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Con sabor a chocolate. por jenharuto

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Notas del fanfic:

Los personajes son propiedad de ChinoMiko.

Este fanfic ha sido escrito sin ningún fin lucrativo. Sólo por mera diversión y entretenimiento.

Me disculpo de antemano por los posibles errores ortográficos y de narración.

Notas del capitulo:

¡Hola!

Aquí les traigo un pequeño one shot que me ha quedado un poco raro…súper raro… bueno como sea. Espero que les guste, ¡en verdad! XD

 


 


El cambio repentino de la temperatura del aire, le dio a entender que ya estaban llegando a su destino. Sacó  parte de su cabeza por la ventana del auto en el que se trasportaba y miró que a lo lejos ya se podía divisar cabañas de diferente tamaños, sombrillas, unos cuantos puestos de comida y multitud de vendedores ambulantes. Achinó su mirada y adentró su cabeza de regreso al auto. El sol quema corneas le obligó a buscar entre sus pertenecías unas gafas de sol color fucsia que combinaban perfectamente con el color de su cabello. Miró a su hermano, el cual se mantenía ajeno a lo que sucedía a su alrededor por estar demasiado entretenido en su videojuego. Volvió a mirar por la ventana ahora dándose cuenta que ya estaban por estacionar el vehículo debajo de una gran sombra que se formaba naturalmente gracias a la posición del imponente sol. El auto por fin se detuvo y cogió sus pertenencias junto con una pelota de vóley.


—Armin—llamó el peliazul a su hermano gemelo, pero al parecer éste se hacia el sordo—. Armin—insistió nuevamente, mas el mencionado continuaba ensimismado en su larga travesía de volverse un maestro pokemon—. ¡Armin!


— ¿Qué? —Preguntó fastidiado el pelinegro, sin quitar la mirada de su consola.


—Ya llegamos—respondió subiendo el parabrisas del auto—. Hay que bajarse—dijo con obviedad mientras abría la puerta y salía con sus cosas en mano.


—Demasiado sol—opinó el ojiazul aún con más fastidio. Se encontraba demasiado enojado, sus padres le habían amenazado con no volver a pagar el Internet si él no les acompañaba en las vacaciones de verano.


 —Pues te aguantas—ahora habló una mujer de enrollados y negros cabellos.


Armin le miró con cierta irritación, pues de ella había sido la ‘maravillosa’ idea de ir a la playa, como si ya no estuviese lo suficientemente bronceada.


Chasqueando la lengua apagó su preciada consola y la guardó en una pequeña mochila. Bajó del vehículo e inmediatamente llevó una mano a su frente usándola como visera. Murmuró un insulto hacia el insoportable calor y al ferviente sol.


— ¡Yey! ¡Qué hermoso clima! —Gritó de repente Alexy alzando sus brazos y luego estirándolos. Corrió hacia la caliente arena y exhaló profundamente el inconfundible aroma salado. A diferencia de su hermano, él se encontraba demasiado emocionado, hacía años que no iba a la playa, todo por culpa de cierto pelinegro que no le gustaba ni ir a la tienda para llenar su propio estómago. Se sacó las zapatillas dejándolas tiradas sin ningún tipo de cuidado, sabía que su padre luego las cogería, así que no había porque preocuparse. Llegó al centro de la playa y observó el infinito mar. El agua era cristalina, y a lo lejos se veía el límite para aquellos que sabían nadar y tenían las agallas para llegar hasta allí. Más allá se encontraban los barcos pesqueros y sobre ellos gaviotas volando en círculos tratando de obtener un poco de comida gratis. Subió sus gafas ahora acomodándoselas en la cabeza dejando a la vista su frente que siempre era tapada por los flecos azulados. Cerró los parpados disfrutando de la brisa y el sonido de las olas.


— ¡Alexy! —Llamó Armin a lo lejos. El de cabello azul se giró y vio que su gemelo le hacía señas con las manos, indicándole que debía regresar.


Con las mismas desbordantes energías, corrió hacia donde se encontraba el pelinegro, que llevaba en manos una gran bolsa color verde oscuro. El ojivioleta le encaró con una sonrisa de niño pequeño surcando sus labios. Armin suspiró cansado, su hermano podía llegar a ser muy infantil cuando quería, aunque eso le alegraba no estaba de los mejores humores. Tiró la bolsa a la arena y luego se acuclilló mirándola con recelo.


