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El destino no esta escrito, se va escribiendo. por christalchii268

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Notas del fanfic:

Practicamente todo personaje en esta historia es de mi propiedad. Les pido amablemente que no los usen sin mi expreso permiso.

Muchas gracias, y bienvenidos al mundo paranormal de Obscurité Alleb ^^

 

Notas del capitulo:

Si desean enterarse de lo basico sobre este mundo, les recomiendo lean un poco de la historia donde nace: http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=113432

Solo a partir del capitulo 18 xD

Independiente, tratare de hacer varias referencias para quienes lleguen nuevos y no quieran leer el horror de historia que antes publique ^^U

Para leer esta historia en especifico solo hay que saber:

Azelleb es un mundo donde habitan seres sobrenaturales, todos ellos teniendo una pareja que el "Destino" elige. Ellos viven en grupos, muchas veces determinados por su raza.

Los vampiros son la raza mas poderosa, con el Rey teniendo la mayor influencia, y sus hijos, dirigiendo los demas aquelarres, o zonas donde los otros vampiros viven. 

Esta historia se centra en Muldor, el Principe Heredero, y su "Protegido", Lauper Andrew~

 

Sin mas entretenimiento, por favor lean y disfruten :D

El destino no esta escrito, se va escribiendo.

 

La misión había terminado con sorprendente facilidad a como tomo forma en cierto momento. Muldor por fin sentía que podía estar tranquilo.

Su escolta también lucia cansada, con la satisfacción solo asociada con ganar la batalla sin luchar. Bromeando y riendo, haciendo planes emocionados sobre encontrarse con parejas, familias y amigos.

Muldor solo tenía la certeza a futuro de encontrarse con su segundo al mando en su Aquelarre. Tal vez tentarse con un poco de vino y un concierto privado…

Sus pensamientos fueron a la deriva, entre todo lo que aun debía y lo que deseaba. Pasar más tiempo con sus hermanos y conocer mejor al nuevo integrante de su familia, que hacía muy feliz a su hermana menor; Sebastián.

Se ilusiono con una tarde libre de deberes, solo un par de horas para dedicarlos a satisfacer caprichos. ¿Solo cuanto había pasado que no se alimentaba directamente de una vena, ya sin mencionar el sexo?

Ser el hijo mayor de un rey no era tan divertido y fácil como muchos foráneos pensaban. Gracias a los cielos su gente no pensaba igual y valoraba su trabajo de líder, sin darle más problemas.

Él manejaba el segundo aquelarre de vampiros más poderoso de Azelleb, y amaba a cada persona en el. Conocía sus historias, deseos y metas. Estaban siempre en su mente, y por el bien de todos, Muldor podía dar el extra necesario cuando todo parecía demasiado.

Amaba y respetaba a su familia. No resentía nacer con la posición ni que se le exigiera tanto.

Él amaba ser Príncipe, Heredero y Vampiro. O tanto como alguien en su posición podía apreciarlo.

Recordó a su padre y su ocupada vida. Sin importar el tiempo, para sus hermanos y él sería un misterio como ejercía su merecido puesto de Rey, otras tantas cosas ajenas con el mundo, el tratado con otros planetas, y añadido cuidaba de su familia.

¿Muldor alguna vez encontraría ese equilibrio y paz?

Se sentía viejo. Muchos siglos atrás dejo la inmadurez y travesura de sus hermanos más jóvenes.

Desde tiempo temprano se le indico como actuar, pensar y sentir. Luego vino su Madre y reafirmo todo eso, recordándole que por sobre todo en su vida privada, siempre en primer lugar seria solo Muldor. Básicamente recordándole que en la intimidad no le serviría de nada ser el heredero al trono.

Era un alivio y confusión. Siempre actuando como el mayor, cuidando de sus hermanos y gente, encargándose de mucha de la carga que su padre no podía manejar. Era extraño imaginarse una vida lejos de eso. ¿Con quién y en qué circunstancias? Él nació para gobernar y no dejaría eso por nadie.

Su Rey necesitaba un digno y preparado heredero listo para relevarlo.

Aunque Muldor francamente no quería ser el rey. Estaba bien con ser y actuar como el Heredero. Tenía más pánico de ser el completo líder y entregarse de lleno a ello.

Sabía que si la ocasión lo ameritaba, que sospechaba no llegaría pronto, tomaría el lugar con inseguridades y todo. Porque aunque sus hermanos aceptarían la responsabilidad por él, Muldor no les daría esa carga si él podía hacerlo perfectamente. Después de todo, por algo era el mayor de los ocho.

Pero sinceramente en la noche avanzada y tranquila de Azelleb, Muldor podía aceptar que si encontraba a su otra mitad, la oportunidad de una vida tranquila a su lado, y la certeza de sus hermanos, él renunciaría a su posición y se entregaría por completo a su compañero.

Pensó en eso y desecho la idea de que Haruka aceptara. Él lo felicitaría sin duda, coquetearía en broma con su Destinado y haría esa cosa extraña con su mano derecha. Y después con respeto y sinceridad le diría a su padre que era demasiado lindo y libre para ser el rey.

Daisuke lo abrazaría, sonriendo enorme y honesto. Siendo él, quizá lo invitaría a tomar vino con sus modales de gran empresario exitoso. Desearía suerte a ambos y otorgaría inmediatamente protección y cuidado a su compañero. Y con el puesto libre se lo cuestionaría seriamente a solas y con su deber, pero al final no podría soportar renunciar a su acomodada y fácil vida en Claridad y rechazaría la posición.

Evidentemente para todos los Príncipes, círculo interno del Rey, y su padre mismo, el indicado y merecedor del puesto seria Rio.

Era el Cuarto Príncipe y el más serio de todos, el que se tomaba su puesto al cien, y era un fuerte, justo y dedicado líder. Dulce, romántico, preocupado y entregado. Sería un buen Rey.

Una parte muy consiente de él lamentaba poner esa carga en su hermano menor, pero sabía que Rio la aceptaría sin complicaciones, y teniendo la oportunidad, Muldor no renunciaría a su Destinado.

Demasiado tiempo sin el indicado a su lado… Él no lo dejaría ir por nada en Azelleb ni el universo mismo.

A través de sus diversos pensamientos llego el sonido de un tumulto a varios metros, cerca de donde su carpa, la más grande y lujosa se encontraba.

