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Tu Precio por Anita_Black

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Notas del fanfic:

Bueno, perdí mi cuenta anterior no se si por boba o por... boba. Asi que volveré a subir este fic (si lo ven por ahí o recuedan que ya fue subido no es plagio es mío). Esto me pone triste porque ya tenia otro fic con esa cuenta y reviews en este fic pero bueno.


Si no habian leido este espero que lo hagan y no se aburran que esta laaaaargo :P  Y si ya lo habian leido aqui ya subo el quinto capitulo.

Gracias y disculpen las molestias que les vengo ocasionando (queria decir eso xD)

Notas del capitulo:

Los personajes son propiedad de Marvel y Disney.

Contiene escenas sexuales explicitas, lenguaje explícito y una violación (aunque no es muy fuerte creo yo) Y está muy cursi porque yo soy bien cuuuursi.

Brucie en éste fic *q*

Gracias a LatexoHPo por betear y ayudarme con la trama <3

Alguien movió su hombro sin mucha delicadeza. Él sólo hizo un ruidito de inconformidad.


"¡Vamos, holgazán! Tenemos mucho trabajo"


Se removió incómodo y con el sempiterno dolor en la espalda por dormir en ese colchón viejo al que ya se le salían los resortes. Parpadeó para despejarse y ver a través de la pequeña ventana. Estaba anocheciendo. Quiso volver a dormir un ratito más, pero el ruido que hacía su amiga sin duda ya no se lo permitiría. Además tenía que levantarse y comenzar sus obligaciones.


"Buenos días para ti también", dijo con un bostezo, levantándose al fin del molesto colchón para estirarse adecuadamente.


La chica resopló.


"Cuando esta infernal semana haya terminado podemos ser educados. ¿Recuerdas la advertencia de Banks? ¡Muévete!"


Él asintió todavía con la pereza en el cuerpo. Marchó hasta el cuartito de baño de dónde solamente salía agua fría. Pero bueno, pensó, eso tenía sus ventajas. Las diarias duchas frías lo espabilaban para comenzar a trabajar.


Pensaba que ahora estaba un poco más seguro que durante los últimos cinco años. En aquella apartada isla nadie lo buscaría. Ross nunca iba a imaginar que estaba escondido allí, trabajando en ese tugurio donde los chicos pobres ingresaban para prostituirse. Era un lugar horrible pero fue lo único que pudo encontrar.


Tenía ya casi un año trabajando en "El Candil". Había llegado por pura suerte y porque Natasha, su amiga rusa, lo había encontrado en el callejón de deshechos del bar buscando algo para comer. Había tocado fondo, pero esa noche había sido seguido por los hombres de Ross, y después de mucho caminar y correr, dio con ese lugar. Había desperdicios de comida y bebida y él había estado hambriento; no le hubiera importado comerse una rata para calmar su hambre.


Natasha le había encontrado y sintió lástima por él, y al ver que no era mal parecido lo llevó con Edwin Banks, un británico venido a menos que había encontrado su minita de oro en la isla con un bar para homosexuales que era más bien una casa de citas. Cuando se dio cuenta de lo que era aquél lugar y de lo que Natasha (una chica inmigrante rusa que trabajaba de mesera ahí) pretendía, quiso huir de nuevo. Él no era homosexual. Está bien que era ya un vagabundo miserable, pero no iba a perder lo único que le quedaba de dignidad. No se rebajaría a prostituirse con hombres para ganarse la vida.


Edwin Banks no era un mal tipo a pesar de todo. Era rudo y grosero, pero entendió la angustia del aquél hombre joven. Además, le dijo, un chico hetero no servía para prostituirse porque muchos de sus clientes eran tipos de alto perfil que siempre exigían lo mejor. Alguien como él no serviría. Sin embargo, por consideración a Natasha y argumentando que necesitaba a alguien más que ayudara con la limpieza, le dio trabajo.


Bruce aceptó el trabajo. No le molestaba limpiar, aunque los primeros días fueron horribles al ver cómo dejaban los clientes las habitaciones. Pero poco a poco se fue acostumbrando. Él casi nunca salía al bar, así que poco había visto a tales clientes. A los que sí veía era a los chicos que se prostituían; la mayoría de ellos eran guapos y de cuerpos bien formados y había una gran variedad de nacionalidades para escoger. Por supuesto, un buen catálogo era suficiente aliciente. Así comprendió por qué Banks no lo había considerado a él para venderse; nunca sería tan atractivo como aquellos chicos. Ellos eran buenos con él y le daban buenas propinas cuando necesitaban que limpiara una habitación rápidamente.


