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Buscando a papá por Jesica Black

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen salvo Sebastián.

Buscando a Papá

Parte I de III

 

                Dégel Verseau vivía en Paris, Francia, justo a unas pocas cuadras del gran centro turístico que era la torre Eiffel, tenía veinte años recién cumplidos y vivía con sus padres. Probablemente se creía de él que su vida era fácil y tranquila, es inteligente y de buena apariencia, estudiaba en la universidad más prestigiosa dado a su enorme habilidad para las matemáticas y el lenguaje, también había ganado premios en olimpiadas de esos mismos artes. Escribía en su computadora constantemente, trabajos prácticos, tesis y algunas veces se tomaba un relajo para narrar cuentos.
Sus padres, Krest y Aeneas, solían trabajar todo el día y por ende lo dejaban solo la mayor parte del tiempo o al menos solo si no fuera por aquel pequeño niño que correteaba por todo el salón.

Desde que Sebastián había cumplido cuatro años, se había convertido en un torbellino de aire que amenazaba con tirar abajo los sólidos puentes de su paciencia psicológica, de por si fue todo una pesadilla al saber que el pequeño comenzaba a caminar y recorría toda la casa en menos de cinco minutos, ahora más que nada ese pequeño se había convertido en su pesadilla número uno.

                ¿Cómo fue que pasó todo ésto? La historia sobre el nacimiento de Sebastián Verseau había comenzado hacía unos cinco años antes, cuando  Dégel tenía apenas quince años. Había recibido por parte de la escuela una condecoración por sus buenos resultados académicos y estaba por partir a Grecia en una olimpiada matemática extremadamente difícil. Dado a su notable intelecto, Dégel había aprendido varios idiomas, entre ellos el Griego, por lo que no necesitaría ayuda para desplazarse por dicho lugar y preguntar por lugares y zonas.
Probablemente lo que fue para Verseau una experiencia maravillosa, se había convertido en sufrimiento y desazón cuando llegó a su casa días después. Los malestares iban en aumento, vómitos, dolores de cabeza y mareos, no tenía fiebre ni tampoco resfriado, por lo que pensaron había sentado mal la comida del dichoso país. Siguió pasando el tiempo y los malestares eran cada vez más profundos, sus compañeros de clase comenzaban a notar lo pálido de su rostro y lo ancha de sus caderas, por lo que Krest decidió que era hora de llevarlo al hospital regional.

                No fue fácil ni para él ni para sus padres recibir la noticia de su embarazo, y aunque en un principio el más joven no quería saber nada con la maternidad, sus padres decidieron que lo mejor era tener al bebé. ¡Y ahí estaba! Cuatro años habían pasado del nacimiento de Sebastián y el pequeño era una calamidad.

–Sebastián, por favor –intentó ablandar el corazón de su hijo con dulzura–. Deja de correr.

–¡Quiero jugar! –exclamó, era verdad, Dégel no tenía el suficiente tiempo para hacerlo y el niño tenía cuatro años apenas, aun no iba al jardín de infantes porque hasta el momento no se podía inscribir, y era normal que necesitara socializar, pero el mayor no podía estar en todo al mismo tiempo.

–Deberíamos ir al parque –se quita los lentes para apagar la computadora en la que escribía un artículo de ciencias y se levantó, estirando los brazos.

–¡Parque, parque! –Sebastián sonríe  mientras alza las manos, pidiéndole a su “madre” que le tomara, éste afloja completamente y lo toma en brazos.

 

                No era extraño para nadie del vecindario ver a Verseau pasearse con el pequeño de cabello verdoso y ojos celestes, algunas de las ancianas de la avenida le saludaban mientras caminaba con su hijo en brazos y sonreía, tenía que admitir que siempre tuvo el apoyo de todos sus vecinos a la hora de criar al bebé. Dégel había comentado a sus pares sobre el embarazo al poco tiempo de enterarse y más allá de la sorpresa y que muchos no entendían como era posible este embarazo, por respeto a Dégel decidieron no hacer preguntas, sólo el joven parisino sabía lo que había pasado en ese viaje.

Había conocido a alguien durante ese día, era uno de los organizadores de las olimpiadas matemáticas y principal juez. Llevaba mirándolo tanto tiempo que creyó se le caerían los ojos en cualquier momento. Era la primera vez en la vida del joven Verseau que le observaban con tanta insistencia.
No es que no fue atractivo, pero para Dégel ese hombre era muy mayor y por demás, pudo notar el anillo de casado que traía en su dedo anular. Pero cuando la competencia terminó (saliendo victorioso) todos los concursantes participaron de una fiesta de cierre donde compartieron sus experiencias y vivencias. El más joven del grupo se apartó y sentó en la barra para mirar desde su posición, buscó con sus ojos al organizador por demás atractivo pero mayor que le había observado minutos antes y cuando volvió su vista al costado se sorprendió de tenerlo al lado.

