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Danza egoísta. por Cianuron

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Notas del fanfic:

El personaje utilizado no me pertenece, es propiedad de Kazuki Takahashi.

Notas del capitulo:

 

 

 

Cierto día, de algún mes, del año tal:

Las palabras en mi boca pisando fuerte se encuentran como si fuese un niño caprichoso por su juguete. Están quemando desde aquel lejano invierno,  envuelto  de tensión, lágrimas, despedidas y reminiscencias instantáneas. Los sentimientos emanaban de todos y, juntos, lográbamos formar la atmósfera de la típica película triste de Hollywood.

Lamentablemente, esto es la vida real. Lo real pesa, duele y te desgarra dejándote el corazón en carne viva, bombeando tristeza y aflicción a cada artería que por tu cuerpo haya. Te sientes desprotegido a la tormenta de realidades que están por venir y, lo peor, es que es algo que no puedes elegir.

Yo no elegí dejarle ir.

Yo no elegí esta cruz.

Yo no elegí quererle  tanto.

Sin embargo, aquí me encuentro, sumido en la oscuridad de los recuerdos que parecen estar detrás de mi nuca, gritándome que siguen vivos, que no me dejarán ni aunque les ruegue a golpes, sollozos o suplicas ¿Sabes algo? Yo sabía desde ante mano que sería así de tortuoso y que no me dejaría vivir tranquilo…Pero no suponía que duraría tanto. Mí visualización al futuro, que ahora se convirtió en mi presente, era distinta; Creía que sí, dolería, pero que, como dicen por ahí, el tiempo cosería con alambres las heridas emocionales en mi ¿Dónde está esa supuesta salvación que todos dicen que existe? ¿En realidad existe o  acaso era solo una ilusión que las personas solemos crear para apagar la llama del fuego ardiente que sigue quemando tu cerebro?

He llegado a la penosa conclusión de que sí: Vivimos pensando en el futuro y le agregamos colores chillones para ignorar el pasado mortecino que en la espalda cargamos.

La mano ha comenzado a temblarme y el frío me consume, helando cada parte de mi interior. Las gotas saladas están rodando por mis mejillas, nublan mi vista y mientras caen manchan la tinta dejando lagunas negras en la hoja. Garabatear se vuelve un trabajo pesado, pero debo hacerlo, necesito terminar esta carta que tiene como  destinatario a la esperanza. He decidido utilizar palabras y párrafos para desquitarme. Algunos van en busca del alcohol o el humo del tabaco, sin embargo, yo preferí una hoja de mi cuaderno de clases, lapicera a punto de quedarse seca y sentimientos a flor de piel expresados en un texto.

Recuerdo esa misma noche luego de despedirlo; Entré a mi habitación en pleno silencio. Me senté en mi cama y mientras posaba mi mirada en el escritorio de madera, que todavía tenía mis libros de clases abiertos y subrayados con resaltador amarillo, pensaba. Pensaba en lo ocurrido, porqués y para qué. Te juro que en ese momento no lloré. No lloré porque el dolor era superior a las reacciones automáticas de mi cuerpo. No lloré porque no entendía y sabía que no lo entendería jamás. No lloré porque comprendía que sólo lograría hundirme en un mar de preguntas egoístas que nunca en la vida podría responder.

No, no lloré.

Me quedé estático, revisando los recuerdos más frescos que tenía junto a él: El comenzar de nuestra batalla, su ceño fruncido, pensando qué estrategias usaría a continuación. La respiración acelerada y las miradas fugaces que chocábamos de a ratos.  Como daba lo mejor en cada lanzamiento. Recordé cada uno de los segundos del día como si fuesen oro. Analicé los sentimientos que estaba experimentando como si fuese la cura para un mal. Hice todo lo posible para traer esas memorias al presente y sentirlas vivas otra vez.

