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Hilo rojo del destino por Laet

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Notas del capitulo:

Sí, estreno nuevo fic. En el grupo Kai x Rei (creado por la siempre adorable Cuma) preguntamos a los seguidores qué tipo de historia les gustaría leer y nos sugirieron un Mpreg, algo que pensé que nunca escribiría, sencillamente porque es completamente irreal, y es difícil tratar de justificar lo injustificable.


No será muy larga -nada que ver con El fuego bajo el hielo- e intentaré actualizar rápido. Habrá muchas cosas resumidas, así que si queréis que me detenga más en algo, pedidlo.

  Gimió. Cada bocanada de aire que entraba en sus pulmones salía en forma de gemido, al ritmo del cuerpo sobre él. Las manos que recorrían su anatomía hacían su piel arder con cada roce. Los besos repartidos por su cuello y clavículas mandaban descargas que lo estremecían. No podía pensar, sólo sentir.

  Nunca había hecho algo así.

  Todo había empezado con una caricia en la mejilla. Él estaba confuso, sobrepasado por las dudas sobre su futuro. Aquel gesto no había tenido otra intención que reconfortarlo. Pero entonces se habían mirado, y se habían perdido el uno en los ojos del otro. Le sorprendió ver tan cercano a su compañero. Le tocó hondo.

  Y quiso más.

  Se encontró besándole, y por primera vez sintió que estaba donde quería estar. Y, por cómo fue correspondido, donde se le quería.

  Volvió a gemir.

  El ritmo iba aumentando. Estaba casi al límite de su aguante. Temblaba, casi sin aliento. Acarició la piel, perlada de sudor, enredó los dedos en el cabello suave y alborotado. Su compañero correspondió a sus atenciones con un beso apasionado.

  No había problemas.

  No había miedo a prejuicios ni reproches.

  Gritó.

  Era sencillamente perfecto.

***

  Contempló a su amigo pensativamente, su mente aún envuelta en una nube de placer. Quizás amigo no era ya el término más exacto, se dijo. No tras lo que acababan de compartir.

  Suspiró profundamente, mientras acariciaba las largas hebras azabaches, desperdigadas en un manto suave. El oriental dormía plácidamente, confiado. Eso le producía una sensación cálida.

  Era una novedad que alguien se fiase de él.

  Se había acercado para tratar de reconfortar a su amigo, y respondió entregándosele por completo. No pudo evitar mandar sus recelos a paseo y abandonarse también.

  Suspiró otra vez.

  Aquello era lo opuesto a lo que le habían inculcado a lo largo de su vida. Ahora quería acurrucarse a su lado y no pensar en nada. Pero la cuestión era… ¿seguiría queriendo lo mismo por la mañana?

***

  Notó la calidez del sol sobre su rostro. Parpadeó hasta que sus dorados ojos se adaptaron a la claridad. Había dormido profundamente, pero estaba cansado, ligeramente dolorido y entumecido.

  Empezó a recordar lo sucedido la noche anterior y se le aceleró el pulso. Se incorporó de golpe, cubriéndose con las sábanas, sonrojado.

  El ruso no estaba a su lado, apreció con una punzada de decepción. Sacudió la cabeza. ¿En qué estaba pensando? Era su compañero, su rival, su amigo incluso.

  Y era un hombre.

  ¿En qué momento había empezado a sentirse atraído por alguien de su mismo sexo? No, no podía ser…

  …Y sin embargo lo destrozaba no haberlo visto al despertar.

  Enterró la cabeza en las manos, confuso. No podía ser, aquello no le podía estar pasando a él. Aquella paz, la total perfección… tampoco podía negarlas… ¿habrían sido una ilusión?

  La puerta del baño se abrió, y el pelinegro se irguió.

  -Kai –suspiró. A su pesar el corazón le dio un brinco de alegría dentro del pecho al ver al bicolor, todavía con el cabello húmedo y a medio vestir.

  -Ray –respondió el otro a media voz. Parecía preocupado, pero como de costumbre se mostró contenido.-¿Cómo te encuentras?

  -Bien, creo –tragó saliva. Teniendo al joven delante recordaba, no sólo la atracción, sino por qué le había atraído.

  -Me alegro –esbozó una leve sonrisa que dejó sin aliento al oriental.-¿Quieres que hablemos o…?-preguntó, seguramente notando su turbación.

  -No lo sé –murmuró tras una larga vacilación.

  Kai se acercó con movimientos pausados y se sentó a su lado, manteniendo una decorosa distancia.

  -Anoche parecías seguro –dijo suavemente, no como reproche, sino constatando el hecho.

  -Anoche… -repitió. Las cosas se veían diferentes en la noche. Era fácil olvidarse del mundo y dejarse llevar. Por la mañana regresaba la cordura y…

  -Mírame.

  Lo hizo.

  Los ojos carmesí eran cálidos, casi dulces. No era una ilusión.

  -¿Te arrepientes?

