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Fucked Up por JHS_LCFR

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Notas del fanfic:

Como respuesta al reto llevado a cabo por Confesiones Buenas de Fanfics C:

Notas del capitulo:

...Últimamente tengo ganas de entrar a muchas galas y retos y eso...y nada, así quedó.

Fucked Up.

 

Abrió los ojos ante el leve mecer de las sábanas, levantándose como queriendo estirar con un bostezo, luego bajando como queriendo atrapar el aire entre sus no manos para terminar cayendo sin remedio alguno, acariciando la piel de un intruso nuevo en la cama, registrando los centímetros de antebrazos y codos y piernas para grabar la esencia.

Jongin había llegado de nuevo. Tarde.

Y Kyungsoo se había olvidado de hacerse el dormido, acostado boca arriba y ojos clavados cansadamente en el techo, intentando seguir por enésima vez las grietas y los bordes de las manchas de humedad. Y cuando eso ocurría, sólo podía esperarse una cosa.

-Lo siento. De nuevo me retuvieron en el trabajo.

Pero Kyungsoo no le creía. Aunque tampoco le importaba ya.

-No pasa nada—contestó.

Ya nada importa.

 

 

Pasaron las horas pero no pudo conciliar el sueño, por lo que se mantuvo girando y bufando con medio cuerpo fuera de las sábanas hasta que su cuerpo tiró en desesperación y lo dejó sentado a un borde, demasiado cansado como para moverse pero demasiado molesto como para volver a acostarse y pegotearse con su propio sudor.

El verano resultaba aplastante, pero más insoportable era la humedad: sentía que todo se le pegaba, que no era más que una babosa de cabellos negros cortos y ojos grandes, que se arrastraba por ahí dejando charcos de transpiración y adhiriéndolo todo como una ameba indefensa, incapaz de quitarse la sensación de aglutinamiento de hasta debajo de las uñas de los pies.

Tomando aire y refunfuñando por el esfuerzo físico, se levantó en silencio y salió de la habitación: Jongin no lo escucharía, nunca lo haría porque siempre llegaba cansado o molesto; además, había acomodado el ventilador de pie para que le diese de lleno a él. Si Kyungsoo salía a la cocina a través de la puerta chirriante, no podría decirle nada, no lo notaría…como venía pasando desde hacía ya un tiempo...considerable.

Harán ya…dos, tres meses…sí, ya casi son tres.

Kyungsoo no era ningún imbécil, y sumado a que Jongin no sabía coartarse a sí mismo bien, no le resultaba nada difícil atar cabos: el chico llegaba tarde, inhumanamente tarde y se tumbaba en la cama, agotadísimo. Desaparecía luego del almuerzo y durante toda la tarde, no se comunicaba en ningún momento vía mensajes y la última vez que había vuelto a desfallecer en el colchón a altas horas de la noche…llevaba la camisa al revés.

Bien podría tratarse de algo natural, se dijo a sí mismo, sin saber en qué momento había ido al baño para termina saliendo al pasillo para doblar y sentarse en una silla del comedor. Después de todo, Jongin trabaja gracias a la exposición de su cuerpo: un modelo de ropa interior puede tender a vestirse del lado del revés, del lado de adentro. No obstante…

En cuanto el hilo de su pensamiento cayó por el cansancio y el agotamiento insalvable del insomnio, sonrió en un suspiro y movió los hombros: dejando caer la cabeza hacia adelante, entrelazó sus manos y hundió los codos en sus rodillas, dejándose arrullar por el motor de la heladera y el segundero del reloj de la cocina.

 

 

Abriendo la puerta del refrigerador, dejó que la luz mortecina le dañara los ojos y le inundara de brillo celestino el pecho: mirando qué había para comer, retiró un pequeño tupper blanco redondo con tapa azul sin cerrar y con un cubierto dentro, acariciando la salsa endurecida que bañaba la comida: la idea de que Jongin no entendería ese símbolo lo desalentó mientras caminaba hasta el microondas a descongelar la pasta; no obstante, no quería darle señales a Jongin de que sabía, o más de que lo sospechaba.

Pero hubiese sido lindo…quizás melancólicamente romántico…que hayas entendido que dejo el cubierto adentro porque hago esto todas las noches.

Todas, las putas, noches.

