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Lo que ocultan las miradas por Jesica Black

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen.

Lo que ocultan las miradas

Capítulo I

 

                Restaurante Dómine.

 

                El restaurante francés solía ser frecuentado por grandes magnates de todo el mundo, su ubicación en Atenas era perfecta en la calle más concurrida de la ciudad. Sus dueños, solían ser personas adineradas con gran porte, muy querido en la región por su excelente trato y deliciosos platillos. Hacía poco, se había renovado el plantel de atención al cliente y contrataron nuevo personal, no por nada desde los ancianos abuelos, el lugar se mantenía a flote durante dos generaciones y la mayoría de los meceros habían pasado los setenta años de edad, por lo que no podían siquiera sostener una bandeja.
Garnet, una de las dueñas y hermana de Krest, el jefe principal, se la veía constantemente en el local, ayudando y también seleccionando personal, entre ellos al joven Kardia Antares, un muchacho de unos veintiséis años que necesitaba el empleo.  Garnet probablemente vio en aquel muchacho trabajador, a su hijo fallecido en un accidente, no era muy avispado para los números ni las cuentas, en ocasiones hasta se olvidaba de restar y sumar, pero parecía una buena persona y muy trabajadora.

Kardia tenía su propia historia, cuando era muy joven fue abandonado por su padre dejando a su madre embarazada de su segundo hijo, quien a pesar de no ser reconocido portó el apellido. Tiempo después y debido a una horrible enfermedad, su madre fallece en el hospital zonal, teniendo que hacerse cargo de la familia con sólo dieciocho años; luchó a capa y espada para quedarse con la custodia de Milo, quien ese entonces tenía sólo ocho años, y al ser el único familiar con vida que le quedaba, y haberse puesto a trabajar, logró conseguir la ansiada custodia de su hermano.
No todo fue fácil, a la edad de veintidós años, su padre apareció con una nueva mujer y se llevó a Milo, lo que ocasionó un terrible malestar en el mayor de los Antares, entrando en la droga y desesperación. Estuvo en prisión durante algunos meses por disturbios públicos debido a la drogadicción y el consumo de alcohol, pero pudo salir, hubo gente que confió en él y al poco tiempo su hermano fue restituido a su cargo, debido denuncias de violencia al padre y madrastra de ambos jóvenes.

                Gracias al reciente trabajo, Milo y Kardia habían podido subsistir juntos, el menor comenzó a trabajar en pequeños negocios como empleado, repartiendo periódico, aunque tampoco le había sido fácil la vida al menor. Como supo después Kardia, Milo había sido violentado por su padre, lo que ocasionó que el rubio se volviera reacio con sus compañeros, bajara sus notas académicas y tuvo varias detenciones por molestar en clases y hacer bullying a niños menores, al padre de ambos no le importó lo más mínimo su hijo y lo dejaba hacer, aunque tomaba represarías cuando el muchacho se ponía en su contra o le impedía tomar más alcohol; ésto ocasionó en él un terrible rechazo al licor, pero no al cigarrillo, que a los catorce años, comenzó a consumir.

–Kardia, ven un momento –habló Garnet mientras repasaba unos papeles, el muchacho que vestía una camisa blanca, un chaleco negro y pantalones negros con zapatos del mismo tono lustrados (y un elegante cinturón) se acerca a la ‘dueña’.

–¿Si, señorita Garnet?

–Gracias por lo de señorita –le agradeció–. Bien, aquí tengo la cuenta para la mesa ocho.

–¡Ah! Claro –Kardia se desacomodó el cabello y fue a la mesa cuatro a dejar la cuenta, los cuales le sonrieron y dieron una suculenta propina–. ¡Vuelvan pronto! –sonrió  de oreja a oreja e hizo una reverencia mientras los veía irse, luego fue a otra mesa donde también le dieron el dinero pero no dejaron propina–. Si, vuelvan pronto –susurró bajito–. Malditos avaros.

–¡Kardia, ven por favor! –Garnet lo llamó nuevamente.

–¡Ya voy! –Mira a un costado y un hombre levanta la mano–. Sí señor, ya lo atiendo –va hacia Garnet–. Esta noche es muy agitada.

–Es porque hay Show, querido –le entrega otra cuenta.

–¿Show? –observa que en la entrada hay una fila de gente dispuesta a ingresar–. No sabía, ¿canta alguien?

–No, no querido, toca el piano mi sobrino.

–¿Su sobrino? –preguntó extrañado–. Nunca había oído hablar de él.