Bruce era eficaz y se había ganado el respeto de los chicos y la amistad de Natasha. Sin embargo ya deseaba escapar de ese lugar. Por el momento era imposible, porque Banks le daba una protección que sin duda no tendría en las calles. Sabía que Ross seguía en la caza. Ya habían sido dos ocasiones en que pudo ver a sus hombres vigilando la isla. Pero él, ya experto en la carrera, llegó sano y salvo a El Candil.


Pero él quería irse, quería alejarse de esa vida baja. Había sido testigo de lo que esos pobres chicos sufrían, las vejaciones de las que eran objeto por los clientes. La miseria y el dolor eran grandes en ese lugar. Y además tenía un plan con Natasha. Tal vez podrían ser libres pronto.


Ella había escapado de la miseria en la que vivía en Rusia, llegó a la isla y durante los primeros meses también se prostituyó (era una chica hermosa), hasta que Banks la rescató de una paliza brutal de la que fue víctima por un troglodita. La ayudó y ahora trabajaba como mesera en El Candil. La paga no era muy buena, pero sí las propinas y sobre todo el estar seguros bajo la protección del proxeneta británico que era respetado en el bajo mundo.


Habían hecho una buena y sólida amistad. Bruce nunca la vio como algo más que amiga y ella tampoco a él. Su relación era más de hermandad, y ahora se tenían uno al otro. Querían irse de aquella vida horrible y volver a Rusia. Ella le dijo que entre los dos podrían sacar adelante un pequeño terreno que le pertenecía en el que cultivar flores y frutos invernales. Habían pasado largas noches después de desgastantes jornadas de trabajo planeando ese futuro idílico. Por ahora, sin embargo, no tenían el dinero suficiente para largarse de ahí. Pero eso cambiaría pronto; ambos tenían ahorros y pronto podrían escapar. Sólo un poco más…


"¡Bruce! ¿Qué estás haciendo? ¡Apresúrate!", gritó la chica pateando la puerta del baño.


Bruce sonrió y pronto estuvo listo. Comprendía la desesperación de Natasha. Era la semana de Carnaval en la isla, por lo que los turistas inundaban el lugar y en consecuencia El Candil se llenaba de empresarios, políticos y demás tipos ricos de doble moral que iba a saciar sus ansias con el catálogo de Banks. Así que eran días ajetreados y de mucho trabajo.


Demasiado trabajo.


---




"Entonces, ¿vienes? Es un buen lugar, apartado y discreto. El viejo tiene buen gusto y sus muchachos son a cuál más preciosos"


Anthony Stark se quitó con prepotencia las gafas de color y miró a Obadiah con una ceja alzada.


"Mi reputación no debe ser manchada. ¿Estás seguro de la discreción del lugar y de quienes están ahí, Obi?"


"¡Vamos, Tony! Yo he disfrutado de esos chicos. Créeme, nadie tiene por qué saber que estuviste ahí. Seguramente nos encontraremos con conocidos entre los clientes, pero ya sabes como son estas cosas. Nos protegemos unos a otros", sonrió con descaro el viejo empresario y mano derecha de Tony.


Tony asintió con fastidio. A decir verdad sólo esperaba que estas estúpidas vacaciones terminaran pronto. No era un hombre de tumultos y la isla era precisamente eso ahora. Con el Carnaval en pleno apogeo había desfiles y ambiente festivo a cada esquina. Él hubiera preferido unas vacaciones en algún lugar tranquilo, pero Pepper y Steve se habían confabulado para darle a Tony ese regalo: unas vacaciones en la isla caribeña Tórtola en pleno Carnaval. Par de idiotas, pensó.


Ya que solamente le quedaban dos días de esas vacaciones, salió de su desgana y pretendía aprovecharlos. Una canita al aire no le caía mal a nadie, y Obi parecía muy entusiasmado. Una buena noche de sexo salvaje estaría bien para salir de la rutina. Y además el viejo le había asegurado que era un lugar discreto, limpio y con un amplio catálogo de chicos con los cuáles saciarse. A alguien como él no le era negado nada.


Pronto Obadiah estacionó fuera de lo que parecía un simple aunque enorme bar en medio de prácticamente la nada. Aquella zona de la isla era exclusiva y alejada, con vista al mar. Bien, el comienzo era bueno.


