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Seis estilos de Baloncesto por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada (Click para ver)

Kise Ryouta POV

 

 

 

Por fin el partido más importante de mi vida se acercaba. Estaba en la cancha de baloncesto sudando a más no poder, agotado del esfuerzo del entrenamiento y hasta mis compañeros se habían marchado sin poder seguirme el ritmo, pero yo seguía aquí… frente a esa canasta y volví a lanzar encestando.

 

Me limpié el sudor de la frente con un trozo de la camiseta y respiré con dificultad. Mi partido contra Aomine, eso me entusiasmaba. Ese partido sería por fin en el que le vencería, conseguiría derrotarle, copiaría sus habilidades y le haría comerse sus palabras de que él era mejor.

 

- ¿No deberías dejarlo ya? – me preguntó alguien desde la puerta de fuera y al girarme me encontré con Aomine.

 

- ¿No deberías estar entrenando, Aominecchi? – le pregunté yo sonriendo.

 

- Sabes que no necesito entrenar, te ganaré igualmente.

 

- No lo harás, esta vez yo seré el vencedor.

 

Aomine se acercó lentamente hacia mí, ya sólo con su caminar me imponía un gran respeto pero también era cierto, que con él jamás borré la sonrisa de mi cara, él me hacía disfrutar del baloncesto, él era mi meta a superar y lo haría, esta vez tenía que conseguir vencerle. Sabia que era difícil, sabía que era bueno, pero yo también lo era y había estado entrenando muy duro para este momento.

 

- ¿Quieres apostar algo? – me preguntó con su gran sonrisa de autosuficiencia.

 

- Claro – le dije con la misma sonrisa.

 

- ¿Qué quieres de mí, Kise?

 

- Quiero que me enseñes tu estilo de jugar Aomine, quiero que les digas a todos que te vencí, que soy mejor que tú, quiero que me enseñes tus trucos en este deporte – él sonrió

 

- ¿Quieres mis tiros imposibles? – preguntó atónito.

 

- Sí – le dije ¿Qué vas a querer de mí?

 

- Pasarás un día entero conmigo – me dijo – y no podrás negarte a nada de lo que te haga hacer, quiero que me obedezcas durante todo un día. – me sonrió.

 

- Trato hecho – le dije sonriendo.

 

- Nos veremos en el partido Kise – me dijo mientras se marchaba – buena suerte… la necesitarás.

 

- Voy a vencerte Aomine, esta vez… lo haré.

 

Me quedé en la cancha mirando la pelota de baloncesto en el suelo y la cogí entre mis dedos. ¡Lo haría! Vencería a Aomine Daiki. Me fui al vestuario a ducharme y encendí el agua caliente mientras me quitaba la ropa de deporte. Entré al agua y por un momento me vino a la mente la apuesta con Daiki ¿Obedecerle durante un día? Sonreí… tratándose de él era capaz de humillarme hasta la médula, de hacerme entrar a comprarle cosas vestido de mujer o a saber. Tenía que ganar, no había más remedio.

 

Cerré el grifo tras ducharme y me coloqué la toalla alrededor de mi cuerpo cuando escuché a dos personas que entraban en ese momento hablando. Uno de ellos decía que se había cruzado con Aomine a la salida del pabellón, no entendían qué hacía aquí en nuestro instituto, pero cuando dijeron cuánto les gustaba ese chico, no pude evitar ponerme un poco celoso.

 

Esperé para salir hasta que dejé de oírles y en ese tiempo, tuve un momento para pensar por qué me había puesto de esta forma, por qué me había afectado escucharles hablar de Aomine… supongo que me gustaba un poco, pero no había nada que hacer con él, yo sólo era su rival en el campo, con el que se divertía machacándole, nada más. Me habría gustado que se hubiera fijado un poco en mí, pero bueno… tendría que conformarme con las chicas fanáticas que me perseguían a todos lados y que no me dejaban vivir tranquilo. Todas querían salir conmigo pero irónicamente, con el que a mí me habría gustado tener algo, pasaba de mí. Eso era el cruel destino, el amor era un asco.