–¿Te gusta la fiesta? –preguntó, Dégel abrió la boca unos momentos pero no salió nada de allí, luego al sentir reseco los labios los volvió a cerrar–. ¿Pasa algo? Debes estar feliz, has ganado.

–Sí, estoy muy feliz….–susurró, apretó sus piernas y miró hacia adelante, tratando de no prestar mucha atención.

–Realmente me impresiona lo brillante que eres, yo a tu edad no entendía nada –rió para sus adentros mientras bebía una copa más de licor.

–No creo que sea mucho mayor –intentó hablar el más joven, éste se da la vuelta y sonríe.

–Tengo treinta y siete años….–los ojos verdes se abrieron sorprendidos, no pensó que tuviera tanto.

 

                Los recuerdos se disiparon en ese instante cuando llegó a la plaza. Bajó de sus brazos al pequeño que inmediatamente correteó hasta el sector de juegos y arena. Dégel se sentó en una de las bancas al costado de dicho sector y su vista no dejó de seguir a su hijo, éste inmediatamente comenzó a hablar con un niño de su edad que se encontraba jugando. Suspiró pesadamente y volvió a sus recuerdos. Ahora que lo pensaba, no sabía cómo fue posible que hubiera terminado en la cama con ese hombre, abriéndole las piernas, recibiendo el enorme y palpitante miembro que se derramó dentro de él.
Había sido una noche por demás caliente, nunca en su vida pensó que sentiría algo igual y con la misma presión. Se adentró en la boca y con sus manos acariciaba el cuerpo desnudo del mayor, solamente gemía, no había nombres pues no se habían presentado formalmente cuando decidieron con una mirada, tener sexo en un cuarto del hotel donde se realizaba la competencia.

                ¡Estúpido había sido él! Las hormonas de sus quince años le habían logrado que durmiera con un absoluto extraño, no se cuidara y sobre todas las cosas, terminara de una forma por demás placentera luego de recibir el líquido seminal caliente en su interior. Recordar a ese viejo le hizo sentir la muerte, no paraba de reprocharse lo ocurrido porque por ende ese hombre estaba casado y él solo había sido sexo ocasional y consensuado. Las caricias nunca fueron suyas, los besos húmedos en su cuerpo y boca tampoco habían sido suyos, era solo el calor de una noche de desenfreno sexual, era todo.
Y ahora ahí estaba Sebastián, el fruto de su desliz físico con un hombre mayor. Ahora ya era un adulto y podría intentar buscarlo de alguna forma, pero el miedo al rechazo y sobre todo, el miedo que su hijo sea despreciado le hizo que se cubrirse en su propia coraza.

–¡Mami, mami! –Gritó Sebastián, sacándolo de sus pensamientos–. Mami….mira él es mi nuevo amigo.

–Hola pequeño ¿cómo te llamas?

–Ian –murmuró el muchacho risueño de rojos cabellos, Dégel le colocó una mano en la cabeza en señal de afecto.

–¿Dónde están tus papis? –el pequeño señala a una pareja que los veía por demás sonriente, ella estaba embarazada y él  tomaba una gaseosa mientras saludaba.

–Mami, ¿por qué Ian tiene dos papis y yo sólo uno?

 

                La pregunta del millón, Dégel se había preparado para eso pero cuando llegó la encrucijada se daba cuenta de lo poco que había practicado emocionalmente hablando. ¿Qué podía decirle a su hijo que aminorara la angustia que sentía? Tal vez por eso no lo había llevado al jardín de niños hasta el momento, tenía terror a que le preguntara sobre su procedencia y no saber que decirle: “No puedo comentarle a Sebas que fue una noche de sexo con un señor casado y mayor al que ni siquiera recuerdo” le dijo una vez a Krest mientras acunaba a su hijo con su uniforme escolar puesto.
Se mordió el labio y sonrió como pudo, sabía que en algún momento tenía que decirle la verdad a su hijo ¿pero cómo?
El pequeño Ian se había cansado de esperar y se fue corriendo donde estaban sus padres mientras Sebastián le miraba con angustia.

–A tu padre debemos…..encontrarlo –susurró y apretó sus puños. El niño le miró sorprendido–. Él está escondido ¿sabes? Entonces debemos buscarlo.

–¡Como las escondidas que jugamos con el abuelo!

–Exactamente….tenemos que buscarlo….–piensa–. Pero tu papi es muy bueno escondiéndose, se nos hará difícil.

