Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Con sabor a café por Sly Blue Memoryof Amber

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

[Puedo decir que… ¡Estoy demasiado feliz! Por fin logré terminar este proyecto y como dato interesante, para que sepan lo romántico que suena… La frase “siempre tendremos París” es para aquellos que por una u otra cosa, no pueden amarse tan libremente como quisieran, excepto en su lugar especial, y en esos momentos en los que pueden estar al fin solos sin prejuicios encima, refiriéndose a su ocasión especial. ]

[South Park AU- 6 años después]

 

Uno se preguntaría ¿cuándo fue que las cosas cambiaron? A Craig le rondaba esa duda cada mañana al despertar, en las noches cuando el sueño no llegaba a pesar y sobre todo en la clase de geografía, la que siempre fue aburrida ¡Una mierda!

 

Había ocasiones en las que olvidaba comer por días, hasta que su energía se veía por los suelos. También  el sueño deseaba vencerlo y remataba cabeceando cuando su cuerpo gritaba por el descanso que no obtuvo en las largas madrugadas. No le importaba quedarse dormido a mitad de clases, después de todo nunca fue un buen alumno. A Tucker le gustaba sosegarse en su pupitre, aunque eso significara ganarse una reprimenda de la cara de rata con tetas grandes... La profesora Crabgrass era un completo dolor de muelas. Los alumnos juraban que estaba súper buena, pero el azabache había perdido el interés en las mujeres mucho tiempo atrás, o mejor dicho: había perdido el interés en cualquier persona que no fuese una, esa misma que surcaba sus pensamientos en ese momento.

Todo había sucedido en una tarde precisamente, cuando en su mundo todo cobró sentido al verlo; Craig lo recordaba con bastante claridad ¿Cómo olvidar la bandera hecha de un calzoncillo con la palabra "marica" pintada de rojo? Las cosas nunca son lo que parecen. Aunque hubiese sido un reto fue algo que nunca se iría de su pensamiento.

 

Le jodía desde entonces un aroma en específico ¡Ese puto sabor amargo era como la mierda! Pero no estaba lejos de ser como un drogadicto, sabía que le hacía mal; sin embargo, estaba atontado por completo. Le cagaba estar tan apegado a ese sabor... El que una vez detestó... El que tras probar en un pequeño sorbo le producía arcadas. Ahora se desvivía por saborearlo y sentir sus labios arder como aquella tarde.

 

Una bola de papel le pegó en la nuca, con esa puntería podría jurar que fue Token. No se molestó en girar la cabeza para averiguarlo.  Abrió el arrugado pergamino y nuevamente ahí "chupa bolas" escrito. Se podía escuchar la risa molesta del regordete Eric, pero le dio poco importancia… Frunció el entrecejo al arrugar de nuevo el papel y lanzarlo al bote de basura; gran error, pudo ver como la castaña se quitaba los anteojos y rompía el gis con los dedos, la pequeña bolita de papel le había pegado en el gordo trasero, un asco.


— Joven Tucker ¿Por qué me lanzó esto? — La señorita extendió el papel y su semblante martilló aún más el fastidio que crecía en el azabache — ¿Crees que soy una chupa bolas? Mira jovencito…—


— ¿Por qué cree que fui yo? De todos los alumnos de aquí— lo siguiente lo dijo en voz baja —Puede chupar las mías—


— ¡Uhhh! — Los alumnos abuchearon al unísono


— Jovencito a la oficina del director, ahora mismo—


Craig simplemente se levantó y le mostró el dedo a la clase entera. El que no creyera que esa chupa vergas estaba en su contra, debía estar más ciego que Ray Charles. Esa era la cuarta vez que iba a la oficina del director en el año, a ese paso lo expulsarían de la preparatoria.


No le quedó de otra y  regañadientes entró en el pequeño cubículo que el profesorado llamaba la oficina directiva. El aroma que ese lugar desprendía era tan exagerado que siempre procuraba llevar máscara farmacéutica, podía distinguir el cloro y el fuerte aroma del limpiador para madera. El lugar estaba repleto de papeles exageradamente bien ordenados. El moreno juraría que a menos un sexto del papeleo sobre el escritorio, era su expediente. Se quedó quieto en la entrada hasta que el viejo calvo lo invitó a sentarse, por su parte Craig no se molestó en escuchar el sermón de siempre hasta que escuchó las últimas palabras.

