Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Reunión en el Parque de las Luciérnagas por Natanael

[Reviews - 10]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

«El verdadero amor no es otra cosa que el deseo inevitable de ayudar al otro para que sea quien es.»

 

Jorge Bucay

Notas del capitulo:

¡Hola, amigos! Hace mucho no escribía y los que me conocen habrán pensado que he muerto o algo por el estilo jaja. La verdad que estos años no he escrito por múltiples razones que no vienen al caso. Resulta que al fin me ha llegado algo de inspiración y vengo a compartirles esta historia a ustedes. Por empezar, es bastante dramática. Pero todo se lleva con mucho romance y algo de humor. Si le dan una oportunidad ya verán que les va a gustar mucho! Les mando un gran saludo y disfruten este capítulo. Dejen comentarios, ustedes saben que sus críticas son siempre bien recibidas y muy valoradas a la hora de corregir aspectos que no les agrada. 

 

Personajes creados por Kishimoto, historia creada por

Estaba cansado, un poco frustrado también. Pensó que al hablar con su padre él entendería, que lo apoyaría. Pero tenía la costumbre de olvidar el carácter de Fugaku en los momentos malos, creyendo en vano que estaría de su lado. Su padre nunca tomaba descansos, y esperaba que de su parte fuera igual. Jamás de niño estaba en casa, siempre en el despacho o en el juzgado, ganando juicios y haciendo papeleo. No lo apuntaba con el dedo ni le reclamaba nada por qué a fin de cuentas él también estaba haciendo lo mismo. O al menos hasta hoy, cuando decidió parar.

 

-Sé qué piensas que es una pérdida de tiempo, pero solo será unos meses. Si veo que no tiene sentido, lo dejaré.

 

Fugaku mostraba una expresión severa. El ambiente tenso era palpable en la oficina, pero Sasuke decidió que era mejor decírselo allí que en la casa. El mayor no haría un espectáculo en el bufet.

 

-Y mientras tú te vas a tu viaje explorador, Itachi, los demás y yo nos rompemos el lomo tratando de ganar el caso Kinomoto –expresó con irá contenida el mayor- Esta no es cualquier firma de abogados Sasuke. Es la firma de abogados de Japón. Te pido un poco de profesionalidad, por favor.

 

-No me iré para siempre, papá –comentó Sasuke con hartazgo. Su padre tenía la habilidad de convertir un pequeño problema en un gran problema-. Solo serán unos meses. Tendrás la ayuda de mi hermano y de los demás, tú mismo lo has dicho.

 

-Sí, unos meses. ¡Unos meses en Oregon! ¡Eso queda a miles de kilómetros de Japón, Sasuke!

 

Fugaku estaba tan enojado que gritó más fuerte de lo normal, lo que hizo que a través de la rendija del ventanal que daba al centro de la oficina se acercaran algunos empleados curiosos a observar lo que sucedía. Sasuke se dio cuenta de eso, y pensó que lo mejor para todos era acabar con esto de una vez. No se le ocurrió mejor forma para eso que reafirmar su decisión.

 

-Haré esto con o sin tu aprobación. Tengo veintiséis años y desde que me he recibido no he hecho más que lo has querido, que ha sido trabajar aquí como un condenado –objetó tajante. La cara de Fugaku enrojeció por la furia, pero el pelinegro continuo-. Y si realmente he considerado la idea de apartarme un tiempo de la firma no ha sido más que por recomendación del médico. Sé que soy un buen abogado, y si decides despedirme, con los numerosos juicios ganados que tengo conseguiré una buena firma en menos de un mes, lo que será una desventaja para ti.

 

-¿Estás amenazándome? –preguntó el mayor, levantándose lentamente de su escritorio. Sasuke lo observó venir, pero no se movió de su lugar. No quería pelear con su padre, pero tampoco permitiría que lo intimidara. Él ya era mayor y si bien de niño le daba un miedo indescifrable, de grande ya no le pasaba lo mismo.

