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Despertando al corazón por Ann17

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Notas del capitulo:

¡¡Hellooooooo lovers!!

Primero, quiero llorar, sí, porque ayer cometí la mayor locura del mundo. Borré el fic T-T sin querer!!!! Y ahora he de subirlo de nuevo... ¡MATARME PLIS!

Adiós a los más de 140 reviews que tenía, adiós a los casi 30 capítulos T-T esto pasa por ser novata T-T

En fín, aquí estoy, subiendo de nuevo la historia. A mis fieles lectores, perdonarme, justo hoy iba a subir el último capítulo y ha pasado esto... Soy una empanada, no tengo perdón *LLORA*

A los nuevos lectores (espero que los haiga :3) espero que os guste el fic!

Capítulo 1
El día en que todo cambió

 

 

 

La mañana del veinticuatro de diciembre, me levanté de golpe ante un ruido proveniente de la planta baja. Miré la hora en el reloj y vi que eran pasadas las once de la mañana. Supuse que mi tía había tenido que salir a hacer algún recado urgentemente, porque habitualmente no me dejaba dormir hasta tan tarde.

Fui al lavabo y me duché rápidamente. Aún algo atolondrado por haber dormido tantas horas. Ya me había acostumbrado a levantarme a las seis de la mañana, como cada día desde que vivía aquí, pero la noche anterior había tenido un fuerte dolor de cabeza y decidí tomarme un par de aspirinas. Fue un milagro poder conseguirlas sin que nadie me viera.

Así que aquella mañana, me duché, me vestí y bajé a ver que era todo aquel escándalo. Recorrí el largo pasillo hasta las escaleras y me detuve al ver a tanta gente. Me quedé inmóvil en las escaleras, viendo como varios hombres y mujeres entraban y salían de casa cargados con muebles, moquetas, sillas y demás.
Bajé despacio las escaleras, y entré en la cocina. Allí estaban las cocineras habituales, dos mujeres que median casi metro noventa, rellenitas y con una redecilla en el pelo.
– ¿Q-Qué pasa allí fuera? -Pregunté confundido.
Elise, la cocinera, me fulminó con la mirada. Cabe decir, que tenía terminantemente prohibido hacer cualquier tipo de pregunta.
–No es asunto tuyo, niño.
Suspiré, recordándome lo idiota que había sido al creer que ellas me contarían algo. Cogí una rebanada de pan, unté mantequilla y mermelada en ella y me serví un vaso de leche. A los pocos minutos, un par de hombres entraron, hablaron con la otra cocinera, Rose, y se fueron. Yo no aparté la vista de mi desayuno hasta que hube terminado.
Me levanté, fregué el plato y el vaso y me dispuse a salir de allí lo antes posible, cuando Elise me llamó.
–Tu tía quiere verte en su despacho. Es urgente.
–Está bien.
Genial. Iba a empezar bien el día. Seguro que me echaría la bronca por haber dormido hasta tan tarde, y por no haberle hecho el desayuno a ella y a sus insoportables hijos. Emily y Jim. Que además de ser sus hijos, eran mis primos. Y para colmo, ambos idénticos. Lo único que les diferenciaba era el sexo.
Aunque sabía que Jim y Emily solían compartir a sus ligues. Algo tan asqueroso como secreto. Secreto porque mi tía no lo sabía. Era una buena baza que me escondía debajo del brazo. Sabía que ella me creería si le contaba que su querido hijo era gay y compartía a sus amantes con su hermana. Tenía pruebas. Fotografías que había logrado conseguir.
Así que me aprovechaba de eso para mantenerlos alejados de mí.
El motivo por el cual vivía con mi tía Agatha y sus dos hijos, era porque hacía apenas un año que mi madre había fallecido. Era una mujer enferma y débil, que no tuvo una vida feliz junto a mi padre, un hombre violento, borracho y que cada noche pagaba con nosotros sus frustraciones. Cuando él murió en aquel accidente de coche hace tres años. Mi madre y yo pudimos respirar aliviados. Pero aquella felicidad duró poco.
Un mes más tarde, empezaron a llegar las cartas. Cartas en las cuales ponía que si no pagábamos la cantidad que nos pedían en dos meses, nos lo quitarían todo. Yo apenas podía pagar algo con el escaso sueldo que recibía en el supermercado donde trabajaba cuando salía del instituto, y mi madre hacía años que no trabajaba, mi padre nunca quiso que lo hiciera, para él, ella solo era útil para limpiar, hacer la comida y servirle a él.
Por eso, cuando mi madre murió, me había visto obligado a irme a vivir con una mujer tan retorcida y repugnante como mi padre. Mi tía. Una arrogante mujer que solo había permitido que viviera con ella por mi herencia. Un dinero que mi madre tenía, perteneciente a sus fallecidos padres y que yo adquiriría al cumplir los dieciocho años.
Cuando supe que debía ir a vivir con ella, hice todo lo posible por librarme de eso. Me escapé del orfanato dónde me encontraba en más de una ocasión, pero terminaron encontrándome. Incluso intenté quitarme la vida un par de veces, pero sin éxito alguno.
Cualquier cosa era mejor que vivir con aquella mujer.
Pero ahora no podía hacer nada, estaba allí y nada ni nadie podría ayudarme a escapar. No soportaba vivir en aquella gran casa. Había demasiadas personas. No podía confiar en nadie y lo peor de todo, era que tenía vigilancia las veinticuatro horas del día. Por si intentaba escaparme o hacer alguna locura como en el orfanato.
Me tenía tan controlado como esclavizado.