 

Me vestí, le di un golpe a la taquilla cerrándola y me marché colocándome la bolsa al hombro. Algunas chicas me esperaban a la salida para agobiarme, pero yo saludando con cortesía les di las buenas noches y caminé a casa. Mañana era el gran partido, se supone que debía de haber descansado hoy y no entrenar… o no entrenar mucho, pero con tal de mejorar para ganar a Aomine, me había quedado hasta tarde.

 

Cuando entré por casa esperando ver a mi madre, sólo vi una nota donde decía que tenía que trabajar. Esto era mi familia… una casa solitaria siempre que llegaba. A mi madre apenas la veía, mi padre nos había abandonado hace mucho y no tenía hermanos, al final siempre estaba solo.

 

Miré la nota y al menos sonreí cuando observé que mi madre me daba ánimos para el partido de mañana y me prometía ir a verme jugar. Fui a la cocina para ver si había algo hecho, pero no… mi madre no hacía la comida, generalmente solía salir rápido y comía algo de camino al trabajo, así que me tocó bajar a la tienda a comprar algo. Jamás les dije nada a mis amigos, ellos creían que tenía la vida perfecta, que era el típico chico guapo modelo sin problemas… ¡Qué equivocados estaban! En mi vida no había amor, sólo soledad. A veces incluso llegaba a preguntarme si de verdad yo le importaba a alguien, si alguien me quería sinceramente… últimamente lo pensaba cada vez más seguido.

 

La verdad estaba en que yo siempre sonreía y fingía estar feliz, ocultaba mi tristeza bajo esa gran máscara de felicidad. Nadie se había dado cuenta y eso estaba bien, prefería que siguieran pensando que mi vida era perfecta. Volví a casa tras comprar algo de comer pero me encontré con Aomine que había salido a correr. Se detuvo a mi lado y yo fingí de nuevo mi gran sonrisa para evitar que se diera cuenta de mi tristeza.

 

- Kise… ¿Qué haces por aquí? – me preguntó con su sonrisa.

 

- Comprar algo de cenar – le dije.

 

- Creí que cenarías con tu familia – me comentó y a mí se me borró la sonrisa de la cara.

 

- Si claro – le mentí – hemos decidido comer algo de fuera por no cocinar.

 

- Ya veo, eso está bien. Disfruta de la cena en familia, mañana nos vemos en el partido.

 

- Gracias – le dije sonriendo.

 

Vi como se marchaba corriendo de nuevo, girándose a mirarme una última vez mientras sonreía y se colocaba el auricular de los cascos de música. Me giré para ver como se marchaba y cuando le perdí de vista subí a mi solitario piso. Cené solo recordando como Aomine me había dicho que disfrutase la cena en familia… ¡Menuda familia! ¿De verdad yo le importaba a alguien?

 

Me fui a dormir pronto, en cuanto acabé de cenar y me desperté pronto para ducharme y marcharme a jugar ese partido. Al salir por el salón me di cuenta de que todo seguía como lo había dejado yo anoche, mi madre no había vuelto, empecé a pensar que se le podría olvidar el partido aunque conservaba la esperanza de verla allí.

 

Llegué al pabellón de deporte y vi a Aomine allí con su equipo, pero yo al pasar por su lado sonreí como siempre y él me devolvió la sonrisa revolviéndome el pelo. Entré en mi vestuario con mis compañeros para cambiarme al uniforme.

 

Salí al campo, saludamos al equipo rival y dio comienzo el partido, pero sinceramente… yo estaba bastante más distraído mirando a las gradas por si veía a mi madre, hasta que Aomine se cabreó y me dio un empujón tirándome al suelo. Le miré y sonreía con autosuficiencia.