—Es una carpa, ayúdame a ponerla—dijo Armin comenzando a desenredar las cuerdas que aprisionaban la carpa.


— ¡De acuerdo, querido hermanito! —Confirmó el peliazul acuclillándose también y ayudando a su gemelo.


Luego de un par de intentos lograron armar la tienda de campaña. Armin le dedicó una mirada de agradecimiento a su gemelo y se adentró en la carpa sin necesidad de decirle a Alexy que se quedaría toda la tarde encerrado ahí jugando con su consola, pues ya era obvio.


Alexy se sintió decepcionado, pero no había nada que pudiera hacer, su hermano era un total aburrido y eso no se podía corregir.


Se sacó la camisa con parsimonia dejando a la vista sus músculos bien definidos. Los bermudas que vestía eran de unos colores escandalosos que demostraban a la perfección su agradable personalidad. Más de una chica se le acercó con meras intenciones de ligar, pero éste les rechazaba mintiéndoles que estaba esperando a alguien, a una persona especial. Desearía que esa persona esté aquí. Pensaba con tristeza sentándose en una toalla que momentos antes había puesto en  la arena. Kentin…


— ¿Alexy?


El referido volteó su cabeza por sobre su hombro y se llenó de sorpresa al ver a las dos personas que siempre le alegraban sólo con su simple presencia.


— ¡Sucrette! ¡Kentin! —Se levantó apresurado y agarró a la chica pelinegra entre sus brazos estrujándola en un abrazo. Ella se retorcía tratando le deshacer el agarre, pero al no ver que cedía se apresuró a decir un ‘no puedo respirar’ logrando que el peliazul le soltase por fin—. ¡Hola kentincito! —Le saludó con ese mote que tanto molestaba al castaño de ojos verdes, extendiéndole la mano para que se la estrechase. Aunque en realidad deseaba abrazarlo se abstuvo para evitar que el chico militar se sintiera incomodo por la cercanía.


— ¡Que no me llames así! —Reclamó Kentin correspondiéndole el saludo de manos, para luego voltear su cabeza como si estuviera buscando a alguien—. ¿Y Armin? —Preguntó encarando al ojivioleta.


—Está en aquella carpa—respondió Alexy con cara de circunstancias señalando con el dedo índice la carpa que mantenía a su gemelo alejado de la sociedad.


— ¡Voy a saludarle!—Informó Sucrette con alegría y un rubor pintado en su pálidas mejillas. Corrió dejando solos a los dos chicos intencionalmente. Pues ella conocía el ‘amor no correspondido’ de uno de ellos.


—Parece que a Su le gusta mi tonto hermano—comentó el ojivioleta con orgullo. Lo sabía, sabía perfectamente que la pelinegra estaba enamorada de Armin y ella le había pedido que no le ayudara, pues se las arreglaría sola, por puro orgullo. También lo había comentado por otra razón; Sucrette anteriormente le contó que Kentin estaba enamorado de ella. Si bien eso produjo que su corazón se contrajera sintiendo un terrible dolor, se sintió aliviado ya que ella no le correspondería nunca, y así podría tener una minina esperanza con él. Si, era patético y egoísta sentirse feliz por el amor no correspondido de Kentin hacia Sucrette, pero él haría todo lo posible porque el hermoso castaño se sintiera amado, él lo amaría.


Alexy miró de reojo al ojosverdes esperando alguna reacción por su parte. Pero éste simplemente asistió con la cabeza dejando escapar unas cuantas risas picaras. Se sintió emocionado. El castaño al parecer ya no sentía nada por la pelinegra y ahí fue cuando todas sus dudas desaparecieron. Definitivamente conquistaría a ese chico, lo haría.


—Hehehehe pero el muy tonto no se da cuenta—dijo Kentin con burla.


—Tienes razón—Alexy rió colando su brazo por sobre el cuello del castaño. Ese simple acto amistoso causó que el cuerpo del susodicho se tensara –cosa que no pasó por alto para Alexy­- pero no trató de alejarle—. ¿Quieres un helado, Kentincito?


—T-Te dije qu-que no me llamaras a-así—balbuceó tratando ahora de quitarse de encima al peliazul. Hace demasiado calor…pensaba finalmente liberándose de ese ‘acto amistoso’—. Sí, pero tú pagas.


— ¡Heh! Por supuesto, hombre.


