez calmadas las aguas, viaje poco más de tres mil seiscientos kilómetros, a un departamento en una lujosa zona residencial de Euro-Asía, y una tarjeta diamante con uso ilimitado. Era mi primera aventura lejos del nido del hogar, estaba fascinado ante las posibilidades que se abrían camino delante de mí. La universidad había sido un sueño, uno que finalmente se materializaba y se convertía en realidad.


Decir que estaba feliz seria exagerar, pero estaba emocionado, más ahora que había visitado por primera vez, el que sería mi nuevo vecindario. Mi hermano mayor me había obsequiado este departamento con vista a las afueras de la ciudad. Sin duda, una panorámica privilegiada y un amplio espacio, solo que estaba completamente vacío.


Tomé mi abrigo y llamé un taxi, dormiría en un hotel los siguientes días, hasta que terminaran de hacerle algunos arreglos al departamento y que trajeran los muebles que elegí camino aquí, además de que se contratara servidumbre.


El hotel en el que me hospedaba pertenecía a una familia lejana de mi madre. Y estaba ubicado a unas cuantas cuadras de la Universidad, aun me faltaba entregar unos cuantos papeles, así que solo subí a mi habitación por ellos y caminé hacia a la universidad.


El clima del lugar era agradable, al menos para mí, en México hace mucho calor, en cambio aquí, si tenía suerte, vería nevar varias veces en el año. Era una posibilidad que me atraía.


La universidad era verdaderamente enorme y con infraestructura de primera. Ahora entendía porque era tan costosa. Tenía amplios pasillos que parecían llevarte a cualquier parte, y lo que más me gusto, fueron los jardines decorados con imaginables colores y texturas de las distintas flores, propias de la localidad.


Mi madre es amante de las flores, y solía cultivarlas en el patio trasero de la casa, así que, íbamos cada tarde y pasábamos agradables horas sembrando y cuidando de ellas. Al menos, fue así por unos años.


— ¿Puedo ayudarle en algo?  — Preguntó una voz suave como un susurró, pero con el volumen suficiente, como para sacarme de mi ensimismamiento. — ¿Se le ofrece algo? — Era una chica unos cuantos años mayor.


— ¡No! — Contesté distraído. — Bueno, en realidad si, vengo a dejar unos papeles que me hacía falta entregar.


— ¿Primer año? — Me limité a asentir y ella me imitó. —Pase por aquí, por favor.


La mujer me llevó hasta la entrada de una retirada oficina de inscripciones y me entregó una ficha con un número, debía esperar mi turno para que se me atendiera. Conocía el procedimiento, en mi país hay que hacer fila casi para todo. Hasta para quejarse, sobre todo para quejarte.


Detrás de mi entró otro joven, y detrás de este, otros dos. Al parecer se conocían, los tres comenzaron a mirarme de arriba abajo en cuanto notaron mi presencia. Intenté no sentirme incomodo, pero fue inútil, no me quitaban la vista de encima y eso de dónde vengo es una señal clara de agresión y a meritaba una buena golpiza, sentía que la sangre comenzaba a hervirme, en cualquier momento estallaría de coraje.


Estaba por encararlos cuando le vi entrar.


Era, sin ánimos de exagerar, la imagen más dulce y sensual que había visto en toda mi vida. Sin duda alguna, un Ángel del cielo.


 No era un Ángel en sentido literal, pero tampoco les pedía nada a ellos. Vestía en color blanco, desde la camisa desabotonada que dejaba al descubierto su pálida piel, hasta su ceñido pantalón. Llevaba una cadena de oro que terminaba en una lágrima de cristal rojo, quizá un rubí, anillos delgados y un reloj también de oro, lo reconocí por ruido del tintineo que hacía al chocar con sus pulsos.


Sin duda alguna, había puesto esmero en seleccionar su ropa, y si a eso le sumamos su larga hasta casi la cadera y contrastante cabellera negra, que enmarcaban sus refulgentes ojos grises, grandes y bonitos, rodeados de pestañas que se quebraban en las puntas.  Sin duda, demasiado perfecto para ser… ¿un chico?


Su piel tenía la apariencia del terciopelo, y era de tez mucho más clara que la mía, contraria a la de los otros tres chicos que eran lo que vulgarmente conocemos como los típicos güeros ojos verdes. Paso en medio de nosotros, sin siquiera mirarnos, era insolentemente engreído y mantenía un aspecto prepotente, pero igualmente atractivo, su rostro no mostraba gesto alguno, era más como una pintura en tela de seda, inmóvil y fría. Pero al mismo tiempo delicada e indiscutiblemente fina.


