Las luces parpadean a mí alrededor, mi visión es introspectiva; me veo a mí misma somnolienta, dejando caer la botella vacía de pastillas al piso, mi padrastro tirando la puerta de mi cuarto, mi mamá gritando al notar el cuchillo que yo misma me clavé en el estómago. Hay sangre por todos lado;, incluso en mis cartas de despedida.
-No, por favor. ¡Padre Shango*, no permitas que se vaya, no!
Mi madre se abalanzó sobre mi cuerpo y empezó a llorar.
-Lo mejor será llevarla al hospital
Dijo mi padrastro con su voz grave, su expresión era fría. Hasta parecía que disfrutaba verme fallecer.
Desperté con varios tubos conectados a mi cuerpo; líquidos entraban y salían de mi cuerpo. Miré a mi alrededor y lo único que mis, medio abiertos, ojos me dejaron ver fue una silla vacía gris, una ventana, máquinas extrañas y una gran habitación blanca. Intenté moverme, pero un gran dolor se hizo presente en la parte donde el cuchillo debería estar.
-Ah, mierda
Un gemido lastimero salió de entre mis labios e inmediatamente de máquinas empezaron salir pitidos demasiado fuertes. Llevé mis manos a mis oídos y los tape lo más fuerte que pude. Me impulsé hacía delante y grité con todas mis fuerzas
-¡Cállense de una puta vez!
Otro gemido de dolor salió a flote, las máquinas empezaron a sonar más fuerte y mi dolor físico creció. Empecé a gritar de dolor y desesperación hasta que una enfermera entró a la habitación corriendo y empezó a toca botones hasta que todo se quedó en completo silencio.
-Aah
Me quejé de dolor y la enfermera inmediatamente volteo a verme. Mi abdomen ardía y dolía mucho, llevé mi mano a mi estómago y de éste salía sangre.
-Espera, déjame curar eso.
La voz de la enfermera era como la de un ángel, suave y delicada. La chica se acercó a mí con una aguja en su mano y un hilo en la otra. Me acostó en la cama de hospital y me subió el camisón blanco hasta los pechos. Sentí cómo me sonrojaba, pues no llevaba ningún tipo de ropa interior.
-Tranquila, eso no me incómoda
Le sonreí no muy convencida y asentí lentamente con la cabeza. Pasó un algodón lleno de alcohol por la herida abierta. Hice una mueca de dolor pero traté de calmarme.
-¿Estás lista?
Preguntó con el hilo puesto en la aguja y apunto de coser la herida. Asentí lentamente y cerré los ojos fuertemente. Sentí un pinchazo y cómo la aguja entró en mí. Solté un gemido pero no fue de dolor…Fue por una mano ubicada en mi zona íntima.
-Esto hará que te distraigas del dolor
Su mano dibujó círculos invisibles en mi clítoris. Dejé de sentir la aguja de un momento a otro, sólo me concentré en la mano de la enfermera en mi zona. Abrí mis ojos para caer en cuenta de que mi herida ya estaba cosida pero la mano de la enfermera seguía concentrada en darme placer.
-Dime qué tanto te gusta
-De…ma..s-siado
Me resultaba muy difícil hablar, pues el placer que ella me proporcionaba era demasiado y muy exquisito.
-Entonces gime
Un dedo entró de golpe en mí y solté un gritillo de sorpresa y excitación. Cerré de nuevo los ojos y me deje llevar por la situación.
Gemía y gemía y gemía. Mi visión se nubló, mis piernas flaquearon y una gran corriente de excitación recorrió mi cuerpo; era un orgasmo provocado por ese hermoso ángel.
Abrí los ojos para encontrarme con los ojos azules de esa hermosa muchacha.
-Me llamo Camila
Me tendió la mano y se la estreché
-Soy Jennifer
-Lo sé
Me guiñó un ojo, me sonrió mostrando su perfecta sonrisa y me dio un beso corto en los labios.
-Mañana volveré y seguirá siendo así hasta que te cures. Pero primero dime porqué intentaste suicidarte
-Yo… no estoy segura
Camila negó lentamente con su cabeza
-Te demostraré los placeres que la vida te puede dar, te daré la clave de una buena vida; El sexo
Y con eso se agachó, metió su cabeza entre mis piernas y con su lengua me empezó a penetrar.