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Arabesque por Mikarin-san

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por empezar conmigo este fanfic, queridas lectoras, ojalá sea del agrado de ustedes. Todos los personajes acá presentes les pertenecen a Don Kuru (Masami Kurumada) y a Shiori Tenshirogi

                Siente que su correr es tal cual una magnífica obra de Claude Debussy, una en la que solo está la belleza, por supuesto, la de él, según la vista de los demás.

                Está corriendo a su tren, es muy temprano en la mañana, y como siempre lo ha hecho, debe comenzar a moverlo para transportar gente de una ciudad a otra. Al ya estar dentro, arregla un poco el interior del cuarto del conductor, revisa el motor a vapor, como está el sistema y, finalmente, llega Misty a encender el carbón.

                Lleva la mayor parte de su vida con esta rutina, sin cuestionarse nada. Pero, ¿por qué un hombre que estaba destinado a ser un brillante pianista terminó siendo conductor de trenes? Era todo un misterio para los otros, en especial para su único hijo, Afrodita, quien en este momento estaba disfrazado del hombre que pone el carbón. Llevaba una peluca puesta y maquillaje, mira a su padre de vez en cuando. Es la primera vez que está tan cerca de él, es la primera vez que falta a la escuela solo por las grandes preguntas que tiene hacia él, su misterioso y quisquilloso padre. Pensando como comenzar una plática, se pregunta si realmente hay alguien que pueda ser cercano en este duro trabajo a su padre. Ayer en la noche, llamó Misty de Lagarto, no le dijo nada a su padre, no le dijo que Misty se enfermó gravemente y que no podía trabajar. Encontró la ocasión especial para poder estar al lado de Albafica.

-Misty- dice Albafica, sin pensar que realmente era su hijo en un disfraz muy bien logrado –más carbón-

                Afrodita solo asiente, no quiere que su padre escuche su voz, no sabe fingir, mucho menos mentir, como su padre. Al cumplir su labor y terminarla, ve que Albafica observa algo que le entristece. Hace muchos años que no veía llorar a su padre, verlo llorar como lo hizo en algún momento: en silencio, mirando un punto fijo, al mismo tiempo que se caían sus lágrimas.

-¿Está bien, señor?- pregunta Afrodita, intentando fingir otra voz, un poco fallida

-No Misty, no lo estoy-

Con curiosidad, ve que al otro lado de la vía, hay un hombre de cabello plateado y con unos flecos que no le permiten ver sus ojos, ese hombre tiene la cabeza en vista a Albafica.

-¿Quién es él?- le pregunta Misty

-Debe ser un artista famoso- responde Albafica, muy apenado. Ambos observan como el misterioso caballero se retira de la vía contraria. El conductor del tren se siente nervioso, ¿qué pasa si él entra al tren solo para un encuentro? Está trabajando, tiene que mantenerse serio y sacar de inmediato a cualquiera que desee interrumpirle. Deja de llorar instantáneamente. Se asoma por la entrada del cuarto que da al exterior, ve como la gente va entrando, está a punto de anunciar que el tren va a partir. Solo una imagen detiene su llamado, es la imagen de él entrando en un vagón, en ningún momento sus ojos purpúreos se topan con los suyos, como si lo evitada descaradamente. En esos pocos instantes que lo ve entrar, nota que no ha cambiado en nada, hace tantos años que no se ven… Reaccionando, avisa que el tren va a partir. Al partir el tren, no vuelve a sentir intranquilidad, se siente como si él no estuviera a bordo. Por otro lado, Afrodita sabe cuando su padre no se encuentra bien, como está disfrazado, cree que así será mejor para preguntarle por el misterioso hombre de cabellera plateada.

-Disculpe Señor Piscis, me gustaría saber algo- Albafica solo asiente-¿De dónde conoce a ese artista?, me llama la atención que un simple conductor de ferrocarriles sepa algo de arte-

-No creo que le interese escuchar esa historia-

-No se preocupe, nuestro viaje es largo, dudo que lo distraiga-

-Bueno, si insistes-

                En ese entonces, Albafica era solo un muchachito de 14 años cuando entró en su nueva escuela secundaria. Hace años que no iba a la escuela y compartía con gente, en su primer día lo único que estaba buscando era tocar piano, ya que era su único pasatiempo. No le gusta leer, ni dibujar, ni los deportes, solo tocar piano. Al encontrar uno en la sala de coro de la humilde escuela, no dudo ni un segundo en comenzar a tocar una pieza de Chopin, un Vals. La sala de coro estaba tan aislada como él del mundo. La música lo llevaba a su pobre mundo interno, un lugar que no descubriría en muchos años más, un lugar que siempre le mantenía una gran interrogante en su mente.

                Al terminal el Vals, escuchó a lo lejos que alguien le aplaudía. Buscó en la sala quién podía ser, pero su acompañante se esfumó como si fuera un simple suspiro.

                Al poco rato sonó la campana y fue corriendo a la sala de clases. Se presentó a sus compañeros brevemente, al inicio de la jornada y comenzaron todos a trabajar. Albafica siempre fue una persona brillante que sabía cómo resolver problemas matemáticos, analizar lenguas, aprender francés y otros idiomas. Le gustaba lo bélico de la historia antigua y siempre hacer todo solo. No tuvo ningún amigo en mucho tiempo.