Un mozo de buen aspecto recibió las llaves del auto y les permitió la entrada no sin antes identificarse. Es decir, mostrar que tenían dinero de sobra para dejarlo en El Candil. La abundante propina que recibió fue suficiente.


Tony alzó una ceja de nuevo. El lugar era efectivamente discreto y aunque para nada elegante sí era cómodo y a primera vista era solamente un bar. Él y Obi tomaron asiento en la barra, aunque había todavía varias mesas desocupadas.


"Llegamos temprano", comentó Tony.


"Sí, es para ponernos en ambiente" respondió Obadiah llamando con un gesto al barman. "En un par de horas comienza el espectáculo".


Se limitaron a beber. La calidad de los licores no era la mejor, no para un paladar exigente como el de Anthony Stark, pero si el tener una noche prometedora sería el pago, podría soportarlo. Se entretuvo mirando a su alrededor mientras hablaba con Obi sobre Industrias Stark. Una cabellera imposiblemente pelirroja llamó su atención. Vaya que la mesera era preciosa, y se preguntó qué hacía una chica como esa de simple mesera en un lugar como ese. Porque tampoco se veía como natural del lugar.


---


"Te necesito en el bar, Bruce"


Bruce miró a Banks con el ceño fruncido; acababa de limpiar la última habitación para la actividad de la noche y pensaba comer algo y quizá dormir un poco para estar listo en el turno de madrugada, cuando sus servicios eran requeridos otra vez.


"Hay una filtración en el contenedor de cerveza y el suelo está hecho un asco. Ve y limpia antes de que los clientes se den cuenta".


Bruce asintió con resignación. Odiaba ir al bar, ver a todos esos tipos que se daban vidas de lujo y se auto proclamaban decentes y respetables. ¡Ja!


Una vez en el bar, marchó con sus instrumentos de limpieza hacia la barra, y suspiró cansado. No era un gran desastre a parte de perder algunos litros de cerveza de barril (el favorito cuando el ánimo estaba caldeado). Captó la mirada de Natasha, que atendía a un par de hombres con aspecto de deportistas famosos y se encogió de hombros resignando. Ella le sonrió levemente y continuó con su trabajo.


En la otra esquina de la barra, Tony escuchaba con visible aburrimiento lo que le estaba diciendo Obi. Pensó que había sido mala idea ir a ese lugar, ya llevaban más de una hora y no había visto más que a gente de su clase, ningún chico al que pagar para llevarse a la cama.


Y entonces lo vio.


Primero su espalda amplia que desembocaba en una estrecha y masculina cintura, desencadenando en un firme trasero y bonitas piernas varoniles. Vestía muy humildemente (camisa arremangada y pantalones de mezclilla que se notaba a leguas no eran nuevos). No tenía mucha estatura, pero eso estaba bien. Y luego el chico se giró y Tony dejó la copa a medio camino de su boca. Tenía facciones varoniles, y unos espectaculares ojos marrones tras unas gafas de delicada montura. Sus labios estaban apretados en una mueca, al parecer la mancha que estaba limpiando no salía. Y sus ojos se encontraron, quizá al sentirse observado.


Tony alzó una ceja y sonrió predadoramente a esa adorable criatura de rizos desordenados, pero el chico frunció el ceño y desvió la mirada para volver a su trabajo.


Incómodo.


Ese hombre no le había quitado la mirada de encima prácticamente desde que llegó a la barra. Bruce comenzaba a molestarse; se sentía como un pedazo de carne. ¡Qué absurdo! Él no formaba parte del catálogo de Banks, así que no debía preocuparse. Se apresuró a limpiar el suelo y dejarlo tan brillante como pudiera para largarse.


Tony, por su parte, seguía mirando con insistencia al tipo de la limpieza. Vaya, pensó, si el que limpiaba era así de lindo ya podría imaginarse a los chicos que se vendían. ¿Él estaría disponible?


"Vamos, Tony. El viejo tiene verdaderas bellezas masculinas, ¿qué tanto le ves al de la limpieza?", le dijo Obi divertido.


"Es lindo", contestó Tony lacónicamente. "¿Esas bellezas masculinas son como él?"


"No. Son mejores. Ese no tiene nada, es sólo un sirviente", masculló Obi mirando también al chico de limpieza con desdén.


Eso sonreír a Tony. Le daría un infarto a Obi si le decía que estaba interesando en el sirviente.