–Es que mi hermano es demasiado escueto a la hora de hablar de su vida privada. Se llama Dégel Dómine y es un poco menor que tú, tendrá veintidós años, estudia en Paris, pero hace poco vino a vivir con sus padres.

–¡Ya veo! –susurró, pero para sus adentros pensó ‘típico niño mimado’.

–Lleva eso a la mesa veinticinco, y mira que el hombre de la diez tiene aún el brazo extendido.

–¡Si, ya lo vi hombre, puede bajar el brazo! –Le alerta Kardia, el hombre le hace caso–. ¡Ay! ¿Cuándo acabará esta noche?

–Cuando se hagan las doce, cenicienta, anda ve –le da un empujón en su hombro.

                Kardia suspira, está cansado de ser amable con la gente, necesita un trago y lo necesita ahora, daba gracias que a las doce es su hora de salida y el chico que lo remplazaba tendría que tomar todas sus mesas.
Reparte la cuenta y toma el dinero, luego atiende al hombre que levantó el brazo momentos antes y vuelve a la puerta para abrirla. Ve entonces pasar una mata de cabellos verdes que es incapaz de identificar, pero debido a su buena vestimenta y aroma creyó sería un adinerado cliente de esos que siempre le tratan de menos, estaba a punto de hablar cuando se detuvo con los ojos abiertos de par en par.

¡Era realmente hermoso! Sus ojos violáceos y su cabello largo hasta las caderas, llevando un abrigo de pana negro con botones dorados y un broche de oro con una nota musical, se comienza a desprender los botones del abrigo y pudo notar las hermosas y esculpidas uñas, ligeramente crecidas y brillantes, la ropa elegante debajo, con una camisa celeste cielo y un chaleco blanco con bordes dorados, un pantalón oscuro y unas elegantes botas con taco medio, no se estaba dando cuenta que asustaba al muchacho que hablaba con esa dulce voz.

–Disculpa….hey…–chasquea los dedos delante de él para despertarlo, Kardia se da cuenta que está haciendo el ridículo y toma el abrigo.

–¿Mesa?

–No, no….no como aquí –sonríe muy amablemente hablando con un ligero acento francés, el mayor carraspea.

–Lo siento, lo vi tan bien vestido que creí era un empresario que…

–No me trates de usted….soy muy joven aun –el peliverde se acomoda el cabello pasando los dedos por las hebras verdosas–. ¿Ha visto a mi padre?

–¿Hm? ¿Su padre? –preguntó, aún estaba estupefacto por la presencia tan magnifica del joven.

–¡Hijo mío! –Kardia se da la vuelta y ve como Garnet le saluda afectuosamente, pestanea rápido aun sin entender–. ¡Ah, Kardia! Él es el chico del que te hablé, mi sobrino, aunque es más como un hijo, dado que lo críe junto a Calvera, su nombre es Dégel.

–Encantado joven Kardia –amable le extiende la mano para saludarlo, Kardia no sabe qué hacer, se seca las manos en sus pantalones y saluda un tanto agresivo moviendo sus manos frenéticamente con la del joven, espantándolo.

–Discúlpalo Dégel, anda, ve al piano hijo, los fans te esperan –inmediatamente es empujado con suavidad hasta le gran escenario a un costado, Kardia continúa observándolo con estupefacción sin pensar en ese momento que había hecho el papel de idiota.

–Disculpa –pudo darse cuenta recién en ese momento, que un atractivo joven de la misma edad que el primero y cabello celeste, lacio y hermosa figura le extendía la mano–. El sobretodo.

–¿El sobretodo? –preguntó sin entender.

–Debes dármelo –el joven insiste.

–Alba, no seas así con el pobre chico –otro muchacho igual de atractivo pero de cabellos rubios le sigue–. Pídelo más amablemente.

–Fui lo más amable que pude….

–Lo siento ehm…..chico de la puerta (*) –intentó disculparse–. Albafica no es bueno en interacciones sociales.

–¡Mira quién habla! –bufó molesto.

–Somos los acompañantes de Dégel, amigos de la infancia y principales consejeros, mi nombre es Asmita y él es Albafica, ¿nos permites el sobretodo? –habla con amabilidad, Kardia se lo extiende casi arrojándoselo–. Gracias. Vamos, Albafica.