                Sin embargo, en uno de los floridos días de abril, se acercó un muchacho a escucharlo tocar piano en un receso. A Albafica le parecía muy extraño ese muchacho, se veía menor que él y sus ojos estaban muy atentos a sus dedos. No se presentó en ningún momento. Ante el silencio de ambos, Albafica simplemente siguió con su repertorio. No supo por mucho tiempo el nombre del muchacho y mucho menos su reputación en la escuela. Al ser inexperto en el trato hacia las otras personas, no sabía cómo iniciar una conversación. En un momento, se fijó que su acompañante estaba dibujando a su lado, no estaba haciendo nada más y nada menos que dibujar al propio Albafica. Se asomó un poco a ver como dibujaba. Veía el talento de su compañero, puede que le faltaba práctica, pero tenía mucho talento. El muchacho lo observaba de vez en cuando para poder dibujar, sus pestañas parecieran dar pinceladas en cada centímetro de Albafica, se sentía nervioso cuando el desconocido, era la primera vez que alguien hacía eso con él, quería decirle al otro que no lo hiciera más, que se sentía incómodo. Esas sensaciones se detuvieron cuando por primera vez cruzó sus ojos azules con los ojos Purpúreos del otro. Su mirada era penetrante y profunda, como si tan solo con ese encuentro visual ya supiera todo del otro, lo único que Albafica puso decir fue

-¿Qué?-

                El otro solo lo observaba, se notaba un poco de vergüenza en su mirada y se retiró. Albafica solo notó un semblante triste en su rostro, ¿por qué se fue de repente? Sin cuestionarse mucho, corrió hacia el dibujante y lo llamó

-Espera, ¿por qué te vas?-

-Pues pensaba que te incomodaba mi presencia-

                Realmente si le incomodaba, le parecía una persona muy extraña. A pesar de eso, le gustaba sentirse acompañado por sus ojos y sus manos que lo plasmaban en el papel. No le molestaba para nada, solo escuchaba de vez en cuando el lápiz grafito rozar el papel.

-No me molesta- dijo secamente. Quería preguntarle su nombre, pero no sabía cómo comenzar, ¿sería muy invasivo de su parte hacerlo?, el otro simplemente le sonrió y reanudó su rumbo. Quería detenerlo de nuevo, no quería que se fuera.

-Voy a buscar más papel- aclaró el muchacho desconocido y se fue. Albafica quería saber a dónde iban a parar los dibujos que hacía de él. Tenía muchas preguntas que hacerle, pero no se sentía en confianza, no sabía que pensar de él, no sabía en qué sala iba y mucho menos, su nombre.

                Al ya no estar a la vista, Albafica salió de la sala de coro y lo buscó. En un momento, lo vio junto a dos muchachos más, se veían más grandes que él pero se trataban como pares, dedujo que debían ser compañeros de aula. Se escondió para escuchar de qué conversaban

-¿Cómo van tus tareas de dibujo, Minos?- Albafica se sorprendió, ahora sabe el nombre del muchacho, debe estar tomando clases de dibujo

-Pues bien, según mi maestro, voy avanzando. Mira, hice estos bocetos del muchacho nuevo, se llama Albafica- ¿cómo se atreve a mostrar dibujos de él y más encima saber su nombre sin antes preguntárselo?

-¿Qué le ves para dibujarlo?, somos amigos desde que comenzamos las clases y ni siquiera me has dibujado- bromeaba uno de ellos- su cara no tiene nada que no hayas visto antes-

-Tienes razón, pero me gusta mucho su perfil, no sé cómo definirlo, es muy bello. No sé ustedes pero yo encuentro que es muy hermoso- Los dos amigos se rieron a carcajadas de Minos. Él solo sonreía cínicamente, no podía hacer nada más. Albafica notó ese gesto en su sonrisa, su sonrisa absolutamente falsa. Una sonrisa que usó solo para evitar sentirse frustrado o triste.-Bien, voy a buscar más papel, necesito seguir con mis dibujos- Los otros dos se ríen de Minos y este solo sonreía, entró al saló y rápidamente se fue, Albafica lo seguía, veía su ancha espalda y como caminaba, un poco encorvado. Cuando llegó a la sala y no se encontró con Albafica, ignorando que lo seguía, se instaló en el piano y tocó una pieza simple, un intento de pieza, un intento de Claro de Luna de Beethoven. Aunque le faltaba mucha técnica, se notaba lo que quería decir con eso. Albafica solo lo observaba, tal como él estuvo observándolo mientras dibujaba. Aunque normalmente se le viera contento, su expresión junto al piano era de una persona muy seria y grave, como si realmente todo se lo tomara muy a pecho.

                Cuando finalmente notó la presencia de Albafica, se sentó al lado del piano, volvía a dibujar. No le dijo nada ante su intento de tocar, le quería preguntar si lo tocó de memoria, de dónde saca partituras, hace cuánto toca… Por más deseos que tenía de hablar con Minos, solo reinaba el silencio y las observaciones del otro.