Quizás fue la frustración o el enojo del momento, quizás fue la necesidad de volverse nuevamente el centro del Universo de su amigo, amante y posible enemigo, pero Kyungsoo no lo pensó dos veces y mucho menos le importó el ruido, por lo que tiró dentro el recipiente para que golpease contra las paredes y cerró de un portazo, presionando los botones cinco o seis veces para luego cerrar los ojos y concentrarse en la lucecilla naranja del aparato, en el vibrar y zumbar del plato que sostenía todo y giraba…en serio no sabía por qué, lo único que sí sabía es que lo quería hacer.

Quería hacer ruido. Quería sacudir el suelo, el cielo y todo el departamento y quizás romper un par de cosas…pero él no era así, Kyungsoo no era así e incluso agradecía no serlo, porque si se transformaba en una cucaracha histérica Jongin le pisaría, le contaría la supuesta verdad que Kyungsoo imaginaba y ahí…ahí quería verse él, tratando de sobrevivir a las palabras, a la mirada fija y al silencio acompañado de la oscuridad.

Tratando de respirar, tratando de entender que las cosas, en efecto, eran así…ahí se quería ver, intentando levantarse y caminar y salir para adelante.

Los cinco pitidos del microondas pitaron en sus oídos con una sorprendente intensidad, y el vibrar deteniéndose con un chirrido del plato y los engranajes picó en sus orejas como víboras que le inyectaban veneno además de arrancarle pequeños pedazos de tímpano y carne: tapándose por el dolor, frunció el entrecejo y tanteó la manija de la puerta para sacar el plato humeante; notó que no se había movido en minutos.

Las piernas pesaban, se derretían por la onda calurosa que le pegaba los vellos de la pierna a la piel pero a la vez se mantenían estoicas y resistentes como piedras, intentando fijarlo en un punto sin retorno, incómodo para mirar, para pensar y vivir.

…No podía vivir así.

Un ronquido lejano de Jongin terminó de sacarlo de quicio: dejando de golpe el tupper en la barra de desayuno, caminó a prenderse el aire acondicionado a pesar de que su novio lo detestaba, y volviendo a sentarse en la silla corrida, manoteó el tenedor para empezar a enredar los fideos.

Le pagaría con la misma moneda.

Si no conseguía dormirse hasta calmar sus locuras, Do Kyungsoo buscaría una persona con la cual entretenerse esa misma mañana, aquella que lo recibía por las ventanas con tintes lilas y violetas.

 

 

El tema era…

¿Cómo se empieza?

Kyungsoo miró a su alrededor, desesperanzado: ¿Cómo carajo se comenzaba a tener una aventura? ¿Se buscaba, simplemente sucedía? ¿Y qué sucedía si uno quería que fuese puramente por venganza, sin sentimientos de por medio? A ver, una aventura, un amorío no podía ser tan difícil de conseguir: en esa calle había gente, demonios. Estaba asquerosamente repleto de transeúntes y Kyungsoo podía divisar a más de un varón apuesto y dispuesto a todo, porque simplemente…emanaban esa sensación de ‘me cago en mi pareja y hago lo que quiero’.

Ah, aguarden, pensó de repente, parado en una esquina con doble senda peatonal, el viento espeso aturdiendo sus sentidos y volviéndolo una masa grasosa y caliente. Quizás yo no emano esa aura…y quizás por eso no me busquen…ni consiga.

Suspirando, no podía creer que en quince minutos ya tuviese su plan frustrado: de todas maneras, sabía que no tenía ni quería darse por vencido, pero teniendo en cuenta que eran las once de la mañana, que hacía un calor de morirse y que todos tenían tres cuartos del cuerpo expuestos violentamente…la sensación de victoria no se sentía cercana. Y mucho menos empezaría a buscar si nadie le generaba cierta impresión de misterio.

Kyungsoo quería que su atracción naciese del tirón del misterio. Quería alguien a quien pudiese mirar a los ojos sólo después de levantar demasiado la cabeza, y quería poder chocar contra las pupilas en vez de poder perderse en ellas como un campo conocido de raíces a flores.

Quería poder sentir el poder. El poder de alguien más de decir ‘hasta aquí pasas, no se puede avanzar más’.

Kyungsoo quería un maldito reto.

No como Jongin, que se olvidaba de no susurrar nombres ajenos mientras dormía.

 

 

Bueno, esto sí que ha sido una pérdida de tiempo, repuso, echando sin cuidado su mochila a la silla de un ciber-café mientras puchereaba en molestia, para luego recordarse de que debía abandonar esos estúpidos gestos de ternura: porque eso no lo volvería deseable para una aventura…lo volvería deseable para una estúpida noona cougar y desesperada. O peor…lo vovlería deseable para tipos como Jongin.