  -No –respondió, casi sin pensar. Le habían enseñado que aquello estaba mal, pero nunca la razón.

  Y él no se la veía, por muchas vueltas que le diese.

  Kai esbozó una sonrisa torcida y se inclinó sobre él. El pelinegro recorrió los centímetros que los separaban y lo besó de buena gana, rodeándole el cuello con los brazos, mientras los de Kai hacían lo propio con su cintura. Los besos eran cada vez menos inocentes, y las caricias, más ávidas. Todo indicaba que acabarían como la noche anterior.

  Y ninguno tenía la menor intención de detenerlo.

***

  Su dedo índice trazaba dibujos abstractos sobre la pálida piel del bicolor, que seguía el movimiento con expresión divertida.

  Habían vuelto a hacerlo. Era definitivo. Ya no podía negar que le gustaba. Mariah era una chica hermosa, le agradaba… pero no tenía ni punto de comparación con lo que le despertaba Kai con sólo un roce.

  El ruso se removió y se incorporó sobre sus codos, todavía mirándolo.

  -Hace una hora que deberíamos estar entrenando –dijo.

  Ray parpadeó, perplejo.

  -Después de esto… ¿sólo piensas en entrenar?-le parecía fuera de lugar.

  El otro rio por lo bajo. Extendió una mano y la hundió en su espesa cabellera negra como la tinta.

  -Se me ocurren cosas mejores que hacer –ronroneó-, pero si no damos señales de vida alguien vendrá a buscarnos, ¿no crees?-acarició su nariz con la suya, y rozó apenas sus labios, tentadoramente.

  Se levantó riendo antes de que Ray pudiese reaccionar.

  -Eres cruel –protestó el chino, sorprendido ante aquella inesperada faceta juguetona del ruso.

  -¿Vienes a la ducha o prefieres seguir quejándote?

  El pelinegro se sonrojó. Le indignaba un poco que jugase con él… pero apenas tardó unos segundos en decidir que era más divertido dejarse llevar.

***

  -No voy a volver –dijo en tono cansado.

  Llevaban semanas hablando del mismo tema una y otra vez.

  -¿Por qué?

  Se pasó las manos por el pelo. Mariah estaba acabando con su paciencia. A veces le tentaba revelarle lo de Kai, aunque todos en su aldea lo repudiasen, sólo para que lo dejase en paz.

  No tenían exactamente una relación. Tonteaban cuando estaban a solas. Se acostaban. Kai era amable, trataba de animarlo cuando estaba preocupado, pero no le hacía preguntas personales. Tampoco él estaba seguro de querer algo serio. El bicolor le gustaba bastante, pero no sabía si era amor.

  -No quiero estar allí.

  En su momento había creído amar a Mariah, que algún día se casarían y formarían una familia… pero aquellos sentimientos quedaban en nada al compararlos con el cariño que le tenía a Kai. ¿Cómo podía, pues, asegurar que estaba enamorado?

  -¡No lo entiendo!

  El chico suspiró, intentando no perder los nervios. Alguien debía mantener la cabeza fría.

  -Porque sólo de pensar en volver me siento atrapado. Quiero viajar, ver mundo, conocer gente…

  -¿Es que nosotros no bastamos?-insistió, con los ojos húmedos.

  Ray leyó entre líneas. La verdadera pregunta era si ELLA no era suficiente.

  Se giró y lanzó su blade al plato de entrenamiento.

  La chica se echó a llorar.

  -¡Te odio! –soltó, antes de salir corriendo.

  "No hagas preguntas si no quieres oír la respuesta" pensó, pero se mordió la lengua. Por comentarios cortantes como aquel la gente pensaba lo peor de Kai. En realidad no era un mal tipo, su frialdad surgía de una mezcla de desconfianza, exasperación e indiferencia hacia el mundo en general. Sentimientos que empezaba a comprender.

  Los amigos con los que se había criado lo presionaban para que regresase a su pequeña villa, sin intentar entenderle. Estaba a dos pasos de volver a ser llamado traidor. Eso sin contar que Lee se pondría hecho una fiera cuando viese a Mariah llorando. Max estaba muy ocupado esforzándose por conservar su plaza en el equipo estadounidense, y demostrar que no había llegado hasta allí sólo gracias a su madre. El Jefe, centrado en su investigación. Hilary, en sus estudios. Y el humor de Tyson variaba entre el orgullo de seguir siendo campeón y el resquemor por la desintegración de los Bladebreakers.

  Así que estaba claro. Ahora que la competición había terminado era el momento de marcharse.

  Driger se deslizaba por el plato, siguiendo sus órdenes sin vacilar. Desde que había tomado aquella decisión su equilibrio había mejorado.

  Definitivamente era lo mejor para él.

***

  Llevaba toda la tarde aovillado en su cama, sollozando. Era inevitable, pero dolía. Más adelante le haría más fácil romper con su pasado… pero ahora era una tortura. Oyó que se abría la puerta, pero no trató de disimular su pena. Lo bueno de Kai era que apreciaba la franqueza.