Bruce terminó de limpiar y se apresuró a tomar sus enseres para marcharse. Antes de hacerlo, sin embargo, miró una vez más al hombre en la barra. Seguía sin quitarle la mirada de encima, y entonces se le subieron los colores a la cara, porque el tipo le había guiñado un ojo. ¡Dios! Lo que había que ver en ese lugar.


Molesto, Bruce se encerró en su pobre habitación para descansar un poco, agradeciendo no ser un sexo servidor.


Media hora después las luces del bar bajaron la intensidad y a un costado se abrieron un par de cortinas (como en un teatro); la música comenzó a sonar más fuerte y en el escenario apareció el viejo Banks con tremenda sonrisa. Dio la bienvenida a tan distinguida clientela y procedió a presentar a sus chicos.


Tony alzó la cejas cuando aparecieron, todos eran realmente atractivos y vestían pocas prendas con el fin de provocar a los clientes, clientes que ya estaban silbando y aplaudiendo al espectáculo.


Uno de ellos llamó su atención. Era un chico con el pecho lampiño y descubierto que marcaba ligeramente músculos trabajados, pero delgado. La piel era blanca y parecía de porcelana. Tenía bonitos ojos de un verde intenso que contrastaban a la perfección con sus hebras negras y largas. Y sólo lo cubría una tanga negra, dejando al descubierto unas largas y contorneadas piernas. El chico se movía al ritmo de la música y pronto se giró para mostrar la espalda y las nalgas, contoneándose sensualmente.


Tony se rió. Obi había tenido razón, esos chicos eran impresionantemente bellos. Algunos fuertes y marcados, otros delicados y lindos. Como ese chico, al que el viejo había presentado como Loki.


El espectáculo duró unos buenos minutos, y luego todos los chicos bajaron de la tarima para acercarse a la clientela, moviéndose esperando por que alguno les llamara.


"¿Y bien? ¿Cuál escoges?", preguntó ansioso Obadiah, que no le quitaba la mirada de encima a un tipo de los fuertes, de cabellos castaños recogidos en una coleta, ojos grises y barbilla partida. Era sexy, reconoció Tony. Así que Obadiah era de los que les gustaba recibir, vaya, porque ese chico no se veía del tipo sumiso precisamente.


Tony iba a contestar, pero Obi se levantó al ver que el chico que él había escogido ya era llamado por otro. Negó con la cabeza concentrado en beber. De pronto ya no le parecieron tan atractivos. Vale, sí lo eran, y a cuál más podría llevarse a una cama y dejarlo sin caminar, pero por alguna morbosa curiosidad se había prendado del chico de la limpieza. Comenzó a imaginarse la de cosas que podría hacer con él…


Obadiah le tocó el hombro sacándolo de sus pensamientos.


"Te veo mañana, Tony. Lo conseguí", sonrió el viejo cochino mostrando al chico de ojos grises e imperturbable seriedad, como si hubiera ganado un trofeo.


"Diviértete", sonrió Tony a su vez.


"Escoge alguno o se los llevan", concluyó Obi antes de marcharse a una puerta que seguramente conducía a las habitaciones con el chico de barba partida.


Tony pidió al barman otro whisky de mala calidad mientras observaba a los chicos. Había de todo y de sobra para escoger. Miró al chico Loki y pensó que él sería una buena compañía, parecía dócil, pero ya estaba ocupado. Eso no le desagradó del todo. Quizá debería marcharse y posponer el asunto para el otro día, o tal vez no volver nunca y ver las ansias con las que esos jóvenes buscaban encontrar a un cliente para satisfacer libidos.


Estaba dispuesto a pagar y se bebió de un trago el resto del whisky cuando el mismo viejo Banks se le acercó.


"Señor, ¿se va sin probar la mercancía?", inquirió el viejo con su acento británico, con el brillo de la decepción en los viejos ojos azules.


"No hay nada que me interese dentro de su mercancía", respondió Tony descaradamente. Y entonces lo pensó un momento… ¿por qué no? "Aunque tal vez… tiene a un chico aquí que quizá me interesa. Lo vi limpiando el suelo en la barra".


Y la sonrisa que apenas aparecía en el viejo rostro de Banks se desvaneció.


"Señor Stark", dijo condescendietemente. Tony alzó una ceja, no le gustaba ser reconocido. "Tenemos buenos ejemplares que darían todo por complacer a un caballero como usted. ¿Me está diciendo que está interesado en el chico de la limpieza?"


"Pensé que había dicho que éste lugar estaba hecho para complacer a la clientela", dijo Tony con prepotencia. "Puedo poner el precio que quiera, me interesa el de la limpieza".


