Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

The Teacher por MMadivil

[Reviews - 157]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

La luz hacía intentos formidables por colarse a la habitación, pero las largas cortinas estaban diseñadas para ser el escudo envolvente de ese lugar al que a Byron le gustaba llamar celda. Lo llamaba de esa forma desde que había llegado a la residencia, a pesar de tener toda una planta para él solo y ser el equivalente de uno de los mejores departamentos de la ciudad, el simple hecho de estar dentro de la universidad lo volvía loco.

Se removió en la cama como siempre lo hacía, detestaba la mala manía de moverse de un lado a otro mientras dormía, era uno de los tantos motivos por los que él mismo se prohibía dormir con alguien más.

La alarma sonó por fin, estridente y molesta, él solo tuvo que estirar el brazo para hacerla callar, pero sabía que inclusive si desaparecía todo el ruido del mundo, ahora no podría volver a dormirse. Menos con todo el trabajo que tendría hoy.

Lentamente se incorporó con la oscuridad reinando en su habitación, tanteó la mesa de noche hasta dar con uno de los tantos controles y con solo presionar un botón, las cortinas emitieron un débil sonido del mecanismo que comenzaba a abrirlas lentamente. Se estiró mientras buscaba el calendario con la mirada, el día de hoy estaba marcado con un enorme círculo rojo, se preguntó si eso no sería mal augurio, aunque cada año era lo mismo, pues no importaba cuanto intentase cambiar esa fecha, el final siempre era el escrito.

La única novedad ese día era el sobre que había traído él mismo a casa, lo miró descansando en el suelo al pie de la cama y lo levantó, era grueso y estaba perfectamente sellado, con las iniciales “HR” adornando justo el centro.

—Es peor que la monarquía… —se recordó a sí mismo, comparando al director de la escuela con la reina de Inglaterra al ver el estilo que tenía la carta.

Con la nueva intensidad de luz, sintió sus ojos arder y a sus pupilas quejarse, además de una ligera punzada de dolor en las sienes por haber bebido la noche anterior. Sin embargo, se encontraba en perfecto estado, se sentía tan descansado que podría recitar el reglamento de la universidad al derecho y al revés. Incluso con varios tragos encima podría hacerlo.

Rasgó el sobre sin cuidado alguno, divisando varias hojas gruesas con marcas de agua y escudos oficiales, tiró de lado lo que ya sabía que era el reglamento, revisó a simple vista su nuevo contrato y leyó apenas los nuevos cambios que le habían hecho a su asignatura, solo habían cambiado ligeramente el programa, no era nada del otro mundo.

Pero justo al final, había una hoja común y corriente, escrita a mano y con tinta, Byron sonrió de solo pensar que aquel viejo aún era fanático a las plumas y los bolígrafos coleccionables, era así desde que él estudiaba en este mismo lugar. Leyó despacio cada una de las palabras, disfrutaba de ver cómo los trazos pasaban de ser estrictos a ser temblorosos, expresando el nerviosismo del hombre.

Profesor M. Byron:

Se le ha concedido todos los derechos exclusivos que ha pedido respecto al salón privado de la biblioteca del edificio “A” del ala este, así como el contrato por jefe de dormitorios del mismo, como asuntos oficiales adjunto ambos documentos.

Como director, le pido que sea cuidadoso y que cualquier problema sea notificado, si ocurre algo indebido en los edificios de lo que usted necesite reportar, hágalo directamente en mi oficina.

Como amigo Byron, te EXIJO que dejes de ser tan despreocupado y, como siempre, solo tienes permiso de darles lecciones nocturnas a tus estudiantes. Adviértele lo mismo al profesor Jeremy Wild, no quiero escuchar que algún otro profesor intenta hacer lo mismo. Deja de meterte en problemas con los otros profesores, ya hablamos de eso, me niego a firmar más papeleo por cartas de despido.

Espero que este año sea un nuevo comienzo Byron, bienvenido como profesor del A-69.

PD: No pienso interceder si sufres de otro caso de acoso por parte de tus estudiantes, cambia las llaves de tu dormitorio por lo menos una vez al mes, la clave de la puerta del salón privado también.

Atte. William Rogers.