||

Subí las escaleras de nuevo hacia su despacho. Me detuve un segundo antes de llamar. Nada bueno podía querer cuando debía ir hasta allí. Cogí aire y llamé suavemente a la puerta. Enseguida su voz sonó al otro lado de la puerta.
Una voz fuerte, firme y severa.
Entré y cerré la puerta detrás de mí. Ella estaba mirando por la ventana, probablemente a aquellos hombres y mujeres que seguían entrando y saliendo de la mansión.
–Siéntate -Ordenó sin mirarme.
Yo obedecí y me senté frente al escritorio. Entrelacé mis dedos y dejé caer mis manos sobre mi regazo.
–Hoy es Navidad -Dijo.

–Sí, lo sé -Dije mentalmente. No creo que me hayas llamado para darme mi regalo.

Esperé a que ella volviera a hablar. A lo largo de este tiempo, había aprendido a no hablar si no me lo pedían. Ella se giró y me topé con sus fríos ojos grises. Del mismo color que el cielo. Bajé la mirada, sabía que detestaba mirarme. Siempre decía que le recordaba a mi madre.
Ella, que había sido una mujer guapa, fuerte, morena de ojos azules, tan azules como el mar. Antes de caer enferma, sus ojos desprendían tanta vitalidad y alegría, como amor y dulzura. Pero eso debió de ser antes de conocer a mi padre. Aunque podía ver aquella alegría cada vez que me miraba a mí. Su único hijo.
–Esta noche habrá una fiesta aquí. Vendrá gente importante -Continuó hablando mientras caminaba por la habitación -Así que espero no verte en toda la noche. No quiero tener que dar explicaciones de por qué el hijo de mi difunto hermano vive con nosotros ahora. Y sobre todo, no quiero que sientan lástima por ti.
“Es una noche importante, especialmente para mi hija Emily, hoy puede ser el gran día...”
– ¿El gran día? -Pregunté de golpe.
Ella se giró y me miró furiosamente. Había preguntado sin tener en cuenta nada.
–Hoy vendrá un hombre muy importante con su hijo y quiero causarle buena impresión. Es un hombre con mucho poder y dinero. Y su hijo es perfecto para mi Emily -Sonrió.
Asentí en silencio.
Ahora entendía el jaleo de esta mañana.
Se situó delante de mí y me obligó a mirarla. Cogiéndome por el mentón y acercando su rostro al mío.
–Si te veo por aquí esta noche, olvídate de volver a ver la luz del día, ¿Ha quedado claro? Cenarás y a las nueve te irás a tu habitación. No harás ruido ni bajarás hasta mañana por la mañana, ¿Me he explicado bien?
Nos miramos fijamente durante un instante. Luego, me soltó con brusquedad.
–Sí señora.
Se giró de nuevo y volvió a mirar por la ventana.
–Puedes irte.
Obedecí y me fui.