Banks pareció pensárselo y Tony sonrió con autosuficiencia. Sabía la calaña de la que estaban hechos gente como ese viejo. Venderían su trasero todavía si no estuviera tan estropeado.


"Intentaré complacerlo, señor Stark. Pero tome en cuenta que ese chico no… no está en el catálogo. Si es un capricho, usted comprenderá, su precio se eleva".


"Ya le dije que el dinero no es problema. Usted pone la cantidad y me entrega al chico".


Banks asintió y un tanto inseguro se marchó por la misma puerta por la que había desaparecido Obi y por la que ya se perdían varias parejas de una noche.


---


Bruce estaba cenando tranquilamente mientras miraba a través de la ventana los fuegos artificiales de la isla. El Carnaval terminaría en pocas horas y la gente de la isla y los turistas parecían estar disfrutando del final. Sonrió al pensar que quizá al otro día podría ir con Natasha a comer por ahí y ver las últimas festividades.


Y entonces la puerta de su cuartito sonó aparatosamente. Bien, su descanso había terminado.


Se sorprendió un poco y se acomodó las gafas para ver mejor a Banks. Que el viejo pisara el cuartucho que les había dado a él y a Nat no era normal.


"Bruce", habló el viejo internándose en el lugar, mirando todo con el ceño fruncido. Se rascó la barbilla y miró por fin a Bruce. "Sé que esto… Bueno, hay alguien que necesita tus servicios", agregó algo incómodo.


"Claro. Iré por la cubeta y el…"


"No. No necesito que limpies nada. Hay un cliente que te quiere… para la noche".


Bruce profundizó el ceño sin entender… hasta que su cerebro hizo clic.


"¡¿Qué?! ¡No! Yo no soy un… ¡No!… "


"Bruce. Estamos hablando de un cliente con mucho, mucho dinero. Recibirás el treinta por ciento de la cuota, y si eres dócil, él te puede dar aún más".


"¡Pero yo no…!"


"Tarde o temprano esto iba a pasar. Has visto cómo se manejan las cosas aquí. No voy a obligarte, pero piénsalo. Es un tipo atractivo y te pidió a ti. Deberías sentirte halagado, te escogió de entre todos los chicos. No es tan difícil".


¿Qué no era difícil? ¡Pero en qué diablos estaba pensando el viejo estúpido!


"No voy a venderme…"


"Ya te dije que no voy a obligarte, me agradas muchacho", le dijo Banks en tono conciliador. "Ya te dije que él tiene mucho dinero. Y si no aceptas, lo siento Bruce, tendrás que dejar El Candil de inmediato".


Bruce abrió la boca. Lo estaba corriendo. El miserable viejo lo estaba echando. Pues bien, entonces se iría… No, no podía irse todavía. Natasha, sus ahorros… ¡Demonios!


Bruce miró a Banks casi suplicante, pero la mueca de autoridad estaba plantada en el viejo rostro.


"Sólo no pienses. No se ve del tipo pervertido…"


"Todos lo son", murmuró Bruce.


"¿Le digo entonces que lo esperas en una habitación? Les daré una de las más bonitas", agregó Banks sin hacer caso al murmullo de Bruce. Una billetera como la de Stark no merecía ser desperdiciada.


Bruce por su parte tenía el cerebro trabajando a toda marcha. Tal vez el viejo tenía razón y ese tipo pagaría mucho más de lo que valía, incluso su dignidad. Y no era como que no había visto una y mil veces a los otros chicos en acción mientras limpiaba alguna habitación (a veces los clientes eran demasiado morbosos), podría hacerlo… y si obtenía una buena propina, tal vez podrían él y Nat dejar El Candil, la Isla y América…


"Date una buena ducha. Ya sabes, limpia bien todos tus rincones. Es más, no lo hagas aquí. Ve a la 15 y date un buen baño con un jabón de calidad. Perfumarte y espéralo en la cama, sin prendas".


"¿Es el tipo que estaba en la barra, verdad? ¿El de la perilla y grandes ojos cafés?", preguntó Bruce con un hilo de voz.


"Sí. Es Anthony Stark, uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos. No necesito recordarte que debes llevar esto con la mayor discreción, ¿verdad?"


Banks tomó un brazo de Bruce y lo sacó de su cuartito para conducirlo hasta la habitación 15. Era una de las más grandes y mejor cuidadas, siempre disponible para clientes distinguidos. Stark era uno de ellos.