 

- ¿Qué te ocurre Kise? Creí que querías ganarme pero no veo que te esfuerces ¿Qué buscas en las gradas Kise? Yo estoy aquí frente a ti.

 

Ni me dio tiempo a responderle, directamente pasó de mí y encestó frente a mí. El muy descarado seguía provocándome para que le ganase. Estaba triste, no podía negarlo, no había venido mi madre y eso me entristecía, era como si nadie pensase en mí, no había podido sacar unos minutos para mí. Me cabreé y di todo lo que tuve en el campo, le di la mejor batalla que pude a Aomine pero al final… acabé perdiendo frente a él por dos míseros puntos, sólo una canasta.

 

Me quedé en la cancha viendo como las gradas se vaciaban pero no veía a mi madre, nadie había venido a verme a mí excepto las fans. Me entristecí, había perdido contra Aomine y me sentía como si no le importase a nadie. Aomine se acercó a mí pero yo no estaba muy bien en este momento. Agaché la cabeza para que no viera mi dolor y me mentalicé para intentar sonreír cuando levantase la mirada de nuevo.

 

- Me debes algo Kise – me dijo sonriendo.

 

- Lo sé, haré lo que quieras Aomine pero… ¿Puedes darme un momento para cambiarme? – le pregunté sin mirarle.

 

- Claro – me dijo con una voz extrañamente preocupada.

 

Entré en el vestuario y quise ir a la ducha, pero no pude… me senté en el banquillo frente a las taquillas y coloqué la toalla encima de mi cabeza. Uno de mis compañeros fue el primero en acercarse para calmarme, él pensaba que me afectaba perder el partido y en parte sí, pero otra parte era lo solo que me sentía, lo poco querido.

 

Todos se marcharon aunque sentía como tocaban mis hombros intentando animarme por el partido. Cuando se marcharon empecé a llorar sin poder evitarlo más hasta que escuché la puerta y supe que alguien había entrado. Intenté acallar mi sollozo cuando Aomine me levantó de golpe cogiéndome de la camiseta y empotrándome contra las taquillas.

 

- Ni se te ocurra llorar por un partido ¿Me oyes? – me dijo enfadado – no pierdas tu voluntad para luchar.

 

- ¿Qué haces aquí Aomine?

 

- Oh… Aomine – dijo sonriendo – ¿Dónde ha quedado el Aominecchi?

 

- ¿Qué quieres Aomine? – le pregunté.

 

- Mi parte de la apuesta.

 

Sentí los labios de Aomine sobre los míos y no me lo podía creer ¿Por qué me besaba? No entendía nada, yo creí que iba a pedirme algo humillante pero aquí estaba besándome y no podía comprender qué ocurría. Una lágrima resbaló por mi mejilla en aquel momento porque supe que iba a tratarme como a un juego más, yo había visto lo cariñoso que estaba últimamente con Momoi y ahora… venía de esta forma conmigo, eso me dolía, sabía que me utilizaba. ¿Qué era yo para todo el mundo? Nada… eso es lo que era, a nadie le importaba. Me separé de él como pude aunque seguía atrapado entre su cuerpo y las taquillas.

 

- Vete del vestuario – le dije – este es el vestuario de mi equipo.

 

- Ya… pero la apuesta empieza ahora Kise, un día entero obedeciéndome.

 

- ¿Un beso es lo que querías? Pues ya lo has tenido.

 

- ¿Qué te ocurre? – me preguntó girando mi rostro y viendo la lágrima que había derramado correr por mi mejilla.

 

- Nada – le dije cerrando los ojos.

 

- Te ocurre algo, el Kise con el que siempre he jugado lo daba todo en el campo, pero… ¿Sabes lo que he visto hoy? A un niño pijo despistado en las gradas ¿Esperabas a alguna chica? – me preguntó.

 

- No – le dije.

 

- ¿Algún ojeador?

