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I Almost Do [Frozen] por Sailor Sky

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Notas del fanfic:

Hola, siempre que hago un fic lo hago por que no encuentro uno que me guste del todo, aunque hay muy buenos del Elsanna, la mayoria son en inglés.

Así que, bueno, meteré romance, algo de lime y lemon (mucho, quizá haha) me centraré sólo en ellas dos, no me gusta meter pjs de relleno que hacen que mueran de aburrimiento (o que al menos a mí me hacen morir de aburrimiento).

¡Disfrútenlo!

Notas del capitulo: En este capitulo, todo se desarrolla en la habitación de Anna, además doy un ligero enfoque de lo que las dos piensan, y como ven las cosas, como se sienten y bueno.. Les dejo que dejen volar su imaginación sobre lo que podría ocurrir.
— Els… Elsa… — Su voz sonaba entrecortada, débil, como si se tratara de una delicada tela, que ante el menor de los movimientos podría desgarrarse. Y por ello, ponía todo de sí para no alzar más el tono de voz, porque de hacerlo, no sólo su voz se desgarraría; corría también el riesgo de ser descubierta en medio de semejante momento íntimo. Momento protagonizado por ella misma, su cama y una de las camisas de su hermana mayor.
Dieciséis años, buenas notas, cabellos naranjas como el cielo del atardecer y ojos azules como el firmamento al medio día; una hermosa jovencita sana, aplicada, amable; sin duda, el ejemplo perfecto para cualquier adolescente de su edad o edades próximas. Sin embargo, esa inocente joven tenía secretos como cualquier chica de su edad. Uno en especial, que estaba segura, nadie… Nadie nunca, jamás podría si quiera sospechar.
Por supuesto, aquel secreto suyo estaba fuertemente relacionado, con aquel nocturno habito suyo de llamar en la oscuridad de su habitación a su hermana mayor, aferrada a una de las prendas de esta, mientras sus manos se paseaban por lugares de su cuerpo que no se atrevería a mirar o tocar con iluminación. Hacerlo de noche cuando todos dormían, y con las luces apagadas, le hacía perder un poco de vergüenza y se sentía tan libre como sus susurros y quejidos le permitieran hasta no convertirse en sonidos audibles para alguien más que no fuera ella misma.
— ¿Anna? — La puerta de la pelirroja sonó, sólo dos quedos toques contra la gruesa madera bastaron para que la chica se detuviera en seguida. Sus ojos que habían estado cerrados todo el tiempo se abrieron de golpe, sus manos quedaron estáticas, y casi pudo sentir como una gota de sudor helado se deslizaba por su sien derecha.
— ¿Anna? ¿Estas despierta? — Esa voz volvió a llamarle, susurrando, confidente, pero claro sin perder la finura que caracterizaba su presencia.
Con sólo dos años y medio más que su hermana menor, Elsa figuraba como quizá, la única persona que podría superar el buen ejemplo de Anna. Con cabellos rubios, casi blanquecinos, como lo sería la misma nieve y un par de ojos que tenían el mismo tinte que el de su pequeña hermana, además de las increíbles habilidades que tenía para desenvolverse en casi cualquier área; mismas que la habían llevado a ser de una estudiante de instituto a una estudiante universitaria, recién aceptada en una de las escuelas más prestigiosas del país.
Elsa era sin duda el orgullo de la familia, pese a que Anna hacía todo lo posible por llegar a ser tan buena como ella, aunque Anna se esforzaba, Elsa parecía ser perfecta por naturaleza. Aun así la menor de ambas no se rendiría, pues su meta principal era ingresar a la misma escuela en la que Elsa había sido aceptada, aún cuando uno entre miles conseguía pasar. Estaba determinada, pues… Ahora que Elsa iniciara su vida universitaria no podía verla. En sólo una semana, días más, días menos Elsa se marcharía para alojarse en las residencias universitarias, Y Anna no soportaría demasiado estando lejos de su amada hermana.
— Creo que se ha dormido ya… — Susurró contra la puerta, apoyando con finura la frente sobre esta, cerrando los ojos por un momento, casi con desilusión.
Anna pudo oír la voz de su hermana musitando, y aunque había pensado en ignorar el llamado, dadas las circunstancias bajo las cuales la mayor había aparecido. Salió de un brinco de la cama. Y sin preocuparse por su apariencia o cualquier otro detalle de la escena del ‘crimen’ se encaminó casi corriendo a abrirle la puerta a su hermana. Quien retrocedió el torso con sorpresa al ver a su hermana atender al llamado.
— Oh, pensé que estabas… — Antes de que la rubia pudiera terminar su dialogo, aquellos zafiros que poseía por ojos no pudieron evitar escanear el estrepitoso estado de su hermana menor.
Podía ver como los pulmones de Anna crecían y se contraían, reflejado en el ir y venir de su aún puberto pecho; también notó como las mejillas de su pequeña hermana resultaban lucir rojas, tan rojas como sus labios; los que por cierto Anna había estado mordiendo mientras se deleitaba en medio de su pequeño secreto de madrugada. Pero eso no era todo, la ropa de Anna tampoco estaba en condiciones normales y Elsa pudo notarlo. Aquel pijama de dos piezas que solía usar Anna en verano, ese, conformado por una camisa y un pantalón ligero. Donde la primera parecía tener los primeros botones y casi un par de los medios deshechos, el pantalón un poco más debajo de lo natural, tanto que podía ver sin problema el elástico de la prenda interior ajena.
— Lo siento… Quizá, quizá interrumpí algo… — Dijo Elsa sin pensar, sintiendo un extraño vuelco en el vientre bajo ante las ideas que atacaron su mente al instante de ver a su hermana pequeña de esa forma.
— ¿Eh? — Anna bajó la mirada rápidamente, se auto-analizó y se dio cuenta de lo evidente que parecía ser su estado. Si sus mejillas pudieran haber estado más rojas quizá le hubiera pasado. Balbuceó tratando de dar una explicación lógica. — Lo… Lo que pasa es que recién estaba preparándome para dormir y… Y… Bueno… Por… Por eso… — Explicaba mientras sus manos se apresuraban a dejar presentables los botones y la parte baja de su conjunto. — Ahm… ¿Quieres…? ¿Quieres pasar? — Preguntó como último recurso para hacer que el asunto de su apariencia pasara desapercibida.
— Uhm. — Asintió Elsa, cayendo por completo en el truco de la menor, agradeciendo con la cabeza y entrando a un lado de Anna, quien terminó cerrando la puerta tras ellas.