–¡Yo quiero jugar con papá! –se abrazó a la pierna de Dégel y apoyó su mentón en la rodilla.

–Bueno, entonces tendremos que empezar….–el peli verde lo separa de sí y se incorpora, ata su cabello en una coleta alta y extiende su mano para que su hijo la tome.

 

                Sebastián camina muy feliz al lado de Dégel, que piensa en cómo fue posible que le dijera esa mentira a su hijo, llenándolo de ilusiones y proyectos con un padre que ni siquiera sabe de su existencia. Lo mejor sería que indagara por su cuenta sobre ese hombre, tal vez en sus antiguos borradores y premios, encontraría al menos el apellido.

 

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Kardia Antares.

                Kardia tenía  cuarenta y un años recientemente cumplidos, trabajaba en una escuela secundaria en Grecia y tenía dos hijos. Convivía con su esposa en una casona al este de Atenas. El aspecto del hombre era por demás llamativo, su cabello azulado y hermosos ojos celestes enloquecían a sus jóvenes aprendices, sobre todo a las niñas que le miraban fascinado.  Su hijo mayor, Milo, tenía diecisiete años, actualmente se encontraba saliendo con un buen muchacho francés de quince años; mientras que su otro hijo, Aiacos, tenía catorce años y se encontraba cursando sus materias de secundaria con gran interés. Él amaba a sus hijos, los amaba, y también amaba a su familia, por lo que no pudo nunca perdonarse el haberlos engañado.
¿Cómo había sido posible que un muchachito de quince años, edad que en unos meses cumpliría Aiacos, le hubiera hecho sentir algo que nunca a su edad hubiera sentido? Habían pasado cinco años pero la culpa lo carcomía por dentro, sintiendo su pesadumbre.

Dégel Verseau. ¿Cómo olvidarse el nombre el muchacho más inteligente de la generación de algunos franceses que había invadido Grecia en esa olimpiada matemática?  Verseau tenía una apariencia angelical, unos ojos preciosos y un cuerpo de ensueño que tuvo el agrado de recorrer con sus manos y su boca. Recordaba cada instante de esa noche de placer ardiente que le había consumido a la infidelidad y no era para menos. Había gozado de cada minuto que tuvo al joven francés en la cama, había logrado llegar al orgasmo tres veces con él, tres seguidas, cosa que a su edad pensaba que no lograría jamás. Había besado y devorado, dejándole marcas en el cuello y pecho con toda la dedicación del mundo.

–¡Papá! –Gritó alguien, Kardia despertó de sus pensamientos y vio a Milo frunciendo el ceño–. ¿Puedes salir de tu mundo y prestarme atención?

–¿Hm? ¿De qué me hablabas hijo?

–Si me hubieras escuchado minutos antes seguramente lo sabrías. ¡Estoy desesperado! –Golpeó la mesa en agonía mientras que repasaba su cabeza y cabello con las manos–. Es Camus.

–¿Tu novio? –burlón como siempre, Kardia comenzó a hurgar en sus papeles.

–¡Él cree que esta embarazado! –esta frase alertó a Kardia ¿qué?

–¿Cómo que CREE estar embarazado? O lo está o no lo está –Milo al fin pudo tener la atención de su padre y suspiró–. ¿Tú te cuidas?

–Sí, si…me estoy cuidando.

–¿Siempre te cuidaste? –gruñó, Milo muerde sus labios y piensa.

–No lo sé, creo que la primera o segunda vez no me cuide ¿pero qué tiene que ver? Pasó hace más de un mes, recién empezábamos a salir.

–Hijo, los bebés no se crean cuando estás preparado, a veces llegan y ya…..

–Hay sí, como si siempre te hubieras cuidado en el sexo –esta vez gruñó su hijo, eran tal para cual.

–Bueno, no me cuidé contigo ni con tu hermano, pero luego si lo hice –Kardia pensó, era verdad que se cuidaba, pero recordando nuevamente su noche de sexo ardiente, él no había querido cuidarse y ese muchacho de hermosa piel perlada tampoco le había exigido el profiláctico.

–¿Qué hago? ¿Qué hago?

–¿Hablaste con tu madre al respecto? –preguntó, trataba de mantener la calma aunque estaba a punto de ahorcar a su hijo.

–Sí.

–¿Y qué dijo?

–Que la cagué….–se colocó ambas manos en la cabeza.

–Vaya, eres un estúpido Milo, realmente ¿no piensas cuando lo haces? Claro que no, porque no tienes cerebro allá abajo –habló burlón y ordenó todas las hojas–. Ahora tendrás que enfrentar la cagada que te mandaste.

–¿Qué? ¡Pero yo no quiero a ese bebé! ¡Camus tampoco lo quiere!