||

Pasé el resto del día leyendo en la biblioteca. Había dejado de ir al instituto y no podía salir a ningún lado, excepto por el jardín. Pero este estaba tan abarrotado de coches, furgonetas y gente que me decanté por el calor de la biblioteca, una estancia en la cual estaba completamente seguro de que nadie me molestaría.
A las ocho de la tarde, cuando el cielo ya estaba completamente oscuro y los trabajadores se habían ido hacía ya un par de horas, fui a la cocina y me preparé un sándwich vegetal junto a un zumo de naranja y subí a mi habitación.
Por el camino, no pude evitar cruzarme con Emily y Jim, los cuales admiraban en el espejo el carísimo vestido que ella llevaba. Al verme, se giraron y me sonrieron.
–Disfruta de tu noche, Jeremy. Es una lástima que no puedas asistir. No sabes la cantidad de gente interesante que habrá allí -Dijo Emily.
Su hermano sonrió ante el comentario.
–Sabes que no encaja en nuestras fiestas, Em, solo haría el ridículo.
–Prefiero mantenerme alejado de vuestras estúpidas fiestas. A ellas solo acuden idiotas como vosotros -Dije sonriendo.
Me encantaba burlarme de ellos.
Ambos eran mayores que yo. Cuatro años más. Pero eran tan inteligentes como un sapo. Por lo que era divertido burlarse de ellos.
Jim borró su sonrisa de su cara. Dio un paso hacia mí. Pero Emily lo detuvo.
–Déjalo Jimmy, los invitados llegarán enseguida. No pierdas el tiempo en el huerfanito.
Los dos rieron de nuevo.
La mano me tembló, pero ignoré su comentario lo mejor que pude y me encerré en mi habitación. Echando el pestillo.
Me comí el sándwich en silencio y estuve mirando por la ventana hasta que vi como poco a poco, la entrada de la casa iba llenándose de coches elegantes, de donde salían hombres y mujeres aún más elegantes. Me pregunté quién de aquellos sería el hombre del cual me había hablado mi tía. Algún idiota, seguro.
Emily no aspiraba a tanto.
Apagué la luz de mi habitación y me quedé a oscuras.
Cuando era pequeño, y mi padre se iba durante largos días con sus largas noches, mi madre y yo solíamos encender una vela y pedir un deseo. Un año, fue Navidad. La única Navidad que tuve feliz.

Era casi medianoche, y yo me había despertado porque a fuera, llovía muy fuerte. Me bajé de la cama y fui a tumbarme junto a mi madre. Yo entonces tendría unos siete años y ella, acababa de enfermar.
– ¿Mami? -Llamé temeroso, temiendo que se enfadara por si la despertaba. Aunque ella nunca se enfadaba conmigo -¿Mami? -Volví a llamar.
Ella se giró y encendió la luz.
–Jer cariño, ¿Qué ocurre?
–Tengo miedo mami -Dije subiendo a su cama -No me gusta la lluvia.
Mi madre sonrió y me revolvió el cabello.
–No tengas miedo pequeño, yo estoy aquí.
Ella me abrazó muy fuerte, y luego se apartó un poco.
–Ven, he tenido una idea para que dejes de tener miedo.
Los dos nos encaminamos hacia la cocina, por donde a través de la ventana pude ver que lo que ocurría a fuera no era lluvia, sino que estaba nevando.
– ¿Ves la nieve? -Preguntó ella cogiéndome en brazos.
– ¡Sí! -Dije emocionado -¡Quiero tocarla, Mami!
Mi madre rio. Nunca olvidaré su risa. Tan fresca cuando estábamos los dos solos.
–Ahora no cielo, mañana. Ven, vamos a hacer algo especial.
Mi madre me guio hasta el comedor y sacó una vela diminuta que encendió y colocó en la ventana. Los dos nos sentamos en el suelo y ella me abrazó, sentándome en su regazo.
–Cierra los ojos Jeremy, ciérralos y pide un deseo.
Yo le hice caso. Cerré los ojos con fuerza, y pedí un deseo.
Al cabo del rato los abrí de nuevo. Miré a mi madre y ella sonrió.
–Feliz Navidad, Jeremy.