El viejo vio que Bruce estaba en la luna, y le dio algo de pena, pero ya estaba hecho. Debía aprovechar a ese muchacho para algo más que la limpieza. Ya era hora de que retribuyera su buen corazón.


"Bruce, si te comportas a la altura, les daré a ti a Romanoff unas vacaciones. Sólo no pienses", le repitió el viejo antes de marcharse.


Bruce se mordió los labios y se dio cuenta de que comenzaba a temblar. Estaba a punto de venderse como uno de esos chicos… no podía caer más bajo. Pero si eso le garantizaba huir de ahí… podría hacerlo una vez. Algunos parecían disfrutarlo… Bueno, al menos podría intentar que no le diera tanto asco.


---


"Oye", llamó Tony a la camarera.


Natasha sonrió y se acercó al cliente para ofrecerle una copa más. Pero él habló antes de que ella pudiera hacerlo.


"Dile a tu jefe que tiene cinco minutos para darme mi encargo. Si no lo hace me largo y me quejaré del mal servicio"


Natasha frunció el ceño sin entender, pero accedió cuando ese hombre le puso un billete de veinte dólares en la cintura.


La pelirroja dejó la bandeja y apresuradamente le pidió a otra mesera que atendiera sus mesas por unos minutos. Cuando ya estaba en las escaleras a las habitaciones se encontró de frente con Banks.


"Hay un tipo ahí que dice que tienes cinco minutos para darle su encargo. Amenazó con quejarse", dijo ella con una mueca.


"Sí. Vuelve a tu trabajo", contestó el viejo con fastidio.


Natasha se encogió de hombros y obedeció.


Tony miraba de mal modo a Banks. Ya llevaba quince minutos esperando.


"Siento la tardanza, señor", se apresuró Banks hasta él. "El chico está dispuesto. Es la habitación 15, para más comodidad".


Tony se sorprendió un poco. Una parte de él había pensando que el de la limpieza no aceptaría, no estaba en el catálogo después de todo. Luego se carcajeó mentalmente, pensando hasta dónde era la gente capaz de llegar por unos dólares. Bien, pues no desperdiciaría la oportunidad.


"Gracias", dijo levantándose petulante.


"¿Quiere que le sea llevado algo a la habitación? ¿Algún platillo o bebida?", preguntó Banks con ese molesto tono condescendiente.


"Una botella de whisky. Y si no es mucho pedir, que sea uno bueno. ¿Habitación 15?"


"Así es, señor. Eh… señor Stark", llamó el viejo un poco reluctante. "Tenga paciencia con el muchacho, no está acostumbrado a esto".


Tony le regaló una sonrisa desdeñosa y asintió sin convicción. Pero pensó entonces que tal vez el chico había sido obligado por el proxeneta… Vale, no le importaba. Se cogería al chico para saciarse y ya. Si él no tenía un mínimo de dignidad, Tony tampoco.


Bruce se apresuró a ducharse y ni siquiera abrió la llave del agua caliente (que sí estaba disponible en las habitaciones). Se lavó exhaustivamente todo el cuerpo y la cabeza. Se secó con rapidez y pronto se metió entre las sábanas de la cama, que también era suave para variar. Sentía el corazón a mil, pero le haría caso a Banks, no pensaría. Sólo no pienses…


Ahora estaba un poco más convencido, porque Banks había dicho que ese hombre era Anthony Stark. Sabía quién era Stark, el famoso playboy, genio y millonario de Nueva York. Sobre todo millonario. Bruce no era un tipo de planes, constantemente tenía que actuar sobre la marcha, pero una idea le había rondado la cabeza desde que escuchó el nombre del tipo que lo quería en la cama. Así que aplacó todo el miedo y poco a poco entró en automático. Sería un corderito para Stark. Se dejaría hacer sin pensar…


La puerta de la habitación se abrió entonces. Bruce convenientemente la había dejado a oscuras para no sentir tanto miedo y vergüenza. Escuchó el resoplido de Stark y cómo cerraba la puerta. Bruce respiró profundamente y miró a la pared para no ver al tipo.


"Estás habitaciones si que son terribles", protestó Tony al ver en medio de la penumbra la humildad de la habitación. "Supongo que es porque lo importante está en la cama", agregó con sarcasmo.


Bruce puso su mente en blanco mientras escuchaba al otro hombre desnudarse. No necesitaba verlo para comprobarlo. El jale de la corbata, el deslizamiento del saco, la pausa para seguramente desabotonar la camisa… el cinturón…


En unos momentos sintió el peso extra en la cama. Bruce apretó los ojos, pero Stark no se acostó. Lo tomó de un brazo y lo levantó con brusquedad.