Confundido e impulsado por la curiosidad de la expectación y alegría, Muldor silenciosamente se acercó con su elegancia característica de vampiro, aumentada por ser un Príncipe. Llego y se sorprendió por el número de su gente reunida afuera de la carpa de sus acompañantes, Esteban y Sandra Lauper.

Ambos habían sido llevados por las circunstancias y terminaron ayudando a Muldor y sus soldados, ofreciendo por deber y moral su excelente y exquisito pan para que se alimentaran en el camino.

La pareja enlazada eran de los seguidores más fieles y queridos por Muldor. Los dos siempre siendo amables, generosos, alegres y dispuestos a ayudar y disminuirle la carga como agradecimiento por el cuidado que Muldor otorgaba a su Aquelarre.

Odiaba llevarlos con él en tan inestable visita a un pueblo hostil, por sobre todo estando Sandra en el último periodo de embarazo.

Viendo a Esteban caminar de un lado a otro afuera de su carpa, ninguna mujer a la vista, y recordando los hábitos inusuales de la vampiresa en los últimos días, Muldor por fin entendió la razón del barullo.

Su mayor preocupación ocurría y el pequeño Andrew nacería ahí.

En momentos como esos odiaba solo ser el Príncipe. No podía hacer absolutamente nada salvo ver y tratar de calmar al miembro de su Aquelarre; última cosa que no podía hacer pues él mismo entro en un estado de nerviosismo por el bienestar de la dulce mujer y el esperado hijo.

Su aporte fue prever algo así y llevar con ellos a sus doncellas y una partera. Seguro ellas ayudarían con todo su conocimiento a la joven Sandra.

-¡Notifiquen al Príncipe, os ruego!- exclamo alterado Esteban cuando Muldor se decidió a acercarse.

-No es necesario, Lauper. Ya me encuentro aquí…

El pálido hombre le vio con sus grandes ojos azules asustados. Muldor le sonrió esperando fuera alentador mientras apretaba gentil su hombro, asegurándole su apoyo y presencia. Solo ayuda divina logro bajar un poco el pánico del joven.

Él al igual que los demás hombres se amontonó afuera, expectantes, ansiosos, agudizando el oído por cualquier sonido, pero a la vez esperando no percibir cualquier grito o gemido de ella.

Escucharon en silencio tenso voces femeninas, jadeos inestables de Sandra, exclamaciones y órdenes de la partera. La leve mención de lo inminente y después un grito extenso, agudo y penetrante, acompañado cerca del final por el ansiado primer llanto del bebé.

Todos soltaron la respiración que sin darse cuenta soportaban. Algunos vitorearon, otros agradecieron en susurros, mientras que otros tantos solo suspiraron tranquilos y felices. Muldor se apresuró a callarlos, tan atento como el aterrorizado y paralizado Esteban.

Mucho ruido, el pequeño llanto y risas. Inesperadamente la puerta de tela se abrió y mostro a una aliviada y feliz Liz, una de las doncellas al servicio exclusivo de Muldor.

-¡Es un niño sano y hermoso! ¡Muchas felicidades!- dijo sonriendo intensamente, casi riendo por la actitud del nuevo padre. –Ambos están en perfecto estado. Pase, pase. Su compañera desea este a su lado inmediatamente…

Le tomo un par de segundos procesar la información al vampiro, y al lograrlo por fin, uso su habilidad sobrenatural de velocidad para entrar a la carpa, a falta de poder solo aparecer como la realeza lo hacía.

Con las buenas noticias nada pudo detener esta vez el festejo de todos.

Liz le miro y asintió aun sonriendo, abriendo con su brazo la carpa para que él también entrara. Muldor dudo en interrumpir el privado momento, pero la doncella solo rodo los ojos y lo empujo, riendo y siguiéndolo en el interior.

-¡Ella también quiere verle, su Alteza!- aclaro ella. Ya adentro, se separó de él para ayudar a levantar y limpiar todo lo usado.

Sorprendentemente el lugar no olía en lo absoluto a la sangre del parto. Solo se podía percibir la emoción y alivio, el amor inmediato y la ternura en toda su expresión.

Muldor se alegró de insistir que la carpa de los amantes fuera más grande, con el colchón en una base elevada. Eso ayudaba ahora y tal vez antes, haciendo que lo único importante y admirable fuera la sonriente y agradecida pequeña familia al fondo.

Sandra exhausta pero inmensamente feliz, con uno de sus brazos sujetando su pequeño bebé envuelto con cuidado en una cobijita heredada y vieja, pero conservada con cariño. El otro brazo de ella abrazaba por el cuello a su pareja sentado cerca de ambos, mirando con admiración a la diminuta criatura.

Nuevamente el sentimiento de importunar en tan importante ocasión le vino a la mente, pero justo cuando estaba a punto de dar media vuelta y retirarse, la brillante y llorosa mirada de la madre le vio.

-Mi Príncipe… Muchas gracias por todo. Su apoyo, cuidado y preocupación… Le debo mi vida por facilitar el nacimiento de mi hijo.

-¿Pero que dices, mujer?- sonrió Muldor haciendo un gesto con su mano llena de anillos. –Ninguno me debe absolutamente nada. Mi único alivio es verlos a ambos a salvo y sanos. ¡Enhorabuena!

Esteban rio abrumado, mitad agradeciendo, mitad pánico. La mujer solo lo miraba con agradecimiento y cariño.

-Siempre tan amable y generoso con nosotros, mi Príncipe… -jadeo ella lagrimeando, seguro atiborrada de emociones y hormonas.

-¡Por favor, acérquese, Alteza! Conozca a su futuro sirviente, sin duda. Debemos alimentarlo ahora, pero sería un honor que lo vea en este momento antes que cualquiera- exclamo feliz Esteban, ayudando a su mujer a reincorporarse mejor entre las almohadas.

-¡Oye, no! Esa decisión debe ser solo del joven Andrew. Me sentiría mal el tener su lealtad solo por orden suya. Permítanle crecer y vivir a su deseo y con bien, lo demás será secundario.

-Cualquiera sea el destino de nuestro hijo, nosotros siempre estaremos apoyándolo… -suspiro Sandra, con cuidado descubriendo la carita del recién nacido. –Sin embargo, nuestras almas tendrán mayor calma si su camino se cruza en algún momento con su Alteza…

Esteban apoyo con una sonrisa segura las palabras de ella. Muldor solo pudo suspirar y negar con una sonrisa contagiada, caminado lentamente para acercarse a ellos.