 

-No, papá –respondió calmo-. Lo único que quiero es que me apoyes. Por una vez en tu vida hazlo.

 

Fugaku lo miró con una expresión tan fría que Sasuke ya se esperaba el despido, pero esa idea cruzo muy momentáneamente su cabeza. Su padre no era estúpido, no permitiría que uno de sus hijos anduviera en cualquier despacho que no fuera el suyo. La gran firma de abogados Uchiha. La imponente firma de abogados Uchiha, padre e hijos. Inteligentísima e impecable firma, a la que cualquier abogado recién graduado aspiraba a trabajar. No, su padre no le despediría. Pero tampoco le dejaría las cosas tan fáciles. No sin antes dar batalla. Así de poderoso era Fugaku.

 

-Te daré un mes, no más. Cumplirás tu mediocre capricho y volverás aquí a seguir con tu vida –sentenció el hombre, y Sasuke sabía que ya no había nada más que hablar.

 

Lo miró entre agradecido y resignado, hizo un gesto con la cabeza y salió de la oficina sin decir una palabra más ni dar una última mirada. Se encontró con los incomodos rostros de los empleados, fruto de la intensa pelea con su padre. Le evitaban la mirada y fingían seguir con la rutina. Pero Sasuke sabía que murmuraban, que chismoteaban y que hablaban. Pero eso ya no le importaba, él había ganado. Se iría de allí y haría lo que tenía planeado. Se iría por fin de aquella mierda.

 

Aunque fuese exactamente solo por un mes.

 

 

*

 

 

Cuando acepto el trabajo, sabía que sería a miles de kilómetros de su país natal. Era muy lejos de su entorno social, estaría completamente solo. Extrañamente eso no le incomodo, por dos principales razones: quería salir de Japón y dominaba muy bien el inglés. Había aceptado enseñar en un instituto público de un pequeño pueblo perdido en el noroeste de Estados Unidos. Se trataba de una campaña de difusión de trabajo social de parte del gobierno americano para fomentar la enseñanza extranjera y el compromiso por la educación a nivel mundial. Aceptaban a profesionales de todo el mundo para impartir clases de sus respectivas áreas en institutos públicos de su país. No les pagaban, justamente ese era la parte social del programa.

Cuando se anotó para ser unos de los posibles candidatos, ni siquiera paso una semana antes de que le llamaran. Intuía que su apellido había influido mucho en eso.

Y ahora estaba aquí, luego de un largo viaje en avión y luego otro en coche para llegar. Y lo primero que paso por su mente es el verde que dominaba el lugar. Había centenares de árboles y todo era muy silvestre. Si bien cuando imagino el lugar en el que trabajaría pensó que sería uno más carenciado, el pueblo distaba mucho de serlo. Parecía muy bien posicionado económicamente, con cabañas que iban de un poco rusticas a otras no tanto, pero eso no las hacía menos hermosas. El clima era otoñal, a pesar de que ya estaban entrando a invierno.

 

-¿Es hermoso, verdad? –preguntó Hinata. Era la asistente social encargada de él y de su estadía. Ella lo había pasado a recoger del aeropuerto y hasta ese momento eran contadas las palabras pronunciadas de su boca, parecía muy tímida- El instituto en el que impartirá clases no es muy lejos de aquí, solo a unas cuentas cuadras. Aunque como verá, aquí son algo extensas.

 

No respondió nada, y se dispusieron a bajar juntos las maletas del Mercedes Benz, las cargaron hasta la cabaña que se encontraba a unos diez metros de distancia. Era un pueblo muy tranquilo, y él no se encontraba lejos de los lugares a los que se los podía llamar turísticos.

 

-Sus clases no empezaran hasta dentro de una semana, lo que le dará tiempo de acomodarse a su gusto. Si quiere, puedo mandarle un guía para que le dé un pequeño tour y le explique más a fondo sobre todo- dijo la pelinegra, mientras apoyaba una maleta en el suelo de la casa.