"Esta noche vas a complacerme, chico. Pagué una fortuna por ti. Veamos si lo vales", dijo Stark y Bruce sintió el aliento a wisky en su mejilla. "Tal vez deberías depilarte", rió Stark y Bruce sintió cómo tocaba su pecho. "¡Ah, claro! Eres sólo el sirviente, no tienes que hacer las mismas cosas que los demás. Un buen capricho para mí", y entonces Stark lamió su cuello con delicadeza.


Bruce suspiró. Bien, eso no se sentía tan mal después de todo. Pero entonces recibió una sonora -y dolorosa- nalgada. Bruce se quejó un poco y abrió los ojos de golpe. Stark estaba prendiendo la luz y pronto regresaba a comérselo con la mirada. Los grandes ojos chocolate parecían devorarlo hambrientos. Bruce notó que Stark no se había quitado los pantalones, era lo único que lo cubría. Y entonces se sintió horriblemente avergonzado al saberse completamente desnudo y vulnerable frente a un tipo rico que estaba comprando su cuerpo.


Stark se sentó en el filo de la cama cuando la puerta sonó delicadamente. Bruce dio un bote miró hacía la puerta.


"Oh, debe ser el whisky que pedí. Ve por él", ordenó Stark.


Bruce lo miró un momento y entonces se dirigió a la puerta. La abrió, y con toda la vergüenza del mundo se agachó para tomar la botella del suelo. Así se hacían las cosas, las meseras llevaban el pedido pero no se quedaban.


Escuchó el gemido lujurioso de Stark cuando su trasero quedó totalmente expuesto a ese hombre. Bruce tenía ahora ganas de llorar de rabia e impotencia. Pero respiró hondo y cerró la puerta para llevar la botella hasta su comprador.


"Bebe", le dijo Stark en tono imperativo.


"Yo no bebo alcohol", susurró Bruce. Se arrepintió al instante cuando Stark entrecerró los ojos.


"Dije que bebas", repitió con dureza.


Bruce se mordió los labios y aliviado de que la botella estuviera destapada, dio un trago pequeño. Hizo una mueca ante el horrible y seco sabor.


Stark le arrebató la botella y dio un gran trago para enseguida lamerse los labios.


"Arrodíllate", ordenó entonces, abriéndose de piernas frente a Bruce.


Bruce lo hizo. Ya estaba hasta el lodo en esta situación. Tendría que atenerse a las consecuencias. No pienses, se recordó… sólo no pienses.


"Hazme una mamada"


Las manos temblorosas de Bruce desabrocharon el pantalón y pronto el bulto fue visible. Tuvo el impulso de salir corriendo, pero ya no había marcha atrás.


Tony dio otro largo trago al whisky mientras miraba el desastre nervioso que era el chico de la limpieza. Quiso acariciar esos rizos, pero el gesto le diría a ese chico que estaba dispuesto a ser suave… y no lo sería. Al menos no al principio. Él era que pagaba, por ende que el ordenaba. Aquella situación sólo lo estaba excitando demasiado.


"No bajes la tela. Comienza a lamer", ordenó Tony al ver que el chico ya iba a bajar su ropa interior.


Bruce tragó en seco y acercó su rostro al bulto bajo los caros slips de Stark. Sacó la lengua y lamió lentamente a lo largo del miembro oculto. Apretó los ojos y se repitió el no pensar. No pienses…


Tony dio otro trago de la botella y alzó las caderas con un gemido cuando el chico atrapó en su boca su dura erección. Lo dejó hacer unos momentos, disfrutando de su torpeza e inexperiencia. Pronto se cansó y lo separó bruscamente.


Bruce cayó de nalgas en el suelo frío de la habitación, todavía con los ojos cerrados y las rodillas ya rojas por presionarlas en el suelo.


"Si quito esto tal vez lo hagas mejor. Esmérate, tu propina será proporcional a tu servicio. Hasta ahora no mereces ni un centavo", dijo Tony desdeñosamente.


Bruce abrió los ojos y lo miró un momento antes de bajar la cabeza al suelo. Tony sintió de pronto un poco de pena por él, pero era más urgente atender a su amiguito. Dejó la botella en el suelo y se levantó para quitarse el pantalón y la ropa interior. Volvió a sentarse.


"Acércate", dijo con altivez.