 

—… Entonces ¿esta vez por qué estás aquí? — El director Hannigan acomodó una carpeta negra e integró un nuevo papel en esta, después se levantó y con las manos en su espalda suspiró cansado. — Craig, sabes que la preparatoria te ha dado bastantes oportunidades para remediar tu comportamiento y no haces otra cosa que meterte en problemas—


—No fue mi culpa—


—No fue tu culpa, pero estás aquí ¿quién te ha enviado a mi oficina esta vez? —.

 

Como si el estúpido calvo no supiera la respuesta, siempre era la misma zorra de Heater Crabgrass. Craig chasqueó la lengua y rodó los ojos al reloj que se encontraba tras el asiento del director, faltaba poco menos de cinco minutos para que las clases terminaran y lo último que deseaba era ser castigado por tercera vez en el mes.


— La profesora Crabgrass— Contestó entre dientes, intentando calmar la ira hacia esa puta. — Yo no he hecho nada—


— Si no has hecho nada entonces no tendrías porque estar aquí. Esta vez te dejaré ir, pero mañana mismo irás con el concejero en el receso. Eso es todo—

 

Al azabache se le subió el rojo en cólera. Estuvo a punto de enviarle un puñetazo al escritorio, pero no lo hizo. En su cabeza, una sola cosa danzaba de ahí para allá y eso fue lo que mantuvo la calma dentro de su cuerpo.

 

Regresó al salón de clases sin dirigirle la palabra a nadie, recogió su mochila tras recibir un golpe mal disimulado de alguno de los muchachos. Pudo sentir también las miradas encajándose en su espalda y entonces un peso encima de su espalda le produjo un cambio en su ritmo cardiaco. Esa fragancia impregnó el salón de clases y agradeció que no hubiera ni un alma ahí dentro; porque su expresión se había suavizado un poco por breves segundos y no había ni un profesor molesto que le impidiera voltearse y abrazar posesivamente al dueño de ese singular aroma.



— ¡Aaagh!... — tembló un par de veces en brazos del azabache antes de lograr calmarse un poco— el perfume del Tucker también tenía una característica única que a Tweek atrapada. Lo calmaba y podía sentir como la cafeína comenzaba a detenerse alejando el molesto tic. 



El azabache sonrió y lo soltó un momento. Estaba bien ser el blanco de burlas desde octavo grado si eso significaba poder beber del embriagante sabor que le entregaban los labios envueltos en cafeína. Su droga propia se encontraba precisamente en el sabor que le entregaba el café Tweak, el que humedecía los rosados labios de su pareja. Sí, ese día era aquel que siempre debía ser recordado. El moreno no era una de esas personas que perdía la cabeza por dar una buena sorpresa a quien amaba, prefería olvidarse de todo el asunto comercial. Sin cenas lujosas ni una caja de chocolates junto a un enorme ramo de rosas rojas.


Tweek por su lado odiaba todo aquello que tuviese que ver con obsequios porque siempre era un problema ¡Demasiada presión! Escoger lo correcto o indagar en algo que pudiese gustarle a Craig, la gente empujando en las tiendas comerciales y la desesperación al buscar la ropa adecuada sin contar que esta última lograra colocarla de la forma correcta ¡Jesucristo! Demasiadas cosas en un día.


Cuando el rubio comenzó a temblar de nuevo, el moreno coló el brazo izquierdo por sus hombros y solo así pudo sentir como su amante volvía a calmarse. Pero el sosiego murió en cuanto pusieron un pie fuera del aula. Un balón de basquetbol le dio de lleno a Craig en la cara, enseguida otro más golpeando en su estomago, y se armó una lluvia de meteoritos plásticos, ahora no solo al azabache. El chico Tweak se alteró turnando agresivamente el tic en sus ojos de miel. Por su parte el azabache lo abrazó cubriéndolo de todo ataque.


Desde que Eric Cartman había corrido la noticia de su relación, las cosas se tornaron pésimas. Había a quienes les pasaba de largo como a Clyde Donovan y Token Black, pero este último a veces gustaba de molestarlo en clases cuando estaba aburrido –es decir, solamente en la clase de geografía con la puta castaña-.


Ese día no deseaba para nada pelear, pero hasta el más calmo tiene su límite. Tweek había apartado a Craig con sus brazos temblorosos y en un acto que dejó a todos boquiabiertos, tomó uno de los balones y lo lanzó al aire golpeando en la entrepierna a uno de los agresores.