Por ser un bebé vampiro tendría que ser alimentado con sangre de los padres. Eso estrecharía lazos con sus progenitores, y ya alcanzada cierta edad, lo prepararía para poder beber sangre de otras personas para sobrevivir. Así que con ceremonia y emoción, los orgullosos padres cortaron sus muñecas, mezclaron ambas sangres y dieron alimento a su hijo.

Para Muldor no era la primera vez en ver a un bebé recién nacido alimentarse, pues sus primeras experiencias fueron con sus propios hermanos, incluso él mismo sustituyendo a sus padres cuando ellos se abrumaron por el cansancio mental o deberes con su gente. Sin embargo en esa ocasión por alguna desconocida razón fue especial y única.

El infante solo era una linda y rosada carita pequeña, aun muy joven para abrir sus ojos. Lo único que hacía era abrir su pequeña boca con diminutos colmillos y aceptar la sangre que caía con cuidado en su boca, para después ser solamente Sandra quien otorgara su lastimada muñeca para que él chupara.

No era diferente a cualquier bebé. De hecho nada en él era distinguible a otros, o un parecido notable a cualquier padre. Era solo un recién nacido vampiro bebiendo satisfecho. ¿Entonces por qué Muldor sentía una conexión especial con la pequeña criatura?

Se acercó abrumado, sin palabra, temeroso. Ignoro a los sonrientes padres y aparto más la cobija para verlo con claridad.

Solo un pequeño y débil trozo de carne… ¿Pero por qué tan valioso y hermoso, atrayente y misterioso? ¿Qué había de especial en él para despertar tales confusos sentimientos a Muldor?

¿Quizá porque desde el comienzo estuvo en contacto con la madre, durante toda la gestación? ¿Porque conocía de vida a ambos padres y les guardaba un gran aprecio? ¿Porque había pasado mucho tiempo desde que convivio con algo tan puro y pequeño? ¿O solo porque se dejó influenciar por los abundantes sentimientos inevitables en la carpa?

La joven pareja radiante no se enteró de la confusión que su hijo provocaba en Muldor. Sandra solo termino de alimentar a su hijo y dejo que su pareja tomara al bebé y con amor se lo pusiera en brazos a Muldor.

-Por favor, cuide mucho de él…

Muldor se sobresaltó un poco y miro a los tranquilos padres. Bajando la mirada nervioso, observo con más detalle al hermoso ser que sin preocupación se acomodó cerca de él y durmió placenteramente.

-Con mi vida… -susurro él con toda la sinceridad posible, entregándose ahí mismo. –Hare de su felicidad mi prioridad…

 

+++++++

 

-¡¡Si no te alejas de mí, juro te hare daño, Sakurai Daisuke!!

Muldor despertó sobresaltado por semejante grito. Confundido y solo un poco asustado, miro adormecido a todos lados varias veces hasta encontrar la fuente del alboroto. Y entonces exhalo fastidiado.

Su hermano menor y Tercer Príncipe Vampiro, Sakurai Daisuke, molestaba a su embarazada pareja, el cuñado y más hermano de Muldor, Sakurai Kazuhiko Inoue.

El enojo por ser despertado de su inesperada siesta se fue al ver tambalearse lejos al profesor en encargo.

Kazuhiko lucia hermoso en ese estado. Sonrojado, sonriente, emocionado y emotivo. Su normalmente tranquilizante aura ahora era mucho más potente, inconscientemente provocando que todos quisieran estar a su alrededor y cuidarlo, mimarlo y molestarlo hasta provocarle uno de esos encantadores pucheros que últimamente siempre dejaba ver.

Claro que el orgullo del aun Protector no podía con eso, y algunas veces incluso con Daisuke, terminaba siendo algo peligroso.

Todos debían tener sentido común y no presionar a alguien que con facilidad absurda podía aparecer dagas de hielo fino, pero realmente era imposible para los demás, incluyendo al Rey mismo.

En la visible panza del fastidiado Consorte estaba desarrollándose la futura Princesa Heredera, mitad Protectora, completa vampiresa real, y con la absoluta certeza de que dominaría el elemento de fuego, según magos, brujos y adivinos de Azelleb, añadido con los más confiables, el joven Miyagi You, el poderoso mago, Kazamiya Mitsu, y el mismo padre que daba cuna y la sentía crecer.

Era inevitable todos lo sobreprotegieran, tanto por su delicado y único estado, como por el cariño que el hombre se ganó de todos a su manera.

Kazuhiko hacia lo que podía. Soportando a Muldor y Haruka, tenía una debilidad por Keigo y Taki, y solo la mayoría de las veces ignoraba a los demás vampiros. Con su pareja, siempre peleando y besándose, una relación tan extraña y entrañable que Muldor envidiaba.

Fue el colmo a su anhelo ver acercarse sonriendo al causante de sus sentimientos.

Andrew reía y solo negaba cuando Kazuhiko lo puso enfrente de él y siguió discutiendo con su compañero, usando al vampiro como un tipo escudo.

-¡Entra en razón, chéri! ¿O quieres que de nuevo Miyagi me eche bronca por esto? ¡Sabes cómo se comporta últimamente!- se lamentó sonriendo su hermano, moviendo su capa al expresarse con las manos.

-¡No me importa eso!- replico el profesor resentido, tomando ambos de los hombros de Andrew para evitar ser alcanzado. -¡Tú y Miyagi pueden tratar con eso sin mí! ¡Ya te dije que si no me dejas de molestar, me pondré serio, esposo!

-¡Ya, ya!- calmo risueño Andrew, volteando su cabeza y poniendo una de sus manos encima de la del hombre. –Cálmate, Príncipe. No es bueno para el bebé que te alteres así…

-¡¡¿Y de quien es la culpa?!!- exclamo agudamente él, mirando desesperado a Andrew. Lo siguiente que hizo el Príncipe Consorte al ver a su amante acecharlo, fue volver a gritonear como niña y correr en dirección contraria de Sakurai, que sin duda le persiguió.

-¡Inoue, no corras! ¡Puede ser peligroso!- le grito el vampiro preocupado, correteándolo. Kazuhiko levanto su dedo de en medio y solo volteo un poco su cabeza mientras corría para que su voz se oyera.

-¡Inserta aquí una grosería, porque yo no la diré en este estado!

Muldor y Andrew rieron viendo y escuchando el desacuerdo.

