Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mi nombre es Lucas por jotaceh

[Reviews - 31]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Mi nombre es Lucas.

Trámites de adultos, ropa de adultos, palabras de adultos, dinero de adultos y un sinfín de cosas que me recalcan a cada momento que ya no soy aquel pequeño que jugaba libremente por la pradera verde, aquel demonio de los pollitos, el que los estrangulaba para ver si podía comerse sus almas. No, ahora soy el Lucas de veinticinco años, el que no puede hablar con voz chillona y que debe ir al banco para pedir un crédito. Siempre imaginé que no llegaría a realizar este tipo de trámites, pero ya me ven, sumergido en un mundo que no he creado y que sin remordimientos detesto.

¡Santa cachucha! Ya es mediodía y recién he salido del banco, deberé correr si es que quiero retirar a mi Ada del colegio. ¿No se los había comentado? Pues sí, aunque no soy el mejor tutor de todos, tengo a mi cargo la crianza de una pequeña niña, la más bella de todas y por quien me despierto día tras día, para cambiar este mundo y dejarle un paraíso a mi pequeña princesa.

Apresurado saldo de la entidad financiera y comienzo a correr como desesperado. Pedí el día libre en la escuela para realizar la tramitación de un crédito hipotecario y ahora se me ha hecho tarde, porque además Ada estudia allí. Claro, si no se habían dado cuenta, me desempeño como profesor, el más adorable y cariñoso de todos los maestros de matemáticas. No es que quiera parecerlo, sino que es lo que mis alumnos siempre me dicen con sus rostros llenos de alegría, con aquellas inmensas mejillas regordetas. ¡Oh por Madonna! ¿Por qué los seres humanos tenemos que crecer? ¿Acaso no sería mejor para el mundo quedarnos como niños? Detesto ser adulto, hubiera dado todo lo que posee con tal de no crecer, de no atrofiarme como lo estoy haciendo ahora. Algunos me dicen que tengo el síndrome de Peter Pan, pero es que si conocieran a mi Ada, cualquiera entendería por qué pienso así.

La gente me observa mientras corro raudamente por las concurridas calles de la gran ciudad. ¿Qué mirarán? ¿Acaso nunca han visto a alguien retrasado? Ah claro, no me están observando por lo que hago, tal vez lo hacen por el color de mis pantalones. ¿Tan extraño es andar con una prenda de seda rosada? También puede ser por mi camisa fucsia a cuadritos, es que es tan hermosa que todos deben estar envidiosos por ella. ¡Mundo, saboréame! Que muy poca gente sabe vestir tan bien como yo lo hago. Otra que cosa que aborrezco de los adultos, siempre visten tan grises, ¿acaso nunca han contemplado el arcoíris?

¡No!

¡No puede ser!

¿Cómo puede haber un angelito en aquel estado?

De pronto, en medio de mi carrera contra el tiempo, me encuentro con un precioso perrito, uno con los ojos más maravillosos del mundo, que tristemente está acostado debajo de un tierno álamo. Se pueden notar sus huesos debajo de aquella piel desgastada. –Pobre cachorrito… ¿quién fue tan malvado para dejarte aquí solito? Si eres tan lindo…- Le digo mientras me agacho para acariciarle. Por suerte, siempre llevo un poco de comida para perros en mi mochila. Me es común encontrarme con este tipo de situaciones y por ello he decidido que cada vez que vea a un angelito en apuros, le ayudaré. Saco de mi bolso el contenedor de las croquetas, lo abro y se las entrego a mi pequeño amigo, quien las saborea como si fuesen el mayor de los manjares. En realidad no sé qué le encuentra, a mí no me gusta su sabor… ¿qué? ¿Nunca han comido alimento para perros? Pues mejor que no lo hagan, porque son muy secos. –Mi vida… ya me tengo que ir, porque mi Adita me espera… Deseo que puedas encontrar a un amo que te ame como te mereces… Te adoptaría, pero estoy a punto de mudarme a mi pueblo natal…- Me despido de mi nuevo amigo y sigo con mi travesía. ¡Ahora sí que llegaré tarde! ¡Mi princesa, espérame!