 

- No – le grité enfadado y empecé a llorar frente a él sin poder evitarlo – esperaba a mi madre – le dije - ¿Ya estás contento? Ya tienes tu respuesta. Mi madre no ha venido porque se ha olvidado de mí, de mi partido, no le importo, nunca viene a mis partidos y no sé cómo puedo ilusionarme tanto aún creyendo que vendrá cuando nunca lo hace.

 

- N-No lo sabía – me dijo Aomine.

 

- No le importo a nadie – le dije llorando pero Aomine cogió mi muñeca con su mano izquierda y la presionó por encima de mi cabeza contra la taquilla besándome con más pasión que antes.

 

Sentí su mano derecha coger mi rostro para evitar que me moviera. Su lengua entró en mi boca con fuerza jugando con mi lengua, explorando toda mi boca como quiso, moviendo sus labios a un ritmo intenso al que no conseguía acoplarme. Su cuerpo me empujó aún más contra las taquillas, era un chico alto y me levantó la cabeza un poco con su mano para seguir besándome pese a la cercanía. Cerré los ojos dejándome llevar por él, no entendía nada.

 

- No vuelvas a decir que  no le importas a nadie – me dijo – a mí me importas Kise, no estaría aquí sino me importaras.

 

- No es cierto, te vi con Momoi, estabas flirteando con ella en el parque.

 

Aomine empezó a reírse pero no me soltó. ¿Qué había dicho que le resultase tan gracioso? A mí nada de esto me lo parecía.

 

- Le confesé que sentía algo por ti, le pedí consejo para poder acercarme a ti pero tú siempre eres muy escurridizo. Al final decidí venir a retarte con esta apuesta – me dijo – sólo quería hablar con ella de la apuesta, ya sabes que a Momoi le gusta Kuroko desde hace años. ¿Cenaste solo, verdad? – me preguntó de golpe y asentí – pues desde hoy no volverás a cenar solo Kise – me dijo besándome ahora con más calma, con mayor sentimiento y no pude evitar con mi mano libre coger su cabello con fuerza y dejarme llevar por lo que sentía.

 

Aomine  no quiso soltar mi mano, pero sí soltó mi rostro al ver que empezaba a corresponderle y es que hacía tiempo que sentía algo por él, supongo que desde que le vi jugar, al principio era una mera rivalidad… poco a poco se fue convirtiendo en una obsesión vencerle y ahora… creo que me había enamorado de ese chico, de forma de jugar, de su forma de ser. Fue un proceso lento y yo mismo me negaba sentir algo por él, pero aquel día cuando le vi con Momoi sentí celos, en parte sentí que me arrebataban a otra persona importante en mi vida, sentí que seguiría estando solo pero ahora que él me estaba besando a mí, creo que ya no podía seguir ocultando ni mintiéndome sobre mis sentimientos.

 

- ¿Vas a soltarme? – le pregunté rozando sus labios.

 

- ¿Cumplirás tu parte del trato? – me preguntó.

 

- Si – le dije - ¿Qué quieres Aominecchi? – le sonreí.

 

- Tu corazón – me dijo y empecé a reírme lo que le hizo cabrearse y golpearme en el hombro.

 

- Ey ¿Por qué haces eso? – le pregunté y le vi sonrojado.

 

- Porque te estás riendo de mí, nadie se ríe de mí. Sé que ha sonado muy sentimental pero… es lo que quiero Kise, te quiero a ti sólo para mí.

 

- Sólo podrías tenerme un día y lo sabes, fue el trato.

 

- Entonces siempre puedo retarte a otro partido y vencerte – me sonrió y yo sonreí.

 

- Seré tuyo Aominecchi, mi baloncesto ha perdido – le dije pegando mis labios de nuevo a los suyo – ahora suéltame para que pueda tocarte.

 

El agarre en mi muñeca fue haciéndose más leve y Aomine empezó a bajar mi brazo. Aún no lo había terminado de hacer cuando lo empujé poniendo mis manos en su pecho y cayó sentado en el banquillo apoyando su espalda en la pared. Aproveché a quitarme el pantalón tapándome con una toalla por la vergüenza que me daba y me senté encima de él besándome con suavidad.