 

-La verdad es que quisiera estar un poco solo –contestó cortante, aunque esa no fue la intención. La chica se incomodó notablemente, y acomodo con manos temblorosas las arrugas inexistentes de su falda.

 

-Sí, cla-claro…-contestó mientras se dirigía a la puerta- Si tiene alguna duda puede llamarme, le he dejado la llaves de la casa junto con mi tarjeta en la mesa del living. Adiós, señor Uchiha.

 

Le agradeció, y la chica se fue. Dejándolo solo en el silencioso ambiente.

 

Y no pudo pedir nada mejor.

 

Durante el resto del día acomodo sus pertenencias por el resto de la casa, se tomó un martini del pequeño bar que se encontraba instalado en la alacena y leyó hasta el hartazgo. Cuando miró la hora eran las cinco de la tardé, y creyó apropiado dar un paseo por el pueblo. Tomó las llaves de la casa y también un panfleto de guía sobre el pueblo que le había dejado Hinata horas atrás. Cuanto más rápido se adaptara a los caminos, más fácil le sería su estadía allí. Y no pudo más que reafirmar lo natural y hermoso del lugar. Se encontró luego de un rato de caminata un parque, en el que había muchos adolescentes jugando en una cancha de bascket y una sección de juegos que estaba repleta de niños. Así y todo el lugar no estaba muy ruidoso, se podía descansar sin problemas.

Se sentó en un banco, y observo por milésima vez todo. Se halló tan cómodo, que por un instante olvido la vida en la gran ciudad. Te daré un mes, no más recordó que le había dicho su padre, y pensó que hubiera sido bueno pelearle un poco de tiempo más.

Había peleado con Sakura, con su padre, e incluso había tenido una mínima discrepancia con Itachi por su decisión de venir aquí.

El empleo y el contrato constaban de tres meses de estadía, pero hablo con los del programa y lo redujo a uno solo. Si su familia hacía bronca por solo un mes ni imaginaba por tres. Además eso había acordado con su padre, y sabía que no podía pedir más.

Estaba tan concentrado con sus pensamientos que ni siquiera percibió la presencia de un acompañante. Estaba sentado a su lado, con la vista hacía el sector infantil. Parecía no tener más de diesiciete años, tenía el cabello muy rubio. No fue hasta que el extraño también lo miró que vio sus ojos celestes. No recordaba jamás haber visto otros igual.

 

Se miraron durante alrededor de un minuto, inspeccionándose en la pequeña lejanía, hasta que el muchacho sonrió y dio la primer palabra.

 

-Hola. ¿Eres nuevo en el pueblo? -preguntó el rubio. Sasuke pensó en ignorarle, pero la verdad era que entre seguir con sus pensamientos sobre la pelea de su padre o hablar con alguien, se le antojo más la segunda. A pesar de la nula ganas de hacerlo.

 

-Sí, lo soy –conciso y directo, así era él.

 

-¡Lo sabía! Aquí nos conocemos entre todos, además tu aspecto es distinto.

 

-¿Distinto? –preguntó Sasuke, un poco ofendido e intrigado. El chico pareció no percibir eso, por qué su sonrisa no desapareció en ningún momento.

 

-Aquí todos somos muy básicos, tú pareces un modelo de esas revistas que aparecen en Vogue. ¿Sabes a lo que me refiero, verdad? Y con esas pintas… tu ropa de una marca que a simple vista destaca por ser finísima. ¿Qué haces aquí? ¿Vienes por algo en especial?

 

-Vengo por trabajo.

 

-Me parece que aquí no hay el tipo de trabajo que tú exiges.

 

Sasuke no tenía ganas de seguir escuchándolo, se había sentado para relajarse un poco, no para que un jodido mocoso le preguntara cosas. Así y todo se esforzó un poco por lograr un tono de voz no tan distante.

 

-Daré clases de derecho en el Instituto Público Kennedy.

 

El chico hizo una expresión de sorpresa y se acomodó ansioso en el asiento, parecía alegre por lo que recién le había dicho Sasuke.