Byron se dio cuenta de que había comenzado a reírse, la preocupación del director William podía notarse a un radio de tres kilómetros, pero lo único que lo tenía satisfecho en este momento, era saber que todos sus caprichos habían sido cumplidos nuevamente. Él se había encargado personalmente de cada uno de los directivos que conformaban al rector universitario, no había nadie que hubiese argumentado alguna vez la palabra “no” en su contra, la única excepción alguna vez fue el mismo viejo Rogers, pero con el paso de los años había aprendido que Byron haría cualquier cosa por conseguir lo que quería.

Guardó el resto de los documentos en la caja fuerte, la cual se mantenía oculta al fondo de su clóset, pues a pesar de ser descuidado con los papeles, sabía que cosas como su contrato no podían ser tomadas simplemente a la ligera, a pesar de que en realidad le importaban muy poco.

Después de asearse debidamente y darse cuenta del día que estaba por comenzar, se quedó mirando fijamente aquel uniforme que había detestado en sus años de estudiante e incluso ahora que era un profesor le seguía pareciendo estúpido. Era costoso, era hecho a la medida, era elegante y formal.

Era Byron el que odiaba las corbatas.

Él pensaba que no trataba con los hijos de los reyes, solo eran adolescentes estúpidos que creían que con entrar a este lugar se solucionaría su vida entera y todas las puertas del mundo estarían abiertas.

Ellos desperdiciaban más de diez años imaginando lo que sería estudiar en Haverville Rogers, tardaban dos años en prepararse para el ingreso, seis meses para cubrir la cuota, tres para mudarse a las residencias.

Una semana para descubrir que estarían fuera en menos de un mes.

A menos que alguno de aquellos desdichados hubiese caído en el aula A-69, los alumnos de Byron tenían el privilegio de querer suicidarse después de la primera clase.

No era una broma decir que la mayoría quería claudicar en la primera semana, los más débiles solo dejaban pasar tres días antes de implorar por un cambio de clase al rector, pero todo cambio era denegado en automático.

Después de vestirse, echó una ojeada al reflejo del espejo empotrado a la pared, las letras finamente bordadas con hilos dorados formando “M. Byron” en el saco negro, relucían hasta darle dolor de cabeza. El traje solo resaltaba su tez blanca por el poco afecto que le tenía al sol, dos tonos más blanco y Byron podría ayudar en prácticas de la morgue haciéndose pasar por un cadáver.

—Un cadáver al que le practicarían necrofilia —masculló su ego al aprovechar esos escasos momentos de demencia en los que hablaba solo.

Tomó el maletín negro que siempre estaba preparado, casi esperándolo en el sofá de su pequeña sala de estar y chequeó su móvil que ahora parecía un vibrador en potencia, pues no dejaba de recibir mensajes a diestra y siniestra, él supuso que la mayoría debían ser de Jeremy y su testosterona por las nubes al ver a los nuevos estudiantes.

Además de estar en lo correcto, no le sorprendió que al salir de su celda (o departamento extremadamente lujoso), viese al mismo culpable de esos mensajes al final del pasillo justo junto frente al elevador, con los brazos cruzados y repiqueteando sus lujosos zapatos con ansiedad.

—Eres peor que una mujer, Jeremy —apremió Byron mientras se acercaba a él a su propio paso, solo para picarle como habitualmente lo hacía, era casi relajante estresarlo a él.

—Profesor Byron, que sorpresa verlo despierto y radiante. Yo también estaría de esa forma si me hubiese saltado la junta de las 6am —dijo aquel rubio con sarcasmo, presionando el botón del elevador.

—Diría que eres un idiota por el simple hecho de haber ido a esa junta voluntariamente —respondió Byron con calma, caminando a su propio ritmo—, pero la verdad es que eres un idiota por haber ido a esa junta solo para ver a los estudiantes que han llegado a instalarse.

Jeremy sonrió con picardía y se colgó del brazo de Byron, entrando aferrado a él con toda naturalidad al enorme ascensor, su cabello rubio y rizado estaba perfectamente ordenado, su piel de porcelana lo hacía ver radiante y, a pesar de que usaba el mismo uniforme que Byron, podría ser fácilmente confundido con un estudiante por sus facciones delicadas que lo hacían ver más joven, no era muy alto y aunque estaba en forma, seguía sin ser corpulento.