La pareja enlazada continuo gritándose cosas por el pasillo dejando que todos fueran testigos, pero la atención completa de Muldor ya no estaba con ellos, solo en el hermoso vampiro que sonreía tranquilamente mirándolos irse.

En silencio tomo su secreto capricho de admirarlo a plenitud. Su abrumadora belleza, sus grandes y brillantes ojos, sus gestos dulces y tímidos.

Andrew era tan hermoso y perfecto. Tenia el corazón de Muldor a voluntad, lo malo es que no era correspondido, o no quería corresponder.

Cual fuera la razón, su amor era secreto, y su única satisfacción era verlo en silencio en oportunidades como esas. Tenerlo cerca, aunque eso la mayoría de las veces solo era una tortura. Y los recuerdos, por supuesto, de todo lo que pasaron juntos, y con bendición del destino, aun compartirían en el futuro.

Y aunque sabía que Andrew no era para él, Muldor no podía evitar su deseo y amor, la determinación a protegerlo de todo mal y hacerlo feliz, logrando estar cerca de él incluso ocultando sus sentimientos.

En realidad nada le impedía imaginar poder cruzar la línea, hacerlo suyo por toda la eternidad y mantenerlo cerca, amándolo, besándolo, tocándolo. Devorándolo y consumiéndolo como siempre Andrew lo hacía sentir con su sola mirada puesta en él.

Pero nada de eso podía hacer. El destino no lo bendijo con Andrew como su Único, así que debía cuidar de él hasta que alguno de los dos conociera al adecuado.

Sin importar sus sentimientos, Muldor debía felicitarlo y ser feliz por él cuando ese momento llegara… incluso si su corazón moría y su vida ya no tuviera sentido.

-Cuidado, hermano. Un poco más y parecerá que, o lo atacas de muerte, o lo besas…

Muldor solo se aclaró la garganta tratando de esconder su sonrojo. Haruka sin preocupación alguna en la vida se sentó a su lado y sonrió, también espiando en silencio al ensoñado vampiro a varios metros de ellos.

-Personalmente voto por lo segundo. Muero por verte dejar de ser un tonto y que solo reclames como tuyo a Andy. Sé que él también lo espera…

-No es tan fácil, Segundo Príncipe… -gruño Muldor viendo al suelo, irritable y anhelante.

-Te sorprenderías como de fáciles son algunas cosas a pesar de nuestros pensamientos… -suspiro el chico, jugando con su nuevo y precioso anillo en su mano.

-Lo dices porque tú ya eres muy feliz con tus parejas… -le devolvió Muldor viendo la acción, evitando sonar resentido.

-¡Sí, precisamente por eso lo digo!- exclamo Haruka feliz, viéndolo con diversión y cariño. -¿Debo llamar a Kazu-san? Ahora más que nunca estaría dispuesto a hacernos ese gran favor~

La mención a la intervención pasada de su amigo y cuñado en la relación de Haruka y sus dos parejas le hizo estremecer.

-No, gracias. Estamos muy bien y Kazuhiko-chan muy atareado.

Muldor rio un poco y se levantó, teniendo cuidado de que Andrew, quien por fin retomaba su camino, no lo viera.

Haruka solo suspiro cansado y lo miro reprobatoriamente, recordándole con creces a su fallecida madre por el parecido.

-Onii-sama, por favor, no seas tan idiota. Puede y nunca encuentres a tu Elegido. ¿Qué de malo tendría pasar tu eternidad a cambio con la persona que más amas en este momento?

Él solo bufo amargo y miro por donde Andrew se fue.

-No le puedo hacer eso a Andrew y a mí Destinado. Quiero que él sea correctamente feliz, incluso si es lejos de mí…

-¿Y si él tampoco encuentra a su Elegido, Muldor?… ¿Y si su destino a pesar de no ser almas gemelas, es unirse porque al final ninguno encontrara al correcto?

-No puedo saberlo. ¡Nadie puede! Y no me arriesgare… -Muldor apretó sus dientes al momento de pensar en lo que decía. –Mi mayor sueño es estar a su lado toda mi vida, pero no puedo hacerlo si existe una mínima posibilidad de que alguno de los dos encuentre su verdadero camino. No soportaría dejarlo ya estando enlazados porque el correcto lo reclama, o ver la expresión dolida de mí Elegido porque no lo espere y me enamore de alguien más, sin molestarme en buscarlo…

-¿Y ambos los están buscando? Lo siento, pero yo solo los veo a ambos mirándose de reojo sin hacer nada más. Sufriendo por un amor correspondido que se esmeran por ignorar…

Odiaba cuando su hermano menor era así de agudo y sensato.

Tragándose sus argumentos y demás sentimientos, Muldor dejo al Príncipe y continuo caminando en solitario por los pasillos del Palacio, sumido en pensamientos, solo un poco resentido con todo el mundo por no entender la lógica de ellos y respetar sus decisiones.

 

 

-Tienes que venir esta noche, Andy. ¡Por primera vez en años estaremos todos reunidos en la cena!- se vanaglorio la Princesa Taki, sonriendo emocionada y emotiva.

-¿Vendrán todos hoy?- se sorprendió Andrew, sabiendo como de ocupados estaban.

-Sip. Como siempre el Profesor termino siendo nuestra excusa y de nueva cuenta gracias a su presencia todos nos reuniremos…

-Bueno, después de todo no es poca cosa su presencia… -sonrió él por fin llegando a la puerta de su casa en compañía de la hermosa y amable mujer.

-Cierto… ¿Entonces contamos con tu visita? Eres parte de la familia, Andy. Todos queremos que estés ahí con nosotros…

Un pequeño dolor cálido inundo su pecho con las suaves y dulces palabras.

Andrew bajo la mirada y jugó con un mechón de su cabello, como siempre que estaba nervioso. La preciosa frase que ella le dijera despreocupadamente, pero que para él era muy valiosa, seguía sonando una y otra vez en su mente, con un cariño y preocupación extra.

-Iré… -susurro, evitando sus lágrimas. –Gracias por considerarme… 

-No digas eso, Andy. Todos tenemos un cariño especial por ti. Créeme… -dijo honestamente la Sexta Princesa, para después y sin problema abrazarlo. –Y no empieces a pensar cosas tontas como que te queremos solo por ser el Protegido de mi hermano. Te ganaste nuestro amor por ser como eres, no por alguna influencia externa, ¿estamos?