                El peliazul continua observando a los dos muchachos que se retiran mientras viene uno de sus compañeros a su lado, con sus manos secando un vaso, su camisa arremangada y un delantal negro en la cintura que le llegaba a las rodillas, ese muchacho era llamado Manigoldo, que en italiano significa rufián. El joven de cabello oscuro y mirada de delincuente había sido contratado por Garnet porque estaba, ¿cómo decirlo? ‘Caliente’ con él, suponía que se debía a que él, como todo un rufián, le lanzaba cumplidos para encantarla y le había funcionado bastante bien porque a sus veintisiete años llevaba al menos cinco años trabajando allí y ganaba más que todos.

–¿Quiénes son esos tres? –preguntó mascando un chicle.

–¿Te dejan comer chicle en el trabajo, maldito rufián? –preguntó Kardia mirándolo de reojo.

–Las ventajas de coquetear con la vieja esa, pero dime ¿quiénes son? –nuevamente cuestionó, Kardia suspira.

–¡Qué sé yo! Me dijeron que son amigos del chico ese de cabellos verdes.

–¿Al que casi babeas encima?

–¡No estaba babeando!

–Te faltaba poco y abrías una piscina, hermano –Kardia cruza los brazos.

–Sólo intentaba ser amable, cosa que deberías aprender de vez en cuando, hace unos meses casi te agarras a palazos con uno de los clientes, acordarte lo que dice Garnet: “El Cliente siempre tiene la razón”.

–Sí, bueno, pero ya te dije que coquetear con Garnet tiene sus privilegios, puedo rascarme las bolas a dos manos y le vale lo que haga, si quiero me peleo con todo el mundo –continúa mascando el chicle más ruidosamente.

–Vas a sacarle lustre a esa copa.

–¡Sí, ya lo sé! Pero me aburro mucho detrás de esa cosa, además me cansé de ver siempre la cara de muerta de Garnet, quiero ver cosas nuevas, culos nuevos, algo que no esté caído.

–Jajajaja, Garnet no está tan vieja –mete su mano en el bolsillo y empieza a ver los mensajes del celular.

–Deuteros me dijo el otro día que a su esposo ya no se le levanta y por eso pasa todo el día acá, encima para lo único que le servía el viejo y ya no lo tiene, por eso anda tan quejosa –mira por encima del hombro de Kardia lo que está escribiendo en el celular–. ¿A quién le escribes?

–A mi hermano Milo, quiero que sepa que llegaré tarde a casa hoy –suspira–. Mañana tiene clase y quiero que se acueste temprano.

–Ah sí, mañana empieza otro año escolar.

–Repitió el año pasado –bufó molesto y guardó el celular–. Espero que no me traiga dolores de cabeza de nuevo.

–Bueno, tenle consideración loco, imagínate que tu papá te pegue costalazos limpios; si, mi viejo me cagaba a palos con un bate de béisbol después de cada partido que perdía su equipo, pero bueno, en esa época todos éramos más tarados y nos dejábamos hacer. No había tantas leyes contra el maltrato infantil como las hay ahora.

–Mi papá también nos pegaba, por eso mamá fue tan apegada a nosotros, sobre todo a Milo –suspiró–. Pero bueno, esa es otra historia.

–Yo un día le pegué a mi padre, me la tenía guardada, pero un día agarré la barra de abrir cajas de mi vieja y…

–Para…no quiero escuchar eso, era la misma barra que le metías en el culo a tu novia para mayor placer sexual….–se burló, Manigoldo bufó molesto.

–Ya no te voy a contar una mierda, te burlas de mí….

–Me vas a hacer llorar….anda, anda a cortarle las cebollas a los gemelos –le empuja suavemente, Manigoldo se retira refunfuñando.

 

                La gente se acomoda y entre ellos Dégel, quien tira su cabello hacia atrás y se coloca en posición viendo si el piano esta afinado. Toca algunas teclas y Kardia aprovecha para cerrar sus ojos y sentir la dulce melodía que nace de allí, la mayoría de la gente está encantada y durante unos segundos el servicio de la mesa desaparece. Deuteros se asoma apoyando sus dos brazos encima de la pared superior en la ventana que daba de la cocina a la sala, y observó como el muchacho era parte del piano y movía sus dedos con las teclas; su gemelo Aspros se acerca y le golpea con la servilleta para que continuase con los platillos, aunque no le da mucha importancia.
La población respira diferente con Dégel al piano, y puede entender Kardia, a pesar de no tener oído musical, porque ese joven era tan popular.

                Para la visión del mayor de los Antares, jamás se olvidaría esa melodía que inundó sus sentidos, le hizo conocer más de lo que jamás hubiera admitido y no le importaba que ya fueran las doce y no tenía que trabajar, ahora estaba allí por simple placer.