–¿Y qué harán? ¿Pagar un aborto? No te lo aceptarán porque Camus es menor de edad –caminó hasta su fichero y allí dejó las hojas en carpetas mientras Milo lo seguía.

–Papá, tienes que ayudarme, tengo diecisiete años….

–Aun así para meterla no te importó tener diecisiete años –Kardia le miraba de reojo–. Debes hacerte responsable de las cagadas que te mandas, hijo, sino aprendes por las buenas no lo harás nunca.

–¿Y qué harías tú, eh? Si te llueve la noticia que tienes un hijo ¿qué harías? –preguntó desafiante.

–Primero, no me llegaría esa noticia porque tu madre en su último embarazo tuvo problemas y le sacaron el útero. Segundo, no me llegará esa noticia porque me cuido en todas mis relaciones sexuales con tu madre y tercero….no tengo diecisiete años, yo esperé hasta los veinticuatro, donde tuviera estabilidad financiera para casarme y tener hijos, tú en cambio….

–¡Papá, fue un accidente! Camus y yo no queremos tener un bebé, además….–suspira y se sienta, apesadumbrado–.  No seremos buenos padres.

–¿Por qué?

–El tiene quince y yo tengo diecisiete, somos unos tarados…..–se cubre con las manos el rostro para evitar que lo vean llorar.

–Escucha hijo, son cosas que pasan, debes enfrentar tus decisiones, así como quisiste ponerla en su momento, ésto es la consecuencia de tus actos –coloca una mano en el hombro de su hijo–. Los familiares de Camus lo ayudarán con el nene y nosotros también, a ese chico no le faltará amor.

–¿Y si la cago como cagué todo en mi vida? –preguntó bajando las manos de su rostro y mostrándose dolido.

–Pues, tendremos que pasar esto todos juntos….

 

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Kardia Ares….

……..Laure Ares…..

………………Kardia Antares………..

 

                Sus ojos se abrieron al ver el perfil de facebook de Kardia Antares. La fisonomía del hombre le fue extremadamente familiar y no era para menos, tenía un hermoso cuerpo tallado a mano que recorrió con sus manos, unos hermosos ojos zafiro muy claro que había heredado su hijo, que jugaba con los autitos a unos metros detrás de él.
Respiró profundamente, era imposible pensar que su hijo no era creado por ese hombre, además que apenas lo vio un vuelco en su corazón le hizo sentir que le había encontrado.

–Así que era Kardia Antares –se dijo en voz baja, Sebastián le escuchó y lo miró risueño pero no obtuvo contacto visual con su progenitor.

 

                ¿Y ahora qué? ¿Cuál era el siguiente paso? ¿Un mensaje? Respiró profundamente y comenzó a escribir en el cuadro de diálogo para mandar un mensaje directamente al chat, pero lo pensó mejor cuando vio el estado civil del hombre: ¿Qué ocurría si su mujer lo viera? Bueno, no tenía la culpa de haberse embarazado del marido de alguien. ¿Eso le haría quedar como una puta? Se mordió el labio y negó con la cabeza, probablemente algo escueto que no lo delatara sería mejor.
Giró la cabeza y observó nuevamente al pequeño jugar, tenía que hacer algo por su hijo, necesitaba un padre y él también necesitaba hablar y contar lo que había pasado luego del encuentro por demás candente que aun estaba impreso en su piel.

 

Prof. Kardia Antares. Mi nombre es Dégel Verseau y fui uno de los ganadores de las olimpiadas en Grecia hace cinco años, me gustaría poder hablar con usted sobre lo académico dado que me gustaría iniciar una carrera como la que tiene usted. Desde ya muchas gracias por su atención.
D.V.

 

                Perfecto, de esa forma si su mujer leía el texto no parecería de ninguna manera algo provocativo, aunque sus ansias de ponerle que jamás había olvidado su cuerpo rozándolo, sus brazos sujetándole y los besos devorándole. Gimoteó, tenía que evitar pensar en eso delante de su niño de cuatro años. Apagó la computadora sin aguardar una respuesta que llegó instantáneamente del móvil de Kardia, quien no salía de su asombro pero había mandado el número de teléfono de manera instantánea para luego arrepentirse. En el momento en que lo hizo había fantaseado con el sexo que habían mantenido hacía tiempo y creyó que probablemente el muchacho venía por más, pero al releer el mensaje también dudo: ¿Y si no fui nada para él? ¿Entonces porque me contacto?

La cabeza de Kardia daba vueltas mientras el celular de Dégel vibraba, pero este ya se encontraba durmiendo en el sillón de su casa.

Fin de la parte I.

Notas finales:

 

Este fic es corto asi que dura tres capitulos. Comenten gracias


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