— ¡Oh di-os, basta!—


No se detuvo para abrir los ojos que había mantenido cerrados todo el tiempo. El Tucker ya lo había sujetado del brazo y habían  salido corriendo del pasillo ¡Ese era su Tweekers! Aunque estaba tan sorprendido como todos, no pudo evitar lanzar a un lado su gesto sepulcral para esbozar una ancha sonrisa. El rubio enarcaba las cejas preguntándose porque Craig comenzaba a reírse, pero no le dio tiempo de preguntar, pues a plena luz de día en el pasillo central, él de ojos igual al azul profundo del mar había tomado al cafeínomaniaco por el cuello de su camisa de franela –mal abotonada de nuevo, parecía que lo hacía apropósito-. Lo besó, sin vergüenza o prejuicio cerca. Probó los adictivos labios al pasear su lengua con insistencia entre estos. La amargura del café sólo de esa forma llegaba a gustarle.


Tweek temblaba pero esta vez distinto, podía sentir las venas arder y el corazón acelerarse aún más debido a la adrenalina; no cualquiera, esa que le ofrecía Craig cada vez que le robaba un beso.

Las zancadas apabullaron su regocijo, pero antes de que la fiesta de “quemados” comenzara por segunda vez, la voz chillona de Milly los detuvo. Gritando algo de una fiesta de camisetas mojadas y porristas. Más pronto que tarde, la horda de hormonas crecidas corrió rumbo al gimnasio importándoles poco el par de “maricas” –como les gustaba llamarlos- para ir a ver montones de tetas mojadas. A veces los hombres daban asco y por ello la pelirroja contrajo una mueca y les sacó el dedo medio cuando los vio alejarse ¡Señor de la santa moda! Los hombres eran demasiado predecibles.


La hermanita del moreno le hizo una corta seña seguido de un movimiento rápido de labios
“No lo arruines esta vez” fue lo que el azabache alcanzó a leer. En respuesta le devolvió la seña y aunque en su rostro no se dibujara alguna expresión, internamente el mayor le agradecía aquello.


Sabía porque los atacaban, Craig llevaba planeando algo especial para Tweek, sí. Semanas de frustración entera pensando en qué vendría bien para el rubio, porque debía tener en cuenta todo lo que al de orbes miel le perturbaba –o sea, casi todo-. No fue un trabajo fácil, pero sabía que valdría toda la pena si al final lograba conseguir una expresión única en el cafeínomaniaco.


El moreno sabía bien lo que quería y eso se reducía a una sola persona: Tweek, por supuesto. Claramente recordaba la fecha en que se hizo adicto al rubio. Un quince de octubre a pocos días de Halloween. El señor Mackay sustituía los cursos de sexto grado y para fastidio de todos propuso elaborar un baile del “horror” por supuesto tomó la participación de aquellos con más bajas calificaciones y severos problemas de conducta, por lo que Cartman y Craig no pudieron faltar en ello. Claro que al regordete –como lo fue en un pasado- deseaba salirse con las suyas y que mejor que meterse con los más “débiles” mentalmente… como Butters que se ofreció voluntariamente y Tweek, con una hipersensibilidad enorme, mucho más en casos con “demasiada presión” por parte del consejo escolar, esta vez. Le pasó de largo las malas pasadas que le jugaba al pobrecillo del Stotch; pero fue entonces que a Eric se le ocurrió dejar caer un montón de arañas en el cabello rubio de Tweek, ¡Este casi se retuerce en el piso de la impresión! El moreno supo que algo andaba mal cuando le ayudó a levantarse y este le gritó tirándole el café expreso encima. Estuvo a punto de atestarle un buen merecido golpe, pero que el muchacho temblaba y sacaba de su bolso un pequeño frasco de medicamentos psiquiátricos, ¿qué eran?  Anti psicóticos. Cartman comenzó a reír, solamente él mientras que los demás se quedaban perplejos mirando tanto a Tweek como a Craig, quien tomaba por las solapas al gordo y de un puñetazo le hacía sangrar la nariz.


El altercado por supuesto no pasó de largo, y como casi todos los días, el Tucker fue enviado a la oficina del consejero, parecía que el muchacho no deseaba entender por las buenas y así fue que mandaron llamar a los padres de los tres. Por si fuera poco, fueron castigados con mucho más trabajo del que deberían, ahora también debían hacer la escenografía, largos arboles de papel maché y cartón, murciélagos y telarañas con brillantina negra… Al comenzar iba todo a pedir de boca, pues claro, el señor Tweak les ayudaba en lo que podía, hasta que el deber con su cafetería llamaba; entonces fue que el tercer día de trabajo, Cartman decidió fingir que estaba enfermo del páncreas, a los chicos les sorprendía que aún los adultos, creyesen sus mentiras.
Fue entonces que sucedió, el aroma a café empalagó de buenas a primeras a Craig; fruncía el entrecejo cada vez que el rubio iba a la cocina en busca de más, hasta que la quinta taza de ese día le colmó la poca paciencia que poseía. El azabache trazó con sus dedos un camino por la espalda ajena, entonces los músculos del cafeínomaniaco se tensaron al momento.


