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The Goddess Test por banglolove25

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Notas del capitulo:

Espero que les guste esta historia.

Es una adaptación del libro con el mismo nombre de Aimée Carter.

Sin más por el momento disfruten.

– ¿Cómo pasó esta vez?

Yong Guk se tensó con el sonido de su voz, y apartó sus ojos del cuerpo sin vida en la cama el tiempo suficiente para mirarla. Hyo Sung estaba de pie en la puerta, su mejor amiga, su confidente, su familia en todos los sentidos, excepto por la sangre, pero incluso su presencia no ayudó a frenar su temperamento.

–Se ahogó –dijo Yong Guk, volviéndose hacia el cuerpo–. La encontré flotando en el río esta mañana.

No oyó a Hyo Sung moverse hacia él, pero sintió su mano en su hombro.

 – ¿Y todavía no sabemos…?

–No. –Su voz fue más fuerte de lo que él pretendía, y se forzó a suavizarla–. No hay testigos, no hay huellas, no hay rastros de nada que indique que no saltó en el río porque quería.

–Tal vez lo hizo –dijo Hyo Sung –. Tal vez entró en pánico. O tal vez fue un accidente.

–O tal vez alguien le hizo esto. –Él se alejó, paseando por la habitación en un intento de llegar lo más lejos del cuerpo como fuera posible–. Once chicas en ochenta años. No me diga que fue un accidente.

Ella suspiró y rozó las yemas de sus dedos a través de la pálida mejilla de la chica.

–Éramos tan cercanos a ésta, ¿no?

–HyunA –espetó Yong Guk–. Su nombre era HyunA, y ella tenía veintitrés años. Ahora por mi culpa, ella nunca presenciará los veinticuatro.

–Ella nunca los hubiese tenido si hubiera sido la elegida.

La furia se levantó dentro de él y amenazó con rebosar, pero cuando la miró y vio compasión en sus ojos, su ira se evaporó.

 –Ella debería haber pasado –dijo él firmemente–. Debería haber vivido. Pensé…

–Todos lo hicimos.

Yong Guk se hundió en una silla, y ella estaba a su lado en un instante, frotando su espalda con el tipo de gesto maternal que él esperaba de ella. Él enredo sus dedos en su oscuro cabello, sus hombros encorvados con el peso familiar del dolor. ¿Cuánto más de esto tenía que soportar antes de que ellos finalmente lo liberaran?

–Todavía hay tiempo. –La esperanza en la voz de Hyo Sung le apuñaló, más doloroso que cualquier otra cosa que hubiese sucedido esa mañana–. Aún tenemos décadas…

–He terminado.

Sus palabras resonaron en la habitación mientras ella se detuvo junto a él, su respiración de repente irregular y desigual. En los segundos que le tomó a ella responder, él consideró aceptarlo de nuevo, prometiendo que lo intentaría de nuevo, pero no pudo. Muchas ya habían muerto.

–Yong Guk, por favor – susurró ella–. Quedan veinte años. No puedes haber terminado.

–No hará ninguna diferencia.

Ella se arrodilló frente a él y tiró sus manos hacia su rostro, forzándole a mirarla y ver su miedo.

–Me prometiste un siglo, y me darás un siglo, ¿entiendes?

–No voy a dejar que otra muera por mí.

–Y yo no voy a dejar que desaparezcas, no así. No si tengo algo que decir al respecto.

Él frunció el ceño.

– ¿Y qué vas a hacer? ¿Encontrar a otra chica que esté dispuesta? ¿Traer a otra candidata a la mansión cada año hasta que una pase? ¿Hasta que una logre pasar la Navidad?

–Si tengo que hacerlo. –Ella estrechó sus ojos, con una determinación irradiando de ella–. Hay otra opción.

Él apartó la vista.

–He dicho que no. No estamos hablando sobre eso de nuevo.

–Y yo no voy a dejarte ir sin dar pelea –dijo–. Nadie más podría sustituirte sin importar lo que diga el consejo, y te amo demasiado para dejar que te rindas. No me dejas otra opción.

–No lo harías.

Ella se quedó en silencio.

Empujando la silla a un lado, Yong Guk se levantó, apartando su mano de la de ella.

– ¿Podrías hacerle eso a un niño? ¿Traerlo a este mundo sólo para forzarlo a todo esto? –Él señaló hacia el cuerpo en la cama–. ¿Podrías hacer eso?

–Si eso significa salvarte, entonces sí.

–Él podría morir. ¿Entiendes eso?

Sus ojo brillaron, y ella se puso de pie para enfrentare a él.

–Entiendo que si no lo hago, te perderé.

Yong Guk se apartó de ella, luchando por mantenerse a sí mismo unido.

–Eso es un gran sacrificio.

Hyo Sung giró su cara para que le afrontara.

–No –espetó ella–. No te des por vencido.

Él parpadeó, sorprendido por la intensidad de su voz. Cuando abrió su boca para contestar, ella lo detuvo antes de que pudiera hablar.

–Él podrá elegir, los sabes tan bien como yo, pero pase lo que pase, él no se convertirá en eso, te lo prometo. –Hyo Sung hizo un gesto hacia el cuerpo–. Será joven, pero no será tonto.

Yong Guk se tomó un momento para pensar en algo para contestar y, cuando lo hizo, sabía que él se aferraba a una falsa esperanza.

–El conejo nunca lo permitiría.

–Ya les he preguntado. Mientras esto caiga dentro del límite de tiempo, me han dado permiso.

Él apretó sus dientes.

– ¿Se lo pediste sin consultarme primero?

–Porque sabía lo que dirías –dijo–. No puedo perderte. No podemos perderte. Somos todo lo que tenemos, y sin ti… por favor, Yong Guk. Déjame intentarlo.

Yong Guk cerró sus ojos. No tenía otra opción ahora, no si el consejo accedía. Trató de imaginare cómo podría lucir él chico, pero cada vez que trataba de formar una imagen, el recuerdo de otro rostro entraba en su camino.

–No podría amarlo.

–No tendrías que hacerlo. –Hyo Sung le dio un beso en la mejilla–. Pero creo que lo harás.

– ¿Y por qué lo crees?

–Porque te conozco, y sé los errores que cometí antes. No los repetiré una vez más.

Él suspiró, su resolución desmoronándose mientras ella le miraba fijamente, con un silencio suplicante. Sólo eran veinte años; él podía hacerlo hasta entonces si eso significaba no lastimarlo más de lo que ya lo hacía. Y esta vez, pensó, mirando el cuerpo en la cama una vez más, no repetiría los mismos errores tampoco.

–Te extrañaré cuando te vayas – dijo él, y sus hombros cayeron con alivio–. Pero este será el último. Si él falla, terminé.

–Está bien –dijo ella, apretando su mano–. Gracias Yong Guk.

Él asintió, y ella lo soltó. Mientras caminaba hacia la puerta, ella también miró hacia la cama, Yong Guk se juró a sí mismo que esto no volvería a suceder. Sin importar lo que sucediera, pasara o fallara, este viviría.

–Esto no es tu culpa –dijo él, sus palabras se desplomaron antes de que pudiera detenerse–. Lo que pasó… yo lo permití. No tienes la culpa.

Ella hizo una pausa, se enmarcó en la puerta, y le dio una sonrisa triste.

–Sí, la tengo.

Antes de que él pudiera decir otra palabra, ella ya se había ido.

Notas finales:

¿Que le parecio? ¿Continuo?

Dejen su opinión.


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