 

- Que vergonzoso – me dijo Aomine sonriendo – vamos Kise, quiero verla.

 

- No – le dije sonriendo – no hasta que tú me enseñes la tuya.

 

- Eso está hecho – me dijo bajándose un poco el pantalón y dejando su miembro al descubierto frente a mí.

 

Me deslicé dejando caer mis rodillas al suelo y le di en pequeño lengüetazo a su miembro, tocándolo con cuidado entre mis dedos hasta que lo cogí con fuerza y empecé a moverlo sacando mi lengua para jugar con él. Escuché a Aomine dar algún leve gemido y abrir las piernas para darme espacio al haberme colocado en medio. Recostó su espalda contra la pared y dejó que me metiera su miembro en la boca sacándolo y metiéndolo, lamiéndolo todo lo que pude, dejándome escuchar sus gemidos de placer, cogiendo mi cabello y obligándome a llevar el ritmo que él deseaba.

 

Su miembro cada vez estaba más excitado y me levantó la cabeza pidiéndome que volviera a subir, pero en cuanto me levanté, tiró de mi toalla dejándome al descubierto. Me sonrojé de inmediato pero él con una sonrisa separó su espalda de la pared y metió mi miembro en su boca jugando con él mientra con su mano se masturbaba evitando que su miembro bajase la excitación del momento.

 

Lubricó con su boca su mano libre y metió sus dedos en mi interior intentando dilatarme todo lo que pudo hasta que pasó sus piernas entre las mías y me obligó a sentarme con cuidado en su miembro. Contuve el grito de dolor mientras entraba en él pero al menos, recostó su espalda contra la pared de nuevo mirándome con su sonrisa y dejándome a mi propio ritmo bajar sobre su miembro.

 

Bajé despacio hasta que llegué al fondo y esperé unos segundos asimilando lo que estaba haciendo, le estaba regalando mi cuerpo a Aomine, estaba siendo suyo y no me importaba en absoluto, sólo podía sonrojarme al pensar que él estaba dentro de mí y que se incorporaba un poco lamiendo mis pezones y cogiendo mi miembro con su mano dándome placer. Me moví encima de él, primero despacio y poco a poco, cogiendo mayor velocidad hasta que mis caderas empezaron a moverse solas buscando más profundidad, buscando el placer que ese chico me daba.

 

Me corrí en su mano por el placer llenando nuestros abdómenes con mi semen pero Aomine no acabó ahí. Con una sonrisa, Aomine me levantó de él y me obligó a agacharme apoyando mis manos en la pared entrando de nuevo en mí, agarrándose a mis hombros y penetrándome con mayor profundidad que antes al ritmo que él quiso, desde luego mucho más rápido del que yo había llevado momentos antes. Grité, gemí y jadeé, me excité escuchando los ruidos que también él me regalaba hasta que se corrió en mí.

 

Tras salir de mí, mis piernas que temblaban intensamente fallaron y caí al suelo mientras Aomine se agachaba a mi lado sonriendo y besaba mi oreja. Me ayudó a levantarme y nos duchamos juntos. En algo tuvo razón Aomine… aquella noche no cené solo, él me invitó a cenar fuera y a las doce de la noche en el barrio que celebraba la fiesta de la primavera tiraron los fuegos artificiales. Era la primera fiesta a la que asistía acompañado y creo… que no podía pedir una compañía mejor. En aquel puente del estanque bajo los fuegos artificiales nos besamos y por la mañana… volvimos a retarnos pero esta vez… la apuesta era muy clara, él jugaba para tenerme, yo jugaba para intentar ser yo quien entrase en él alguna vez. Sé que algún día lo conseguiría, algún día vencería a Aomine Daiki pero hasta el momento… yo sólo tenía “Un baloncesto perdido

 

 


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