Frotándose los brazos para sentirlos secos, se sentó moviendo la mochila a la superficie de la mesa y pidió un té helado en cuanto una joven estudiante corrió a atenderlo, mirándolo con uan exagerada atención y dulzura…como si de verdad quisiese estar ahí, en ese momento, atendiendo a un muchacho un poco más alto que ella y con mejores piernas y cintura.

Bueno, bueno…tampoco eres perfecto, se calmó. Ahuyenta toda esta amargura, siguió, posando el codo en el puño y mirando alrededor, ya encontrarás algo…y ahí podrás hacer lo que quieras, y luego mandar todo a la mierda.

En realidad, Kyungsoo no estaba muy seguro de lo que haría después: calculando mentalmente, sintió su frente arrugarse por enésima vez. Si conseguía a alguien, ¿Qué haría? ¿Se encontrarían en ciber-cafés como esos a hablar de la vida? ¿Hablarían sobre lo que estaban haciendo, que lo que estaban haciendo estaba mal?

¿Tendrían solo sexo? ¿La otra parte buscaría eminentemente un nuevo amor? No. No, no, no y no, concluyó sacudiendo la cabeza y desacomodando su flequillo para hacer el ridículo frente a la joven que le traía la bebida y dos tostadas, cortesía de la casa: agradeciendo con un corto asentimiento, rodeó con los dedos el vaso y abrazó el frío, cerrando los ojos y suspirando de placer cuando se hubo asegurado de que estaba en aquella esquina apartada del lugar y solo: minutos y un par de sorbos después, relajó los hombros y abrió la mochila para sacar la laptop; aprovechando que su mañana era un fiasco, escribiría la tesis y avanzaría un poco en su trabajo de recibirse para poder ejercer la maldita docencia de una maldita vez.

Tecleando y cliqueando, sintió que su cuerpo se acomodaba mejor en la silla y que el alma le sonreía: tecleando y reescribiendo y volviendo a borrar, sintió que las piezas en su interior poco a poco encajaban, y revisando las notas con las citas y las fuentes, su sonrisa se fue ensanchando.

Entonces un ruido seco frente a él lo aturdió y lo obligó a erguir la espalda y mirar por sobre el borde de la computadora: alguien se había sentado sin descuido enfrente suyo. Y aquello le molestó: frunció el entrecejo.

-Emh—carraspeó, llamando la atención del chico—, disculpa, esta mesa está ocupada—y el extraño lo miró con ojos precisos y redondos, como no entiendo el idioma, como si estuviese demasiado colocado como para siquiera pestañear.

-Sí, la mitad tuya—contestó rápidamente señalando la computadora con el mentón; en cuanto se descolgó el bolso y levantó la solapa para retirar comida, Kyungsoo bajó la tapa de su laptop de golpe y miró de chusma, molesto.

-No puedes comer eso aquí—espetó, sacudiendo la cabeza—, cámbiate.

-¿Por qué? No eres el dueño del ciber ni trabajas aquí.

-Pero perturbas mi ambiente.

El extraño carcajeó.

-Por favor, ¿En serio, eso es todo lo que tienes? Me quedaré aquí, cuando termine de almorzar, me iré. Así de sencillo, no notarás que estoy aquí.

-Pero lo estás—gruñó Kyungsoo, tamborileando los dedos sobre el logo de la pc, impaciente—, y eso me molesta. Vete, hay un montón de mesas libres por ahí.

-Sí, pero a mí me gusta éste lugar en especial. Y por eso comeré aquí.

-¿…Qué parte no entiendes de…?

-Hey—le entrecortó el desconocido, entornando los ojos y acercándose por sobre la mesa con los codos, las manos aferradas a un tupper cuadrado y violeta, además de una fruta—, comeré donde se me cante la gana y listo. Punto.

-Maldita sea—resopló Kyungsoo, mirando alrededor y levantando un brazo—¡Camarera!—pero ni bien alzó la mano, los dedos del otro viajaron audaces hasta su muñeca para tirar hacia abajo, y Kyungsoo abrió los ojos presa de la mezcla de la furia, la sorpresa y el miedo—¿¡Qué haces!?

-Vas a comer conmigo, aquí—sentenció serio, sus orbes oscuras buscando la sumisión de Kyungsoo al pasar de una pupila a la otra—, no es para tanto, ¿Sí? No soy un monstruo, y tampoco pienso robarte ni nada de eso.