Andrew solo asintió riendo, acostumbrado a la actitud de la chica. A que fuera tan abierta y sincera.

-Yo también los aprecio, Princesa… -confeso con complicación.

-Genial, porque de ser lo contrario yo habría hecho que te encerraran en el Palacio y ahí habrías permanecido hasta querernos…

Ahora ambos rieron. Ella se sonrojo un poco por su abrupto y aparto el cabello de Andrew, mirándole enternecedoramente con cariño.

-Te veo en la noche. Por favor no me falles…

-Por supuesto que no. De hecho… aprovechare y daré una noticia, ya que todos estarán reunidos… -logro decir, tratando de que la vital importancia de lo que tenía que decir más al rato no fuera muy notorio ante la preocupada mujer.

Al parecer dio resultado porque ella solo ladeo un poco su cabeza y le miro un poco cómplice.

-¿Muldor sabe?

-Se enterara con ustedes… -notifico un poco débil. Taki solo dudo un segundo y después sonrió un poco, asintiendo y dejándolo ir.

-Lo espero con ansias. Mi escolta personal vendrá por ti…

-Llevare algo de pan… -prometió Andrew recordando la debilidad de ella por su trabajo. La esperada sonrisa y mirada brillante de ella hizo aparición y aplaudió un poco con sus manos.

-¡Ahora no puedo esperar!- exclamo feliz.

La vampiresa se fue mitad saltando. Uno de los soldados encargados de su seguridad la ayudo a montar en su alto caballo alado gris, ella aun sonriendo cuando tomó las riendas y guio al animal de camino al Castillo.

-¡En la noche, no lo olvides, Andy!

-¡No lo hago, Princesa! ¡Tenga buen camino!

Los vecinos y demás vampiros que caminaba por la calle le abrieron paso a la escolta con la vampiresa real. Todos junto con Andrew la reverenciaron antes de voltear a verlo de reojo, de nuevo susurrando, viéndolo mal, muchos otros con desaprobación o envidia. Él solo suprimió un suspiro y se metió en su humilde casa herencia de sus difuntos padres. Adentro estaba oscuros y silenciosos como siempre.

Solo era una pequeña casa tipo cabaña como cualquiera, pero Andrew le tenía mucho cariño porque ahí habían vivido sus padres juntos, como pareja enlazada, y después ahí se había gestado Andrew, regresando a esa casa solo cuando cumplió su mayoría y sus padres tenían casi el mismo tiempo de muertos.

Ellos habían sido asesinados en una emboscada tratando de salvarlo, cosa que al final hicieron. Sus cuerpos protegiéndolo de todo mal durante ese par de días que tardaron en encontrarlos.

Él no podía recordar nada de ese tiempo. A diferencia de los bebés nobles, los demás infantes se desarrollaban más lentamente, así que él no tuvo conciencia hasta su primer año, para entonces ya siendo huérfano de ambos padres, solo en el mundo sin más familia. Aunque eso no era del todo verdad según la Princesa.

Apoyado en la puerta principal, Andrew se permitió un momento para engañarse con su mayor sueño.

Él enlazado con el Príncipe Heredero, con todos los buenos y amables demás Príncipes y Princesas como sus nuevos hermanos. Mereciendo el cariño que ellos le ofrecieran.

Sería tan dulce, gentil, perfecto. Permaneciendo con la persona que más amaba correspondiéndole.

Pero eso no era posible porque Minzhe no le amaba.

Abriendo sus ojos, la soledad de la casa fue más salvaje y desastrosa. Fue mucho más evidente quien era y lo que no podía tener sin importar lo que hiciera.

Por eso su decisión era buena y apropiada. Tenía que hacerse así por su propio bien.

Seguro a medias de que hacia lo correcto, Andrew mando todo al fondo de su cabeza y se preparó para la cena, sabiendo que después todo sería una locura para él.

Arreglo el poco desorden de la casa, dudando cuando paso por la chimenea y en la cima estaba el único retrato de su familia con él de bebé. Fue lo único que sobrevivió de esa época.

Negó y se obligó a concentrarse. Mientras se amarraba su largo cabello camino al taller donde trabajaba, haciendo el pan y vendiéndolo. Porque parecía que era lo único que el aquelarre aceptaba de él, permitiéndole sobrevivir.

Tenía aun una modesta petición y algunas piezas que sobraron. Guardo lo último y preparo el poco trabajo que le quedaba, al mismo tiempo esforzándose para preparar algo digno para el paladar de los Príncipes y el Rey. Porque ellos podían no ser demasiados exigentes, pero eso no quería decir que no lo merecieran.

Concentrado en lo que hacía, Andrew no escucho la puerta que daba a la calle abrirse. Él solo noto a su visitante cuando este ya llevaba minutos enteros ahí, sonriendo y mirando interesado la mezcla que amasaba con entusiasmo.

-Siempre diré que tienes un talento innato, Lauper… -rio Adam Miller, apoyado en la mesa solo lo suficiente, sin llegar a ensuciarse de harina.

-Esta en mis genes, supongo… -sonrió un poco intimidado con la profunda mirada oscura.

En silencio, Andrew continuo su trabajo, ahora consiente robándole miradas al tranquilo vampiro. Él continuaba ahí, mirando el taller con admiración, parando un poco cuando vio el horno prendido.

-Pensé que no tenías trabajo inmediato, pero estas haciendo un encargo muy grande ahora…

-Hay una cena en Palacio. Me honraron con la invitación, así que debo llevar algo. Estarán todos los Príncipes, Consortes y el Rey mismo…

-Vaya, no había escuchado sobre eso desde que llegue… ¿Es por el Consorte embarazado? ¿Cómo se llamaba?… Un apellido muy famoso… -divago, tratando evidentemente de recordar.

-Kazuhiko- sonrió Andrew, justamente haciendo la parte que sabía el profesor consumiría. Era su favorito y se lo dejo muy en claro la primera vez en probarlo, así que por su estado había preparado una porción un tanto grande por si deseaba más tarde.

Adam asintió y sonrió, viéndolo darle forma al pan.

-Que envidia, cariño. Espero todo vaya muy bien…

Sus dedos en la suave masa se encajaron. Adam no lo noto, comiendo un poco del pan que había sobrado y que normalmente Andrew siempre consumía o regalaba para no desperdiciarlo.

Él no sabía nada de lo que esa noche haría.