-¡Maricón!- Escucho de pronto a lo lejos. Tal parece que un hombre se ha dado cuenta que me gustan los varones y ha decidido gritarlo a los cuatro vientos. – ¡Gordo tetón!- Le grito como respuesta y es que si él me halaga con lo obvio, pues yo también tengo el derecho a expresar lo que veo. -¿Tienes libre el viernes? ¡Podrías venir a mostrarme tus senos a mi casa!- Sigo invitándolo cordialmente a mi humilde hogar. Lamentablemente el caballero estaba ocupado, porque sonrojado se da media vuelta y sigue con su rumbo. ¿Por qué será que me es tan difícil hacer amigos con los humanos? En fin, él se pierde mis deliciosos pasteles de cereza.

Casi sin aliento atravieso el portal del colegio Fernández de Castro, la única institución que me permitió trabajar como profesor. -¿Usted es homosexual?- Me preguntaron en un colegio católico, al saber la respuesta me rechazaron de inmediato. -¿Siempre viste con esas ropas… tan coloridas?- Me cuestionaron en un instituto militar. Al saber que no cambiaría mi vestuario, me descartaron totalmente. -¿Sabe hablar mandarín?- Me aclararon en una escuela china, como no sé el idioma, decidieron sacar mi nombre de entre los postulantes. -¿Entonces ya te han abierto el orto?- Me dijo mi primo la navidad pasada cuando quiso probar su sexualidad… Ah esperen, ¿de qué estábamos hablando?... Ah sí, la cosa es que finalmente tuve que acudir a aquella instancia que tanto detesto: la familia. Resulta ser que soy el hijo de la prima de la tía de la abuela del hermano de la nieta del padre de doña Enriqueta Fernández de Castro, y como la veía cuando era pequeño, en aquellas visitas al campo que hacían junto a su marido, la conocía un poco mejor. Me acerqué a ella cuando no tuve más oportunidades, cuando ya había recorrido todos los colegios de la región. Finalmente fue muy amable conmigo, ¿y cómo no serlo si somos iguales? Ella es bisexual, ahora está casada con una mujer, y tiene el mismo buen gusto para vestir. Cuento corto, me dejó trabajando sin ningún problema. –Lo único que no quiero es gente aburrida en mi escuela…- Me dijo antes de firmar el contrato.

Corro por los pasillos hasta llegar a la sala de mi Ada. Allí la encuentro junto al profesor Diego Recabarren. Ni idea qué hace en el sector básico, supongo que le pidieron el favor de cuidar a mi retoño. –Lo siento por retrasarme, los papeleos eran muchos y no pude salir antes…- Le pido disculpas al hombre por las demoras. ¡Oh por Britney! ¿Por qué es tan guapo? Si no supiera que tiene novio, iría por él, lo conquistaría como lo hacen las gallinas a los gallos… cacareando y moviendo el trasero… No, no, Lucas… Contrólate, no puedes ser pervertido, eso es de adultos contaminados, tú eres un ser de luz y paz. –No te preocupes, lo pasé muy bien con tu sobrina…- Me responde el pecoso antes de marcharse.

–Le pedí matrimonio, pero no quiso aceptar… dijo que ya estaba enamorado. Si sigo así, me quedaré solterona…- Aparece de pronto la voz infantil de mi adorada pequeña. Su comentario me repleta de amor, y es que cada cosa que esta chica de siete años haga, colmará por completo mi corazón. La abrazo y le doy muchos besos en sus mejillas regordetas, esas que tan rojitas se encuentran. –No me beses tanto, ¿qué dirá la gente?... Si ya no soy una niña.- Me reclama mientras sigo entregándole todo mi cariño. No sé por qué tiene el deseo de ser adulta, si es lo peor que puede desear en esta vida.

Ada llegó a mis brazos cuando apenas tenía un año de vida. Ella es el único recuerdo que tengo de mi adorada hermana, la misma con la cual me crie y que por un desafortunado accidente de tránsito, la perdí. Fue el momento más triste de mi vida, recuerdo que mis padres se desmoronaron y es que ninguno pensó que su Eugenia se iría antes que ellos. Ahora ambos están en Europa, viviendo la vida que siempre desearon y yo… yo me quedé con el tesoro más grande que la vida me ha entregado. La pequeña de los ojos celestiales, aquellas esferas grandes y verdes que me observan todos los días, que me hacen reír y llorar a la vez, gritar cuando algo le sucede y luchar días tras día para entregarle un mejor mundo para su futuro.

