Me pareció que las flores ahogadas en agua sucia estaban; de algún modo, parece que escapan de los agricultores y se dirigen hacia la masacre. -White Lilies.
La noche había hecho acto de presencia y consigo la oscuridad había cubierto el cielo que dejaba ver pocas nubes acompañando a la luna solitaria y fatigada.
Tal como aquel chico de grisáceo cabello que corría por las calles vacías de Ilsan, Seúl. Buscaba algo de comida antes que la locura hambrienta corrompiera sus venas y se viera obligado a hacer algo que no quería más necesitaba; con tal de calmar aquella horrible sed que ahora comenzaba a arañar su garganta y estómago.
Namjoon miró con desespero a su compañero, sin alimentarse desde semanas, estaba llegando a su máximo límite.
Suga alcanzó al par y suspiro antes de palmear el hombro del menor y sonreír con satisfacción.
-Tranquilo viejo. He encontrado a alguien... Todo está arreglado. -el pelirrojo sonrió dejando ver la hilera de dientes afilados que hacían compañía a unos carnosos labios.
-Gracias -Apenas musitó, con esfuerzo podía hablar-, creo que no puedo aguantar más. -tosió con la garganta seca como un trozo de madera.
HoSeok acomodó el brazo de peliplateado que se apoyaba sobre su hombro y con la ayuda de Suga, se dirigieron hacia el callejón que indicaba el mayor de los tres...
Caluroso verano, como lo odiaba. Sin duda prefería estar en la comodidad de su cama jugando videojuegos. Estar rodeado de personas nunca fue su mejor especialidad.
La vida para Jungkook podía parecer aburrida para muchas personas, pero su pasado guardaba tantos secretos que lo hacia más interesante que ninguna otra persona, lástima que todavía no estaba consciente de aquello.
Siendo un chico solitario desde muy temprana edad, carecía de gran cantidad de amigos, pero con los pocos que tenía conforme se sentía.
Sobre todo con Jimin, el castaño siempre fue muy decidido cuando se trataba de sacar a Jungkook de su cueva llamada hogar.
El par se mantuvo en silencio por tan sólo un rato. Jimin mantenía la vista al frente mientras que Jungkook veía con curiosidad hacia el cielo... El día estaba demasiado soleado para el gusto de Jungkook. Odiaba como el Sol penetraba los poros de su pálida piel hasta el punto en el que le ardía levemente; odiaba sudar por el calor y por sobre todo, odiaba que a su mente vinieran recuerdos que le atormentaban en cada verano.
-Oye... ¡Jeon Jungkook! -se quejó el castaño- ¿Cuándo dejarás de ignorarme, eh? ¡No te he sacado de tú cueva como para que me ni me hables en el camino! -dijo Jimin mientras ahorcaba amistosamente el cuello del pelinegro y luego golpeaba suave la cabeza de este.
-Lo siento... Sabes que no soporto el verano... Además, me cuesta estar de buen humor estos días. -confezó Jungkook mientras quitaba invisibles partículas de polvo de su hombro y acomodaba el ahora despeinado cabello.
Jimin asentía, nada nuevo de lo que podia enterarse.
-No me gusta verte así... ¿Lo sabes, no?
- ¡Lo sé! Gracias por estar conmigo.
Jimin logró sacar una sonrisa en el rostro de Jungkook. Después de varias risas, continuaron su camino, el castaño agradeció en su mente que la casa de Jungkook estaba cerca del tren. Eso les facilitaba todo a la hora de salir.
El par se divirtió hasta que el atardecer cayó de sorpresa sobre ellos y calabaza, calabaza, cada quien para su casa. A Jungkook le tocó volver solo, puesto que Jimin vivía en dirección contraria.
Ya era tarde como para caminar sin compañía hasta casa y justo ese día, por sobre todos los días, a Jungkook la suerte le dio una mala jugada.