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Una carta de amor. por Black-sama

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Notas del fanfic:

<3 Mi primer fic, esta pareja me gusta.


Esa tarde un sobre había llegado a sus manos, tenía firma y destinatario, era una carta ¿una carta? quien enviaba eso... que extraño. Akashi le puso buena cara al asunto, se encerró en su habitación indicando que nadie debía molestarle. Abrió el sobre con un hermoso abre cartas que tenía en su escritorio. Dejó el sobre en el mueble, se sentó en la cama, y desplegando las hojas de papel comenzó su lectura. 

Para mi platonico: Akashi Seijuuro.

Akashi, te amo, y me duele, me duele demasiado.

¿Sabes por qué me duele amarte? Porque… tu dolor se vuelve mío, cala mi piel y lentamente pone mi corazón a llorar, la amargura sabe tan extraña, es parte de crecer, y aun así ¿tú conocías ese sabor, aun de niño? Ah, duele otra vez, solo imaginar a ese pequeño niño solo. No necesito adivinar, no necesito saber más… no se necesita ser un doctor para poder entender por lo que pasaste y aun así no puedo decirte “lo siento” apenas mi imaginación lo comprende. Y ahora, duele, duele tanto que me pone triste y confundido, ¿Cómo soportabas esto solo? ¿Cómo no te rendiste a la vida pese a tus cadenas? Supongo, eres demasiado fuerte para eso, o quizá el destino me dio la oportunidad de rescatarte justo a tiempo, eres como una pluma negra, tan liviana y suave, que, a pocos segundos de caer es rescatada por una mano ajena.

Me duele amarte Akashi, me duele hasta el fondo de mí ser, me quita el sueño y me deja en vela, destroza mis nervios y me hace temer, soy un miedoso, lo sabes… y sin embargo, ahora solo temo a una cosa: amarte tanto que yo pierda mi cordura. Puede que ya haya perdido mi poco razonamiento, y de todas formas… te amo. Quiero que tu dolor sea mío, quiero que tus lagrimas sean las mías, quiero que todo pesar en tu ser también se vuelva también mío, ya no tienes por qué estar solo o llorar en silencio.

¡Reverendo inútil que soy, al no poder borrar tu sufrimiento! Soy tonto, bobo, débil, despistado, ignorante, miedoso, torpe… pero, de todas formas, soy solo tuyo, como tú eres  mío. Tú y yo somos muchas cosas, Akashi. Somos humanos, somos conocidos, somos seres que habitan una misma tierra, que entre miles y miles y miles de posibilidades lograron conocerse, encontrarse, agradarse, gustarse. ¿No ves lo mágico del asunto? ¡Pudo ser quien sea! Millones de humanos, miles de lugares; idiomas diversos como las culturas mismas y aun así… nos conocimos, nos conocimos. Una vez que alguien se cruza así en tu camino, la suerte está echada, el hilo rojo del destino se conecta. ¿Cuántos hilos tendremos conectados? ¿Serán esos lazos los que nos sujetan a esta extraña tierra? Quizá sí, quizá por eso vivimos cada día, porque, los lazos nos mantienen, nos dan algo en que creer, algo para amar. Yo te amo a ti, ¿Cómo será nuestro hilo? ¿Corto? ¿Largo? ¿Será delgado o grueso? ¿Durará? Muchas preguntas y poco tiempo para respuestas.

Y aun así, acepto tu dolor, lo acepto con mi corazón, aun si me quita el sueño o me hace llorar, ¡con gusto derramaría mis lágrimas por ti! Porque te quiero, ¿sabes lo que es el amar? Yo creo que lo sabes, solo has intentado negarlo, olvidarlo, lo comprendo, ya no quieres sufrir, sin embargo yo sé que lo entiendes, alguna vez amaste a tu madre, debió ser una mujer encantadora, ella fue la hermosa persona que te trajo al mundo, y aun si suena arrogante, te trajo aquí, para que nacieras, para mí, para que fueras mío, para que yo te amara al conocerte. La primera impresión no fue la mejor, lo admito, pero… hubo un algo, un algo inexplicable que millones de hombres a través de sus vidas han intentado explicar, han intentado ponerlo en palabras. Ese algo ¿te imaginas que puede ser? Algunos dicen que es el ligero tintineo de tu corazón, como una alerta que te hace reaccionar, para que puedas entender a quién has encontrado, otros dicen que es una corazonada del destino y unos más… que es coincidencia. Si fuera una coincidencia... sería la mejor de toda mi vida.