-¡Suéltame entonces!—protestó, igual de agudo que un niño, antes de que la moza llegase.

-¿Necesitan algo?

-Él quiere un poco de agua y un tostado, si es posible—sonrió el extraño, eclipsando su rostro con las filas de dientes rectos y blancos, como queriendo deslumbrar con ojos pequeños y torcidos en pos de lucir como un ángel—, ¿Puede ser?—jugueteó, meciéndose en su lugar y ocultando los dientes tras sus labios largos pero delgados, y la chica sonrosada sólo pudo asentir y correr hacia el mostrador, tecleando y abriendo puertas de microondas, manoteando heladeras chicas y rebuscando desesperada por la botella adecuada con la mirada—. Listo—siguió, retomando su seriedad y mirando a un Kyungsoo aturdido, que fijaba su vista en la muñeca atrapada con asco, pues el contacto y la presión de los dedos le hacían transpirar—, no es tan malo conocer gente nueva de vez en cuando, ¿Cierto?—preguntó, soltándolo poco a poco.

Y antes de contraatacar, Kyungsoo miró su muñeca húmeda.

Sintió como si le faltase algo. Algo que en realidad nunca tuvo y que quizás no tendría nunca.

 

 

-Así que te llamas Chanyeol y eres un maniático acosa personas—resolvió mientras el chico extraño y alto abría la puerta y le dejaba pasar: frenando en la vereda y girando sobre sus pies, lo escrutó, confundido—¿En serio sentiste que me sentía solo?—y el alto asintió, despreocupado—, no entiendo, ¿Qué te hizo pensar que necesitaría ayuda o, como dijiste, consuelo?

-Te vi desde la florería mirar alrededor—explicó, señalando el local de la vereda de enfrente a la esquina donde Kyungsoo había terminado su búsqueda—, te veías solito y desolado. Y como a mí no me gusta estar solo, decidí ayudarte—Kyungsoo arqueó una ceja, y Chanyeol suspiró porque el pequeño no estaba entendiendo—, no puedo ver a alguien triste o solo o perdido y hacer de cuenta que no vi nada—murmuró, hundiendo las manos en los bolsillos de su pescador descocido y negro, resaltando los músculos en sus brazos, además de torcer el tatuaje en su antebrazo derecho—. Puedes reírte si quieres, pero en serio sentí que estabas perdido.

Kyungsoo guardó silencio, estudiándolo.

-¿Estás seguro de que era sólo eso?

-Bueno…también me pareciste medio lindo, sí—redujo, encogiéndose de hombros y mirando a un costado, perdiéndose la primera sonrisa de Kyungsoo descuidada y repentina—. Qué sé yo, me pareció una buena oportunidad para, no sé…conocerte.

-Conocerme metiendo miedo, claramente.

-Sí…perdón por eso—repuso, medio tentado y medio acongojado, mirándolo de reojo mientras rebuscaba alguna partícula de polvo interesante entre sus pies—, y bueno…se supone que ahora debería pasar algo…o alguno de los dos debería decir algo estúpido como…no sé…

-Dame tu número de teléfono—sonrió Kyungsoo—, dámelo y dejémonos de rodeos. Tengo toda la tarde libre, y no me gusta no tener algo para hacer.

 

 

Chanyeol rió fuerte y alto mientras se mecía en el césped a un costado de un sendero de adoquines ubicado en la plaza: tomándose del estómago, evitó la mirada acusadora de Kyungsoo, sentado perfecta y equilibradamente a su lado, ajeno a la frescura del lago y al graznar de los patos, molestos por las risotadas del alto, del más o menos desconocido.

-¿Pretendes tener un amorío buscándolo en el medio de la calle, un lunes a las once de la mañana? ¡Eres increíble!

-Hey, es la primera vez que lo hago—se defendió, infantilmente sincero—, no tengo idea de cómo hacerlo. Probablemente a la primera sea un asco.

-Eres tan malo que ni siquiera tendrás una primera vez. Y si la tienes, también será la última.

-No te hagas el idiota. Tú no eres muy atractivo que digamos, si nos ponemos a calcular.

-Soy hermoso y puedes chupármela por ese comentario estúpido—retrucó Chanyeol, reacomodándose y peinándose el flequillo sobre las cejas—, a pesar de mis ojos y mi boca y mis orejas, soy apuesto y tengo encantos que tu estúpida novia no debe tener—y en cuanto notó el sonrojo en las mejillas del bajito, Chanyeol se calló y frunció el ceño—¿Dije algo malo? Lo de chuparla no era en serio.