Era el polo opuesto de Byron en cada uno de los sentidos, es como si Dios hubiese planeado el choque de dos mundos.

—No puedes culparme, cada generación los padres los hacen con más afecto —respondió con una sonrisa juguetona.

—Me refería a que tendrás la oportunidad de verlos a todos cuando des el discurso de bienvenida.

—A ti te toca el discurso de bienvenida, Byron… —dijo entrecerrando los ojos y se alejó un paso— No lo haré a menos de que haya algo interesante de por medio.

—La próxima semana te divertirás en la coordinación académica con la junta inicial, dado que no vas a dar algo productivo en la bienvenida —reveló Byron su truco bajo la manga sin mirarle.

El rubio tragó saliva al instante, nadie odiaba más las juntas de academia que él y Byron lo sabía, es por eso que las veía convenientes, ya que principalmente le daban completamente igual.

—¡Estimados alumnos precoces de Haverville Rogers, bienvenidos a su nuevo infierno universitario, permítanme presentarme como el dueño de sus próximas fantasías sexuales! O al menos hasta que vean al profesor Byron y se conviertan en reinas masoquistas —comenzó a recitar Jeremy y el aludido solo puso los ojos en blanco.

—No trates de tirarte a esos mocosos en la primera clase, ricitos de oro —lo molestó Byron.

—No hagas que sufran en la primera clase, Hades primo de Narciso, al final todos quieren una lección privada contigo por ser mocosos malos en la primera clase —Jeremy le hizo un guiño coqueto con sus largas pestañas que limitaban unos ojos color avellana y salió del edificio con su querido Hades, soltándole de mala gana el brazo y haciendo un puchero infantil que Byron procuró no notar.

Le parecía increíble que se comportara de aquella forma tan infantil y aún así tener casi tres años más que Byron, pues él era el más joven de todos los profesores de Haverville. Jeremy alguna vez había bromeado con que intercambiaran edades, porque siempre alegaba que Byron era el más aburrido de los dos y no se merecía ser el menor.

Atravesaron varios pasillos llenos de gente, principalmente padres de familia que se despedían de sus retoños sin cerebro, era peor que el jardín de niños en el primer día con las madres llorando a lágrima viva.

—Encárgate de la bienvenida de los mocosos, iré a darle mi saludo matutino al viejo —A Byron le gustaba sonreír cuando de molestar a alguien se trataba y a Jeremy no se le escapó ese detalle.

—Uno de estos días le dará un infarto al pobre William, ten cuidado con lo que le dices Byron, él es el equivalente a tu genio de lámpara con todas las excentricidades que le exiges —le recordó el rubio con una media sonrisa, sabía que no serviría de nada.

No terminó de escuchar lo que Jeremy le había dicho, comenzó a abrirse paso entre la gente sin mucha dificultad, la mayoría se hacía a un lado por su figura imponente ya que su más de metro ochenta no pasaba desapercibido, es como si tuviese un aura que lo protegía de cualquier contacto de otro mortal, las madres no eran ajenas en lo absoluto a su presencia y no buscaban qué objeto romper para atraer su atención. Byron solo dirigía saludos cordiales y educados a gente que, según él, eran contactos importantes, el resto le daba completamente igual.

Logró distinguir la enorme puerta de la sala directiva, era probablemente la puerta más ostentosa que había visto en su vida, eso la hacía ridícula a sus ojos y no había demorado en decírselo al mismo director el primer día en el que llegó aquí, recordaba perfectamente la primera conversación que mantuvo con William:

—¿Tú eres el alumno del que me ha hablado el rector, cierto? Mi nombre es William Rogers —había dicho aquel hombre de aspecto acabado a pesar de que aún andaba en sus cuarentas.

—Así que usted es el viejo director, me lo imaginaba más anciano —dijo un joven sin rastros de simpatía.

—Te imaginaba más educado.

—Usted no tiene mucha imaginación, es por eso que solo se encarga de la toma de decisiones.

—No puedo creer que tú seas el famoso Byron —se había burlado con una carcajada cínica— debe ser una broma ridícula de mal gusto.

—Al igual que la puerta de su oficina. Devuélvasela al museo de arte abstracto, Miguel Ángel vomitaría al ver el intento de David que hay tallado en el frente —había respondido Byron con el mismo cinismo, pero sin sonrisas falsas.

