¿Acaso no te acuerdas de mí?
Era un sábado completamente normal, de esos días en los que hace un buen tiempo y te apetece salir aunque terminas no haciendo nada. Ya era pasado de mediodía y la tranquilidad reinaba en el ambiente de un extenso parque.
-¡¡Querido!!-Se escucho ese grito en medio del tranquilo parque e inmediatamente una extraña persona se acerco corriendo a otra, y con una gran sonrisa la abrazó.
La persona que había llegado a abrazar a la otra llevaba una gabardina café, la piel blanca y el cabello corto con un flequillo tapándole un ojo, además de llevar una cámara-que parecía muy cara- colgando.
-¿Quién eres?- Le preguntó sorprendido por la acción la persona que estaba siendo prácticamente exprimida.
Esta otra persona tenía el cabello negro y algo revuelto, era alta y vestía con una camisa a cuadros y pantalones de mezclilla.
-¡¿E-ehh?!- En ese instante la persona que llegó lo dejo de abrazar y lo miro con ojos llorosos-¡Soy yo! ¿Cómo puedes no reconocerme?
-Hey, perdón pero no me acuerdo-le contestó ya algo incómodo
-¡Soy el niño que se sentaba a tu lado en el kínder!-Le dijo ya con un tono desesperado tratando que con eso el otro se acordara.
-¿Ahh?-Soltó una exclamación de sorpresa pero trato de recomponerse-Siento no acordarme pero, ¡Si no me acuerdo de la escuela, como me voy a acordar de mis compañeros!
-Pero, pero, si tú me prestaste un lápiz, aunque no te lo regresé, mira aquí lo traigo-Lo dijo con el mismo tono desesperado para luego sacar del bolsillo de la gabardina que traía puesta una pequeña bolsita de plástico perfectamente sellada con un lápiz pequeño y medio mordido dentro.
Se le quedó mirando al tipo que tenía la bolsa y una cara de querer llorar.
-Tal vez si me dijeras tu nombre me acordaría- Dijo con una sonrisa la persona tratando de tranquilizar y alegrar al otro.
Pero en vez de contestar, el tipo extraño de la gabardina se quedó embobado viendo al otro tipo. Entonces sintió unas palmadas en sus mejillas y despertó del trance.
-Oye, oye ¿Estás bien?
-¿Qué si estoy bien? –Repitió como si dijera algo muy grave y su expresión cambio a una de enojo- ¡¿Cómo te atreves a preguntarme eso?!-le gritó pero enseguida se tranquilizó-Si estoy bien
“Este sujeto es bipolar” pensó y se alejo un paso disimuladamente.
-¿Entonces me dirás tu nombre?- Le volvió a preguntar
-Ah, sí claro, mi nombre es Carlos, un gusto Sebastián- dijo eso y le extendió la mano para darse un amistoso apretón de manos pero luego la bajo enseguida y se sonrojó.
“Si, definitivamente es bipolar”- ¿Te pasa alg…?- le preguntó pero enseguida se escuchó claramente un gruñido de estomago.
-Tienes hambre- dijo Sebastián, no preguntándole sino asegurando.
-¡Es que cuando me emocionó me da hambre!- Carlos le gritó avergonzado pero luego lo observó y lo empezó a manosear.
-¡Oye que te pasa!- En ese momento lo trató de empujar pero el tipo era persistente
-Tú debes tener comida por aquí guardada ¡Dámela!
-¡Espera!-lo detuvo empujándolo de nuevo y Carlos ahora si se alejó y se le quedó viendo.
-No puedes atacar a las personas cada que tienes hambre-le reprendió y Carlos sólo siguió viéndolo lo que ya le empezaba a incomodar.
- Este, me tengo que ir, adiós- Y se fue caminando pensando en el extraño incidente “demasiado para un día”
De repente se sintió extraño, como si lo siguieran, por lo que volteó y ahí estaba Carlos ¡¿Acaso lo estaba siguiendo?! Empezó a apresurar el paso y Carlos igual, entonces empezó a correr y… ¡Oh sorpresa! Carlos iba corriendo detrás, intentó ir más rápido pero el otro parecía no cansarse. ¡Esto era ridículo! ¿Por qué lo seguía a él? ¡No era su culpa ser tan atractivo! Porque, si, no era por presumir pero era alguien bastante guapo.
-¡Sebastián! ¡Espera!- Carlos iba detrás de él y si seguía así pronto lo alcanzaría, pero entonces Carlos resbaló cayendo estrepitosamente hacia atrás.
Sebastián volteó porque ya no escuchaba sus pasos, lo vio tirado y se regresó corriendo lo más rápido que pudo.
Era cierto que el tipo este, ¿Cuál era su nombre? a si, Carlos, era de lo más extraño y lo estaba persiguiendo quien sabe porque, pero su moral pudo más.
Cuando lo observó vio que estaba noqueado y casi podía ver Sebastianitos girando alrededor de su cabeza.
Bueno no podía dejarlo ahí tirado, podían violarlo o algo peor, así que revisó en sus bolsillos y aparte de encontrar unas cuantas fotos actuales suyas –que hicieron que le dieran escalofríos, pero decidió no pensar en eso por ahora- logró encontrar lo que buscaba, una identificación con su dirección “¡Pero si vive del otro lado de la ciudad!”
Con una cara de no querer llevarlo hasta allá, pensó que lo mejor era llevárselo a su casa, pues no quería viajar por media ciudad y lo cargó.