 

-¿En serio? ¡Genial! ¡Yo voy a ese colegio! ¿Así que tú eres el nuevo profesor de Tokio? ¡Pero si ni siquiera pareces mayor de veintitrés! De hecho ni siquiera pareces asiático, ya te dije, pareces hasta modelo.

 

-Sí, ya me lo has dicho. ¿Quieres dejar de gritar, niño? –contestó cortante, con una mirada que dejaba a la vista lo fastidiado que estaba de esa conversación. El rubio lo miró con el ceño fruncido por lo de niño, pero lo dejo pasar y desvió la mirada avergonzado. Miro hacía un costado, y observo durante un rato a un pequeño niño de cabellera negra, que no dejaba de dar pequeños saltitos y gritar animado mientras correteaba a otros niños para atraparlos y que luego ellos hicieran lo mismo con él. El rubio sonrió durante toda su observación, y de vez en cuando largaba pequeñas carcajadas. Sasuke solo agradeció que no volviera a hablar, aunque fue por poco tiempo.

 

-Lamento haber hablado tan alto, a veces soy algo entusiasta –El mayor sospecho que lo de a veces era mentira-. Supongo que ahora que sé que eres mi profesor no debo tutearte… ¿verdad?

 

-Puedes hacer lo que te plazca.

 

-¡Genial! Entonces no lo haré. Yo soy Naruto, un placer –contestó Naruto, y alzo la mano. El mayor la estrecho de mala gana-. ¿Cómo te llamas tú?

 

-Uchiha Sasuke.

 

Naruto sonrió aún más, y se levantó del banco con energía. Luego le hizo un gesto al niño que había estado observando hace rato, y el pequeño obedeció con un mohín de enojo en su cara. Corrió hacía donde estaban y pego un salto enorme antes de empotrarse de lleno en el estómago del rubio. El muchacho lo abrazo fuerte y le dijo que se despidiera de sus amigos, que ya tenían que volver a casa. Sasuke asumió por la familiaridad que tenían que debían ser hermanos, a pesar del poco parecido. Sintió la curiosa mirada del niño hacía él, e hizo un intento de sonrisa que acabo por arrancarle otra carcajada al adolescente.

 

-¿No eres muy bueno con las expresiones, verdad?

 

-¿Y tú no lo eres callándote un poco, verdad?

 

-Lo siento –contestó burlón. Al momento cargó al niño en sus hombros, y el infante río por el acto-. Vamos a casa Menma, ¡prepararé el estofado de pavo que tanto te gusta!

 

-¡Si, estofado! –gritó eufórico el niño.

 

Sasuke se tranquilizó de que ya se fueran, así podría tener un momento más de paz antes de irse de nuevo a la cabaña. Naruto le hizo un gesto con la cabeza, y se dio vuelta para irse. Cuando estaba a unos doce pasos, volteó a mirarle y le gritó:

 

-¡Oye, Uchiha! ¡Te recomiendo que te quedes hasta tarde por aquí!

 

El mayor quería ignorarle, pero la curiosidad le gano y le preguntó por qué, aunque su voz sonó un poco baja como para considerarlo un grito, el rubio lo escucho.

 

-Bueno… si te quedas, ya verás por qué –respondió, entre un misterio actuado y una sonrisa guasona. Luego se marchó.

 

Sasuke rodo los ojos, y se preguntó internamente si toda la gente sería igual de extraña que ese rubio. No le dedico ni un solo pensamiento más a eso, y se dispuso a irse a casa. A pesar de que le intrigaba la cuestión, no lo hacía lo suficiente para quedarse a averiguar por qué le había dicho eso. No quería problemas, y tampoco tenía ganas de soportar bromas de adolescentes irritantes.

 

Se dirigió a la cabaña, llamó a Sakura y luego preparó minuciosamente su clase. Esa noche, por fin pudo dormir más de cuatro horas seguidas.

 

 

Y contra toda lógica, soñó con Naruto.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer. 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).