Elsa caminó sólo algunos pasos hasta que la puerta se cerró detrás, pues con ella se había ido toda la luz que entraba del pasillo. Ahora lo único que veía a su alrededor era oscuridad.
— Oh, lo siento… Puedo encend… — Dijo Anna
— No te preocupes. — Interrumpió Elsa. — Esperaré a que mis ojos se acostumbren a la oscuridad… Estos últimos días, apenas entras a tu habitación apagas las luces ¿No? — Aunque Anna no lo había considerado si quiera, su hermana estaba muy al pendiente de todo lo que hacía.
— A-ahm… Si… Es que… La luz… A veces… Me molesta un poco. — Trató de reparar Anna, sonando lo más normal que podía, pero aún tenía el calor que le había generado el momento de hace nada. — Y… Y dime… ¿Pasa algo?
— No… Bueno… Yo… — Sus ojos no habían tardado mucho en aceptar la falta de luz, Elsa parecía poder definir siluetas y figuras, fue así como llegó a la cama de su hermana y con precaución conseguir sentarse sobre el borde. — Me iré en unos días ¿Sabes?
Anna dejó en segundo plano sus nervios y euforia, intercambiándolos por una cara baja y una expresión de aflicción. — Si… Lo sé. — La menor caminó lentamente hasta donde su hermana y se sentó a su lado sin decir nada más. Aunque todos habían felicitado a Elsa por su aceptación, Anna aún no lo había hecho.
— 6 horas y 25 minutos… — Dijo Elsa en la penumbra. — Está a 6 horas y 25 minutos de aquí… — Repitió la rubia con un tono más bien neutro algo desvanecido.
— No te preocupes, papá dijo que él y mamá irían a verte una vez al mes. Y ad…
— Lo sé. — Elsa volvió a interrumpir. — Pero… ¿Tú cuando vendrás? — A pesar de la falta de luz, la mayor de ambas alzó un poco el rostro para ver a su hermana o lo poco que podía de ella.
— Bueno… Papá dijo que yo debería concentrarme en mis estudios, pero quizá lo convenza de que me deje ir con ellos.
— No quiero ir… — Elsa continuó casi, ignorando los comentarios de Anna.
— ¿Eh? P-Pero…