“¡Aghh!” Exclamó Tweekers, y Tucker nunca había plasmado el vicio de una forma tan elocuente, no hasta que el café resbaló de los labios ajenos tras alterarse y tirar la taza blanca con la leyenda “Coffee is life”. El aroma del café siempre le pareció repugnante, hasta el punto de sentir las arcadas amenazando en la boca del estómago; no en ese momento, le parecía hasta tentador, saborear ese liquito traslucido y marrón, lo anhelaba, saborearlo y no entendía la razón hasta que su corazón se agitó, ahí lo supo… Tweek podía convertirse en su adicción. Lo había tomado de la camiseta militar, mal abotonada y lamió… ahí en la barbilla donde la caliente bebida resbalaba.  Por supuesto se llevó un gran golpe después, pero para Craig, había valido la pena. Sonreía con cinismo. Después los días se volvieron turbios y claro que el rubio evitaba a toda costa quedar a solas con Craig, incluso llegó a pedirle al regordete de mierda su ayuda. Pero entonces un reto, el juego de la botella, justo en la fiesta de Halloween. Cartman se había enterado de beso mediante Tweek, por supuesto no pudo pasar la oportunidad cuando la botella quedó apuntando entre el azabache y el cafeínomaniaco. Un beso, una de verdad que Craig disfrutó sin lugar a dudas… y por supuesto que lo recordaba con toda lucidez. Se había acercado al encogerse de hombros y el rubio temblaba mucho más de lo normal, el tic de su ojo se volvió agresivo, y quien conociera al Tweak entendería lo que “agresivo” significaba.


“Solo un marica duda de su sexualidad, su no eres gay, entonces no tendrás problema en besarlo, Tweek”. Esas habían sido las palabras de Eric Cartman para alentarlos. “¡N-no soy marica! … ¡Agh!” dulces palabras para Craig, que llevaba tiempo conteniéndose… Pero fue cuando lo tomó de la barbilla y acercó sus labios, cuando presionó sobre los de Tweek y los abrió con un movimiento brusco… Cuando Craig hizo jadear delate de todos a Tweek Tweak con un beso profundo, candente… el que tanto había estado deseando… ¡El puto paraíso! Pensó el azabache. Mientras que el rubio había dejado de temblar y estaba correspondiendo, porque encontró algo aún más delicioso en los labios de Craig… No había querido admitirlo, la única razón por la que rechazó la ayuda del Tucker, por la que no volvió a dirigirle la palabra después de la “broma” del azabache, fue porque le gustaba… Desde los once lo supo, y el café lo tranquilizaba, por ello tomaba tanto en presencia del otro.


Fue ahí en la noche, que todo tuvo sentido. Dos almas empedernidas se habían encontrado, Craig no lo dejaría ir tan fácil… No podía alejarse jamás de su droga, la más poderosa, incluso más que el sabor a café, los labios de Tweek. Pero claro, la fortuna venía acompañada de la desdicha. Esa bandera mal hecha no solo provocó revuelo, la mitad del pueblo estaba en contra de la homosexualidad y otros simplemente lo usaban como una excusa válida para patearle el culo a Tucker.
Lo pasado, al pasado pertenece.


El rubio comenzaba a impacientarse, porque estaban siguiendo un camino sin rumbo y Craig parecía perdido en sus pensamientos.



— Craig ¿A dónde va-mos?— Las ansias ya eran algo común en el rubio, pero cuando verdaderamente estaba impacientado, estiraba su camiseta mal abotonada. Justo como en ese momento.


— No te diré— Fue su respuesta simple, pero el menor ya estaba acostumbrado al carácter pesado del azabache. — Te cubriré los ojos—


— ¡Jesucristo! — Gritó Tweek cuando Craig sacó una pañoleta verde de su bolsillo trasero y la ató con firmeza a su cabeza. Si nunca paraba de temblar, ese día el cafeínomaniaco parecía ser un terremoto humano. — Esto es de-masiado ¡Agh! —


— No te sueltes— Fueron sus últimas palabras después de tomar la mano de su pareja.


Pero el camino era corto. De hecho, el azabache estaba casi seguro que el menor reconocería en un parpadear el camino. Tweak Bros Coffee no quedaba muy lejos, les tomó un cuarto de hora llegar, sin mencionar que las miradas se les pegaban como sancudos chupa sangre. Por lo que Craig suspiró atareado al pisar por fin el local. Y claro que lo había notado, el tamborileo de Tweek había parado por esos quince minutos, cuando tomó su mano. El rubio entró a su lugar feliz solo con eso.


