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Knowing por AkiraHilar

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Notas del fanfic:

Razón: What if, que hubiera pasado si Saga se encuentra primero con Shaka en Asgard.
Dedicatoria: ¡Al club Santísimo Pecado!
Comentarios adicionales: Mis ganas de ver en SoG algo de ellos, pero seguramente esto es un enorme WhatIf xD

Notas del capitulo:

Dedicatoria: ¡Al club Santísimo Pecado!
Comentarios adicionales: Mis ganas de ver en SoG algo de ellos, pero seguramente esto es un enorme WhatIf xD

Una nueva vida. A Saga ya le habían ofrecido una. El sentimiento de acceder a ese respiro de horas, bajo una orden ruin, permanecía en sus labios como si hubiera sido el mismo beso de la muerte. Saga sabía lo que era recibir esa nueva vida por parte de un dios ajeno para pelear por sus propósitos. Era obvio que en cuanto revivió, consideró que la oferta era más que inadmisible.

Saga necesitaba respuestas y motivos. Saga necesitaba saber quién y porqué.

El viento helado agitó su cabello junto al manto que cubría su cuerpo y su caja de Pandora. Había notado lo que ocurría al acercarse al Yggdrasil y se había detenido a evaluar. Saga no era aún hombre impulsivo. El medía muy bien la situación, el panorama y los involucrados. Era un hombre calculador, que sabía cuándo ceder, cuando apretar. Precisamente por ello no había sido difícil mantenerse en casi anonimato en el santuario mientras lo gobernaba, por tantos años. Eso y la evidente desconexión de la orden dorada que él mismo provocó.

Era evidente eso. Aún en esa nueva vida, muy pocos estaban buscando reencontrarse. Saga frunció su ceño y dio media vuelta.

De entre todos los cosmos que habían despertados y estaban dispersos, solo uno le interesaba buscar. Y ese uno, correspondía al único punto que no se había movido de su sitio desde que había despertado. No le extrañaba ese proceder de Shaka, sabía el tipo de persona que era, el cómo se movía. Sabía muy bien sus mecanismos y sería iluso pensar que su proceder no tuviera razón. Pero quería escuchar esas razones, las necesitaba. Era imposible prescindir de ellas porque durante los trece años de gobierno fue Shaka, precisamente, uno de sus más cercanos, quien escuchaba sus palabras y con quien debatía el destino.

Recorrió los páramos helados mientras percibía el frío del invierno eterno en su rostro. Asgard era una tierra de misticismo, a la que siempre tuvo vigilada a la expectativa de que cualquier ataque pudiera venir de esa zona. Ahora todos esos conocimientos eran una ayuda invaluable. Conocía el sitio, tenía en su memoria los mapas y las ubicaciones de cada caserio hasta el palacio real. También estaba al tanto de su clima y sus complicaciones naturales. Decidir qué hacer para enfrentarse a esa nueva circunstancia no sería tan difícil si tenía a la persona indicada a su lado.

Con facilidad, penetró hasta las montañas donde corría un río helado. Sus pasos se detuvieron un momento, observando la elaborada visión que estaba protegiendo el lugar. Shaka estaba allí, estaba seguro. Y como era de esperarse, Shaka sabía que él estaba allí.

«Has venido…»

Saga levantó el rostro y el aire agitó las hebras de su cabello en un fuerte renuevo de energía. El aire pareció arremolinar frente a sus ojos, pero no se inmutó.

«Adelante.

—No iba a esperar que me invitarás. —Contestó sin más, avanzando con pasos precisos y atravesando la visión que ocultaba la guarida.

«Han pasado muchos por aquí.»

—Y los has engañado.

«En efecto. Solo ven lo que está frente a sus ojos»

—¿No hiciste lo mismo?

«En parte…»

Se abrió paso entre las catatumbas, escuchando el eco de su acercamiento y el que provocaba algunas filtraciones en el techo rocoso. Era posible divisar en las partes más altas las estalactitas que podrían amenazar la vida de cualquiera que estuviera por debajo de ellas. Shaka, por supuesto, no corría peligro. 