Antes de que Anna replicara cualquier cosa, Elsa tomó la mano de su hermana, la elevó a la altura de su propia boca y dejó un pequeño beso en la palma, para luego dejar un par de caricias sobre su mano.

— ¿Recuerdas cuando compartíamos habitación? — Dijo Elsa cambiando el tema de forma ligeramente ruda.
— Ah… S-si… — Respondió Anna, asintiendo con un vago temblor en su voz. — Era… Era un poco más divertido… Me gustaba dormir contigo. — Dijo lo último en un tono de voz bajo que se disolvió en la oscuridad de la habitación.

Elsa no dijo nada, sólo bajó de nueva cuenta la mirada, sonriendo con un deje de melancolía al tiempo que se disponía a mirar hacia atrás, con intenciones de admirar el cuarto de su hermana. En medio de lo que podía percibir… Algunos muñecos de felpa, afiches con personajes animados, libros de colores, entre algunos otros objetos aniñados. Anna no dejaba de ser Anna. Cuando su mirada iba de vuelta a ella se dio cuenta de algo peculiar. Sobre la cama reconoció algo, soltó con delicadeza las manos de su hermana y con lentitud sujeto la prenda sobre la cama.

— Esto es… — Dijo con el ceño fruncido, tratando de agudizar su vista. — Oh, pensé que la había perdido. — Dijo en un tono tenuemente sorprendido.

Anna sintió su corazón detenerse cuando Elsa tomó la camisa, pues seguro que su hermana ni se imaginaba lo que había estado haciendo con ella.

— No… No toques eso. — Rápidamente la menor arrebató de los dedos aquella prenda que no era de su propiedad, pero a pesar de ello no dudo en abrazar con fuerza, bajando la cara, incapaz de ver hacía otro lado.
— Anna… Lo siento… No pensé que te gustara tanto… — Su tono de voz develó algo de incomodidad. — Pero… Puedes quedártela si te gusta tanto, tengo un par más de otros colores… Puedo dejártelas también…
— No… No son los colores… — Entreabrió los ojos sin mirar a su hermana, musitando muy bajo. — Es que… Huele a ti…

Elsa tragó largo, las manos que ahora reposaban sobre su propio regazo, apretando la blanca y satinada tela de su camisón lucieron tensas. Tenía en frente a su hermana menor abrazando de forma efusiva una de sus camisas, habiendo confesado que el olor que desprendía era lo que la hacía valiosa.