Tomó asiento frente a nosotros y perdió su brillante mirada en una de las revistas que había en la mesita de estar, justo después de acomodar su abrigo sobre sus piernas, en un movimiento garboso y demasiado refinado.  Era como si no existiéramos para él. Intenté no mirarlo, pero me resultaba imposible, era muy atractivo, y el hecho que fuera un hombre me resultaba perturbador, ¿desde cuando iba por la vida mirando hombres?


 Mis padres estarían decepcionados, decidí que lo mejor era distraerme con otra cosa, razón por la cual terminé imitando su acción y curioseé las revistas de la mesita junto a mí, pero ninguna logró llamar mi atención, los que sí lo lograron fueron los chicos frente a mí, las muletillas de su ingles modificado no me pasaron desapercibidas y sus intenciones tampoco.


Uno de ellos se puse en pie y caminó hasta él, quien por cierto seguía ajeno a nosotros, al llegar hasta donde él, se sentó a su lado y le saludó, no obtuvo respuesta. Volvió a intentarlo y esta vez le arrebató la revista de las manos, el chico de blanco pareció asustado en un primer momento, quizá le tomó desprevenido la acción del otro, pero segundos después recobró la compostura y se mostró molesto.


El güero intentó tocarlo y él lo evitó mientras lo miraba con desprecio. — Que letales podían ser ese hermoso par de orbes grises. — Pensé. Los otros dos, al ver la reacción del menor se le unieron a su amigo, acorralándolo por completo. Él los miraba con la misma altanería con la que había entrado, pero las cosas cambiaron cuando los tres comenzaron a hablarle e intentaban acariciar su cabello, mientras él  los empujaba para que se alejaran, quise intervenir, pero después de todo no era asunto mío, y tampoco le estaban haciendo la gran cosa, sin embargo, él desvió su mirada de ellos y la posó sobre mí, fueron apenas unos cuantos segundos pero me bastaron, me puse en pie  y les ordené que se alejaran de él o llamaría a los de seguridad para hacerles saber sus acciones, al escucharme hablarles en su idioma, se sorprendieron.  Aproveché esa distracción y tomé del brazo al chico y lo jalé lejos de ellos. Para ser exacto, le invité a sentarse en el lugar que segundos antes estaba ocupando y los encaré, ninguno de ellos dijo nada, y ya no hubo tiempo de nada mas, la puerta se abrió y se nos pidió a ambos que entráramos,  resulto que su nombre era Eren, un nombre hermoso, tal y como él.


— ¡Señores, sean bienvenidos! — El hombre frente a nosotros nos invitó a sentarnos mientras hablaba con demasiada amabilidad. Era un sujeto agradable. — Soy el encargado de los chicos de nuevo ingreso en el área de Literatura, Filosofía y Artes. Mi nombre es Eduardo… — Nos entregó unas carpetas con los horarios y demás información, mientras nos saludaba de mano. — Eren comenzó a ojear la suya con impaciencia y a los pocos segundos me la ofreció.


— ¡Esa es mía! — Dijo señalando la carpeta que tenía entre las manos. – ¡Dámela!


— ¿Cómo? – Le pregunté confuso.


– Eduardo, se confundió al darnos las carpetas, esa es mía. — Explicó con la misma impaciencia de hace unos segundos, y aunque lo escuché, me distraje observándolo, cosa que pareció desagradarle. — O es que acaso… ¿tengo cara de llamarme Christopher? — Su sarcasmo estaba fuera de lugar, no había razón para que me hablara de esa manera. ¿Que tenia de malo mi nombre?


— Lo dice alguien que supone que llamarse Eren y pretender estudiar Filosofía es mejor opción… — Respondí falsamente molesto, mientras leía su nombre en la segunda hoja de mi carpeta. Bueno, la suya en realidad.


— Es mejor que estudiar Literatura, extranjero. — Respondió con desprecio.


 


A lo que dijo le siguió un juego de miradas que ninguno de los dos planeaba perder. Eduardo nos hablaba y luchaba por obtener nuestra atención, pero no le resultaba, Eren me miraba airado y con soberbia, yo no sabía mirar de esa manera, así que mi limité a sostenerle la mirada.


Eduardo volvió a llamarnos un par de veces más, pero fue hasta que se puso en medio de Eren y de mí, que volvió a tener nuestra atención. Nos instó a no caer en revueltas y nos entregó nuestras respectivas carpetas, nos dio otras indicaciones y por ultimo nos pidió que fuéramos a recoger nuestros libros, como ambos éramos de nuevo ingreso nos dio un mismo pase para los dos. A Eren no pareció agradarle la idea, pero ya no rebatió nada. 