¿Cuántos humanos se preocupan por encontrar el amor? ¿Cuántos se preocupan por encontrar sus almas gemelas? ¿Y sus medias naranjas? No dudo que muchos tengan mala suerte y sus almas gemelas vivan en otro lado, o hablen otro idioma, o solo les vean una sola vez y el destino decida separarlos. ¿Lo comprendes Akashi? ¿Comprendes que tan suertudos somos? Nos logramos encontrar, nos logramos conocerte… quizá no soy tu alma gemela, quizá no soy tu media naranja, quizá no soy el indicado para ti, pero… de lo que estoy seguro es de que te amo, te amo únicamente a ti, y si no soy lo indicado para ti, tú si lo eres para mí, yo podría vivir donde sea, hacer lo que fuera, mientras te tenga solo a ti.

Amarte es dolor, amarte es incertidumbre y miedo, también amarte es dicha, es felicidad, es vida pura. Amarte a ti, Akashi, es toda una aventura, quiero recorrerla hasta el final. Venimos a esta tierra, a este mundo, a vivir, a reír, a llorar, gozar, sufrir, aprender… venimos a demasiadas cosas con un tiempo escaso, limitado, no sé cuántos años viviré yo, ni cuantos vivirás tú, podría morir mañana, podrías morir la próxima semana, no sabemos, y por eso te digo ¡cada segundo es tan precioso! ¡Absolutamente precioso! ¿De qué sirve vivir amargado y preocupado? Nuestra oportunidad de vivir debe aprovecharse y no precisamente victorias o triunfos, debe aprovecharse gozando desde el amanecer al atardecer y también el anochecer. Ver el cielo cada mañana a tu lado, ese, solo ese, se volvió mi más preciado sueño a cumplir, ver tantos atardeceres a tu lado como la vida me lo permita, ¿aceptarías? ¿Te gustaría?

Mi pecho palpita escandalosamente cuando tu mirada aparece en mi mente. Mi respiración parece cortarse y mi garganta se cierra, causas una impresión tan intensa y profunda en mí, ¿Cómo lo haces? ¿Es acaso, otro de tus muchos encantos? Creo que tienes demasiadas habilidades, son increíbles, por cierto. Pero, aun así, nada es mejor en el mundo que mirarte a los ojos, en ellos puedo verte a ti, al real tú… es como ver tu alma completa, el brillo en tus ojos es el mismo dulce brillo que ocultas en tu corazón, ¿podrías entregármelo? ¿Podría ser solo mío? He, lo entiendo, tengo que ganármelo… ¿cierto?

Hoy te propongo un trato, hoy te pido un favor: déjame amarte. Permíteme compartir tus lágrimas, tu dolor infame, tus pesares, miedos, pesadillas, todo lo malo, no solo lo bueno y hermoso, esto diciéndote que lo acepto todo de ti, con todo y tus demonios te acepto, mi ángel, ¿me aceptas tú? ¿Me quieres? ¿Me amas? ¿Con que ojos me vez? Estoy dispuesto a escucharlo, a aceptarlo, y si por desventura nuestros sentimientos no son iguales ¡está bien! Te enamoraré, si cual semilla esta relación debe germinar, seré paciente, daré todo de mí, no es mucho quizá, pero… por ti haré que parezca que es mucho. Quiero saber si me das una oportunidad, si me comprendes, si aunque sea… Así que, permíteme abrazarte, llenarte de besos, acariciar tus mejillas y entrelazar mis manos a las tuyas, seguro son suaves como tu expresión de felicidad. Déjame demostrar que no será en vano, permíteme llegar a ti, sanar tu corazón y llenar tu oscuridad de luz, ya no debes temer, nunca más, al menos no conmigo a tu lado.

Solo eso te pido.

Amarte duele Akashi, duele demasiado.

¿Por qué duele? ¿Ya lo sabes?

¿Dolerá porque te amo? ¿Dolerá porque no puedo respirar cuando te veo? ¿Dolerá por los desenfrenados latidos de mi corazón? ¿Dolerá por sentirme no correspondido? ¿Dolerá porque a ti te duele? Quiero descubrirlo.

Te amo, eso es lo importante. Así que…

¿Tú que dices, Akashi?

Siempre tuyo: Furihata Kouki.