-Le diré al Heredero mi decisión… -susurro con la cabeza baja, escuchando como el chico se ahogó un poco, mirándolo poco después. –Todos estarán, y los involucra, así que…

-¿Estás seguro, Lauper? ¿No es muy pronto? Solo ayer nosotros…

-Estoy seguro. Además, el Príncipe Heredero no estará mucho tiempo aquí. Debe cosas en su Aquelarre, y el suyo es demasiado alejado para después comunicárselo…

Su amigo solo asintió a sus palabras para hacerle saber que entendió. Él dejo la pieza que estuviera comiendo a un lado, desviando la mirada pensativo. Andrew sin el ánimo que merecía, dejo el pan para después, encargándose de la bandeja que ya tenía lista para hornear.

-¿Quieres que vaya? Hoy, a Palacio…

-No te preocupes, puedo manejarlo. Aunque como mi Protector, el Príncipe querrá verte…

-Estaré aquí. No huiré- aseguro inmediatamente, haciéndolo sonreír tristemente.

-Lo se… y no sabes cuánto te lo agradezco. Has sido el único que se ha acercado a mí en mucho tiempo. Alguien igual a mí, al menos. Y eso me es muy valioso, gracias…

-Cállate. No tienes nada que agradecer. No te estoy haciendo un favor o algo parecido… -Adam sonrió tensamente y con asombrosa rapidez se colocó enfrente de él, levantándole la cabeza agachada. –Ya hablamos sobre eso, ¿no? Manejaremos esto de alguna manera, y no me iré de tu lado, cariño…

Sin poderlo evitar Andrew dejo caer su frente en el fuerte hombro, dejando que Adam lo abrazara y le otorgara un poco de paz. No igual o cercana a la que podía darle sin esfuerzo Muldor, pero eso era lo único que tenia en ese momento.

La puerta del local sonó, haciendo que se separaran y la vieran. Adam beso su frente y atendió a la pequeña vampira que con canasto pedía unas cuantas piezas que individualmente Andrew vendía. Su amigo se hizo cargo de eso como su ayudante y Andrew pudo regresar a lo que estaba, alejando una vez más los pensamientos negativos.

Ellos ya no hablaron más del tema. Adam lo ayudo a acomodar todo en las cajas especiales y lujosas, y cuando el tiempo inesperadamente se le vino encima, él se encargó de limpiar todo mientras Andrew se arreglaba con su único y carísimo traje que siempre usaba para ocasiones especiales.

Al momento en que lo recogieron, Adam y la escolta se encargaron de acomodar todo, y Andrew solo se quedó mirando atontado el Palacio, que aunque estaba un poco alejado de su hogar, ese día en específico parecía abrumadoramente cerca y aplastante, atemorizante y llamativo.

-Vamos, cambia la cara que veras a sus Majestades… -rio Adam y le puso en brazos las diez cajas que sobraban. –Saluda al Rey, y da mi enhorabuena al Príncipe y su Consorte. ¡Diviértete! Y cualquier cosa, aquí estaré…

-Sí, padre… -jugó Andrew más tranquilo. Adam rio y volvió a besar su frente, apartando su cabello y otorgándole una suave caricia a su brazo cubierto.

-Todo estará bien. Te esperare en casa, amor…

-Re… regresare…

Andrew se armó de valor y se levantó en puntillas para besarlo, pero Adam se apartó antes sin darse cuenta, viendo a la escolta montar en sus caballos reglamentarios, uno de ellos aun en el suelo abriendo la puerta de la carroza que la Sexta Princesa mando por él.

Sin darle otro pensamiento Andrew entro y se acomodó, cuidando de las cajas y su corazón latiendo sin control.

No tenía sentido hacerse bolas, después de todo no lo diría solo encontrarlos. Primero sonreiría, se dejaría llevar por la relajada y cariñosa atmosfera que los Príncipes creaban, y ya acabada la cena, cuando el Rey los guiara a la sala de descanso con todos tranquilos, lo comunicaría. Simple.

Un dolor de panza comenzó en forma de pinchazos con sus pensamientos.

El viaje fue en un parpadeo y al siguiente él ya estaba siendo escoltado por Bonnie, uno de los cientos de mayordomos del Palacio. Él le ayudo con los presentes y converso amablemente con Andrew, poniéndose al corriente y tratándolo con confianza como casi todos los demás sirvientes que lo conocían de muchos años atrás. Pero cuando pisaron el salón con casi toda la nobleza reunida, el hombre volvió a transformarse en el efectivo y respetuoso mayordomo, dándole incluso a él un trato preferente por ser uno de los Protegidos de los Príncipes, algo a lo que Andrew nunca se acostumbraría.

En el lugar solo estaban cinco de los ocho príncipes. Faltaban una de las princesas, el Cuarto Príncipe, y quien más le importaba a Andrew, el Heredero.

Todos los Consortes estaban, incluso la nueva amiga del Octavo Príncipe, que siempre que los dos estaban juntos y bromeando parecían pareja, pero que no eran más que compañeros del nuevo trabajo empresarial del Príncipe.

Los ojos de varios se fijaron en Andrew y le sonrieron con facilidad. Taki fue la encargada de enterar a los otros cuando grito bajo y corrió a su encuentro.

-¡Tanto! Dime que es todo para mí… -rogo, sus ojos casi en forma de estrellita sobre las cajas que en su totalidad Bonnie tenia.

-Lo siento, Alteza. Aunque le he traído un poco más que a todos… -le cerró en juego un ojo, recibiendo más regocijo de ella.

-¡Eres increíble, Andy! ¡Me enlazaría contigo si no estuviera ya comprometida!

-Escuche eso- siseo con una sonrisa Edgar, quien era su pareja. Andrew solo rio por la forma en que la chica lo ignoro, tomando la primera caja que tenia su nombre.

-¡Taki, deja algo a los otros!- regaño el Tercer Príncipe desde su lugar al lado de su sonriente pareja.

-Hay suficiente para todos, no preocupen… -intervino tímidamente Andrew viendo a la Princesa refunfuñar sin soltar la caja. –Lo tienen en las cocinas…

-Lo serviremos después de la cena, sus Altezas… -reverencio Bonnie educadamente.

-Yo solo traje un poco mientras esperamos… -sonrió Andrew y miro a los reunidos.

-Muchas gracias, Andy. Ven y siéntate. Ya conoces la rutina, dicen una hora y empieza en otra. Devoremos todo sin que los otros se enteren… -guiño el Segundo Príncipe, quien en su regazo tenía una de sus parejas, una linda humana.