Cuando el azabache le retiró la venda al Tweak, este último quedó mudo, helado y por supuesto satisfactoriamente asombrado. Las paredes estaban tapizadas terriblemente de blanco con hermosos dibujos de molduras en marrón,  las mesillas habían sido reemplazadas con unas más pequeñas  y altas, y una en especial tenía encima un montón de golosinas francesas… Desde macarons, hasta petisús.  El sueño de Tweek siempre fue un bistró francés, pero claro con la pobre ganancia de su padre, lo veía casi imposible. ¿Cómo rayos Craig se había enterado de su sueño? ¡Una mierda le importaba! Ese regalo era tan preciado que la agitación en el rubio volvió, pero esta vez fue de excitación, plena emoción.


— ¡Oh San-to cielo! Craig — Tragó saliva y corrió eufórico, mientras la puerta se cerraba a mano del mayor. —


La mesita estaba vestida con una sutil tela a cuadros verdes de dos tonalidades distintas. Y no solo había dulces, sino una variedad enorme de café, claro que no todos eran al estilo francés, pues Tweek lo conocía bien. Pero que Craig se esforzara de esa forma, dejaba al rubio más que atónito.


— Si comes todo de una sola vez, enfermarás. Tu estómago se hinchará y pasarás el fin de semana postrado en la cama— Le reprendió cuando el menor tomó del capuchino, pero es que necesitaba de la calma para contener su alegría, y claro, el café siempre lo ayudaba… ¡Demasiada presión! Y él no le había preparado nada al mayor, ahora se sentía estúpido por el regalo que le había comprado.


— No lo co-meré todo— Apretó los puños en una ligera rabieta, ¿¡Qué no comprendía!? Estaba con el corazón en las manos, le palpitaba con fuerza ¿Y si le daba un paro cardiaco y no alcanzaban a llegar al hospital? ¡Jesucristo! Que calamidad.  — ¿Cuándo fue que lo hi-ciste? Mis padres vendrán en un rato y… ¡Agh!— No se quería imaginar el alboroto que armarían cuando viesen los cambios sobrepuestos en su cafetería.


— Tu madre me ayudó— Se encogió de hombros, y por suerte los padres de su pareja, razonaron en cuanto supieron de la relación con su hijo. Después de algunos años, ya lo trataban como a un hijo más, uno problemático y desesperante. — Tenemos la cafetería para los dos hasta las siete— dos horas eran más que suficientes.


El rubio no sabía que decir, por lo que cogió su mochila y con las manos temblorosas, sacó una caja cuadrada pequeña –muy mal envuelta- y con la vista desviada se lo entregó. El azabache lo tomó sorprendido, porque realmente no esperaba un regalo. Sabía que Tweek detestaba ir a los centros comerciales, y soportar el estrés de salir a lugares concurridos, le abrumaba la gente, en pocas palabras. Entonces ese esfuerzo era… algo de lo que Craig podía jactarse, si logró que el Tweak dejara su zona de confort solo por él.


Al abrirlo, los azules pudieron resplandecer por primera vez en mucho tiempo. ¡No solo era un disco de su banda favorita: Guillotine! Estaba autografiado por el guitarrista Phil Salsbury. ¿Cuándo? El mayor por primera vez esbozó una mueca de sorpresa intachable.

 

— ¿Cuándo? —


— Hace un par de me-ses, cuando visitaron San Diego— Jugueteaba con su camiseta, jaloneándola más de lo normal, que aún su obsequio no era tan bueno como el que Craig le había dado

— No es mu…¡Nhmh!—

 


Un beso lo detuvo, uno eufórico y muy distinto a los demás, el esfuerzo que seguramente había puesto el rubio en aquello, representaba más que un disco autografiado. ¡Su Tweek lo hizo solo por él! Que el mundo se jodiera, tenía a la persona perfecta a su lado y nadie podría impedir que se lo comiera a besos ese día, ni siquiera las cámaras de seguridad. De hecho, Craig conocía el punto ciego del local, cuando el mismísimo Tweek se lo había mostrado. La tercera mesa en el fondo a la izquierda, se aferraron el uno al otro, entre besos y caricias, a veces con apuro y en otras con calma… No importaba que tantas mierdas se interpusieran en su camino… Siempre tendrían París…

Notas finales:

¡Gracias por leer hasta el final!~ uvu


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).