Antes de marcharnos, vamos hasta las oficinas de doña Enriqueta para poder despedirnos. Hoy es el último día que venimos hasta esta institución. Mañana mismo nos mudaremos al campo, a aquel pequeño pueblo en el cual me crie junto con la madre de Ada y donde siempre he querido regresar. Por fin he reunido el coraje y me propuse hacer realidad mi sueño.

-Te deseo lo mejor en este nuevo camino que emprendes… Recuerda que siempre tendrás un lugar en este colegio y que puedes contar con nosotros cuando quieras…- Es la forma de entregarme su apoyo la directora. Gracias a ella pude pararme en el momento más difícil de mi vida, me entregó las herramientas para continuar con mi vida junto a mi hermosa princesa.

Entre lágrimas abandono aquel esplendoroso recinto del saber, espero algún día regresar y verlo tal cual ahora lo estoy dejando. -¿A quién quieres engañar? Si finalmente te estás yendo a tu pueblo, porque una pitonisa te dijo que allí encontrarías el amor… Tú no te vas por los recuerdos ni la tranquilidad del campo, sino que porque te quieres casar pronto…- Sí, bueno, a veces creo que Ada es más adulta que yo en algunos asuntos. No puedo ocultarle nada y es que tiene razón, esa es la intención de mi mudanza. Pero es que llevo veinticinco años sin encontrar a mi príncipe azul, ¿y si él me está esperando en el pueblo en el cual me crie? ¿Acaso seguirá viviendo allí David? Aquel muchachito pelirrojo con el cual jugaba de niño, el que me dio a entender que me gustaban los hombres. ¿Habrá crecido bien? ¿Será tan guapo como lo recuerdo? Con la suerte que tengo, lo más probable es que sea un gordo con pelo en el ombligo, trasero de elefante y aliento de pescado, que esté casado y tenga ocho regordetes hijos. Si la vida tiene algo contra mí, de eso estoy seguro.

Como me da miedo conducir un vehículo, tomamos el metro para llegar a nuestro departamento. Me siento en uno de los vagones y coloco a Ada sobre mis piernas. Todavía es un bebé, no quiero que se caiga y se lastime su carita. –Pero que hermosa niña… ¿Cómo se llama?- Me pregunta la amable señora sentada junto a nosotros. Le respondo el nombre de mi princesa, a la vez que le regalo una amplia sonrisa por ser tan gentil de hablarnos. –Ya veo… qué lástima que esté enfermita, que tenga síndrome de Down…- Y de pronto me dan unas ganas enormes de coger un cuchillo y clavárselo a esta esquelética mujer, degollarla y quedarme con su cabeza para decorar mi sala. -¿Qué es Down tío?- Me pregunta inocentemente Ada, mirándome con sus hermosos faroles verdes. Mi corazón se contrae cada vez que debo escuchar esa palabra, esa estúpida categoría que hacen los adultos.

Mi nena es como cualquiera, de hecho, es mejor que muchos y es que no existe maldad en su alma, jamás conocerá el rencor que carcome a cientos. ¿Cuándo las personas entenderán que somos todos iguales? Que no hay clasificaciones y que lo único que nos debe preocupar, es hacer feliz a los demás. No hay negros ni blancos, ni asiáticos ni indígenas. No hay heterosexuales ni homosexuales, ni bisexuales ni asexuales. No hay cristianos ni musulmanes, no hay budistas ni hinduistas. Solo somos humanos, unos animales más que caminan por esta tierra. Que lo único que necesitamos es amor, cosa que muchos pregonan, pero que finalmente no saben cómo hacer.

-El síndrome de Down es como se le dice a la gente buena, a los angelitos que nos demuestran cómo deberíamos vivir… tú eres eso, la princesa que me hizo dar cuenta que no debo esconderme, que no debo temer a ser diferente, que soy igual al resto y que por eso merezco ser amado…- Es lo que le respondo a Ada, a lo que ella sólo responde con una linda sonrisa, esa que llena su precioso rostro. 

Notas finales:

Recuerden seguir leyendo Baby Pornograph :D

Nos leemos por ahí!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).