 

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                Escuela Palas Atenea.

 

Era su segundo año como estudiante de primero, pero no es porque él quisiera ser un repitente, más que nada algunos problemas que afectaron su vida modificó su personalidad. “El mundo es una jungla y debes ser el más fuerte para sobrevivir” había aprendido de la mala manera y no por nada era temido entre los alumnos. Con dieciséis años estaría en el mismo salón con muchachos de quince o catorce años, no es como si le interesara demasiado, apenas conservó algunos compañeros de su curso pero todos habían pasado a segundo y él había quedado estancado.

                Se cruzó con algunos chicos nuevos y empujó a un par para luego entrar al salón con una sonrisa radiante y ponerse al fondo de todo en la última silla junto a la ventana. Espero a que los alumnos se acomodasen y notó a varios de ellos que le causaron una fuerte impresión, a la vez que también podía ver pegado en otros el letrero de ‘próxima víctima de bullying’.
Zahir “Afrodita” Volkka, uno de los muchachos más bellos del salón, y así como bellos muy presumidos, siempre caminando con su amigo de la infancia que más que amigo era guardaespaldas: Valentino “DeathMask” Zaffini, otro que parecía tener cara de haberse levantado constipado.
Más atrás en la misma fila se encontraba Aioros Diseo, el alma bondadosa del curso, quien se sentó junto a Shura Valdez, un antipático muchacho de cabello azabache. Detrás de ellos, dos gemelos bastante diferentes el uno del otro: Kanon Gemini es bromista y divertido, mientras que su hermano Saga Gemini es bastante maduro e inteligente, ambos eran una bomba de tiempo a punto de explotar.
Delante de todo y típicos nerd se encontraba el dúo de las notas altas: Shaka Malkavian y Mu Saorasi, dos niños genios que apenas pasó el día supo que no era desacertado, siempre lo mismo, cuando se sentaban delante de la mesa del profesor, es porque son los típicos come libros.

Pero hubo alguien que despertó la curiosidad de Milo; no, no era el gigante que se sentó delante para cagar la vida de todos sus compañeros que querían ver el pizarrón: El buen Aldebarán, no. Tampoco era el profesor Shion que parecía mujer con ese cabello largo y hermosos ojos violáceos; Ni siquiera era el hermano mellizo de Aioros, Aioria, el cual acosaba a Shaka para que le pase las respuestas a todas las preguntas del profesor; tampoco el maestro de educación física llamado Dokoh que gritaba desde el patio de abajo justo al lado de la ventana. El chico dueño de la atención de Milo era un pelirrojo que se sentó justo delante de él y abría su libro, escribía prolijamente y prestaba atención cuan geniecillo: Camus Fontaine.

–Bien, como saben todos los años escogemos a un representante del aula como presidente de clase, pero no hay muchos que hayan querido postular –observa la hoja de inscriptos–. Si todos están de acuerdo, dejaré el mando a Camus Fontaine.

                Se hizo un murmullo donde todos asistieron. Debido que Shaka y Mu estaban en el club de libros, no dudaron en dar la derecha para que Camus fuera el presidente y asistieron con vehemencia su postulación, el resto no se quejó y aceptó que el pelirrojo era su mejor opción.

–Perfecto, entonces llevaré esta hoja de inscripción a la dirección, ¿sabes cuáles son tus deberes como encargado? –Preguntó a Camus, aunque no aguardó la respuesta–. Debes guiar a los alumnos por los pasillos como un monitor escolar, debes pasar la lista y hablar en representación de ellos con el director en causa de quejas.

–Si profesor –contesta el chico.

–Bien, pueden salir al recreo –los chicos se levantan dispuestos a salir.

–¡Oye Camus! –Habló Shaka–. ¿Te gustaría entrar al club de debate poético? –preguntó–. Nos reunimos después del colegio a debatir sobre libros y poemas.

–Es divertido –habla emocionado Mu.

–¡Es divertido! –se burla Milo en voz baja.

–Claro, estaré encantado –amablemente saluda a sus compañeros y acepta ir con ellos luego del colegio.

–¡Oye mastodonte! –el rubio se levanta y ve a Aldebarán desde atrás–. ¿Por qué no te sentaste atrás? Apenas podemos ver con tu enorme volumen –Kanon comienza a reírse.

–¡Amigo, esa fue una buena!  –le pone la mano para chocar los cinco y Milo le corresponde–. Me llamo Kanon y él es Saga. ¿Tú eres?