— En verdad espero que ustedes puedan llevarse bien, después de todo compartirán algunas clases durante toda su carrera, así que inténtenlo. – Agrego Eduardo, como una súplica. El chico a mi lado le miró con fastidio y yo apenas y si alcancé a sonreírle.


Ambos nos pusimos en pie y nos dispusimos a salir, yo era el que estaba más cerca de la puerta, así que la abrí y me hice a un lado para dejarlo pasar.


— ¿Acaso crees que soy una indefensa señorita que necesita que le abras y sostengas la puerta? – Preguntó indignado.


— Es educación nivel uno. — Le contesté con desdén. — No creo que seas una indefensa señorita, aunque tampoco eres tan masculino como crees. — Intentó decirlo algo, pero se lo impedí. — Dejémoslo en que es una lástima que teniendo una pinta tan encantadora y frágil, poseas tan mal carácter. — No le di tiempo de nada mas, me adelante sobre sus pasos y salí de la oficina dejándolo atrás.


 


Obviamente me siguió, tenía que hacerlo para que le den sus libros, pero lo hizo en silencio, apenas unos cuantos pasos detrás, en ese momento me sentí mal por haberle tratado de esa manera, yo que había querido defenderle, finalmente me había comportado incluso peor que aquellos chicos. Me detuve lentamente y lo enfrenté.


— ¡Lo lamento! — Me disculpe. — No debí tratarte de esa manera, pero me hiciste enojar, es decir, no es que sea tu culpa, pero solo trato de ser amable y tú tienes que hablarme de esa manera, y eso me irrita, y… – Fue la forma en la que me miraba la que hizo callar, estaba como sorprendido por lo que le decía, pero luego disimuló y volvió a mirarme de la misma forma despectiva.


— ¿Para qué hacer algo de lo que más tarde te vas a arrepentir? Es ridículo. — Agregó con fastidio. — Eres patético extranjero. — Finalizó.


— Oye… ¿Cuál es tu problema? Estoy tratando de hacer las cosas de manera correcta y me estoy disculpando, ¿por qué no solo aceptas mis disculpas y lo dejamos morir?


— No me digas lo que tengo o no que hacer, no necesito ni quiero tus disculpas. — Hablaba mientras caminaba, ahora fui yo quien lo seguía.


— ¿Qué pasa Eren? ¿Por qué eres tan iracundo? – Solamente me miraba con altanería, era claro que no me respondería. — La vida debió de ser muy dura contigo, como para que te comportes de esa manera. — Debí haber dado en el clavo, porque inmediatamente detuvo su andar y se giró para enfrentarme, era clara su molestia.


 


– ¿Tu que sabes de la vida?  ¡Chiquillo estúpido! — Me gritó — Tú, que todo lo has tenido con tan solo desearlo, o es que… ¿Acaso me equivocó? — No fue pregunta, aunque lo hizo sonar como tal. — ¿Que podría saber alguien tan egoísta, pretencioso y ajeno a los demás y a todo lo que le rodea de la vida?


— Pues no fui yo quien llegó rezumando altanería, no soy yo el grosero que no acepta las atenciones de amabilidad de los demás, y tampoco soy yo el que está juzgando. Tampoco es culpa mía que haya obtenido las cosas fáciles, ni que tu vida sea miserable. — Le grité.


— ¡Mi vida no es miserable! — Rebatió.


— Dítelo a ti mismo… no me culpes ni me llames estúpido, porque tampoco es culpa mía lo mucho que has sufrido, ni el que te preocupes tanto por el dinero… — No vi el momento en el que llegamos a esto, pero sin duda iba a terminar mal.


— Lo dice alguien que nunca ha trabajado para conseguirlo. Desde tu posición decirlo es fácil. Y que te quede claro que no necesito de tu hipocresía… Estoy bien sin ella, solo quiero mis libros y de ser posible espero jamás volverte a ver. 


Sus palabras me dejaron mudo, no tenía argumentos contra lo que había dicho, si no quería verme otra vez, no había nada que yo pudiera hacer, después de todo, la vida era así, no les podías caer bien a todos, aunque a ti te agradaran. Saqué el pase y se lo di, en cuanto lo tomó me di la vuelta con la intención de volver a mi hotel, había sido demasiado para mí, la gente no solía tratarme de esa manera.

Notas finales:

Es una historia en en edición, uno a uno se iran modificando los capitulos siguientes. 

Saludos a todos y gracias por leer.


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