Bruce levantó el rostro y casi se desmaya al tener frente a él el miembro erecto y expuesto de Stark frente a él. Pero obedeció tragando en seco.


"Espero que lo hagas mejor", agregó Stark desdeñosamente antes de tomar la botella y darle un trago más.


Bruce se dijo que podía hacerlo. No era algo que no había visto antes… Un poco más decidido se aventuró y comenzó a lamer con la punta de su lengua la cabeza de ese miembro. Luego bajó lentamente por el tronco, lamiendo las venas. Comenzó a subir y bajar y pronto escuchó a Stark gemir lento. Así que siguió con el suave movimiento por unos instantes.


"Así no", dijo Stark de pronto. Y entonces le tomó de los cabellos y le obligó a meterse el miembro en la boca. Bruce jadeó con la boca llena del miembro de Stark, y sus cabellos fueron jalados hasta complacer un ritmo acelerado.


Bruce volvió a cerrar los ojos. Estaba siendo prácticamente jodido por la boca y era desagradable. Sentía el dolor en el cuero cabelludo porque Stark jalaba sin misericordia. Y entonces casi se ahoga. Sintió náuseas cuando el miembro le embistió hasta la garganta.


Stark sacó su miembro cuando vio al sirviente con arcadas. No quería que se vomitara en él. Gruñó sin embargo cuando vio que el chico tosía e intentaba recuperarse, con un hilo de pre-seminal y saliva conectándolos. No podía disfrutar al máximo si su compañero de cama era tan torpe e inexperto.


Aventó la botella hasta que se estrelló todavía con un poco de líquido en la pared. Se levantó y jaló al sirviente por el brazo hasta lanzarlo en la cama.


Bruce se paralizó de miedo. Aquí venía. Lo supo cuando sintió a Stark recostarse sobre él. Lo había echado a la cama de espaldas, su trasero expuesto y listo para ser violado… Apretó la almohada con las manos y cerró los ojos.


Tony quería tomar al chico de una buena vez, pero no quería que gritara de dolor. Molesto, se resignó a prepararlo. Además estaba dispuesto a ser un poco piadosos, si le daba algo de placer tal vez el suyo incrementaría. Porque ya estaba más que excitado al ver al chico temblando en la cama, sus suaves nalgas moviéndose casi imperceptiblemente, su espalda suave… era perfecto.


Arrebató una almohada de la cabecera y la metió bajo el chico para que su trasero quedara más expuesto aún. Palmeó las nalgas y separó las piernas. En un momento ya tenía la cara metida entre esos apetitosos pedazos de carne, y el ano del chico contrayéndose quizá de temor, porque estaba seguro que no era de placer. Comenzó entonces a lamer esa entrada, escupiendo y luego pasando su lengua rápidamente para dilatarla mientras sus manos apretaban los muslos del chico.


Bruce se estaba estremeciendo, pero ahora sentía un ligero cosquilleo con lo que Stark le estaba haciendo. Se sentía muy bien, era placentero aún con el ritmo rudo y los ruidos obscenos que salían de la boca del millonario al lamerle ahí…


Gimió sonoramente cuando esa lengua le penetró. Y lo hizo varias veces más. Bruce ya no podía detener sus gemidos de placer. Se sentía tan bien… Y de pronto Stark dejó de lamerlo.


Estaba listo, le dolería, pensó desdeñosamente Tony. Pero para eso había pagado. Ese chico no era más que un puto por el que había pagado. No debía importarle su placer, solamente el propio y estaba a punto de explotar. Porque además el jodido era abrumadoramente lindo, y sus gemidos le habían levantado el ánimo aún más.


Sin más preámbulos alzó las caderas del chico y lo embistió de una estocada profunda.


Bruce gritó al sentir la intromisión. Dolía. Dolía horrible. Se aferró con sus manos a las sábanas y mordió la almohada. No quería sentirse más humillado de lo que ya estaba. Las lágrimas abandonaron sus ojos cuando Stark incrementó el ritmo de las embestidas. Sintió que se partía en mil pedazos cuando el millonario se recostó sobre él, cambiando ligeramente la posición de su miembro dentro de él. Y luego no pudo evitar llorar en silencio cuando su cuerpo fue movido al compás de las embestidas, como si fuera un muñeco… El dolor físico era lacerante, pero el dolor en su pecho lo era más. Ya ni siquiera notó cuando Stark mordió su oreja y apretaba sus caderas fuertemente. Su voz se fue. Se había vendido. Era una basura.


Bruce Banner era una basura.


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