Días después, removieron el mal acabado de esa puerta.

Y ahora esa misma se estaba abriendo justo antes de que fuese a tocarla, pero quien salió de ahí no era más que un estudiante, uno de los recién ingresados que llevaba perfectamente puesto el uniforme. Alzó la mirada al toparse con Byron y éste se la devolvió por unos instantes, inspeccionando aquellos curiosos ojos color verde del joven que estaba varios centímetros debajo de su cabeza, pero después de un saludo educado, el muchacho se retiró sin más.

Él solo estaba curioso por saber lo que hacía un chico el primer día en la sala directiva, no parecía problemático y hasta podría decir que parecía uno de los pocos que no necesitó un soborno para entrar, era demasiado simple, pero lo dejó pasar al ver al viejo sentado en su dichosa silla, vieja y obsoleta, incluso se veía incómoda.

—Vamos viejo, esa silla ya está igual de acabada que tú —comentó Byron como saludo mientras cerraba la puerta a sus espaldas— deberías cambiarla, como a los mocosos que entran y salen de aquí cada año.

—No quiero escucharlo Byron, le tengo mucho cariño a esta vieja silla, nada se amolda mejor a mí que esto —respondió William con cansancio, como si hubiesen tenido esta conversación unas mil veces al año— ¿Vienes a darme una nueva lista? Creí que ya te había concedido muchas cosas este año.

—No, no vengo a pedir algo más, por ahora.

El director se veía demacrado, cansado y aún así podía sonreír y sermonear a Byron como si estuviese en los mejores años de su vida, tenía el cabello canoso y no podía ver sin sus gruesos lentes, pero era mejor que nadie haciendo lo suyo.

—Entonces no te retrases para el discurso de bienvenida, sabes que me gusta la puntualidad y espero que tengas algo bien pensado para lo que vas a decir, no quiero que se te salga decir “mocosos del infierno” a mitad del discurso, te conozco.

—Entonces espero que conozcas igual de bien a Jeremy, porque él puede decir “voy a follármelos a todos ustedes, mocosos del infierno” a mitad del discurso.

—¿¡Qué!? Byron no estoy para bromas… estoy por dar el estirón a los cincuenta y cinco y tengo más canas por ti que por los alumnos o el rector. Sé que odias los discursos, pero por algo te pedí que lo hicieras tú —protestó el viejo acariciándose las sienes.

—Si sabes que los detesto no debiste dármelo, iré a las juntas de academia a cambio de eso, pero no me apetece dar palabras de aliento a críos que saldrán de aquí en menos de un mes.

—El rector me pidió personalmente que fueras tú el que hiciera la presentación, tienes una gran reputación y solo una cuarta parte de los padres de familia te conoce, es necesario que lo hagas.

—Era. Querido William, era. Porque en menos de cinco minutos no llegaré al estrado y tomaré ese micrófono para dar la bienvenida.

William suspiró y se levantó de la silla con pesadez.

—Sí llegas Byron, eres joven y puedes correr.

—¿Y llegar desaliñado cuando Harverville Rogers tiene una reputación que mantener frente a las grandes familias de la mafia? —se rió con cinismo y le dio un par de palmadas amistosas al director veterano.

—Por dos minutos de retraso, nadie llevaría la cuenta —contraatacó William.

—Oh vamos Will, tú y yo sabemos cuánto odio la impuntualidad.

Ambos se rieron con la mordacidad que los caracterizaba y se dirigieron al enorme salón donde ya se escuchaba la voz de Jeremy saludando a los presentes.

—¿Leíste la carta que te envié? ¿O desechaste el sobre sin ver tan siquiera el contenido? —preguntó el director mientras saludaba a algunas personas al pasar, justo como lo había hecho Byron momentos antes.

—¿Crees que podría desechar el contrato que me mantiene?

—No sería la primera vez.

Byron esbozó una sonrisa ladina, correspondiendo a saludos de personas que ni siquiera conocía, a pesar de tener una excelente memoria, procuraba no recordar el rostro de las personas que menos le interesaban.

—La leí, ya le advertiré a Jeremy más tarde, aunque no considero que sea necesario hacerlo.