Aquella fue mi mejor Navidad, aún la recordaba y cada vez que la ansiedad, la rabia o la ira me invadían, cerraba los ojos y pensaba en ella. En mi madre. Y la oscuridad en la que me veía inmerso día a día, parecía desaparecer.
Abrí el cajón de mi mesita, donde guardaba la única foto de mi madre y una vela que había conseguido. La encendí y la deje en el alféizar de la ventana, junto a la foto de mi madre. Cerré los ojos y pensé mi deseo.
Cuando terminé, los abrí y sonreí a la fotografía que había allí.
–Feliz Navidad mamá.
Dejé la vela encendida y me tumbé en la cama. Ojalá mi deseo se cumpliera, ojalá fuera ahora mismo, en este instante. Ojalá...
– ¡Por qué no quieres!
Los gritos hicieron que me sobresaltase, alguien estaba en el pasillo. Era Emily, y no muy contenta.
–Emily, cálmate.
Una segunda voz. De un hombre.
– ¿Por qué me has ignorado? Mi madre lleva meses planeando esto, desde que habló con tu padre.
–Mi padre no decide sobre mi vida.
–Pero... ¡Yo te quiero! Luca, por favor, pasa la noche conmigo...
Fruncí el ceño.
Aquel tipo debía de ser el pretendiente de Emily. Me acerqué a la puerta con sigilo y pegué la oreja.
–Acabamos de conocernos, Emily, es imposible que me quieras.
– ¡Pues te quiero! -Reprochó ella. A veces parecía una niña pequeña -¿Es que no crees en el amor a primera vista?
El hombre rio. Yo hice lo mismo.

–Amor a primera vista... Menuda chorrada -Dije.

–Lo siento Emily, pero no pienso cumplir un capricho de mi padre.
Escuché un gemido y luego, pasos acelerados hacia las escaleras. Después, silencio.
Se habían ido. Estaba deseando que llegara el día siguiente para ver la cara de Emily. Sabía que estaba dolida, nadie la rechazaba. Emily era preciosa, aunque la odiase, debía reconocerlo. Yo nunca había estado interesado en mujeres.
Pero nadie lo sabía, si no, corría el riesgo de verme envuelto en alguna orgia de Emily y Jim. Cada vez que recordaba la forma de mirarme de Jim me estremecía. Era como una fiera agazapada a punto de lanzarse sobre su presa.
Abrí la puerta despacio, me asomé y vi que no había nadie. Fui hacia el lavabo, me lavé los dientes y salí de nuevo para mi habitación, dispuesto a meterme ya en la cama. La música sonaba abajo, una suave pieza de Chopin, también escuchaba las voces de la gente. Lo raro es que Emily no hubiera montado un escándalo.
Abrí la puerta de la habitación y en ese momento, apareció.
Un hombre joven, de no más de treinta años apareciendo elegantemente vestido por la entrada de la terraza. Con el pelo castaño revuelto por el viento. Su mirada se encontró con la mía. Sus grisáceos ojos se dilataron por la sorpresa.
Fue algo rápido, veloz, como una sacudida eléctrica. Pero en aquel instante, algo en mi interior cobró vida.

Notas finales:

Bueeeeno pues, espero que os haya gustado.

Actualizaré los domingos y miércoles, para así poder recuperar rápido los días, esto de tener que subir de nuevo el fic es un poco rollo, pero no quiero que los que leíais el fic, os canséis de esperar T-T

 

Una vez más, siento lo ocurrido T-T

 

Besiiiis^^


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