Abrió sus ojos lentamente, pestañeó algunas veces, la oscuridad lo rodeaba por completo. ¿Dónde estaba?, no podía ver nada. Pasó sus manos en la superficie sobre la que se encontraba, parecía… ¿pasto? Se incorporó de a poco sintiendo el olor del lugar, era un aroma dulce que lo embriagaba. Con precaución dio unos cortos pasos, con sus manos a tientas por si chocaba con algo.
Como si despertaran a causa de los movimientos pequeñas lucecitas se levantaron del suelo comenzando a iluminarlo todo. Parpadeó varias veces. Ahora podía ver con claridad, se encontraba en un gran campo, salpicado aquí y allí con flores blancas, pequeñas y delicadas. De ahí venía ese dulce aroma.
Observando todo con detenimiento pensó sobre cómo las luces le daban un toque de irrealidad al lugar, era hermoso y perfecto, y con cierto toque mágico, como sacado de un sueño.
Aunque más bien podrían ser luciérnagas, las luces mágicas solo existen en cuentos de hadas. Se acercó a una pequeña luz y casi con suavidad y cierto temor, podría decirse, la toco con su dedo índice, la luz se desintegró y comenzó a elevarse hacia el cielo en diminutas partículas que brillaban, siguió su recorrido con la mirada y se quedó observando el inmenso cielo oscuro por donde se desvanecía ese brillo, con cierta sorpresa en su rostro. Eran pequeñas bolitas de luz, luces mágicas reales. Si no lo hubiese visto jamás lo creería.
Pero en los sueños todo puede pasar, no debería sorprenderme. Pensó.
El cielo no tenía luna y estaba salpicado por unas cuantas estrellas, se veía imponente y algo inquietante.
Una cálida brisa meció sus cabellos y cerró sus ojos disfrutando de la sensación que le proporcionaba. Por algún motivo se sentía en paz en ese lugar, un sentimiento que hace mucho no disfrutaba. Era agradable estar ahí, si era un sueño no quería despertar.
Abrió sus ojos despacio suspirando. Se puso en cuclillas y tomo una flor, no se parecía a ninguna que haya visto antes, aunque tampoco podía decir que era un experto en flores. Sin embargo había algo familiar y extraño en ellas, ahora que las veía con detenimiento, parecían pequeñas bailarinas.
“Dancing girl” dijo una voz en su cabeza. Levantó la vista mirando en todas direcciones, no había nadie allí.
Dudoso miró la flor y le preguntó – ¿te llamas así? – esperó pero no hubo respuesta alguna. Soltó una risa, se sentía estúpido al haber hecho eso, ¿flores que hablan?, sí claro, ni en el mas descabellado de sus sueños.
De repente una fuerte ráfaga azotó su cuerpo. No se parecía a la brisa de recién. Ésta parecía estarlo empujando con brusquedad. Cayó de bruces y giró su cuerpo protegiéndose con su espalda del viento, apoyando las manos en el suelo agachó su rostro hasta que pasara.
– ¿Estás bien? – esa voz, había sido la que escucho hace un momento.
Levantó la cabeza y lo vio. Parado a unos cuantos metros se encontraba un muchacho. Tez blanca, cabello rubio, vestía una camisa y pantalones holgados, ambos blancos. Lo estaba mirando de una manera que hizo a su corazón encogerse en su pecho.
–Te estaba esperando. – dijo en una voz tan baja y melodiosa que toda su piel se erizó. Y sonrió.
Y entonces todo fue confuso, cuando se dio cuenta ya estaba corriendo al encuentro de ese rubio. Su pulso estaba acelerado. Su corazón amenazaba con salirse de su pecho. Sentía una calidez inmensa solo mirando los ojos de aquel que no había cambiado su expresión desde que lo viera por primera vez, lo miraba como si lo conociera de hace tiempo, como si fuera alguien especial para esa persona. Le estaba sonriendo en respuesta.
Se paró a solo unos pasos de distancia.
Esto no está bien. ¿Por qué corrí hasta aquí?
No lo conocía, o por lo menos creía no hacerlo. Pero la forma en que el otro lo estaba mirando le decía todo lo contrario. Desvió la mirada un poco incómodo.
Algo en su interior le gritaba que se acercara más, que rompiera toda distancia posible entre ellos. Pero…
¿Por qué haría algo así? No tiene sentido. No lo conozco.
Estaba confundido. ¿Por qué se sentía así?
El otro al notar que no tenía intención de seguir avanzando, dio un paso al frente levantando el brazo para alcanzarlo, pero ante el gesto se tensó y empezó a negar con la cabeza dando un paso atrás. Sus ojos hicieron contacto nuevamente con los ajenos y lo que vio fue la gota que rebalsó el vaso.
El rubio lo miraba con una tristeza y un dolor tan abrumador en su mirada que dolió en lo más profundo de su pecho. Sin darse cuenta sus ojos empezaron a empañarse por pequeñas lágrimas. Tapó su boca para evitar que un angustioso gemido se escapara de sus labios. Eran demasiadas emociones juntas. Apartó la mirada y todo empezó a dar vueltas, el paisaje se estaba desvaneciendo, volviéndose oscuro. Escuchó esa melodiosa voz que lo llamaba a lo lejos cargada de desesperación.
~
Despertó en la penumbra de su habitación, una enorme angustia se había instalado en su pecho.
Lloró. Lloró por un largo rato.
Debía librarse de toda la angustia que sentía en ese momento. Sentía que se estaba ahogando.
No tuvo noción del tiempo que permaneció así. Unos golpes en su puerta lo devolvieron a la realidad.
–¡¡Oye mocoso!! ¿Acaso no piensas ir al colegio? No te quiero perdiendo el tiempo en la casa– era su padrastro, siempre estaba molesto y gritándole por todo.
Miró el reloj, era un poco tarde. Con pesadez se levanto de la cama y se dirigió al baño. Tomó una rápida ducha, se vistió, agarró sus cosas y se marchó al instituto.