                Muchos días transcurrieron así, en silencio, se acompañaban en sus propios mundos. Albafica supo a través de comentarios de su aula más información sobre Minos; era el alumno estrella de la escuela, tenía las notas más brillantes de su salón y del resto del colegio. Siempre participaba en clases, tenía los mejores trabajos, los mejores dibujos, la mejor voz en coro. Por otro lado, sus amistades eran reducidas y era a veces el foco de atención para molestos compañeros envidiosos. Según escuchó, sabía defenderse muy bien. No supo nada más de Minos. Se notaba que su figura dentro del establecimiento era sinónimo de una especie de perfección académica. Aunque le gustaría saber que pasaba en su interior, ¿o puede que realmente no le interesaba y solo lo tomaba como un pasatiempo?

                Lo que sí tenía claro es que Minos acompañaba su soledad, su compañía era algo que le agradaba mucho, era silencioso, no comentaba nada, solo estaba ahí, casi estático. No le hacía ningún comentario sobre su música, y él, Albafica, tampoco le hablaba. Por otro lado, a veces sentía que los ojos de Minos le decían algo, algo que ambos no sabían articular con las palabras.

                Ocurrió un día que Albafica faltó, al día siguiente, cuando volvió a clases, uno de sus compañeros le dijo que Minos lo buscó todo el día y que preguntó por él. Albafica se extrañó, ¿por qué habrá hecho eso, si ni siquiera se conocen bien? En el receso fue nuevamente a la sala de coro, Minos no estaba. Al poco rato sintió su presencia y se dio vuelta, estaba frente a Minos, este tenía una expresión muy seria e instantáneamente cambió ese semblante por una sonrisa.

-¿Qué te pasó ayer?-

-Solo me enfermé- responde secamente y se instala a hacer lo que siempre hace.

                Siguieron pasando meses así, hasta que por fin se presentó la oportunidad para conversar más. Estaban ambos en el patio de la escuela, ya sin piano y sin dibujar. Albafica escuchó atentamente un poco de la vida de Minos: Su madre se fue a Portugal desde que él tenía seis años, su padre era un hombre demasiado serio y su madrastra también, estaba a cargo de tres niñas pequeñas y debía dar siempre el ejemplo, según sus padres. Siempre hacía lo que le pedían muy sumisamente, por otro lado, necesitaba dibujar para poder salir de ahí, gracias a esa plática, supo que Minos también escribía y que desde hace un par de años quería estudiar piano, le dijo que sabía solo un poco de música. Albafica le contó que admiraba mucho a un pianista que tocaba a toda velocidad, un pianista de Hungría, le gustaba mucho Liszt, Chopin, los románticos. Minos le dijo que le gustaban mucho los compositores franceses, entre ellos Satie y Debussy. Albafica le contó que solo vivía con su padre, Lugonis, tenía una madre separada de él, la madre tiene por su parte unas hermanas. Le dice que le desagrada mucho su madre, hace años que no la ve. Viven solos hace años y su padre tiene esperanzas de que Albafica cumpla su sueño, ser un gran pianista de gran virtuosidad. Minos le cuenta que quiere ser un gran dibujante algún día, aprender más y más. Como una especie de gula por el conocimiento.

                Albafica estaba un tanto impresionado por la vía que deseaba tomar Minos, su reputación decía perfectamente que podía estudiar medicina si quería, ingeniería o algún trabajo que ganara mucho dinero.

                Poco a poco comenzaron a conversar más, Albafica comenzó a hablarle de sus sentimientos y Minos de los suyos. Se volvieron muy cercanos el uno al otro, cada vez más cercanos…

                Un día gélido de invierno, a poco de tomar sus vacaciones y no verse en mucho tiempo, Minos y Albafica se encontraban nuevamente en la sala de coro. Ese día, los ojos de Minos tenían un brillo distinto, se veía muy cansado, se veía muy triste, Albafica le preguntó que le ocurría, Minos no le contestó, sentía mucha tristeza y comenzó a llorar, Albafica lo abrazó, nunca antes había visto llorar a Minos, este lloraba a mares, le preguntó nuevamente que le ocurría. Sus ojos en ese instante se miraron, las lágrimas resbalaban, sin control. En unos segundos, Minos cerró los ojos, se acercó al rostro de Albafica, depositando en sus labios virginales un sagrado beso.

-Te amo Albafica- Fueron las últimas palabras que le escuchó, Minos huyó del lugar, huyó para nunca más volver a verlo. Al regreso de clases, no lo vio nunca más sentado a su lado, dibujando, ni conversándole, nunca más se presentó a su lado.

-Sentí un gran vacío, Misty, no te imaginas lo triste que se volvió mi existencia después de que se fue de mi lado así, de golpe-

                Afrodita sentía que lo entendía todo, quería llorar con su padre. Comprendía finalmente por qué su matrimonio con Agasha es tan infeliz, en su memoria nunca antes notó una sonrisa o beso hacia ella, era simplemente alguien infeliz.

Notas finales:

Espero que haya sido del agrado de ustedes, seguiré pronto...

(BASADO EN HECHO REALES)


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