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Estoy bien... por Sherry_801

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Notas del fanfic:

Bueno, hola, este es mi primer fic en amor yaoi, espero que les guste y que disfruten cada capítulo. Aunque la historia sea algo sufrida.

Misaki se detuvo frente al espejo de su habitación, observó detenidamente su pálido rostro, sus grandes ojos verdes, hinchados por las lágrimas que sin importar cuanto las contuviese, se deslizaban desde sus mejillas hasta su mentón, cayendo sin permiso sobre su pecho, manchando su ropa; sus gruesos labios de un fino tono rojo cereza lucían completamente heridos, golpeados cruelmente por sus compañeros de clase. Quienes desde ya casi cuatro años se encargaban de suministrarle la típica paliza diaria a él, porque el cruel destino se encargó de hacerlo parecer más débil que el resto. Sacó del bolsillo de su uniforme, su par favorito de lentes de sol, o más bien los restos de este. Sollozó, limpiando el delgado hilo carmesí que brotaba de su delicada nariz, que hacia destacar perfectamente sus bellas facciones.

 

-No…

 

Secó sus lágrimas, respiró profundamente, calmando sus sollozos. Llorar era absurdo, su orgullo se lo decía, no solucionaba nada y lo hacía parecer débil, aun estando en la privacidad de su cuarto, rodeado de soledad y nada más. Fingió una sonrisa, que no tardó en quebrarse en una lúgubre expresión de fría tristeza que, sin embargo aparentaba una serenidad habitual en su rostro, la cual indicaba que algo le sucedía, pero no se daba el lujo de dar explicaciones, sin importar cuanto tiempo gastasen mirándolo. Nadie debía saber de sus problemas, solo él…

 

Aunque se estaba cansando de pensar de esa manera…

 

Un ruido se escuchó, sacándolo de sus pensamientos, el pomo de la puerta empezó a girar con violencia. Misaki sólo se resignó a encoger sus temblorosos hombros adoloridos y llenos de moretones. Sin moverse de su sitio, ¿Le habían seguido a su habitación para continuar con la paliza interrumpida por un maestro? Cerró sus ojos, a medida que los pasos se oían más cerca de él, la imagen de los cuatro gigantes, los cabecillas del grupo agresor, extendiendo sus iracundos puños en el aire, intentando agredirle sin razón alguna…

 

-N no más…por favor…- susurró sumido en el temor.

 

-Misaki kun…

 

La familiar voz resonó en sus oídos, era grave y armoniosa, dando la sensación de bailar en los oídos de quien la oyera, perteneciéndole a su salvador, uno de los grandes y prestigiosos maestros de literatura del internado, el gran Usami Akihiko, quien además estaba a cargo de su conflictivo curso.

 

Eso significaba que estaría a salvo…por ahora…

 

-S sensei…

 

Se le acercaba campante, al igual que antes, dónde había aparecido de la nada, como un destello de una estrella fugaz, gritando a viva voz, encarando a un grupo de chicos para que detuviesen su ataque contra Misaki, sosteniendo sus brazos, todo sin vacilar, meciendo su fina cabellera plateada con su seguro andar, escondiendo un par de amatistas bajo su flequillo. Con una dura expresión que, no obstante, parecía esconder un rostro preocupado. Sonreía con tristeza. Abrazándolo cuidadosamente, como si una parte de él se apiadase de la pobre suerte del niño y desease regalarle la suya. Susurró algo inaudible, pero que de alguna forma lo tranquilizó.

 

-¿Te sientes bien?

 

Misaki asintió en silencio, tragándose de golpe sus palabras. Sintiéndose extrañamente cautivado por la exótica pero tranquila sensación de seguridad que emanaba del alma de su profesor, encontrándose un poco confundido con el hecho, dado que una parte de él no quería perderse en algo que no sentía hace ya muchos años, por miedo a que se tornara efímero nuevamente. Unos deseos de empujarlo lo invadieron. No se conocían, él no sabía nada de sus verdaderas intenciones, ¿Quién aseguraba que no le haría daño?  Sin embargo no era educado. No cuando le habían salvado la vida.

 

-¿Necesitas algo?