Ambos caminaron platicando sobre temas triviales: como la presencia del otro en la playa, nunca se habían podido imaginar que se encontrarían allí. La playa era bastante amplia, sería difícil encontrar a un vendedor ambulante que venda helados, pero tenían todo el tiempo del mundo.


—Oye…ahí hay uno—dijo Alexy señalando una dirección en particular.


Caminaron con más prisa hasta encontrarse frente al hombre maduro.


— ¿Qué se les ofrece? —Preguntó amablemente abriendo la heladera que llevaba colgada del cuello.


—Dos helados, por favor—pidió el de pelo azul.


— ¿De qué sabor, jovencitos? —Nuevamente preguntó.


—Chocolate—dijo Kentin sin más.


—Vainilla para mí—respondió Alexy.


Recibieron sus helados y el ojivioleta pagó el precio respectivo. Fueron hacia una sombra y se mantuvieron allí degustando el delicioso postre.


Alexy acabó su helado sorprendentemente rápido y miró a su amigo que aún mantenía su helado casi entero.


—Se ésta derritiendo—avisó Alexy como si no fuese obvio.


—Lo sé…—dijo Kentin sarcástico.


El castaño se llevó el helado a los labios y comenzó a succionarlo de una manera tan endemoniadamente lenta que obligó a Alexy tragar saliva. Lamió alrededor del cono limpiando el chocolate derretido y con la lengua dándole forma de bola al helado. El líquido ensució sus dedos y gran parte de la mano que sostenía el cono. Sin detenerse a pensar lamió sus dedos con la misma lentitud, siguió hasta de poco a poco limpiar completamente el recorrido líquido. Por último se chupó los labios dibujando ahora una sonrisa de satisfacción.


Alexy le miraba absorto, sus ojos estaban abiertos de par en par y sus pómulos estaban exageradamente sonrojados. Por sus facciones corrían múltiples gotas de sudor. ¿Qué había sido todo eso? ¿Por qué Kentin actuó de esa manera? ¿Le estaba provocando? ¿O tal vez sólo le gustaba mucho el chocolate? Oh…eso fue demasiado sexy…pensó llevándose una mano a la frente retirando las gotas de sudor. Como me hubiera gustado ser ese helado…


— ¡Alexy! —Gritó de repente Kentin sacándolo de sus para nada decentes pensamientos.


— ¿Q-Qué? —Inquirió el peliazul con nerviosismo.


—Sucrette nos llama—respondió mirando hacia donde se encontraba la pelinegra.


Alexy imitó su acción y se sorprendió al ver que la chica no se encontraba sola—. ¡Oh! ¡Armin está fuera de la carpa! —Dijo con fingido espanto. Kentin se burló y comenzó a correr hacia los dos chicos. Alexy nuevamente le imitó.


Cuando llegaron a ellos, Alexy notó que Sucrette y Armin tenían las manos entrelazadas. Sonrió orgulloso. Su pequeño hermano –según él- estaba creciendo.


— ¡Hey, chicos! ¿Qué quieren hacer? —Preguntó la pelinegra emocionada.


Los tres chicos comenzaron a dar sus propuestas al mismo tiempo, no se les entendía nada. La pelinegra le dio un fuerte  capo a cada uno logrando que éstos se callaran y sobaran su cabeza.


— ¡Ya basta! —Regañó Sucrette cabreada—. ¡Uno a la vez!


— ¡Yo! —Alexy alzó su brazo. La chica le dio la palabra—. ¡Juguemos vóley! —Propuso llevándose las manos detrás de la nuca como siempre solía hacer.


—Me niego—respondieron Armin y Kentin al unísono.


—Par de aburridos—refunfuño el peliazul con un lindo puchero.


— ¿Y qué proponen ustedes? Eh… ¿Kentin? —Preguntó la pelinegra.


—Bueno estamos en la playa…así que ¿por qué no nos vamos a bañar al mar? —Devolvió la pregunta con un tono irónico.


— ¡Oh! Nunca se me hubiera ocurrido—dijo Armin con más ironía.


— ¿Qué tal si montamos una banana*? —Propuso Sucrette ignorando a los dos chicos que habían empezado a discutir.


— ¡Yey! ¡Qué buena idea! —Gritó Alexy emocionado.


Armin y Kentin dejaron de discutir y se miraron un poco dudosos ante esa idea.


—No…—el castaño iba a replicar mas el pelinegro se le adelantó.


—Yo no me quiero mojar—dijo Armin con fastidio.