Se detuvo en cuánto lo vio. La pandora de Virgo hizo resonancia con Géminis, saludándose como dos viejos amigos encontrados después de demasiado tiempo. Saga sintió esa vibración, esa conversación muda en un lenguaje desconocido entre ambas armas. Frente a él estaba el dueño de Virgo, en la posición de siempre, la misma con la que lo conoció siendo un niño.

—En parte… —Repitió sus últimas palabras, mientras levantaba su barbilla para que su sombra cubriera intimidantemente la figura de su compañero. 

Shaka permaneció en su sitio.

Hubo un nuevo eco. Un hilo de comunicación que contrastaba con aquel que sus armaduras habían iniciado desde que se habían encontrado. Saga dejó que la pandora se deslizase de un brazo y la fijó a su lado derecho, inclinándose sin dejar de mirar en el proceso a Shaka. Mientras ellas hablaban, él solo lo miraba y sabía, que Shaka también lo hacía a su  modo. 

Si existiesen palabras para describir ese momento, Saga no las encontraba, no las apropiadas. Hubo un nudo en su garganta que se formó desde el mismo momento en que volvió a su posición derecha, observando la tranquila figura de Shaka meditando. El nudo inició con los recuerdos del niño con las manos sucias y el montón de preguntas sobre el santuario, Athena, y como podría hacer justicia para con los débiles. Y el nudo se apretó cuando recordó las veces que, oculto bajo la máscara y la figura del patriarca, vio al niño crecer sin poderlo tocar.

El nudo se hizo de acero, cuando recordó el cómo fue revivir a esa nueva vida de 12 horas cuyo propósito fue enfrentarlos. Se hizo de granito al memorar la batalla de las doce casas.

—¿Qué piensas hacer, Saga de Géminis?

—Enfrentarme a esto. Ya permití que la maldad me dominara 13 años. Permití que Hades decidiera usarme. No pienso permitirlo una vez más.

—No esperaba menos de ti.

—¿Y tú?

—Esta no es mi batalla y no tengo razones para pelear. Yo no haré nada.

Saga lo miró de hito en hito, como si supiera la verdad que venía atada a su aparente pasividad. Shaka de Virgo siempre hacía algo. Siempre. Y no había alguien que lo supiera con más claridad que él mismo Saga de Géminis.

—Te conozco. —Su voz se alzó ligeramente, mientras su ceño se fruncía. Precisamente ese conocimiento tan profundo sobre Shaka le empujaba a hacerlo de ese modo—. Sé que nunca haces nada, Shaka.

Sus palabras buscaron presionarlo para confesar. Shaka permaneció inmóvil por un par de minutos. De nuevo, la comunicación se deslizó a otra frecuencia que nada tenía que ver con la que se podría escuchar. Sus cosmos se acariciaron, primero en evidente tosquedad y luego en reconocimiento. Se rozaron hasta hallar una nueva armonía, al igual que su respiración. Aquello que ocurría siempre en el palacio, estaba ocurriendo allí rodeados de rocas heladas. Como si “eso” aún existiera.

Saga no sostuvo demasiado esa premisa, creyéndola insustentable. No había manera que después de la mentira, de la traición, de todo, existiera aún algo de ese sentimiento que él vio gestar y que también anidó dentro de sí.

Shaka finalmente decidió poner fin a la comunión de sus cosmos y su actitud mutó. Deslizó su pierna para usarla de soporte, cortó con la posición de loto y se levantó con la gracia que siempre lo había caracterizado. 

Por fin, frente a frente, Shaka abrió sus ojos para enfrentarlo. Saga había esperado ver en ellos reclamos, oposición, incluso odio, pero todo lo que veía en ellos estaba muy lejos de cualquiera de esos adjetivos. En Shaka había resolución, más no un rechazo a su presencia. Por el contrario, los ojos azules de él le miraron con contemplación, profundidad, como si quisiera grabarse cada línea de la imagen que estaba frente a él para hacerla suya. 

