—¿Estás seguro de que quieres volver ahora? Sabes puedes quedarte en la habitación para huéspedes, Taemin —un chico de cabello rubio corto y ojos café claro, miro a su amigo que tenía delante.
—No te preocupes, umma*, estaré bien. Mi casa no está tan lejos —sonrió, tomando su mochila y colgándosela.
—Umma, umma, chico tonto —suspiró—. Llámame en cuanto llegues.
—Entendido, nos vemos mañana, Key hyung.
—Cuídate —Key le abrió la puerta y permaneció mirándolo hasta que desapareció al dar vuelta en la esquina.
Lee Taemin era un chico de cabello café claro e intensos ojos negros, su complexión, con una altura que era mayor a lo esperado para alguien de su edad, no entraba en la categoría de musculoso o algo por el estilo, sus brazos y piernas eran tan delgados como un hilo y daban la impresión de que se podrían romper en cualquier momento. Sus facciones, un tanto femeninas, eran atractivas para la gran mayoría de chicas que asistían a la misma escuela que él, estas facciones le ganaron la moda de una broma frecuente cuando solía tener el cabello largo, muchos le decían que realmente parecía una chica y se ganaba miradas de desconcierto cada vez que estaba en el baño.
Su sueño era tener un estudio de baile dónde pudiera mostrar al mundo lo maravilloso que es bailar, y es por eso que se esmeraba tanto en ser siempre de los mejores. Su mejor amigo era un chico que provenía de una familia adinerada, Kim Ki Bum, mejor conocido como Key. Su sueño consistía en ser director de recitales de baile, sueño por el cual había empezado a trabajar desde una edad muy temprana. Al conocerse y encontrar la similitud de anhelos, formaron un vínculo que rápidamente se convirtió en una amistad profunda. Ambos acordaron que conseguirán sus sueños.
Taemin se encogió cuando una ráfaga de aire frío lo golpeó. Viéndolo ahora, la idea de volver a casa tan tarde, sonaba totalmente tonta. Agitó la cabeza mientras apresuraba el paso, era mejor no pensarlo.
—Los chicos tan jóvenes no deberían estar tan tarde en las calles —una voz proveniente del callejón que pasaba, le hizo brincar, intentó correr pero un par de manos lo sujetaron y lo jalaron hacia adentro, estrellando su espalda contra la pared.
—Es bastante estúpido de tu parte, he de agregar —otro hombre se dejó ver de entre las sombras y miró sus aterrados ojos.
—Ahora, chico bonito, danos todo lo que tengas —Taemin soltó un quejido cuando algo filoso se encajó en su cuello.
Sus temblorosas manos sacaron su celular de su bolsa y lo estiraron hacia el hombre—. Es lo único que tengo... —Murmuró.
—¿Crees que somos estúpidos? Saliste de esa maldita mansión y ¿Nos vienes con que sólo tienes esto? —Siseó, agitando el teléfono frente a él y enterrando aún más la navaja.
—¡No es mi casa, lo juro! —Medio gritó, medio susurró—. No tengo nada más, sólo unas monedas.
Quería llorar, el miedo lo estaba dominando por completo y temía de lo que pudieran hacerle. Estaba diciendo la verdad, no tenía nada más de valor consigo.
—Estoy perdiendo mi temperamento, niño. Dame todo o terminarás aquí.
—P-Por favor...
—Mi paciencia se terminó.
Taemin sintió un dolor punzante en el estómago, pudo sentir como las capas de su piel fueron perforadas una a una por aquel instrumento. Cuando estuvo por gritar de dolor, una sucia mano le cubrió la boca, presionando su cabeza contra la pared.
—Tú mismo te causante esto, niño. -Taemin podía sentir que aquel hombre estaba sonriendo.
El dolor era realmente insoportable, mientras una de sus manos intentaba liberar su boca, la otra se apretó sobre la herida, sintiendo como el flujo de sangre se le escurría entre los dedos. Empezó a sentirse mareado mientras sus alrededores empezaban a obscurecerse aún más, estaba perdiendo mucha sangre, muy rápido.
Fue hasta que sus piernas se vencieron que el hombre lo soltó, dejando que cayera sobre el piso. Empezaron a escucharse sus pasos que se alejaban, acompañados de sus crueles risas.
—A-Ayuda —quiso gritarlo pero salió como un débil murmullo—. Por favor.
No quería morir, quería cumplir sus sueños, sus anhelos, tener una vida feliz. Tenía sólo diecinueve años, por el amor de Dios, no podía morir en ese momento, no quería perderlo todo.
Estiró una mano en dirección de donde los hombres, sabía que no le ayudarían, pero fue un desesperado intento de supervivencia. Aquellos hombres estaban disfrutando su sufrir, estaban deleitados por la cantidad de sangre que estaba perdiendo.
Los ojos del joven los siguieron hasta que se perdieron de vista, sus risas quedaron grabadas en su mente, la burla plasmada en su rostro mientras veían su celular fue lo último que vio de ellos. Estaba perdiendo el conocimiento, podía sentir como sus alrededores estaban por obscurecerse completamente, incluso había dejado de sentir las piernas y brazos, sabía que estaba por dormirse y que no despertaría jamás.
Pero no quería rendirse.
—Vas a morir —sus ojos volvieron a abrirse de golpe cuando escuchó una voz fría, notando dos puntos brillantes entre la obscuridad.
—No quiero morir... Por favor ayúdame —no estaba seguro de que los ojos humanos pudieran brillar en la obscuridad pero, para ese momento, su cerebro ya no trabajaba bien de cualquier forma.
—No puedes ser salvado, estas por morir ya —la voz continuó, haciendo que las lágrimas por fin salieran de esos ojos negros.
—N-No quiero...
Taemin empezó a escuchar pasado acercándose y por más que intentó mantener los ojos abiertos para ver de quien se trataba, sus párpados se cerraron por su propia cuenta.
Cuando estaba por perder la conciencia para siempre, sintió un dolor diferente al que ya tenía, provenía de su cuello y se sentía como si dos agujas se hubiesen clavado en su costado—. ¿¡Q-Qué?! —Intentó preguntar pero sintió sangre subir por su garganta, haciéndolo toser.
Una nueva ola de confusión y medio lo recorrió, sentía como si su sangre estuviera siendo drenada, como una máquina conectada a su cuello que succionaba la poca que no había salido por la herida ya.
—Estarás muerto dentro de poco.
Fue lo último que alcanzó a escuchar antes de que la obscuridad lo atrapara por fin.