—Porque de todas formas lo hará, ya lo conoces —William suspiró por enésima vez en el día— solo quiero que lo mantengas vigilado, no quiero rumores al respecto.

Una mujer de aspecto impecable se acercó sin pensarlo hacia Byron, obligándolo a separarse del viejo que tuvo que seguir su camino hacia los miembros del rector, aquella dama le tendió la mano de la forma más insinuante que pudo y le sonrió mientras se colocaba de lado la larga cabellera rubia, para lucir el escote en su espalda.

—Profesor Byron ¿verdad? Es un placer conocerlo, sé que no hay posibilidad de que me conozca, pero mi hermano fue uno de sus estudiantes hace varias generaciones, mi nombre es Micaela Bloom.

Hubo un clic en la mente del profesor al escuchar el apellido, formando una sonrisa que correspondió la mujer con una todavía más grande. Él buscó discretamente con la mirada a su objetivo. Y ahí estaba, tratando de esconderse de aquellos ojos que tanto conocía, con el cabello rubio siempre desaliñado y jugaba con un objeto entre sus manos, lo hacía cada vez que estaba nervioso.

Lo hacía cada vez que miraba o recordaba a Byron.

—Michael Bloom. Uno de los pocos que lograron sobrevivir al semestre —recordó mientras obligaba con la mirada al chico a acercarse. Éste cedió como si estuviese entrenado— ¿Ya estás trabajando, Bloom?

—Sí profesor… —trató de responder normal, pero se notaba el ligero temblor en su voz, además de estar examinando descaradamente a Byron de pies a cabeza.

—Me han dicho que usted es muy estricto, pero si fue eso lo que ayudó a reformar a mi hermano, estaré encantada de ver lo que puede lograr con otro de los Bloom —agregó aquella mujer, captando por primera vez la genuina atención del profesor.

—¿Otro de los Bloom? —inquirió con curiosidad.

Michael tragó saliva, apretó con más fuerza la tapa de bolígrafo con la que antes jugaba en la mano, visiblemente tenso.

—Oh bueno, es más nuestro hermanastro, líos de familia. Pero espero que usted sea el que le de las clases, rogaré para que sea de esa forma —dijo alucinada, sin saber lo que Michael y Byron pensaban en ese momento— su nombre es Darrell, Darrell Bloom.

He aquí el motivo de todo tu nerviosismo, Michael.

—Estaré encantado de darle clases a otro de los Bloom, suelen aprender bastante rápido todas mis lecciones, podría jurar que  incluso las disfrutan —remarcó cada palabra lentamente, con una voz ligeramente seductora que solo Michael pudo notar, pues su hermana estaba tan fascinada que todo le parecía seductor en ese profesor.

El rostro de su ex alumno luchaba por no tornarse de color carmín, pero sus mejillas no habían obedecido a la orden y ahora se exponían frente a Byron, como si solamente le hicieran caso a él y a su melodiosa voz.

—Me encantaría seguir hablando con usted profesor, pero tengo que ir a las firmas de bienvenida. Fue todo un placer conocerlo, si me permite decirlo —continuó diciendo la mujer algo desganada por tener que despedirse.

—El placer es todo mío.

—Siempre… —murmuró Michael de manera que solo Byron le escuchase.

Cuando la mujer se retiró, Michael quería emprender también su retirada, pero al ver la postura de Byron supo que no podría hacerlo aunque quisiera, lo cual lo hizo reírse de sí mismo en voz alta.

—Han pasado años, ni siquiera soy su alumno ahora y aún así no puedo moverme, simplemente porque me mira de esa forma… —Michael se cruzó de brazos, más por abrazarse a sí mismo que por mantener la compostura.

Él se acercó un par de pasos al chico, que de crío ya no tenía nada, y murmuró a su oído como si hubiese el ruido suficiente.

—Te dije que jamás olvidarías una sola de mis lecciones.

—En ese entonces yo no sabía de lo que estabas hablando…

Michael se mordió el labio al percibir el aroma que desprendía Byron, siguió con la mirada el traje que ocultaba un cuerpo perfectamente esculpido, una piel suave que al tacto era irresistible y se  prometió a sí mismo no mirar al profesor a los ojos. Todas las veces que lo había hecho, el asunto se le había ido de las manos, perderse en ese azul intenso era el equivalente a tratar de saltar al vacío o arder en el infierno.