— ¡Bien! Entonces no vienes—contestó Sucrette con tranquilidad—. Nosotros si vamos, ¿verdad? —Preguntó al peliazul y al castaño agarrándolos de los brazos.


— ¡Por supuesto! —Afirmó Alexy con una sonrisa de oreja a oreja.


—Yo…—se detuvo Kentin vacilando.


— ¡Vamos, Kentincito! —Animó el de pelo azul—O… ¿No me digas que tienes miedito? —Lo molestó sonriéndole de forma socarrona.


—Po-Por supuesto qu-que no—replicó no muy convencido.


— ¡Esta decidido! ¡Vamos!


La chica arrastró a los dos jóvenes dejando al pelinegro solo, sumido en sus pensamientos. Llegaron al puesto de renta de bananas y pidieron un paseo. Los tres chicos estiraron sus músculos y se equiparon con unos chalecos salvavidas. Se subieron en la banana –que ya estaba en la orilla del mar-; y el bote arrancó arrastrándola y a los tres jóvenes sobre ella. Primero la velocidad era lenta pero luego empezó a acelerar. Los gritos de terror por parte del castaño no se hicieron esperar y por inercia se agarró del peliazul –que estaba frente a él-; como si su vida dependiera de ello. Alexy obviamente disfrutaba del paseo pero disfrutaba más el sentir las manos del castaño apretando sus abdominales, abrazándolo. La pelinegra se limitaba a gritar eufórica y con energías.


— ¡Prepárense! —Avisó el conductor sin voltearse a ver a los jóvenes.


—¡¡¡¡Siiii!!!! —Gritaron Alexy y Sucrette alzando uno de sus brazos con la alegría plasmadas en sus caras.


—¡¡¡Noooooo….!!! —Chilló Kentin con pánico.


La velocidad aumentó y la banana se volcó mandando a volar –literalmente- a los tres jóvenes al mar.


El primero en salir a la superficie fue Alexy que se reía estrepitosamente y abrazaba nadando hasta el bote que se había detenido esperándolos. La segunda fue Sucrette que se quejaba adolorida pues el impacto que sufrió su delicado cuerpo al chocar contra la superficie del mar  le estaba pasando factura, mascullando un insulto nadó hasta el bote. Alexy –que ya estaba subido al bote- ayudó a la pelinegra a subirse.


— ¡Wow! ¡Eso estuvo de perros! —Expresó el peliazul pidiéndole los cinco a la chica.


—Me duele la cabeza—se quejó la chica correspondiéndole el choque de manos al ojivioleta.


— ¡Fue bastante divertido! ¿Verdad, Kentincito? —Preguntó Alexy emocionado, ahora pidiéndole los cinco al castaño.



— ¡¿Kentin?!


Alexy y Sucrette se miraron horrorizados. El castaño aún no había subido al bote. Echaron una ojeada al mar pero no había ninguna señal del chico militar.


—¡¡¡Kentin!!! —Voceó la pelinegra espantada.


— ¡Maldición! —Masculló Alexy quitándose el chaleco salvavidas y lanzándose al mar sin dudarlo ni un segundo.


—¡¡Alexy!!


El nombrado buceó buscando al castaño. Se suponía que el salvavidas no le iba a permitir hundirse, incluso si no supiera nadar. Volteó su cara en todas las direcciones pero no había señal del ojosverdes. Dibujó una mueca de dolor en su rostro pues se le estaba acabando el oxigeno. Continuó buceando. Su pecho dolía. Estuvo tentado a regresar a la superficie y tomar aire, pero cada segundo era prioridad. Cuando estuvo a punto de rendirse divisó un color verdoso. Nadó hasta allí y con las pocas fuerzas que le quedaban agarró unos de los brazos del castaño y nadó con dificultad a la superficie. Sacó su cabeza junto con la de su amigo y respiró todo el aire que pudo.


— ¡Vamos, Kentin! ¡Resiste!


Entrelazó los brazos del susodicho en su cuello y volvió a nadar hacia el bote. El conductor le ayudó a subirse, y tiró con delicadeza el cuerpo del castaño sobre la cubierta del bote. No tenia puesto el chaleco, al parecer éste se le había desabrochado. Sucrette instintivamente le revisó el pulso. Estaba débil. Rozó la nariz del chico con sus dedos y se dio cuenta que no estaba respirando.