–Milo Antares.

–¡Ah, nos contaron sobre ti! –susurró Saga y se levantó–. Eres popular en el colegio.

–Sí, me cargué a uno que otro maestro con una bomba de olor –sonrió victorioso.

–Además eres bueno en deporte, eso es bueno ¿no? Todos los que son buenos en deporte son populares –habla Kanon con altiveza, Saga lo secunda afirmando.

–Es verdad, me dieron la beca en el colegio porque soy bueno en fútbol, porque si fuera por mis notas estaría perdido –suspira y luego mira a los gemelos–. Y díganme ¿quién es la copia de quién?

–Yo nací primero, así que él es mi copia –Saga señala a su hermano y éste le mira haciendo berrinche.

–¡Eso no tiene nada que ver!

–Bueno, encantado entonces ¿todos vienen juntos desde el jardín de niños? –observa a los demás chicos hablar animadamente.

–Sí, la mayoría sí. Shaka, Mu y Aioria son amigos desde el kínder ¿lo recuerdas, Saga? ¿Cuándo le pusimos goma de mascar en el cabello y lloró todo el día? –pregunta Kanon recordando cuando eran niños y habían jugado esa broma a Shaka.

–Es verdad, luego le dijimos que toda Barbie tenía cabello de repuesto –ambos gemelos comenzaron a reírse y Milo se contagió de ello.

–¿Y ese de allá? –Preguntó señalando a Camus–. El presidente de clases.

–Ah, menos mal que Camus fue presidente, no sé qué sería si nos tocaba Shura.

–Tienes razón Kanon –mira a Milo–. Camus es el chico más inteligente.

–¡En jardín de niños hacía aeroplanos miniaturas con palitos de helados! –habla con emoción, Milo arquea la ceja.

–Eso no es emocionante.

–Es muy inteligente, el alumno diez, no digo que Shaka y Mu no lo sean, pero hasta ellos tuvieron su nota promedio en alguna materia, Camus no, él es perfecto.

–Señor perfección.

–Hasta en deporte se luce, por eso tiene ese cuerpo delgado pero con cada cosa en su lugar. Sus padres son de presionarlo mucho para que estudie en una buena escuela, luego en una buena universidad y consiga una buena esposa tan perfecta como él –Saga parece algo irritado.

–Menos mal que a mamá le chupa una goma lo que hagamos nosotros –ríe bajito–. No me gustaría tener la misma madre que Camus.

–Ya veo, y…. ¿algo más? Digo, ¿saben algo más para chantajearlo? –preguntó con diversión, Saga y Kanon se miraron.

–¿Chantajearlo? ¿Te refieres a bromear con él? Pues es realmente perfecto, no sabría que decirte –Kanon se rascó la barbilla sin poder llegar a una respuesta.

–Es verdad, te puedo decir al menos cinco cosas de cualquier otro, pero de Camus no.

–Es humanitario, trabaja en un jardín maternal y dona el dinero al parque.

–También le enseña a leer a los niños de seis años del colegio primario en sus ratos libres, tiene una libreta de dieces, buen cuerpo, lindo rostro y cabello….

–Algo malo tiene que tener, todos tenemos algo malo en nuestras vidas –gruñó Milo–. Odio a los perfectitos.

–Bueno ahora que lo dices, siempre me dio miedo sus ojos –Kanon observó a Saga buscando apoyo.

–Es verdad, su mirada tiene algo que nunca nos gustó, no sé, tal vez sea un asesino vestido de cordero –ambos se ríen pero a Milo no causó gracia.

–¿Algo en su mirada?

–Bueno, creo que después de todo, Camus es un chico muy triste…..

 

Continuará.

Notas finales:

(*) Debido a que no sabe el nombre, Asmita optó por usar su posición para llamarlo.

¡BIENVENIDOS SEAN TODOS A MI CUARTO FIC! Espero les guste. En realidad decidí que este fic iba a hacerlo mucho más tranquila, no adelanté casi nada y lo haré a medida que me vayan llegando ideas que también ustedes quieran ver. Por ahora la cosa es así, les di un pantallazo.

Las edades: Todos los del aula de Milo tienen quince años, Milo tiene dieciséis. Los profesores están arriba de los treinta años (Shion: 32 / Dokoh: 37). Kardia tiene veintiséis y Dégel/Asmita/Albafica veintidós. Los gemelos Aspros y Deuteros tienen veintisiete al igual que Manigoldo. Del resto iré diciendo la edad a medida que aparezcan.


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