— Anna… — La rubia se atrevió a estirar la mano derecha para tocar los muslos de su hermana menor. — Anna… Eres… Anna… Mi Anna… — Repitió sin mucho sentido, cautivada con la postura de su hermana. — Yo… Quiero llevar una prenda tuya también… Quiero… Quiero tenerla cerca cuando te extrañe. Quiero sentirme cerca de mí siempre Anna… Quiero tener tu aroma siempre presente…
— No… No digas esas cosas por favor… — La menor desvió la mirada, pero sin destensar el abrazo hacia la camisa. — No digas cosas así de dulces… No quiero seguir escuchándolas… No quiero… Ya no quiero…
La mayor se desconcertó no entendía que podía tener de malo que dijera cosas así a su hermana, más aún cuando las sentía desde el fondo de su corazón. Pero ignoraba que la más joven había dejado de sentir gusto por palabras como esas, pues sólo la esperanzaban equivocadamente, la hacían pensar en cosas que según ella jamás serían.
— No quiero… No quiero que seas dulce conmigo, es… Es más difícil así… No puedo con esto… — La voz de su hermana empezaba a sonar un poco diferente al inicio, débil, asustada, quebrada…
— Pero Anna… Yo… — Tragó largo, se inclinó más hacía la contraria y sin preocuparse por incomodarle, capturó aquel casi lloroso rostro entre sus palmas. Lo acunó y con los pulgares dejó vagas caricias con las yemas sobre los pómulos ajenos. — No puedes pedirme eso… Simplemente… No puedes… — Elsa sentía un nudo en la garganta, sentía que estaba conformado por todas las palabras que nunca se atrevía a decir, por todas las veces que se limitaba a actuar, cada “te quiero” que iba con una intención oculta, cada “quédate” no dicho, todos y cada uno de los “no salgas con él” que no se atrevía a decir.
Anna se atrevió a alzar la vista, encontrándose con el brillo de aquel azulado mundo que le invitaba a entrar con desesperación. Podía ver en los ojos de su hermana ese mar de ganas que poseían la misma naturaleza que su propio mirar.

— Elsa… — Dijo con la voz quebradiza, mientras abandonaba las manos de la camisa ajena, dejándola caer sobre sus piernas, mientras que situaba sus manos en las ajenas, cerrando los ojos, esforzándose por sentir lo más posible el tacto de su hermana. — Te quiero… Te quiero tanto… — Musitó Anna, sintiendo como dentro de sus parpados parecía soltarse una pequeña llovizna.
— Pero Anna… Yo te quiero… Con mi alma… Anna yo… Yo Te …
— No, no, no, no… Por favor no… — Una de las manos de la más joven se apresuró a empujarse contra la boca ajena, con toda la intención de hacer callar a su hermana mayor. — No quiero oírlo… No quiero engañarme… No quiero… — El corazón de Elsa dio un pálpito especial cuando la escuchó decir aquellas cosas ¿Qué quería decir con eso?

Su mente viajo a una velocidad sorprendente, tratando de hilar todas las conjeturas posibles, que la llevaran a señalar que Anna podría estar sintiendo algo parecido a lo que ella misma sentía. Elsa pensó que quizá, y tan sólo quizá… Su hermana pequeña… Tal vez… Tal vez ella… Tal vez ella podría…

— ¿Niñas? — Dijo un adormilado hombre de cabellos castaños y otros rastros canos y una barba muy clásica, restregándose los ojos con el dorso de la mano derecha. El hombre bostezó aún con los ojos cerrados y por alguna razón las dos apartaron rápidamente las manos de la otra, como si trataran de ocultar la escena de un nuevo “crimen”. — Es muy tarde ya… Tenemos un viaje a primera hora de la mañana. — Recordó el hombre mientras buscaba con torpeza el interruptor a un lado del umbral de la puerta.
Y si, mañana tendrían un pequeño viaje, un viaje familiar; así que antes de que su padre encendiera las luces Elsa se puso de pie y lo acompañó hasta la salida de la habitación de su hermana. El hombre le dio algunas palmaditas en el hombro y la guió en dirección opuesta a la puerta. — Buenas noches cariño. — Se despidió de la menor de sus hijas apagando las luces de nueva cuenta.
— Buenas noches… Padre… — Anna hizo una pausa y trago largo. — Buenas noches… Hermana.
— Buenas noches, hermana… — Devolvió Elsa, tras cerrarse la puerta y volviendo en compañía de su padre hasta su habitación.

El hombre despidió a sus dos amadas hijas, sin pasársele si quiera por la cabeza que las había interrumpido justo en un momento que ambas habían estado esperando por mucho. Pero mañana… Sería otro día.
Notas finales: ¿Les gusto? Si si, dejen reviwes son muy importantes, para saber que les gusta y moldear el fic.

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