—¡¡¡…!!! —La chica se vio más espantada—. ¡Ne-Ne-Necesita el RCP! —Dijo con nerviosismo mientras miraba aleatoriamente a los dos hombres—. Y-Yo lo haré.


Alzó el mentón del muchacho y acercó sus labios. Pero repentinamente se dio cuenta de algo.


—Hazlo tú, Alexy—ordenó alejando su cara del castaño.


—¡¡¡¿¿¿…???!!! ¡¿Yo?! —Se espantó casi cayéndose hacia atrás.


—Sí. Tú hazle el RCP mientras que yo presiono su pecho, ¡Muévete!


El peliazul no entendía ese repentino cambio. Él también podía presionar su pecho e iba decírselo a la chica. Pero al ver la cara de pocos amigos de la pelinegra olvidó el protestar.


—Es-Esta bien.


Repitió el procedimiento que había realizado la chica y comenzó a mandar todo el aire que podía. Los labios del castaño eran rasposos y finos, con sabor a sal. Siempre había deseado probar esos labios que creía tenían sabor a chocolate. ¡Este no es el momento para pensar en esas cosas! Se regañó separándose del castaño llenando su boca con aire para nuevamente realizar el RCP.


El conductor se limitaba a conducir hacia la orilla. Sucrette aplastaba el pecho del chico con la fuerza necesaria; pues si dejaba que Alexy lo hiciera, éste entre tanto pánico podría no hacerlo bien y terminar por romperle una costilla.


El cuerpo tumbando de Kentin respingó y los dos chicos se detuvieron en seco. El ojosverdes comenzó a vomitar bastante agua. La pelinegra reaccionó rápido y giró el cuerpo del castaño haciendo que éste se apoyara en sus codos y vomitara con más facilidad. Alexy suspiró aliviado.


— ¿Qu…Qué fue lo que paso? —Preguntó Kentin ya calmado incorporándose en su trasero.


—…casi te mueres—respondió Sucrette con un hilo de voz.


— ¿Casi…?


—Si—contestó Alexy—. He tenido que hacerte el RCP.


—¡¡¿¿Me-Me-Me-Me has besado??!! —Brincó del susto y su cara se tiñó de un tono carmesí intenso.


—S…Si—se extrañó por esa reacción, no se lo esperaba.


—Tranquilízate Kentin. Sólo te ha pasado aire—trató de calmarlo la pelinegra.


— ¡E-Es igual! —instantáneamente se llevó sus manos a su cara ocultando su vergüenza. A-Alexy me ha…besado. Pensaba nervioso.


—Hemos regresado—dijo el conductor estacionando el bote no muy alejado de la orilla—. ¿Van a estar bien?


—Sí, no se preocupe—contestó la pelinegra sacudiendo el cuerpo del castaño—. Vamos Kentin, que no se te va a acabar el mundo por un RCP.


El castaño continuaba reflexionando sin emitir ningún sonido ni moverse.


—Kentin, me ofendes—replicó el peliazul con fingido enojo. ¿Tanto así es? Se sintió decepcionado. Tal vez el chico militar hubiera preferido que Sucrette le haya dado el ‘beso de la vida’.


El mencionado se incorporó sobre sus talones al oír las palabras del peliazul.


— ¡No! No es eso…—trató de explicar. No quería que pensara que le había dado asco.


—Entonces, ¿Qué? —Preguntó la pelinegra molesta.


—Si Kentincito, ¿Qué?


El susodicho rascó su nuca y el rubor intenso volvió a sus mejillas.


—Por…Porque es Alexy.


Todos se callaron ante esa confesión.


Mierda…me está dando taquicardia. Pensaba Kentin mientras que con las yemas de sus dedos tocaba sus labios.


—Ósea que…


—Nada. ¡Olvídalo! —Le cortó.


Kentin saltó fuera del bote y corrió con las intenciones de desaparecer. O quería desaparecer.


Alexy reaccionó—Hehe que lindo—y sin más fue en su búsqueda.


(…)


Y ahí estaban ellos, devorando los labios del contrario. Pero claro, el peliazul tratando de extraerle ese delicioso sabor a chocolate que tanto deseaba probar.


 


 


 

Notas finales:

En serio ¡Gracias por leer!

Banana: https://encrypted-tbn2.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcRa4FTM6niaQ8xhPIcqeNL7yMfIIeLGMj1XgRgzpp4Ajo4fxhfw (es esa cosa) 


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