  -¿Ray?

  Y él estaba francamente hundido.

  -Ray, ¿qué ha pasado?-se acercó con cautela.

  -M-me od-ian –hipó.

  Kai se sentó a su lado y le frotó la espalda. En las últimas semanas se había acostumbrado al contacto con el oriental, y gestos como aquel empezaban a resultarle naturales.

  -No entienden que no quiera volver –sorbió por la nariz.-Mariah me detesta. Lee está furioso.

  El ruso se tendió junto a él y lo abrazó. Ray se dio la vuelta para quedar de cara a él y hundir el rostro en su pecho.

  -¿Sabes ya adónde irás?-inquirió con suavidad. El pelinegro murmujeó una negativa.-Si puedo ayudarte sólo tienes que pedirlo, lo sabes ¿verdad?

  Ray se secó las lágrimas.

  -No quiero ser una carga.

  -Ray… -suspiró. Habían tenido antes aquella conversación. Al oriental le repelía la idea de no valerse por sí mismo, y al bicolor le resultaba inaceptable dejarlo a su suerte.

  -Lo sé… no soy débil por pedir ayuda –lo miró con seriedad.-Pero quiero intentarlo.

  -Hn… -no podía menos que respetarlo. Él hubiese hecho lo mismo en su lugar.-Al menos prométeme que me llamarás. Tanto si necesitas algo como si sólo quieres hablar.

  Los ojos dorados destellaron, llenos de gratitud, y lo abrazó con fuerza.

  Significaba mucho para él.

  Sobre todo viniendo de quien venía.

***

  Era el único en el aeropuerto para despedirle. Presumiblemente, era también el único que sabía adónde iría. Ese privilegio lo animaba frente a la amarga perspectiva de tener que dejar marchar a oriental.

  Llevaban… ¿cuánto? ¿Un mes…? En aquella especie de relación, y él ya se había hecho ilusiones, inconscientemente, de que se quedaría a su lado. Era impropio de él. Tan impropio como real.

  -¿Lo tienes todo?-preguntó con voz laxa, rompiendo el silencio que se había instalado entre ambos. Si hubiese sido otra persona la que estaba a su lado, no se esforzaría. De hecho, ni siquiera estaría allí.

  Pero era Ray.

  -Eso creo –revisó sus bolsillos, comprobando que llevaba consigo el pasaporte, el billete, su teléfono y su cartera. Su bolsa de viaje descansaba en sus rodillas, pero no se molestó en repasar sus pertenencias. Era demasiado tarde para regresar a por nada, así que lo que se hubiese olvidado se quedaría atrás. No tenía sentido angustiarse.-Sí, está todo –lanzó una sonrisa al bicolor, que respondió con un sencillo asentimiento de cabeza.

  Ray estaba tentado, muy tentado, de abandonar sus planes, abrazarlo, besarlo y jurarle que nunca lo dejaría. Cualquier cosa con tal de borrarle aquel rastro de desdicha de la mirada. Pero no podía. Tenía que salir al mundo, sin ayuda de nadie, arriesgarse y crecer.

  Madurar.

  Alzó la cabeza instintivamente al oír la musiquilla que precedía a los anuncios por los altavoces. Avisaban de que ya podían ir a la puerta de embarque de su vuelo.

  Sin mediar palabra caminaron hasta el puesto de seguridad. Allí Ray se detuvo, indeciso.

  -Kai… -el ruso lo miró, inquisitivo.-¿Cuáles son tus planes?

  -Volveré a Rusia –repuso en tono monocorde. Entonces pareció recordar algo. Metió la mano en un bolsillo y extrajo un papel que tendió al pelinegro. Ray desdobló la hoja y se encontró con una serie de símbolos, que reconoció como alfabeto cirílico, seguidos de varios números.-Mi habitación allá está tan vacía que parece una celda. He pensado que, ya que vas a viajar por el mundo, podrías mandarme algún recuerdo… aunque sólo sea una postal –su voz se fue haciendo más vacilante a medida que hablaba.

  Ray sonrió, enternecido. Era la forma que tenía el bicolor de decirle “Escríbeme”.

  -Así que ésta es tu dirección –comentó señalando el papelito.-Descuida, te mandaré los recuerdos más horteras que sea capaz de encontrar –le guiñó un ojo. Consiguió que a Kai se le escapase una risa. Su corazón aleteó en su pecho. Sacudió la cabeza, intentando disipar su rubor.-Te-tengo que irme ya.

  -Sí… -se sentía algo estúpido. Tuvo que respirar hondo para calmarse.-Buena suerte. Y si necesitas algo…

  -Te llamaré –completó Ray con una cálida sonrisa. Se dio media vuelta y desapareció entre la gente.

  Kai se quedó allí, mirando por los amplios ventanales, hasta que el avión despegó.

  Nunca se había sentido tan solo.


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