 

Negó sin decir nada, sólo moviendo su cabeza, teniendo miedo de pronunciar palabra alguna. En cambio, dejó que esas sucias y poco discretas lágrimas, que empezaron a fluir sin su consentimiento, bajasen por sus mejillas, alejándose rápidamente de su ser, llevándose toda esa sofocante angustia que oprimía su frágil corazón, esperando que algo más cálido y feliz lo inundase de la misma manera, pero sabía que era imposible. Alejó suavemente los brazos que lo aprisionaban. Se volteó, escondiendo su mirada en la antigua pared de casi medio siglo. Se sentía humillado por dejarse llevar por sus sentimientos, por permitir que un extraño le viese llorar de esa manera tan infantil sin hallar consuelo. Abrazó una almohada, ahogando el murmullo de sus sollozos, ¿Por qué tenía que llorar en frente de alguien?

 

-¿Podría dejarme solo?

 

El profesor se alejó, observándolo con seriedad. Chasqueó su lengua por la impotencia de dejarlo así. No le agradaba en absoluto la idea de verlo sufrir tanto, es más, quería verlo sonreír nuevamente, de la misma manera que cuando su corazón fue robado por ese sencillo gesto de inocencia y felicidad verdadera. Aun cuando tres largos años llenos de dolor, tristeza y miseria para su ser terminaron por borrar hasta el último rastro de esa felicidad. Reemplazando esa sonrisa por un oscuro gesto de amargura, que ocultaba el miedo al igual que una máscara...sinceramente Akihiko no deseaba que Misaki sucumbiera ante el abismo sin fondo que significaba la depresión.

 

-Si quieres desahogarte no dudes en hablar conmigo, siempre estaré dispuesto a escucharte.

 

Revolvió animadamente el sedoso cabello castaño del muchacho, como si estuviese entregándole sus buenas energías. Lo volvió a mirar, sin cansarse de hacerlo, examinando cada centímetro de su cara. Su rostro lloroso era bello, pero estaba lejos de la hermosura que tenía cuando sonreía, que era capaz de opacar incluso a los mismos ángeles. No obstante, él no estaba enamorado sólo del rostro de Misaki, sino que de cada pieza que conformaba su ser, incluso los defectos y de lo que aún seguía siéndole un misterio. Por eso se había armado del valor necesario para cuidarlo y de mucho más para enfrentarse a los mismos demonios que eran los hijos del director, sin importar que su carrera estuviera en juego, lo salvaría de caer y nadie se lo impediría.

 

”Si tan solo pudiera hacer algo más por él..."

 

Dirigió su mirada a la puerta de la habitación, desanimado por no poder hacer mucho, sólo entregarle una ayuda que jamás la aceptaría, aun cuando su vida dependiera de ello.

 

-Gracias, si no hubiese estado ahí, yo…- Un minúsculo hilo de voz se dejó oír.

 

El maestro suspiró.

 

-No llores...

 

Misaki secó sus lágrimas, sin embargo, instantáneamente otras ocuparon el lugar de las otras.

 

 -Lo siento, me es difícil dejar de llorar.

 

Dio media vuelta, apretando sus puños. ¿Tenía que hacerlo o no? Avanzó hacia el chico. Dando pasos cortos y temblorosos, dudando de cuan correcto era lo que iba a hacer. Se detuvo frente a la cama, observándolo con seriedad. Su corazón latía muy rápido, tanto que su pensaba se le saldría del pecho en cualquier momento. Tragó saliva, y abrió su boca ligeramente.

 

-Perdoname...

 

 Sin importar sus esfuerzos, la tentación había vencido, antes de notarlo estaba probando esos labios que le habían resultado apetitosos, pero inalcanzables desde que estaba enamorado de su alumno. “no llores” decía con sus apasionados ojos violetas.

 

Misaki yacía en shock por la repentina acción de su maestro, ¿qué debía hacer?, ¿apartarlo?, ¿dejarse llevar? Sus manos envolvían la amplia espalda del mayor de manera involuntaria, acorralado contra el colchón, sin oportunidad de defenderse, sin saber cómo reaccionar…

 

-No debí hacerlo…- murmuró Akihiko apenas recuperando el aliento…

 

Misaki le observaba enmudecido…


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