-No. Es que yo…no tengo, no—tragando saliva y mirando al cielo y luego abajo, Kyungsoo se rascó la nariz, aprovechando a ocultar sus labios tras la palma—, mi pareja no es mujer.

-Oh, disculpa, como no habías aclarado…

-No pasa nada—negó, sonriendo tímidamente mientras luchaba por volver a mirarlo a los ojos—, generalmente uno entiende que se trata de alguien del mismo sexo cuando se dice ‘mi pareja’.

-¿Ah, sí? Yo simplemente tiro la palabra ‘novio’…ahora que lo pienso, pude haberme ahorrado muchos momentos incómodos—Chanyeol se pellizcó dubitativo el labio inferior, y escuchar la risa de Kyungsoo le torció la cara en alivio—¿Ves? Ahora sí estás más relajado…me preocupaba haber arruinado todo.

-¿…Y con eso, a qué te refieres?

-Pensé que te levantarías y te irías ofendido. Y de verdad…la estoy pasando bien contigo—sonrió, sereno y tendiéndole una mano—. Gusto en conocerte, chico bajito.

-Te dije que me llamo Kyungsoo, estúpido—rió, y le apretó la mano—, gusto en conocerte, mentiroso de las auras, Chanyeol.

-¿Podemos decir que somos conocidos?

-…Sí, creo que sí. Supongo.

 

 

-¿Te sientes culpable?—le preguntó despacito, intentando no aturdirlo ni arruinar el momento. Para su sorpresa, Kyungsoo siguió mirando el techo, manos cruzadas sobre el pecho desnudo y tranquilo.

-Increíblemente…no—respondió, resoplando sereno—. Me siento…raro—explicó, sintiendo la seda descansar fría pero eléctricamente sobre su cuerpo—, pero no en un mal sentido.

-Siempre que quieras parar, debes avisarme, ¿De acuerdo?—dictaminó Chanyeol, acostándose de costado e incorporando medio cuerpo, apoyado en un codo—, no quisiera ver cómo se va todo al trasto—continuó, buscándole el mentón con los dedos para hacerlo mirarle—. En serio, quiero estar al tanto de tu posición, siempre, sobre todo.

Kyungsoo sintió un asomo de sonrisa trotar por el borde de su cara, pero se contuvo y levantó apenas una comisura, asintiendo mientras abrazaba metafóricamente la genuina preocupación de Chanyeol, que se agachó para poder besarle y luego envolverlo en sus brazos.

¿Qué hago?, se dijo, sintiendo la gélida piel acoplarle la temperatura corporal, presa más de la agitación que de la calentura: no tenía idea de dónde estaba, sólo sabía que aquel no era ni el lugar de Jongin ni su lugar…pero de alguna forma se sentía como en su casa.

El aire acondicionado lo adormilaba, y mientras entornaba los ojos cada vez más y más, pensó en la desnudez y en el sexo de Jongin.

Jongin era despampanante, era fuerza, era vida y era pura sexualidad, Jongin era para ser contemplado e inalcanzable, deseado por muchos y alcanzado por uno solo, por ‘un solo’ que a no sentía afortunado, sino engañado y herido.

Y no necesariamente porque Jongin no le fuese fiel…sino porque Kyungsoo había caído poco a poco en la cuenta de que Jongin nunca lo admiraría como Kyungsoo lo admiraba a él…fuese física, mental o sentimentalmente.

Jongin era un eclipse, Jongin era tierno y dulce e infantil pero también era una bola de fuego sin fronteras, y el joven a veces cruzaba la línea y no sabía que lo que hacía estaba mal, por lo que nunca se molestaba en pedir disculpas o en aprender luego de volver.

Volver.

…Kyungsoo no quería volver. Porque en esa casa, a esas oscuras más celestes de la tarde y bajo esas capas de frío tranquilizador, él era para sentirse cómodo y diferente.

La desnudez y el sexo de Chanyeol eran diferentes.

Era una piel sincera y preocupada, consternada y viva, con temblores, con sustos y sonrisas. Era un sexo fuerte pero no brusco, era un sexo siempre atento y cuidadoso, acompañado del roce de las yemas contra sus pómulos, para que todo estuviera bien.

Jongin era fuerza desmedida.

Chanyeol era paciencia y realidad, como el tenue frío que le tranquilizaba esa tarde de verano brutal y austero.

 

 

 

 

 

 

 


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