Me pregunté si eso estaba bien, el dejarlo ir. Entendía perfecto que este no era su tiempo, que tenía su propia vida en otro lugar rodeado de su gente que le quería, en serio lo comprendía, no obstante, otro lado de mi no. No podía explicarme el porqué el abandono que nos había hecho, mi mente desterraba la idea de que estaba bien y así era como la parte racional y abnegada en mi discutía con fervor contra la egoísta y caprichosa que sé que él me  reprocharía que eran malas.

Esa batalla que había emergido desde mi subconsciente duró bastante  y las huellas del enfrentamiento eran como cicatrices en mí, es más, a cada mención del pasado vuelven a surgir en forma de mirada taciturna y decaimiento emocional. He estado intentando ocultarlas con sonrisas alegres y con pizcas de vida, creo que ha funcionado.

Te preguntarás a qué quiero llegar con esta carta, que hasta ahora ha sido como clavarme una estaca en el pecho y enterrarla un centímetro más a cada letra que escribo. Como ya mencioné he decidido desquitarme escribiendo, pero además, quiero dejar plasmado, con tinta en una hoja que será destruida más adelante con los golpes del tiempo, el secreto  con el que cargo y cargaré toda mi vida. Te lo confiaré a ti, querido lector anónimo, que estés sentado en el living de tu casa o esperando el bus y ha llegado a tus manos esto, que  serás testigo de lo que pesa en mi.

Me duele no tenerlo cerca, es como haber perdido algo importante, que sabes que lo necesitas, algo así como los anteojos o tu mediación, y no sabes dónde lo dejaste. Me había acostumbrado a su presencia y a su apoyo en cada momento. A su voz que comenzaba a hablar en el momento justo, con las palabras justas. Me gustaba cargar con mi collar y  que reposara sobre mi pecho; Te confieso que de vez en cuando cierro los ojos e imagino que, de alguna manera, sigue ahí. Que cada vez que alguien me moleste él emergerá y lidiará con los abusadores. Que cada vez que tenga  un duelo el vendrá y me ayudará. Cada vez que me enfrento a una de estas situaciones me gusta pensar que en realidad es él quién las confronta disfrazado de la valentía que de mi nazca, puede ser una estupidez, pero logra calmarme.

 Si bien todo lo que te nombre es suficiente como para causarme un dolor muy grande, todavía falta más. Hay una oración, esa oración, que logra quebrarme el corazón y la mente hasta dejarlos solo en pedazos, para luego darle paso a la  ansiedad en mí: Lo dejé ir ignorante de todos los sentimientos que sentía por él.

Jamás le susurré, ni podré, un lastimero “te quiero” ni sabré si su respuesta sería buena o mala. Nunca sabrá que en mi vida fue algo más que un buen compañero que apreciaba. No sé a dónde ha ido  exactamente y si en aquel lugar sigue recordándome y menos si lo hace como yo lo hago, pero la idea de que efectivamente lo hace, aunque sea una vez cada tanto, me llena de nervios e inquietudes; ¿Y si mis sentimientos eran correspondidos? ¿Y si él me quería tanto como yo? ¿Y si ambos nos encontramos de la misma forma?

Y en las penumbras de la noche, cuando ya el día está llegando a su fin, ellas, las preguntas, bailan en mi mente ocupando cada esquina de mi mente, entonces, ese momento se convierte en el único en el que lloro, porque ellas se mueven a causa de mi necesidad de saber y yo dejo caer las lágrimas porque sé que nunca entenderé su danza.

Jamás.

Y ahora, tú tampoco lo harás.

 

 

Notas finales:

Bueno, sé que es bastante corto, pero fue una idea que surgió en mi mente cuando estaba en la escuela y para mi suerte tenía hora libre porque el profesor había faltado, así que ni dude y comencé a escribirlo. Ayer se me ocurrió que sería buena idea pasarlo a Word y darle algunos “toques” aquí y allá, manteniendo la idea principal.

Creo que eso es todo lo que quería decir.

¡Saludos!

Cianuron.-


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