-¡Que cruel! Bien que ya llegue… -reprocho Remi recién entrando.

-Diablos, esperaba comer tu parte… -susurro por lo bajo Haruka. Sabiendo del agudo sentido del oído de los vampiros, el susurrar con voz tan clara era parte de la broma.

Andrew viéndolos bromear y platicar se sintió como en casa.

Entrego las pequeñas cajas correspondientes y acepto una copa ya sentado con todos, sonriendo satisfecho cuando sus suposiciones fueron ciertas y cada porción fue la exacta para cada uno, al final todos satisfechos y relajados.

El Rey fue el último en llegar, lamentando esperar para comer el pan de Andrew. Y a su lado estaba Muldor, sonriéndole y mirándole de esa manera tan especial y cálida.

Recordándose lo que esa noche sucedería, Andrew no se permitió actuar como siempre, acudiendo inmediatamente al lado del Príncipe. Lo saludo, converso y rio con él, pero no se acercó tanto como en otras ocasiones, y aunque tuvo cuidado de no ser demasiado evidente, noto que él lo percibió por el ceño levemente fruncido que en cierto momento tenia.

Era mejor así… ese fue su mantra durante toda la velada.

La cena y posterior reunión más informal fue como siempre y sin problemas. Todos se encontraban en animo elevado, conociendo mejor a las parejas del Segundo Príncipe para quienes no tenían mucho contacto con ellos, haciéndole preguntas al Tercer Consorte sobre su estado, poniéndose al día entre ellos y en fin, conviviendo naturalmente sin en ningún momento excluirlo, tratándolo como uno de ellos, algo que nunca llegaría a ser.

Andrew miro gran parte de la noche a su Protector. Fue algo que nunca pudo evitar, y por sobre todo ese día fue inevitable. Él también fue más nervioso y callado, pero eso fácil pudo asociarse a que en su otro lado estaba sentado el Rey mismo, algo que siempre lo tenia inseguro.

La calma y buen ánimo de la habitación le provoco a no mencionar nada de sus planes. Todos estaban tan a gusto comiendo su pan, platicando, riendo, que odiaba arruinar todo eso.

Su decisión afectaría a todos, y lo sabía. No era tan idiota para pensar que ellos no se preocupaban por él, porque los años y experiencias a su lado le dejaron muy en claro eso desde el principio, así que sabía exactamente que sucedería.

¿Por qué no retrasarlo hasta tenerlo todo listo? No tenía que ser esa noche en específico que después de tanto tiempo, todos estaban juntos y despreocupados…

-… ¿Verdad, Andrew?

Andrew se sobresaltó y miro aturdido alrededor, notando que era el centro de atención de todos.

Su rostro se sonrojo cuando dio en el hecho de que el Tercer Consorte le había estado hablando y él no puso atención a nada de lo que dijo.

-Lo lamento tanto… yo no estaba poniendo atención… -susurro terriblemente arrepentido. Por simple hábito nervioso en esas circunstancias reverencio al despreocupado Príncipe.

-No te preocupes, chico. Yo solo les estaba diciendo a todos que tú fuiste quien me dio esa idea de empezar a hornear en casa. Aunque no soy tan bueno como tú… -se lamentó con un suspiro, una mano en su plato con su porción de pan y otra encima de su pequeño bulto del bebé que esperaba.

Andrew le sonrió con cariño al profesor y negó, poniendo una mano en su pecho e inclinándose un poco hacia donde el Consorte se sentaba.

-No diga eso, por favor. Usted ha progresado mucho. Tiene un talento natural para todo lo que tenga que ver con la cocina.

-Aunque ya no me dejan ni acercarme… -refunfuño él, mirando a su risueña pareja.

-No me mires a mí. Los empleados pidieron eso exclusivamente. Ellos dijeron que no querían que nada te pasara y ellos no pudieran ayudarte… -informo tranquilamente Daisuke bebiendo de su gran copa de brandi.

-Eso fue porque nos preocupamos por usted, su Majestad… -susurro con cuidado un sirviente de la cocina, con educación ofreciendo más café al Cuarto Príncipe que estaba al lado.

-Preocupados, preocupados. Ya estoy cansado de escuchar a todos decirme eso como pretexto…

-Si te sirve puedo dejarte ahí la próxima vez que te desmayes por tu estado, Kazu-san… -levanto una mano Haruka, sonriendo superiormente. Todos rieron cuando su sonrisa se fue al ser golpeado en la parte posterior de su cabeza al mismo tiempo por ambas de sus parejas.

-¡No diga eso, Príncipe!- gimió Ángela alarmada.

-Cierto. El bienestar del Príncipe y el futuro bebé no es cuestión de juego- añadió seriamente su otra pareja, su tono tan ceremonioso que hacía de sus palabras más importantes.

-¡Estoy insultado que ambos me digan esto!- exclamo el Segundo Príncipe escandalizado. –¡Que no hablaba en serio!

-No te preocupes, Haruka-kun. Ya sé que no te preocupas por mi… -gimoteo dramáticamente el profesor jugando. El Segundo Príncipe solo giro los ojos y negó, ignorando a sus parejas en berrinche, aunque no negó la mano de su pareja cuando él la tomo.

-Todos nos preocupamos por usted, Kazuhiko-sama, y por eso lo sobreprotegemos tanto… -recordó con cariño el Rey, sonriéndole y dándole una mirada que pedía fuera lógico.

-Piensa así. Solo en lo que estés aquí te trataran de vidrio. Ya en Celes eres libre… -guiño Aarón en lo que debió ser un consuelo, pero que el profesor solo suspiro lamentándose.

-En Celes tengo más familia que me trata de vidrio. Parecen olvidar que yo salve sus lamentables traseros en el pasado… -Kazuhiko hizo una dulce cara triste tan tierna que incluso Andrew se vio tentado a llegar a él y consolarlo. En cambio, el que sí pudo hacerlo sin problemas fue su compañero.

-Precisamente por eso, chéri. Entiéndenos… Eres muy importante para nosotros al igual que nuestro hijo, y si algo le sucede a cualquiera de ustedes, nosotros no lo soportaremos…

-Pero no pasara… ¿cierto?- dudo Andrew terriblemente preocupado de la nada. Nadie le respondió, mirándose entre ellos inseguros, tan miedosos como él.