Las lágrimas se escapaban ya de los ojos de Akashi, sus manos arrugaban ligeramente el papel entre sus manos, que dulce, que anticuado, ¿Quién enviaba cartas hoy en día? Su caligrafía no era la más hermosa pero las palabras en el papel hacían sentir que ese pequeño pedazo de papel con tinta en sima valía oro puro. El joven de cabello rojos leía a duras penas, su vista estaba un poco borrosa por todas las lágrimas, sin embargo, no eran amargas, eran dulce, cálidas, le causaba felicidad. Mientras terminaba de leer las últimas palabras, sus labios se curvaron en una sonrisa, aunque en realidad le temblaban, era tal su emoción que no podía controlarla, su cuerpo entero temblaba con una mescla extraña entre ansiedad y felicidad, magnifico sentimiento en verdad.

Se tiró en la cama, dejó la carta de lado y cubriendo su rostro con el ante brazo sollozó, era casi incontrolable, su llanto parecía una cascada extensa. Apretó los dientes para no gritar mientras lloraba, el extraño tornado en su corazón le azotó, ¿Qué era eso? ¿Por qué dolía y al mismo tiempo era tan hermosa la sensación? Estaba feliz, conmovido… Furihata Kouki, el chico común, corriente, miedoso y extraño… que antes, no había ganado su corazón, con esa simple carta, con esas simples palabras, hurtó el corazón del emperador, le cautivó, le hizo solo suyo, con una carta, con esa romántica carta, ¿por qué las personas dejaron de escribirlas? Eran sencillamente magnificas, increíbles en verdad. Además, eso mostraba que aunque Kouki no fuera el más elocuente en persona, las palabras en su corazón habían quedado impregnadas en el papel, eso valía más que cualquier gema, regalo, nada podía igualarse, las palabras que le había regalado, los sentimientos que le dedicaba, los sentimientos que habían llegado a él…

Llegaron, tocaron el corazón de Akashi, algo dentro de él, algo detonó las lágrimas, el dolor, la alegría.

Alguien le amaba… y no es porque alguien le amaba, más bien Kouki le amaba, le pedía ser su compañero, le ofrecía tanto a cambio de tan poco.

—Kouki… eres un idiota —musitó secándose las lágrimas, sonriendo enternecido. Su mano se deslizó gentilmente en la cama, buscó de nuevo el trozo de papel, releyó algunas veces, con cuidado, asegurándose de que la carta no fuera un sueño, que fuera real. Ese papel, ese papel…

«Ya no hay vuelta atrás, perdí, él ya me ganó».

Akashi se levantó de la cama, leyó nuevamente, caminaba por su habitación, suspiraba, sonreía, exhalaba, las emociones en esa carta eran tan potentes, tan fuertes, le arrancaban el aliento y le obligaban a seguir leyendo hasta llegar a la misma frase concluyente: “siempre tuyo: Furihata Kouki”. Akashi comprendió específicamente que lo planteado en la carta era bastante certero, muchos buscaban amor, soporte y cariño pero nunca lo encontraban, entonces, ¿podría ser verdad que ambos eran dichosos? ¿Había sido el destino o mera casualidad? Palabras algo complicadas para cosas aún más complicadas. «Entonces, el amor no lo encuentras, te encuentra… sin embargo, al final parece ser algo involuntario e inconsciente, pues si para ti él te encontró, para él tú le encontraste, al final, es cosa de dos, el encontrarse, el amarse, todo viene siendo un extraño juego bien planificado, una coincidencia, una fortuna involuntaria…» Akashi meditó a conciencia, cada palabra, cada línea, cada oración, y llegó a varias conclusiones.

Releyó: “¿Tú que dices, Akashi?”

« ¿Yo que digo? No lo sé, es tan complicado. Bueno no lo es, ¿puedo creerle? Calma Akashi, calma, no dejes que la emoción del momento te haga hacer algo tonto, piénsalo un poco, ¿estás dispuesto a abrirte de nuevo? ¿A sufrir? ¿Y si el amor no es suficiente? Aunque el amor siempre parece ser suficiente, ¿Cómo creerle? ¿Cómo darle una oportunidad a esa locura? —se decía a sí mismo, mientras iba de un lado al otro—. Pero, ¿y si es verdad? El amor y la vida se sobre de herir y ser herido, es el precio que se paga por conocer a otros, para forjar lazos… ¿Qué le digo yo al amor? ¿Qué le digo yo a Furihata?»