—No quiero que le hagas lo mismo a Darrell, él es… n-no puedes —dijo Michael sin rastros de altanería, ahora parecía más una súplica.

—Puedo y lo haré, si ese chico llegó por los mismos medios que tú, entonces no hay marcha atrás. Sabes mejor que nadie cuánto me gusta domesticar a los mocosos que entran sin esfuerzo alguno.

Michael retrocedió un par de pasos y frunció los labios, mirando hacia el resto de la gente que no les prestaba atención, gente completamente ajena al alocado latir de su corazón.

—Yo salí de aquí con mi propio esfuerzo, a pesar de que entré como lo hice.

—Saliste de aquí porque tuve que obligarte a formar un carácter, si mal no recuerdo, habías pedido un traslado después de la primera semana. Será interesante averiguar cuánto tiempo tardará tu hermano en hacer lo mismo, así sabremos si la cobardía es hereditaria —dijo Byron con dureza.

Dejó a Michael sin palabras, ahora no tenía ningún argumento para contrarrestarlo y se miraba impotente, por lo que solamente articuló sus verdaderas intenciones.

—Espero que Darrell no esté en tus clases, él no es como yo… —comenzó a decir y lentamente bajó el tono de voz con rabia— y nunca lo será.

—Te estás poniendo celoso de tu hermano, Bloom. Será mejor que hagas algo al respecto o tu esposa podría darse cuenta de que se casó con un hombre sometido a sus recuerdos —le acusó Byron.

—¿¡Cómo supiste que…!? —alzó la voz Michael alarmado, abriendo los ojos como platos. Había hecho hasta lo imposible por ocultar esa información.

—La marca de tu anillo de bodas está intacta, o te lo quitaste cuando llegaste o lo hiciste cuando me viste, pero deja de jugar con él en tu mano, de esa forma no sabrás si se ha caído la tapa del bolígrafo o tu matrimonio.

La mandíbula de Michael se desencajó de su sitio y tenía la boca tan seca que no podía tragar saliva, simplemente dejó quieta la mano que jugaba con el anillo y miró a Byron, que ya le daba la espalda y había comenzado a alejarse añadiendo un maléfico comentario en voz alta.

—Tal vez quieras ir al baño para encargarte de un ligero inconveniente entre tus piernas, al menos espero que recuerdes dónde está ese lugar.

Escuchó los pasos de Michael alejarse, sin correr para no levantar sospechas y a prisa para no tener que lidiar con un muy vergonzoso momento.

—Mis estudiantes nunca cambian… —apremió Byron mientras se acercaba a William nuevamente, escuchando las últimas palabras del gran discurso de Jeremy que fueron compensadas con grandes aplausos.

—¿Uno de tus alumnos, Byron? —preguntó.

—Uno de mis muchos perros domesticados.

La bienvenida por fin llegó a su fin, el final que todos esperaban para dar comienzo al mismo infierno, los estudiantes comenzaron a encaminarse a sus respectivos edificios, los padres comenzaron a desaparecer y en las manos de Byron se presentó la nueva lista de estudiantes.

Aula A-69

Profesor M. Byron

Filosofía, letras e Historia contemporánea.

1.    Basil R. Crownwel

2.    Bruce C. Hudson

3.    Charles D. Grey

4.    Connor P. Lawrence

5.    Darrell H. Bloom

6.    Ethan P. Collins

7.    Henry L. Scott

8.    James A. Rockefeller

9.    Jean L. Cooper

10. Liam T. Dallas

11. Luke A. Avery

12. Marc S. Jobs

13. Ryan N. Parsons

14. Scott J. Kelled

15. Simon S. Harvey

Notas finales:

Después de mucho tiempo, he logrado darle vida al profesor Byron, soy fanática de las pistas entre líneas, por lo que no está de más advertir que hay que prestarle atención a los detalles.


Espero que disfruten de esta novela y se decidan a seguirla, a partir de la primera lección con Byron estarán oficialmente dentro de la clase A-69.


¡No duden en dejar reviews con comentarios o preguntas! Estaré encantada de escuchar sus opiniones, también las conjeturas.


Nos vemos en el siguiente capítulo, no olviden cambiar la cerradura de sus habitaciones una vez al mes~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).