-No pasara… -negó Kazuhiko con certeza, mirándole sereno. –Tiene sangre vampiro y mi parte de Protector. Sus genes son lo suficientemente fuertes para soportar la combinación. Ellos solo son extremadamente cuidadosos…

-Vuestro caso es único, Príncipe… No sabemos cómo se desarrollara… -susurro el Rey mirándolo con cuidado solo asociado a un padre. Tanto Andrew como Kazuhiko se estremecieron.

-Los tengo a todos… Estaré bien… Gracias… -sonrió conmovido y sonrojado, acariciando su vientre con vida. Por alguna razón eso calmo a todos y sonrieron.

-Discúlpenme… -susurro Andrew sin poder estar más tiempo ahí.

Sin ver a nadie abandono la sala y corrió al baño asustado, resentido, con ganas de vomitar.

¿Realmente iba a renunciar a todo eso?

Estaba tan preocupado por el futuro bebé y no estaría ahí para su nacimiento. Tal vez nunca lo conociera de hecho…

Echo agua en su cara y se miró al espejo, sus ojos angustiados devolviéndole la mirada.

-Algo te angustia, y no es la salud de Kazuhiko-chan y el bebé…

Por supuesto… ¿Cómo fue lo suficiente estúpido como para creer que Muldor no iría a verle?

Andrew negó sin verlo, secando su rosto con la toalla mullida y perfumada al lado del lavabo. Podía sentir la penetrante mirada del vampiro y deseaba por sobre todas las cosas que parara.

-Solo me sentí mal. Lamento haberme ido así… -susurro sin verlo.

-Andrew…

-Y si me preocupa la salud del profesor. Pero sé que estará bien. Es un guerrero…

-¡Andrew!- el Heredero le grito, inesperadamente tomándolo y haciendo que lo viera. Sus ojos rojos con un temor tan grande que le provoco un poco de llanto. -¿Qué es? ¡Me estas preocupando!

Nada… No sucedía nada… Esperaba que no pasara y él pudiera permanecer todo el tiempo ahí, con él, siendo correspondido y abrazado.

¿Por qué el Príncipe no lo amaba? ¿Por qué no podía verlo como un posible amante?

¿Quizá el Aquelarre tenia razón y Muldor solo le tenia lastima? ¿Por eso continuaba siendo su Protector y lo cuidaba tanto, haciéndole creer que la mirada que le daba era algo más?

Prefería mil veces ser odiado a tener la lastima del ser que amaba con toda su alma.

No sabía si era la Pareja Destinada de él, e incluso si lo fuera, no tenía constancia de que el poderoso y digno Príncipe Heredero lo aceptaría para reinar con él a su lado. Después de todo, ¿qué tenia que ofrecer? ¿Pan? ¿Miseria? ¿Rencor del pueblo?

Todas las razones por las que no debían estar juntos se colaron en la habitación.

Tan cerca… Podía sentir la exhalación de Muldor golpear su boca. Solo tenía que elevar su rosto un poco más y por fin podía besarlo. Llevarse algo de él antes de dejarlo libre.

Amaba tanto a ese hombre que dolía hasta matarlo. El solo verlo u oírlo ser nombrado lastimaba.

Por eso y muchas razones más debía irse, acabar con eso de raíz y no causarle problemas a su más preciado tesoro.

Aunque ya estando ahí solos, tan cerca y tan afectados, él podría llevarse el sabor de sus labios como único recordatorio para la eternidad.

-Andrew… -susurro Muldor, acariciando su mejilla, tomando su cintura. Un escalofrió lo recorrió y lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos, dejar que él tomara el control y lo sostuviera.

Solo una vez y renunciaría… Hasta ese día en que empezaría a olvidarlo…

Escucho su respiración alterarse, sus manos tensarse. Y justo cuando Andrew creyó que por fin lo besaría, Muldor solo suspiro triste y le dejo ir, dando varios pasos atrás antes de que la puerta se abriera apresuradamente.

-¡Están bien!- replico el Octavo Príncipe aliviado. –Padre estaba preocupado por ambos. ¿Sucede algo? ¿Te encuentras indispuesto, Andy? Estas rojo…

-¡Estoy bien!- contesto agudo y rápido, avergonzado por dejarse llevar.

-¿Seguro? No pasa nada si ya te quieres ir… Te llevare en persona si así lo prefieres…

-No… yo… -Andrew suspiro y miro de reojo al estoico y frio Muldor. –Debo decirles algo antes de partir. Regresemos…

Keigo miro entre ambos antes de asentir inseguro y comenzar a ir a la salida. Tratando de no quedarse de nuevo a solas con el Heredero, Andrew lo alcanzo rápidamente y camino a su lado, sin ver en ningún momento a su Protector.

Al llegar todos lo vieron preocupados. Andrew se odiaba por provocarles eso, así que reverencio honestamente a todos, desestimando sus preocupaciones y, al mismo tiempo, tomando fuerza para continuar con sus desesperados planes para irse.

Por el rabillo del ojo vio a Muldor colarse en la habitación y permanecer apoyado en una de las paredes no muy lejos de él, esperando. Andrew bebió de sus rasgos un momento antes de dirigirse a todos.

-Tengo un anuncio importante que darles… -empezó, nervioso y temblando, pero de alguna manera logrando que su voz fuera firme. –Y antes de continuar, quiero decirles que mi decisión ya está tomada, y nada la cambiara. Lo siento…

-Me preocupas, Andy… ¿Qué es?- pregunto Taki nerviosa, tomando la mano de su pareja. Todos se mostraron iguales, pero Andrew no dudo ya habiendo empezado.

-Me iré… a la manada de los Montaraz… -dijo perdiendo su voz.

Todos lo miraron en silencio aturdido. El único que se movió fue Muldor, quien lucía francamente aterrador acercándose a él.

-¿Cuándo? ¿Por qué razón? ¿Por qué no me lo dijiste?- exigió rápidamente sin aliento. Andrew sonrió triste y negó.

-En la próxima luna azul. Me voy y no se lo dije antes porque… he decidido enlazarme con alguien… Me uniré con sangre y me iré a la casa de mi futuro compañero… lejos.

 

Continuara…

 

 

 

 

Notas finales:

Si tienen cualquier duda, estare feliz de aclararla ^^

Y cualquier mensaje contestado ;)

 

Por el momento me retiro. Hasta el miercoles .w./

Cuidense mucho y feliz inicio de semana~

Christal Celeste de Garcia <3


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