Entonces, Akashi sintió un dolor agudo en su pecho, un dolor nuevo, desconocido y extraño, pero genial a su manera. Luego, al pensar en que le contestaría a Furihata, su cuerpo se paralizó por primera vez, su garganta se cerró, ¿Qué era eso? Recordó haber leído que Kouki le decía que eso le pasaba con frecuencia a él cuando se veían en algún momento. ¿No era un germen o alguna enfermedad? ¿Debería ir a ver a un doctor para entender la extraña arritmia en su corazón?

¿Qué era eso?

Akashi lo meditó, lo meditó más de lo que cualquier filósofo pudo meditar alguna teoría. No descansó en lo absoluto, no durmió, en su mente estaba Furihata, sonriendo con su equipo o temblando de miedo, haciendo alguna idiotez o haciendo alguna cosa buena, cual película luchó por mantener la imagen del chico que escribió esa carta, ¿de verdad alguien como él era capaz de escribir algo así? Increíble, las personas en general de verdad resultaban ser verdaderas cajas de sorpresas.

Y así estuvo varios días. Al fin supo que responder.

Salió de casa, temprano y salió en busca de Furihata, ese chico, desde Tokyo había enviado su carta. Akashi salió de Kyoto y en el caminó solo durmió soñando con el chico que hace poco logró arrancarle lágrimas, suspiros y provocarle insomnio todo en una noche. Esperó, las horas fueron eternas y el paisaje le entretenía, mientras estaba despierto, claro. También leía la carta ocasionalmente, ¡Que romántico! ¡Que anticuado! Y era solo suya.

Por fin llegó.

La campana indicó el fin de clases, todos comenzaron a salir. Kouki escuchó dos gritos de alarma, bueno, uno más estruendoso, el otro era solo una exclamación de sorpresa. Furihata, primero lo ignoró, siguió guardando sus cosas en la mochila, no quería olvidar nada de su tarea, entonces escuchó:

—¿Qué ese no es Akashi Seijuuro? —dijo uno de sus compañeros.

—¿Es broma verdad? ¿Qué hace él aquí? —exclamó Kagami, alterado—. ¿Habrá venido a verte, Kuroko?

—No creo, que extraño —respondió el menor.

Los ojos de Kouki se abrieron como platos, su mente explotó, se quedó tieso cual palo, ¿era verdad lo que escuchaba? Su cara se puso algo roja, pero, rápidamente sacudió su cabeza intentando reaccionar, concentrándose en la realidad. Corriendo se asomó en la ventana, en efecto, un chico ridículamente guapo con aire de príncipe y cabellos pelirrojos estaba ahí, parado, esperando. Kouki no dijo nada, no pensó en nada, se dio la vuelta y salió corriendo a todo lo que sus piernas le daban. Escuchó gritos preguntándole a donde iba, pero no respondió, ya estaba bajando las escaleras a toda velocidad. Prácticamente lanzó sus zapatos de escuela al casillero y se puso los tenis, salió corriendo de nuevo, aun si le dolía el costado por la repentina carrera. Se detuvo, quedó frente a Akashi, su corazón comenzó a latir tan rápido que su pecho comenzó a doler, creyó que se saldría de su pecho.

—¿A-Akashi? —sus labios titubearon, su garganta pareció cerrarse. Akashi, impasible y tranquilo se acercó, solo unos pasos. Desde el otro piso los compañeros de Kouki miraban el insólito evento.

—¿Eres tu él que escribió esto, verdad? —preguntó, señalando un trozo de papel en sus manos.

—S-Sí…

Akashi guardó un silencio un momento y dijo.

—Mi respuesta es sí.

Kouki sonrió ampliamente, se lanzó hacia Akashi, le tomó en sus brazos y le besó, el emperador se puso rojo como tomate, sintió un estremecimiento y calor tan abrazador que pensó se iba a desmayar, de nuevo su corazón parecía a punto de estallar. Furihata era feliz, por tenerle en sus brazos, de poder abrazarle, no importaba como él lo haría funcionar.

Le darían una oportunidad al amor.

Y recordarían siempre que todo eso empezó con… una carta.

Una carta de amor. 

Notas finales:

uvu Alegre el corazón de este pequeño fundashi ¡comenten si les ha gustado! Espero hacer pronto más fanfics de esta pareja. Gracias por leer. 


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