Saga le devolvió la mirada, dejando a un lado la inseguridad que las condiciones de su vida y lo ocurrido entre ellos para dar paso al reconocimiento.

Sus dedos fluyeron como las gotas de las estalactitas, pero en sentido ascendente. Se detuvieron en la mejilla izquierda de Shaka y siguieron un camino imaginario que dibujó desde el nacimiento de la comisura de sus labios, hasta la barbilla, donde jaló para poder visualizarlo mejor. Shaka aguantó por un segundo el aliento, casi imperceptiblemente.

—Recuerdo perfectamente como tuve que evitar que acabarás con tu vida en la batalla contra los titanes. Y nunca te quedaste quieto. Tuve que enviar a Aioria para protegerte, tuve que ordenarte obedecerme para que no subieras cuando me enfrenté a Cronos. Y cuando no estuve yo, nada pudo detener que hicieras lo que tanto quisiste hacer en mi presencia.

—¿Qué era eso, Saga?

—Cuando regresé, me enfrentaste de nuevo en Cáncer. Estoy seguro que lo hubieras hecho en Géminis si mi hermano no hubiera estado allí. 

—En efecto.

—En tu aparente pasividad en Virgo estabas enfrentándome en Cáncer. Buscabas respuestas…

—Y las obtuve. 

—Me dejaste llegar a Virgo solo para…

Calló. Saga tragó el resto de las palaras cuando los dedos delgados de Shaka se posicionaron sobre sus labios, como un muro que contenía todo el resto de acusaciones que empezaban a teñirse de reclamos. 

—No digas que vas a quedarte haciendo nada, Shaka. No a mí, que te conozco.

—Esta vida no nos pertenece. —Shaka bajó sus dedos, para juntaros en  el pecho de Saga, donde la tela ocultaba no solo la cicatriz del filo de Nike atravesándole sino también esa mancha que aquel dios que no era Athena había dejado de su cuerpo, y en el de él—. Por tanto, no pienso aprovecharme de ella. Solo esperar el debido momento para extinguirla contra aquello que amenazó mi deseo de morir. 

—Eso mismo pienso hacer… —Saga usó su brazo libre para apretarlo de la cintura, obligándolo a permanecer más tiempo cerca, a invadir más de ese espacio que había crecido imposible de sentir alguna vez. Lo terrible de todo era darse cuenta que ni siquiera necesitaban explicaciones, porque ellos mismos sabían quiénes eran… 

Era como si incluso Shaka lo hubiera perdonado sin necesidad de escucharle unas disculpas.

En una real vida, en un real regalo de la diosa, su futuro podría ser muy diferente.

«No en esta vida, Saga.» 

—No puedo permanecer aquí a esperar el momento. Haré que el momento suceda.

—Es propio de ti. Ve contra el destino de estos dioses y aplástalo, Saga de Géminis. Yo lo haré, a mi modo.

—Y nos volveremos a encontrar.

—Frente al muro, bajo el árbol, dentro de un monolito… —Saga frunció el ceño. Los ojos de Shaka parecían cubiertos de verdades ocultas, acertijos que él debía destajar con solo el movimiento de sus dedos—. Lo sabes… no hay un solo camino.

«Pero en todos nos encontraremos»

—Te espero en el Yggdrasil.

Shaka respondió con un asentimiento, cerrando sus ojos. En ese momento, Saga se dejó llevar por del deseo guardado de un beso que no pudo concretar en ninguna de sus anteriores vidas. Y como todo en ellos, con ese conocimiento absoluto de pertenencia, Shaka le respondió con la misma devoción, alternando movimientos suaves y caricias húmedas entre sus labios hasta desterrar el frío de Asgard de ellos, y darse un calor que quizás no volverían a sentir más hasta hacer estallar sus cosmos.

Una vez más.

Notas finales:

¡Gracias por leer y comentar!


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