Algun lugar de Europa, siglo XVI
Dos chicos corrían en medio de la noche por la espesura del bosque, pero que los había llevado hasta ese momento, se preguntarán. Andrew-, el mayor de ellos, intentaba poner a salvo a Marcus-, su pareja, por sorprendente que sonara aquello para la mayoría, el padre de Andrew, un Lord de la alta nobleza, ya le había puesto un ultimátum a su único hijo, debía dejar esa relación que todo el que la conocía tachaba de insana, escandalosa y antinatural, para casarse con la mujer que había elegido para él años atrás, que dicho sea de paso, el mismo Andrew encontraba totalmente desagradable, pero su padre no había escuchado ninguna protesta, acostumbrado a hacer su voluntad.
Marcus también era de una familia acomodada, pero al ser el hijo menor de una viuda “alegre” como solían llamarla, que ya había pasado por al menos cuatro maridos y dos escándalos luego de la muerte del último, lo que menos le podía escandalizar a la mujer era la relación de su hijo con un hombre, y los hermanos mayores del mismo ya le habían dado suficientes herederos como para vivir tranquila gastando su fortuna.
Tenían planeado huir a un pueblo vecino, mientras podían moverse a otro lugar, tal vez ir al nuevo continente, que recién estaba siendo poblado por curiosos voluntarios. Pero la ira de su padre al descubrir sus planes, los había orillado a esta situación
-vamos Marcus, no podemos detenernos- dijo a media voz, pero el menor no pudo responder por la falta de aire que le había provocado la carrera. Tuvieron que acelerar el paso cuando escucharon más de cerca explosiones de armas. Con tan mala suerte, que uno de esos disparos pasó cerca del cuerpo del menor, Marcus, hiriéndolo. El chico ahogó un grito, que a pesar de todo, Andrew fue capaz de escuchar. Como pudo, cargó la mayor parte del peso de su acompañante para que hiciera el menor esfuerzo posible, mientras solo podía escuchar como intentaba no quejarse de dolor y respiraba difícilmente.
-ya… ya no puedo, no... no lo lograré, es mejor detenernos aquí- dijo Marcus con voz entrecortada
-no, aguanta, debemos ponernos a salvo, solo un poco más- le animó el mayor, que ya había divisado una cueva que podría servir de refugio, si llegaban ahí, podrían descansar al menos unos minutos antes que los hombres de su padre les dieran alcance, pues era un terreno difícil
-no, detengámonos,no hagas las cosas más difíciles- y quiso o no, el mayor le hizo caso, intentando encontrar un lugar donde acomodar al chico, para poderlo revisar.
Lo recostó junto a un árbol, y aprovechó para abrir la camisa, descubriendo que la herida era aún más profunda de lo que le había parecido al comienzo
-tan mal estoy,¿eh? Te dije, no lo lograré hasta el siguiente pueblo, detengamos esto o ambos moriremos-
-no, estarás bien, en cuanto pueda te curaré esa herida y estaremos bien- pero eso lo decía más para consolarse a sí mismo, que al menor, que a buena hora le había dado por ser realista, y entendía que a estas alturas, era mejor que Andrew se rindiera y volviera a casa vivo.
Estuvieron un par de minutos creyéndose a salvo, lo cual no duró mucho, al menor cada vez se le hacía más difícil respirar y lo último que escuchó fue a Andrew pedirle que no cerrara los ojos, y las voces lejanas de los hombres, anunciando que los habían encontrado, para cuando esto sucedió, el chico se aferraba al cuerpo de su amante, balbuceando incoherencias, mucho rato les tomó por fin separarlo.
Andrew se despegó por completo de la realidad, en un shock emocional que duró varias semanas, no salía de su habitación, y se lo pasaba afirmando que Marcus estaba con él, que lo vistaba por las noches, no hubo médicos o brujos que pudiesen ayudarlo, él solo quería a su compañero de regreso. Mucho oró, rogó y suplicó, pero ambos, cielo o infierno, o lo que fuese que existiera, ninguno lo escuchó. Un día, ya tiempo después, se las ingenió para salir, nadie supo como pudo suceder aquello, su estado estaba cada vez más deteriorado. Su andar lo había llevado al mismo bosque.
-yo te puedo ayudar- le dijo un día una voz –he estado escuchando tu petición durante días-
-quien eres?-
-acaso importa? Te he dicho que puedo ayudarte a cumplir tu deseo, y tu te preocupas más por saber mi identidas, tsk, chico tan raro..- y no supo más, pues su mente lo llevó a la inconsciencia
Para cuando despertó, se sentía diferente, y un poco desubicado, ya que ese lugar en definitiva no era su hogar
-hasta que despiertas, ya comenzaba a aburrirme- era la misma voz del bosque, levantó la mirada, y vio a lado de la gran cama a un hombre joven, de piel blanquecina, más bien pálida, de cabello y ojos oscuros como la noche.
-tu, quien eres?-
-insistes con lo mismo? No puedes quedarte con el hecho de que he tomado parte de mi precioso tiempo para ayudarte?-
-tu, puedes devolverme a Marcus? Eres alguna clase de brujo?-
-nadie tiene el poder de revivir muertos, así que lo siento, pero no, mi ayuda es de una clase diferente, verás, te contaré una historia que pocos han tenido el privilegio de escuchar de mis labios- se detuvo para asegurarse que no sería interrumpido y al no ver señales de ello, continuó –verás, del chico ese… murió solo su parte mortal, su cuerpo,¿ comprendes? Un arma humana no puede matar su alma, y esas cosas tienden a elegir un nuevo cuerpo mortal que habitar, a veces “nacen” de nuevo un par de años después, a veces tardan más tiempo, y lo que yo te ofrezco, y que ya no puedes rechazar, es una vida más…”extensa” para esperar a que el alma vuelva a su forma física.
-eres…eres un vampiro? Me has mordido?-
-tsk, que ideas tan raras les enseñan a los niños de ahora- dijo el extraño con un deje de molestia –morder es tan… simplemente no va conmigo, es tan poco fino, lo que hice fue un viejo ritual que te otorga una vida más duradera, comprendes ahora?-
-y cuando podré ver a Marcus, como lo reconoceré?-
-Marcus, Marcus…es todo lo que escucho, ya nadie agradece los actos de buena fe en estos tiempos… en fin, cuando lo vuelvas a ver, lo reconocerás, es una cosa de esas que ni yo puedo entender, es tu verdadero compañero, tu propia alma lo reconocerá, sin importar su aspecto- dijo encogiéndose de hombros, como dando a entender que eso era de lo más natural para él como dar por hecho el viento que nadie puede ver.
Así había empezado su travesía